miércoles, 1 de noviembre de 2023

Una opinión acerca del debate electoral en Colombia


 Por Agamenón

El debate electoral realizado en Colombia el 29 de octubre de 2023, para elegir los gobernantes regionales y locales, deja numerosas enseñanzas para asimilar crítica y autocríticamente para continuar en la lucha con tenacidad, sin desmayar. Lo decimos con absoluta tranquilidad, sin frustraciones de ninguna naturaleza, por cuanto tenemos claro que los procesos de cambio no se dan de un solo golpe, ni tampoco fácilmente. Es más: los procesos no se dan linealmente, se dan con avances y retrocesos.



Son las primeras elecciones en el gobierno del cambio y del Pacto Histórico, donde la presión de la oligarquía huérfana del gobierno, se prodigó a fondo, como era lo esperado, en busca de colocar fichas en los diferentes cargos a proveer con el fin de recuperar  el gobierno seguramente en las próximas elecciones presidenciales.

La pelea está planteada: El gobierno democrático por consolidarse y estar al alcance de las muchedumbres descamisadas interpretando sus sueños y esperanzas y la criminal oligarquía, con todo su arsenal, a recuperar la presidencia de la república, usando los métodos más toscos e irracionales, sobre montañas de mentiras, miedos infundados y dinero a granel al parecer narcotizados.

Nada de eso nos debe sorprender por cuanto la burguesía colombiana guiada por el pensamiento de Nicolás Maquiavelo que dice que el fin justifica los medios, la gran mayoría de candidatos y candidatas al parecer gastaron tres y cuatro veces más de lo que honradamente pueden ganar en sus respectivos cargos, lo que genera de entrada sospecha y preocupación.

La “política” mirada como negocio da para preguntar: ¿Invertiría mil pesos en un negocio cuando sé que me voy a ganar honradamente solo cuatrocientos pesos? Seríamos demasiados ingenuos pensar que en esta pútrida oligarquía hay filantropía. Sin embargo, hay crédulos y en cantidades industriales. Pero claro, eso tiene una explicación lógica: El analfabetismo político de las masas, el cual es respaldado por el miedo y la desinformación mediática.

El tejemaneje es complejo. Así, pues, no se puede dejar caer toda la crítica contra el analfabeto y atemorizado pueblo. Un candidato decía: “No entiendo qué quiere el pueblo. Las comunas más pobres de Ibagué son las más fieles a los candidatos de la oligarquía, a los candidatos de la corrupción”. Yo le respondía: “Un pueblo analfabeto es inmediatista, no piensa en mañana. Eso explica por qué vende el voto”.

¡Perdió Petro!

La oligarquía, a través de sus medios corporativos de comunicación, ha venido imponiendo en la conciencia del pueblo la idea de que el gran derrotado en estas elecciones es el presidente Gustavo Petro. Ya el pueblo ibaguereño repite este discurso maquinalmente. Muchos creen ciegamente que le han infringido al presidente, tremenda paliza.

Pero, un mismo líder comunitario reflexionó sobre el particular, diciendo: “Petro no es el derrotado, sigue siendo presidente; el verdadero derrotado es el pueblo al condenarse a seguir en la marginalidad, recogiendo migajas que caen de la mesa del rico Epulón. Hemos elegido a nuestros verdugos”.

El gran afectado, ciertamente, es el pueblo, porque las grandes reformas que viene planteando el gobierno nacional, seguramente se empantanarán, la derecha y extrema derecha, envalentonadas arreciarán los ataques contra el Gobierno del Cambio, contra el mismo pueblo. Así pagará, sin sonrojarse o contraer un solo músculo.

Están obstaculizando el cambio los que votaron por los candidatos de la derecha, la inmensa mayoría, cuestionados por corrupción e incapacidad para gobernar con sindéresis. Pero, también los abstencionistas, casi 14 millones de colombianos y colombianas. El abstencionismo es un cáncer que carcome la débil democracia colombiana. Son como seres amorfos, robots que ocupan un espacio en el país y no más.

Las debilidades y errores de la izquierda también cuentan

El Pacto Histórico, los sectores democráticos, progresistas y populares tienen la obligación de hacer un profundo análisis crítico y autocrítico, con el único propósito de hallar los errores para no volverlos a cometer en debates electorales venideros. Combatir los yerros y fortalecer los aciertos nos debe servir para continuar la marcha, la lucha revolucionaria y progresista que viene liderando el presidente Petro, a través del Pacto Histórico.

Hay que derrotar los personalismos, el oportunismo, el subjetivismo del amiguismo que nada tiene que ver con el proyecto político en el cual estamos inmersos todos y todas. Tenemos que luchar dentro del Pacto Histórico por su desarrollo. Pero también, tenemos que luchar por la unidad de la izquierda y los sectores democráticos y progresistas. Hay que desarrollar las escuelas políticas, asimilar el debate público, pero, desde la acción, desde la práctica. No podemos seguir por el simple camino teórico especulativo sin praxis. El pueblo está cansado de charlatanes de pacotilla; como diría el comandante Fidel Castro: “¡Basta de palabras: Hechos!”

El Pacto Histórico no podemos entenderlo como una montonera en la que el más fuerte está dispuesto a coger la mejor parte. El Pacto Histórico tampoco es una sola tendencia que manda y las demás obedecen. Esa postura es corrupta y riñe con los procesos de cambio. El Pacto Histórico es una confluencia de fuerzas, las cuales deben funcionar armónicamente, sin pretender las más grandes devorar a las más pequeñas. Son todas de acuerdo a sus capacidades empujando el barco para el mismo lado, en el más profundo respeto y admiración por cada expresión popular que hace parte del Pacto Histórico. Mantener relaciones cordiales con fuerzas que no son afines al Pacto Histórico. Darle prioridad a la juventud y a la mujer. Preocuparnos por fortalecer la cultura, la vocación por la lectura, la identidad y la solidaridad. No utilizar la burocracia para usufructuarla individualmente. No faltar a la verdad y a la vocación de un cambio estructural. Cambiar lo que haya que cambiar, fortalecer lo que haya que fortalecer. No nos podemos volver a equivocar.

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