martes, 21 de junio de 2016

¿Clandestinizar el Partido Comunista? ¡Mamola!

Partido Comunista Colombiano, regional Tolima. Foto: Nelosi
Por Nelson Lombana Silva

La lucha de clases se hace evidente al comenzar el siglo XXI. El capitalismo resulta cada vez más incapaz de satisfacer las necesidades fundamentales de la humanidad y ésta a  su vez, busca respuestas a la crisis en dirección de encontrar soluciones a sus necesidades vitales.



Las paradojas son inexorables: Mientras la tecnología deslumbra a la especie humana de todo el planeta con sus descubrimientos, ésta muere de hambre y sus necesidades básicas no son satisfechas.


Al lado de los grandes rascacielos deambulan méndigos, hambrientos sin ninguna esperanza. El sistema deshumaniza y lo manda a la frenética carrera de la competencia loca, sin reglas humanas, solo al ímpetu del más fuerte. El hombre convertido en lobo del mismo hombre. El hombre convertido en mercancía, en simple objeto susceptible de ser comprado y vendido por una sucia moneda irrisoria.


El neoliberalismo es el motor de toda esta tragedia que vive la humanidad y que cada vez se hace más dramática y conmovedora. El hombre sin conciencia, el hombre convertido en robot, inspirado solo en la productividad a cualquier precio, sobre montañas de mentiras, infamias y crímenes horripilantes. La humanidad cosificada, la humanidad domesticada. 


La humanidad sufre, padece los rigores del sistema capitalista mundializado. En la oscuridad del analfabetismo da tumbos, no encuentra las causas reales y termina especulando sobre fuerzas “sobrenaturales” (Dios), la mala suerte o el castigo por su pensamiento y comportamiento desordenado.


Esos devaneos los alimenta la clase dominante con fiereza y persistencia inventando sofismas de distracción todos los días para tener a esa humanidad de espalda a la realidad concreta. Inventa lo más absurdo que se sintetiza, así: “Sálvese quien pueda”.


La tarea del Comunista


Como lo señala el principio filosófico: Unidad y lucha de contrarios, el Comunista hace parte de la clase dominada, de la humanidad, que ha tenido la tenacidad de romper la maraña de la clase dominante, su publicidad y su alienación extrema, interpreta el origen del capitalismo y tiene claro la fórmula o fórmulas para la destrucción de las relaciones capitalistas y la construcción de las relaciones socialistas.


El comunista no es un súper dotado o sabelotodo. Es un ser humano, demasiado humano, como diría Federico Nietzsche, que tiene capacidad de asombro, sentido de solidaridad y compromiso revolucionario. Además, tiene vocación de sacrificio y espíritu futurista. El comunista no pelea para hoy, lo hace para mañana e incluso, pasado mañana. No es petulante, no es mentiroso, no es borrachín, no es irresponsable. 


Por eso el comunista es perseguido, aporreado y vilipendiado constantemente, en primer lugar por la clase dominante, en segundo lugar por la misma clase y en tercer lugar por los que hipócritamente posan de “comunistas”. Sin embargo, el comunista tiene claro que tiene que sobreponerse a todas esas vicisitudes para desarrollar creativamente su histórica misión: Transformar la realidad capitalista y liderar la construcción de la nueva sociedad basada en los valores humanos, sociales, políticos, culturales y éticos.


Así podríamos decir que el ser comunista es un apostolado heroico y consecuente que se construye al calor de la lucha revolucionaria, con avances y retrocesos, con errores y aciertos. Es una entrega total, amorosa y consecuente.


El último hecho político del revolucionario es su funeral. La pugna entre la ideología dominante y la naciente se coloca en evidencia. La primera se expresa a través de la religiosidad, la misa, los cánticos religiosos; mientras en la segunda, ni un minuto de silencio por nuestros muertos, el ondear de las banderas, las consignas, los discursos políticos, su obra puesta al alcance de todos y todas como un ejemplo, las tesis del marxismo – leninismo.


No es fácil ser comunista, mucho menos en el siglo XXI, el siglo del “facilismo”, de lo “light”, de la mediocridad que ha impuesto a sangre y fuego el capitalismo neoliberal. Francis Fukuyama  aprovecha la resaca para hablar del fin de la historia o el fin de las ideologías. Sin leer a Marx nos declaramos marxistas, sin estudiar la obra de Lenin nos declaramos leninistas, sin aceptar los estatutos, el programa y la línea política del partido comunista, nos declaramos comunistas.


Qué desafío más grande ser Comunista en el siglo XXI, con semejante responsabilidad histórica.


Ni antes, ni ahora, ni después, el Partido Comunista se debe clandestinizar como lo sugieren algunos oportunistas que quieren estar en los dos bandos de una manera cínica y descarada. Como dirían las abuelas: No se puede estar a la vez con Dios y con el Diablo. El que niega el Partido se niega a sí mismo. Es un traidor de la causa noble de los pueblos, por cuanto el comunista es pueblo por antonomasia. El comunista todo los días se está haciendo, el comunista es dialéctico cargado de responsabilidades históricas. ¿Clandestinizar el Partido Comunista? ¡Mamola!, como diría Jorge Eliécer Gaitán Ayala.





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