Teófilo Forero |
Por Agamenón
La llegada al Gobierno Nacional del Pacto Histórico no es un accidente fortuito o accidental, es la resultante de una larga y prolongada lucha de las masas con el liderazgo de fuerzas de izquierda, democráticas y revolucionarias como el Partido Comunista Colombiano.
Precisamente, este Partido fundado el 17 de julio de 1.930, en las calles de la gélida ciudad de Bogotá, tiene mucho que ver en los emocionantes procesos democráticos y progresistas que se vienen dando en nuestro lacerado país.
Un Partido revolucionario, inspirado en el marxismo y leninismo y en los mejores aportes latinoamericanos, que, sobreponiéndose al horror del terrorismo de estado, se mantiene firme predicando la unidad de las masas, la movilización, la democracia y el socialismo.
Un Partido enhiesto, valiente, que ha colocado una cifra de sacrificio muy alta, siendo masacrado por el binomio militar-paramilitar, toda una generación de verdaderos cuadros políticos y dirigentes de alto calado revolucionario. Un Partido que, de las cenizas abnegadas de sangre inocente, se ha levantado mil veces con la misma dignidad, no puede admitir que seudos cuadros califiquen de la mala leche a los comunistas que no dudan en reivindicar la vigencia del Partido sobre la base de los estatutos, el programa y la línea política. Calificativos despectivos de “ortodoxo”, “religioso”, “sectario”, no caben en un Partido que ha dado muestras de lealtad y coherencia en su lucha; en un Partido que ha sabido superar sus errores y estar a tono con la realidad histórica del momento.
Quienes proponen que el Partido debe abandonar su estructura orgánica y entrar a la montonera como quizás señala el pensamiento neoliberal, se alejan peligrosamente de un Partido estructurado, marxista y leninista. Hay que montar vigilancia revolucionaria y participar activamente de los debates de cara al 23 congreso nacional del Partido de la vida y de la Esperanza. El Partido Comunista es dialéctico, no es dogmático, ni sectario. El enemigo de clase no descansa y se transforma de distintas maneras. Así, pues, no se puede bajar la guardia, hay que fortalecer la lucha ideológica, interpretar creativamente los clásicos del marxismo y sacar lo mejor de los discursos modernos, sin caer en los brazos tétricos del revisionismo y del oportunismo.
Indudablemente, el Partido Comunista Colombiano, ha escrito páginas de gloria y heroísmo, tiene mucho por hacer en estos momentos y mucho por proyectar hacia el futuro. Es decir, su vigencia es indiscutible. Eso obliga a seguir siendo un Partido Revolucionario, Unitario, Fraternal, Solidario, Combativo, Crítico, Autocrítico y Propositivo. Mirar el tema de Gobierno como un nuevo momento que hay que interpretar con audacia, con conciencia de clase y con verdadero espíritu revolucionario estando dispuesto al sacrificio, no al suicidio. Analizar muy bien el pensamiento de los “modernistas” y “postmodernistas”, que ya no hablan de lucha de clases, sino de conciliación y viajar por el planeta tierra. La estructura se debe fortalecer, no debilitar con discursos ventijulieros. El Partido es teoría y práctica. Bien dijo el camarada Fidel Castro: “Basta de palabras, ¡Hechos!”. No hay que renunciar a la moral revolucionaria y al compromiso ético.
Un Partido revolucionario, inspirado en el marxismo y leninismo y en los mejores aportes latinoamericanos, que, sobreponiéndose al horror del terrorismo de estado, se mantiene firme predicando la unidad de las masas, la movilización, la democracia y el socialismo.
Un Partido enhiesto, valiente, que ha colocado una cifra de sacrificio muy alta, siendo masacrado por el binomio militar-paramilitar, toda una generación de verdaderos cuadros políticos y dirigentes de alto calado revolucionario. Un Partido que, de las cenizas abnegadas de sangre inocente, se ha levantado mil veces con la misma dignidad, no puede admitir que seudos cuadros califiquen de la mala leche a los comunistas que no dudan en reivindicar la vigencia del Partido sobre la base de los estatutos, el programa y la línea política. Calificativos despectivos de “ortodoxo”, “religioso”, “sectario”, no caben en un Partido que ha dado muestras de lealtad y coherencia en su lucha; en un Partido que ha sabido superar sus errores y estar a tono con la realidad histórica del momento.
Quienes proponen que el Partido debe abandonar su estructura orgánica y entrar a la montonera como quizás señala el pensamiento neoliberal, se alejan peligrosamente de un Partido estructurado, marxista y leninista. Hay que montar vigilancia revolucionaria y participar activamente de los debates de cara al 23 congreso nacional del Partido de la vida y de la Esperanza. El Partido Comunista es dialéctico, no es dogmático, ni sectario. El enemigo de clase no descansa y se transforma de distintas maneras. Así, pues, no se puede bajar la guardia, hay que fortalecer la lucha ideológica, interpretar creativamente los clásicos del marxismo y sacar lo mejor de los discursos modernos, sin caer en los brazos tétricos del revisionismo y del oportunismo.
Indudablemente, el Partido Comunista Colombiano, ha escrito páginas de gloria y heroísmo, tiene mucho por hacer en estos momentos y mucho por proyectar hacia el futuro. Es decir, su vigencia es indiscutible. Eso obliga a seguir siendo un Partido Revolucionario, Unitario, Fraternal, Solidario, Combativo, Crítico, Autocrítico y Propositivo. Mirar el tema de Gobierno como un nuevo momento que hay que interpretar con audacia, con conciencia de clase y con verdadero espíritu revolucionario estando dispuesto al sacrificio, no al suicidio. Analizar muy bien el pensamiento de los “modernistas” y “postmodernistas”, que ya no hablan de lucha de clases, sino de conciliación y viajar por el planeta tierra. La estructura se debe fortalecer, no debilitar con discursos ventijulieros. El Partido es teoría y práctica. Bien dijo el camarada Fidel Castro: “Basta de palabras, ¡Hechos!”. No hay que renunciar a la moral revolucionaria y al compromiso ético.
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