martes, 7 de noviembre de 2023

Anzoátegui, Tolima: Entre la niebla y la esperanza

Municipio de Anzoátegui (Tolima). Foto: internet

 Por Nelson Lombana Silva

El municipio de Anzoátegui (Tolima), en el filo de una estribación de la cordillera central, se caracteriza por la fertilidad de sus tierras, la diversidad de cultivos, especialmente el café y productos de pan coger. De igual manera, la ganadería en los extensos potreros, especialmente en la zona paramuna.



Visitar la patria chica arruga el corazón, porque se es extraño, una nueva generación despunta entre el bullicio de la música arrabalera, las calles húmedas y la neblina densa que se arrastra por calles, montes, cafetales y potreros con ímpetu descomunal.

Mientras otrora las callejuelas permanecían atiborradas de muladas, guiadas por fornidos arrieros, hoy las ocupan las motos y los carros en cantidades exorbitantes, manipuladas y manipulados por jóvenes “suicidas” que van y vienen con intrepidez haciendo verdaderos malabarismos.

Lo primero que se encuentra al arribar al caserío, es una pequeña plaza de toros y el cementerio. Más adelante, el colegio Carlos Blanco Nassar, el Palacio Municipal, la plaza General Anzoátegui, que era enorme, ha desaparecido, en su lugar fue levantado un polideportivo techado y con gradería. Así las cosas, el poblado se ha hecho más estrecho. Los campesinos y las campesinas caminan apretujados y apretujadas, los sábados y los domingos. El transporte es un caos y la movilidad mínima.

Durante los días de mercado, las cantinas y los chongos, permanecen repletos de campesinos y visitantes, van en busca de diversión y de paso compartir con sus amistades las experiencias de la semana. La juventud envuelta en sus trajes gruesos y oscuros, conversa animadamente los temas que impone la sociedad de consumo, expresada a través de los medios de comunicación, especialmente la televisión.

Los campesinos con la resignación metálica de antaño no renuncian a existir, por eso labran el surco con estoicismo desde el amanecer hasta el atardecer. Lo hacen contra viento y marea, conscientes que el producido no les alcanza para satisfacer sus necesidades básicas. Él trabaja a pérdida.

Visitamos la patria chica, ocho días después de las elecciones. En las paredes todavía afiches, letreros y propaganda política a granel. En la cantina todavía se habla del tema y unos campesinos se declaran “ganadores” y otros “perdedores”. Se habla de fraude y se señala que el senador Barreto, “misteriosamente” visitó el municipio tres días antes de las elecciones, reuniéndose con un grupo muy cerrado. ¿De qué habló con ese grupo? No se sabe con certeza. Sin embargo, que muchos afirman que asistió a legitimar el fraude electoral.   

Solo había dos candidatos con opciones de ganar: Uno de Anzoátegui y el otro del corregimiento de San Juan que ya había sido mandatario de esta comarca con una administración muy elemental. Ambos conservadores y con poca formación académica. La campaña electoral fue intensa basada en licor, comilonas y promesas. Ah! Y hablar mal del contrincante. La desinformación fue la constante, la calumnia y la exageración. Se incubó una especie de odio visceral. Nada de discutir el programa, nada de plantear propuestas para resolver los sentidos problemas de la comunidad con honradez y compromiso.     

La diferencia fue exigua. Al unísono dijo la comunidad anzoateguiense: “Ganó el candidato del alcalde”. Una administración intrascendente, que se va sin pena y sin gloria, dicen habitantes con indignación. “Lo único que hizo el señor Salinas fue colocar su sucesor para que no se sepa nunca cómo se gastó el presupuesto municipal”, dice el labriego, mirando con melancolía la espesa neblina.

Así las cosas, el municipio estaría condenado a otros cien años de soledad, como diría Gabriel García Márquez.

Caminamos por los intrincados caminos y las trochas de carretera con nostalgia, recordando cuando se era feliz e indocumentado como diría Gabo. Cincuenta años después todo es diferente, no sé si para bien o para mal. Regresamos a la capital, pensando que llevamos el pueblo en el corazón, en la nostalgia y en los recuerdos, deseando que la nueva administración inicie un proceso de cambio desde la cultura, el arte, la ciencia y la paz total. No se puede juzgar a priori.

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