miércoles, 14 de septiembre de 2022

“Yo sí sé cómo sacar el Cañón del Combeima adelante”

 


Por Nelson Lombana Silva

Adela y Adriana son buenas amigas. Con bastante frecuencia se encuentran a conversar y compartir experiencias que adquieren a diario. Adela es de piel oscura, alta, delgada y jacarandosa; Adriana, piel blanca, ojos zarcos y mirada penetrante. Su frondosa cabellera cae hasta la cintura.

Todos los días, al caer la tarde, salen al parque a conversar animadamente. Duran hasta dos y tres horas dialogando. Cuando la noche como manto cobija el parque y el caserío, las dos amigas se despiden contentas, con la esperanza de reanudar el diálogo el siguiente día. Pero, ¿De qué hablan?

Lo interesante de estas dos jóvenes que frisan por los 24 años, es que su entretenido diálogo gira en torno al conocimiento. Es decir, no hablan babosadas, ni hablan por hablar. En cada conversa hay un tema interesante, tema que incumbe a todos y todas. Últimamente, vecinos y transeúntes, sentados en otros escaños de cemento escuchan con suma atención la conversación.

Ayer, conversaron sobre el Cañón del Combeima. En su discusión, hicieron referencia a la importancia de la biblioteca pública Cañón del Combeima. Adela es partidaria de cambiarle el nombre a esta biblioteca. Según ella, debería llevar el nombre de Dulima, heroína aborigen valiente que defendió a capa y espada el territorio, siendo catalogada de bruja por el invasor y enemiga de la civilización; condenada a la hoguera, murió sin hacerle una sola concesión al avaro español, Andrés López de Galarza y su putrefacta manada de salvajes que lo acompañaba.

“Sabía de la existencia de Dulima, pero no de su hazaña”, dijo Adriana, moviendo en sus manos una pequeña golosina. “No es raro que no sepa nada de Dulima – dice Adela – y la razón es elemental: Nos han contado la historia al revés. Los bárbaros son considerados civilizados y los civilizados bárbaros. Mejor dicho, como dice Eduardo Galeano: El mundo patas arriba”.

Adriana se encoge en el asiento y saboreando la colombina, deja escapar un suspiro profundo. “Bueno, eso sucedió. Pero, ¿qué importancia tiene eso en la actualidad? Lo pasado, pasado. O ¿No?”. Adela sonríe, hace un gesto golpeándose la frente y responde: “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”, dijo un pensador. Yo le diría que historia no es solamente pasado. Historia es ante todo presente y futuro. Así pues, para comprender el presente y proyectar el futuro hay que conocer el pasado. El ser humano está metido en esas tres dimensiones: Pasado, Presente y Futuro. Dimensiones que no hay que mirar separadamente, hay que mirarlas en su conjunto”.

Adriana se acomoda en su puesto. Tiene un jean desteñido y una blusa rotonda, muy distante de la moda. “No había pensado en eso, amiga. Repetía el viejo concepto que el claustro me enseñó. ¿y qué dice este concepto? Historia es pasado y punto. Desde esta perspectiva es que he llegado a la conclusión de que la historia no tiene importancia, porque como le dije: “Pasado es pasado”. Ahora caigo en cuenta que saber historia sí es importante, porque tiene relación estrecha e íntima entre Pasado, Presente y Futuro. Claro, tiene razón. ¿Cómo puedo proyectar sin tener una base histórica del pasado? ¿Cómo puedo sabe si voy bien, sino tengo un pasado para comparar y poder decir: ¿Estoy avanzando, estoy estancada o estoy mejorando? Muy cierto: La unidad dialéctica Pasado, Presente, Futuro es una realidad, no se puede evitar y menos, desconocer”.

Adela, tiene una falda mediacaña y enteriza de vistosos colores y unas sandalias de cuero. “Entender esta realidad, que la ignorancia nos impide comprender, es muy importante, sobre todo cuando se descubre el valor del Conocimiento, los saberes. Con su lección, comprendo que todos los días hay algo nuevo por aprender. Es cierto: El conocimiento es infinito”.

Adriana, sonríe al decir: “Ahora me pregunto, qué hacer para que el Cañón del Combeima crezca, se desarrolle y progrese sin dañar la madre naturaleza y conservando la cuenca hídrica. ¿No ha pensado en ese tema? Muchas veces uno no se da cuenta de cosas que aparentemente parecen “obvias” y que tienen que ver directamente con nosotros y nosotras. Se ha dicho que el primer renglón de la economía del Cañón es el turismo. ¿Qué sabemos de él? ¿Cómo atendemos al turista? ¿Qué trato le estamos dando a la madre naturaleza, a la cuenca hídrica? ¿Qué campañas de aseo emprendemos nosotros mismos y con los turistas para que no arrojen basura a la carretera y al río? ¿Estamos especulando con los productos que estamos ofertando? ¿Tenemos capacidad de autocriticarnos? O ¿seguimos pensando que nosotros somos la solución y el vecino el problema? ¿Qué decir sobre el particular?”

Adela, tose. Pasa la lengua por lo labios para refrescarlos con saliva. El cuestionamiento que hace su amiga resulta claro y contundente. “Yo sí sé cómo sacar el Cañón del Combeima adelante. Ese tema lo he pensado bastante. Incluso, lo discutimos en casa. El sujeto principal es el ser humano, el campesino, el comerciante, el tendero, etc. Un ser humano formado y consecuente, lleno de conocimientos, de ética y conciencia de clase. Se comienza por formar a los niños con valores, que poco a poco vayan entendiendo su condición social, su responsabilidad de proteger la naturaleza, el medio ambiente y de asumir su condición humana con responsabilidad. Un humano con amor, con sensibilidad y afecto por los demás. Una sociedad del Cañón sin odios, sin envidias, sin mentiras. Todos estos valores deben estar presentes en la crianza y en el contacto social, en la escuela, en la junta de acción comunal, en el entorno”.

Adriana, mueve su cabellera, pendiente de la disertación de su amiga. “Muy de acuerdo con lo dicho. Yo simplemente le agregaría el valor fundamental de trabajar en grupo, en comunidad. Recuperar seguramente viejas prácticas que asesinó el neoliberalismo, como trabajar a mano vuelta, recuperar la minga, analizar los problemas del cañón en comunidad. Es decir, recuperar el valor de trabajar en equipo, respetando la diversidad. No se trata de competir, se trata de compartir. Un Cañón donde todos y todas, seamos responsables de todos y todas. Nadie se crea superior a los demás, tampoco inferior. Seamos amigos y amigas de todos y todas. A mi modo de pensar es la forma para salir adelante todos y todas”.

Adela, se pone en pie. El manto oscuro de la noche comienza a caer. “Hay un elemento clave que hay que fomentar y apoyar y que viene desarrollando la biblioteca pública Cañón del Combeima. Es una tarea silenciosa pero efectiva: La Lectura. La lectura es el camino para entender y practicar. Todo el conocimiento científico está en los libros y lo sacamos de allí para ponerlo en práctica a través de la Lectura. La lectura es básica y fundamental, a su vez. Una persona que no lee es un ciego. No sabe de dónde viene, qué hace y para dónde va. Una persona así, no tiene dirección, no tiene brújula, cualquier bus le sirve. Se encierra en su personalismo áspero y deprimente, no ve en sus semejantes seres humanos con derechos y deberes, no ve solidaridad, sino competencia violenta y agresiva. Mucha gente así, mantiene más pendiente de los demás para envidiar que de lo suyo para aumentar en franca y respetuosa lid. Esta persona así, es un ser amargado, nunca tiene tranquilidad, vive en permanente zozobra e incertidumbre, pues nada lo satisface. Tiene un peso y no se contenta con eso, quiere tener dos y tampoco se satisface y así sucesivamente. Muere amargado y desgraciado. En realidad, no tuvo tiempo de vivir su vida”.

Adriana, también se pone en pie. “Dejemos algo para mañana. La noche se nos vino encima. Lecciones para aprender: Todos los días nos estamos haciendo, la lectura es el camino y no se trata de competir, de lo que se trata es de compartir. ¿De acuerdo?” Adela sonríe al despedirse:  “De acuerdo”.

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