martes, 21 de noviembre de 2023

¿Por qué y para qué estudiamos?


 Por Nelson Lombana Silva

“Todo me gusta menos estudiar”, dijo María dejando escapar una risita pálida. Su interlocutor, un joven de mirada triste e incierta aplaudió la afirmación, afirmando que lo más absurdo es el estudio. “Es una pérdida de tiempo”, dijo sosteniendo en sus manos encalladas la botella de licor.

La música arrabalera llenaba el recinto, mientras el cantinero revisaba con abulia el libro de cuentas sentado en su vetusto asiento. El sol se iba por el ocaso entre las frondosas palmas, plántulas en vía de extinción en el país por obra y gracia del modelo económico capitalista.



Un par de borrachitos hablaban con ímpetu de aventuras inverosímiles con el único propósito de impresionar al otro. Hablaban de todo y de nada, mientras las botellas vaciadas de contenido las iba ordenando a intervalos el cantinero para luego regresar a su puesto y organizar la cuenta de cobro.


Escuchando aquellos campesinos beodos, fácilmente podría concluirse que Pablo Escobar les había quedado en pañales o el mismo Al Capone siciliano, su valor y astucia no tenían par en toda la región. Era divertido escucharlos para aquellos que conocían a los contertulios, pero temeroso para los que tenían la oportunidad de escucharlos por primera vez.

Dos personas desconocidas en el poblado alargado, entraron y pidiendo tinto, se acomodaron en la mesita cercana a la entrada principal. Cada uno llevaba un libro bajo el brazo. Tenían anteojos, barba espesa y montaraz. Conversaban animadamente sobre diversos temas de carácter científico. “¿Lo prefieren con azúcar o sin azúcar?”, preguntó el adormilado cantinero. Uno de ellos, se apresuró a contestar: “Sin azúcar, por supuesto”.  Su voz pausada y grave se escuchó en el recinto. Los borrachitos de la otra mesa, hicieron una breve pausa para mirar a los visitantes, continuando con su perenne perorata.


María, la joven menuda de ojos color miel, se detuvo más tiempo a observar los parroquianos. No eran del pueblo, tampoco de la región. Su contertulio la interrumpió, no se sabe si por celos o por simple imprudencia, afirmando que era la primera vez que una persona entraba a una cantina a tomar tinto. María lo miró con su mirada vidriosa, sonriendo. “No son de por acá”, dijo en voz baja. “Maricones tendrán que ser”, respondió su compañero de farra. Ambos rieron.

El sol brillante de los venados entraba con fuerza por la puerta. El bullicio iba en aumento; cada vez el cantinero se veía precisado a subir el volumen al equipo. “Esta es la vida campesina”, dijo uno de los desconocidos mirando a su compañero. Su compañero no contestó, apuró un sorbo del humeante café y frotándose la mano hizo una mueca de discreción por cuanto consideraba que los presentes podrían mortificarse con estos comentarios.  

“Siempre he creído que estudiar es de vagos”, volvió a decir María en voz alta. Su compañero la volvió a respaldar, afirmando que el trabajo del campo era para machos, no para estudiosos.

El ambiente se hacía cada vez más denso. Las conversaciones subían de todo, todos querían hablar y no escuchar al otro. Ensimismados los dos visitantes escuchaban atentos aparentando indiferencia. Sin proponérselo el par de amigos comenzaron una intensa conversación, sobre las reflexiones de María acerca del estudio. Ya María estaba bien tomada, poco se le entendía lo que decía.

-         ¡Qué interesante planteamiento hace la joven sobre el estudio!, dijo uno de ellos.

-         Habría que hacer un profundo estudio sociológico, antropológico y político, para entender por qué esta afirmación, contestó su amigo.

-         Es cierto, porque uno es producto de su medio en gran medida…

-         Pero, no necesariamente…

-         Es cierto. De todas maneras, no hay preguntas mal hechas, en cambio respuestas sí, insistió tomando otro sorbo de café.

-         A propósito, si te preguntara para qué estudiamos, ¿Qué contestarías tú? Su contertulio sonrió.

-         Preguntar es fácil, responder no es fácil, es complejo. ¿Y si yo te devolviera la pregunta? ¿Qué dirías?

-         Primero pregunté yo. Sonrió acomodándose mejor en su asiento.

-         Está bien. Responderé sin ambages: El ser humano es animal como cualquier animal. Superar esa animalidad solo es posible a través del saber. Conclusión: Estudio para dejar de ser animal.

-         Muy bien. Ahora escuche mi argumentación: No puedo vivir solo, soy un animal sociable por naturaleza o segregación, sostuvo el filósofo de la antigüedad Aristóteles. Tengo que establecer relaciones con la naturaleza, con los demás animales y con la sociedad de la cual hago parte. ¿Cómo entender estas complejas relaciones? Solo es posible a través del conocimiento y de la práctica. Para eso estudio, para aprender a dirimir las contradicciones y, sobre todo, encontrarle sentido a la vida.

-         Indudablemente, contestó su amigo, el saber nos hace libres, nos permite valorar y ser valorado, amar y ser amado; saber de dónde venimos, qué hacemos y para dónde vamos. Una persona que no tenga claro su plan de vida, como dice el dicho: Cualquier bus le sirve, nada lo llena, le da lo mismo caer que quedar colgando, no valora ni su cuerpo ni su conciencia. Vende su cuerpo por una moneda y cree que eso es libertad…

-         Desde la perspectiva política – acotó su amigo – se comprende claramente lo que afirmó el filósofo Carlos Marx cuando dijo: “No se trata solamente de interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”.

-         No vayamos tan lejos en el análisis sobre la importancia de estudiar. El oligarca tiene claro que estudia para dominar la masa amorfa llamada pueblo, mientras tanto, el pueblo estudia para ser libre, soberano y autónomo, para comprender que quien hace la historia son los pueblos, debidamente organizados, politizados y unidos.

-         Romper las cadenas y acabar con esa odiosa diferencia que existe en el capitalismo entre ricos exageradamente ricos y pobres exageradamente pobres. ¿Por qué esa diferencia, si todos somos humanos, estamos relacionados entre sí y soñamos con el bien para todos y todas?

-         Lo que dices tú es muy cierto. Yo te agregaría que la humanidad nació para ser feliz y la felicidad está en el saber, en la sabiduría, por eso y para eso se estudia. Una analfabeta es un ciego que está expuesto a la explotación, al engaño y al menosprecio.

-         Es muy cierto. Una persona que estudia decide conscientemente, es dueña de su cuerpo y de su pensamiento, es dueña de sus decisiones. Es libre…He ahí la importancia de saber para qué y por qué se estudia.   

-         Completamente de acuerdo.

Terminaron el tinto, cancelaron y se marcharon. Nadie se dio cuenta por el alto grado de alicoramiento. La tarde moría. Pero, la esperanza flotaba. Distantes de allí, escuchaban la música arrabalera. Al siguiente día, la prensa informaba de peleas en esa cantina con heridos y destrucción de muebles y enseres. Escándalos a altas horas de la noche teniendo que intervenir la policía para aclimatar el orden y la paz. Qué horror: Primero, amigos y después enemigos, todo por los efectos etílicos, quizás por no comprender la importancia del estudio, del saber



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