Consciente que la memoria es básica, fundamental, para entender el presente y proyectar el futuro, este sábado 4 de febrero, visitamos el ardiente y polvoriento municipio de Coyaima (Tolima), con el fin de visitar a viejos líderes indígenas, no solamente para saludarlos, sino para conocer más en detalle sus luchas y vigilias y lo que están pensando del momento que vive el pueblo colombiano con el gobierno del Pacto Histórico.
Además, dimensionar la cultura indígena y campesina, darle su valor e importancia en un momento histórico donde se abre camino la diversidad cultural y el reconocimiento a ese esfuerzo ancestral que hoy nos tiene posicionado de una nueva realidad cultural en el siglo XXI.
Recorrimos la llanura de la vereda Santa Marta Palmar, bajo un cálido sol, en compañía de los indígenas: Armando Aguja y Silvano Malambo Otavo. Íbamos tras las huellas de un familiar del ex candidato presidencial, Eutiquio Timoté.
En la tienda comunitaria de este cabildo, nos esperaba ansioso Silvano Malambo Otavo, se desplazaba en cicla. Una vez tomamos gaseosa y comimos galletas, continuamos la marcha, por una carretera angosta y en precarias condiciones. “¿Falta mucho, compañero?” preguntó Armando Aguja. “Estamos a tres minutos en carro”, contestó al abrir la marcha en su caballito de acero.
Los tres minutos se convirtieron en más de veinte. La casita de tierra pisada está en un alto con una panorámica impresionante. Abandonamos el vehículo y caminamos. Un corto ascenso y llegamos. No había rastro de vida humana, la casa al parecer estaba sola. Silvano se adelantó y llamó. Cuando se disponía a tocar en la portezuela, el indígena Abel Timoté Tique, salió como de la nada, caminando despacio y sonriendo con sombrero puesto.
Nos acomodó en la pequeña salita y después de saludarlo y contarle la idea de la entrevista, sin preámbulo la comenzamos. Una memoria prodigiosa para recordar nombres y fechas. Un relato abierto y directo. Durante casi tres horas conversamos de diversos temas históricos tratando de desentrañar la historia perdida en esta llanura a orillas del río Saldaña.
Abel Timoté Tique, nació el 14 de marzo de 1.934, en la vereda Santa Marta, desde muy joven se afilió con su esposa al Partido Comunista. Tenía una venta de chicha que ofrecía durante los períodos electorales y de esta manera ayudaba a la elección de los concejales de Coyaima. “Nos tocaba llevar chicha hasta donde Yesid Ducuara que vivía entonces con la señora en la Mesa; después donde Gabriel Huepa, que también vivía en la Mesa, donde Arturo Tique, que todavía vive en la Mesa. También llevamos chicha donde Antonio Timoté, era hermano mío”, comenta.
A pesar de la estigmatización a Abel no le daba miedo militar en el Partido Comunista. Dice: “Pues no, ya ve. A mí me tocó con mi papá, en medio de la feroz persecución, dormir en unas playas en medio del río Saldaña, donde corría agua por aquí y agua por aquí, y ahí nos tocaba dormir en esas playas de arena, de miedo sí del enemigo. Temíamos que nos encontrara en la casa durmiendo y hasta nos mataran”, relata.
“Hacíamos unos bayanos en la arena que cupiera uno acostado y el cuerpo a ras de la arena. Esa táctica era para que si llegaba la policía a echarle bala a esos mogotes de Pindo, no lo cogieran a uno”.
“El día menos pensado, mi papá estaba en un rosario, porque mi mamá era rezandera de rezarle a los finados. Mi papá se vino y yo me quedé por allá. Él vino y se confió. Cansado de tanto dormir en el rio, vino y se acostó en un asiento largo que había en el patio. Yo llegué, tal vez, a eso de las once y yo me acosté en la cocinita. Yo creía que mi papá se había ido para la playa. Mentira, como a las cuatro, siento yo un bolate, al sentirlo me salí, a ver qué era. Era la policía. Ya tenían al finado Roberto Tique, que también se había quedado, ya lo tenían parado a un lado de la puerta y a mi papá también. Yo como estaba muchacho me llevaron para allá. Me dejaron a mi parado solito. En esa ocasión casi me matan, como el cuento: La virgen me favoreció. Ya mi mamá se había levantado, estaba haciendo el tinto. Al ver eso, salí corriendo para la cocina y un policía me detuvo con grosería diciendo que para dónde iba, que seguramente iba a avisarles a los bandoleros, a la chusma. Le dije: Pues no, yo salí fue a saber qué era el bolate que se sentía desde adentro. Enseguida saca un palo grueso y me manda ese garrotazo, pero como el ranchito era bajito y de palma, el garrotazo ahí paraba. Me mandó dos garrotazos, no me pudo agarrar. En ese entonces, usaba la policía fusil con bayoneta calada, me mandó esa puntada, no me convenía morir, al ver que mandó la puntada, yo hice sino tabléame, pegó en la pared. Mi mamá dijo: Póngase a ver que vienen a matarlo porque está durmiendo. Me echó para adentro. El cabo meta las manos por entre la palma del techo de la casa, en busca de documentos de los compañeros de Rioblanco. Ya por allá estaban luchando, dándose candela. Nos llevaron para Coyaima. En ese tiempo había un alcalde conservador, se llamaba Martín Guzmán. Nos llevaron con el fin de matarnos. A los dos días, una ordenanza que decía “Los timoteses”, buscando empapelarnos. Había puesto militar en Colache. Están para sacarlos para este puesto”.
Al disponerse a salir recibió la noticia de la muerte de Eutiquio Timoté. Según su versión, fue herido el 3 de febrero de 1.953 y murió al siguiente día, a manos de detectives del gobierno. Los criminales no querían permitir recoger el cuerpo, pero la comunidad se juntó y lo recogió y lo llevó al cementerio de Coyaima en carrera para ser enterrado.
Abel lo recuerda como una persona charlatana y política que recorrió la región organizando a los indígenas para que recuperaran las tierras robadas por los terratenientes inescrupulosos con el aval del gobierno conservador y la represión militarista.
Santa Marta era una región de mayoría Comunista. Los únicos conservadores allí, eran Lino Tique y su padre, dice Abel Timoté Tique. Al ser asesinado Eutiquio Timoté, la región se conservatizó, la chulavita y los pájaros aumentaron con sus fechorías llenando de dolor la región.
Desandando lo andado, regresamos al perímetro urbano de la “dulce Coyaima indiana”, como dice la canción, después de mediodía. Allí, encontramos al veterano indígena José Helí Tique Capera, nacido el 10 de junio de 1.943, hijo de José de los Santos Tique Culma y Enriqueta Capera. Casado con Ana Luz Garzón, quien murió hace cinco años, es padre de cinco hijos, todos profesionales.
Su narración escueta y directa da cuenta de la lucha indígena por la recuperación de las tierras hurtadas por terratenientes inescrupulosos aprovechando que los indígenas no sabían ni leer ni escribir. Con la complicidad de las autoridades y el terrorismo de estado, fueron desplazados de sus pertenencias violentamente y con miles de artilugios.
Volvimos a la casa del compañero Lino Alape Ortiz, quien destacó la importancia de recuperar la memoria y la historia, como un fiel testimonio para las presentes y futuras generaciones. Un recuento rápido de la situación de violencia que vive la zona, pues en los últimos dos meses, se han presentado cuatro asesinatos en extrañas circunstancias, generando desconcierto y miedo en los habitantes de este municipio. Un suculento almuerzo y el regreso. El objetivo se había cumplido y de qué manera.
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