sábado, 25 de enero de 2020

El capitalismo, sistema machista por excelencia

Por Nelson Lombana Silva

No hay sistema económico más machista que el sistema capitalista. La mujer es concebida como una simple mercancía que se ofrece al mejor postor. El filósofo Schopenhauer, sostenida sin remordimiento que la “mujer era de cabellos largos e ideas cortas”. La biblia, por su parte, la señala como la responsable de todos los males de la humanidad al comer y darle a su marido a probar la fruta prohibida.


Es decir, sobre la fémina ha caído todo el peso del machismo que fomenta el capitalismo con su política y su modelo neoliberal. Durante siglos se sostuvo la oscura tesis de que la mujer era exclusivamente para procrear, era la parte débil, mientras que el hombre estaba predestinado a mandar, gobernar y ser fuerte.

Esto podría interpretarse como cursi y descontextualizado de la realidad, sobre todo en las nuevas generaciones que están viviendo una realidad distinta, donde con la lucha tenaz y heroica, han podido arrancar ciertos derechos. Hay quienes piensan incluso, que estos derechos son fruto de la generosidad del gobierno y que se han venido implementando por obra y gracia del espíritu santo. Nada de eso. Cada derecho ha sido disputado y conquistado con duros sacrificios de por medio.

Solo hasta 1957, la mujer pudo conquistar el derecho a votar, a elegir y ser elegida. Se suele menospreciar la gesta de la mujer. Los historiadores burgueses – por ejemplo – repiten maquinalmente que Manuelita Sáenz fue simplemente la amante del Libertador Simón Bolívar, una puta afamada y nada más.

El machismo persiste en el siglo XXI hasta en la misma mujer que considera que la igualdad de derechos consiste en hacer lo mismo que hace el hombre.

Desconoce la gota de sacrificio que la misma mujer ha puesto, históricamente, en la defensa de sus derechos en el sistema económico que vino al mundo chorreando sangre y lodo, por todos sus poros, desde los pies hasta la cabeza, como bien lo dijo el filósofo de Tréveris, Carlos Marx al referirse al capitalismo.

Se dice también que la industria más rentable, históricamente, ha sido la prostitución, actividad en la cual el capitalista se queda con el dinero, el prestigio de ser macho y la mujer con el desprestigio, la deshonra y la pobreza. La sociedad de consumo propia del capitalismo, también prostituye. ¿Qué tiene que ver un auto último modelo con una chica semidesnuda al lado? ¿Qué tiene que ver una cerveza con una chica en trajes menores?

Todavía en vastas regiones campesinas y barrios subnormales de Colombia, la mujer sigue siendo un objeto, un instrumento que le permite al hombre crecer en todos los campos posibles, menos en el ético. No tiene derecho, pero sí todos los deberes habidos y por haber. Se sigue pensando que la mujer es de la casa y el hombre de la calle; que es normal que el hombre tenga muchas mujeres, pero anormal que la mujer tenga muchos hombres. Esto resulta imperdonable y da para la pena máxima. El feminicidio en Colombia resulta ser una constante, e incluso, en muchos casos “justificable”. “La encontró con el amante, eso genera intenso dolor”, se suele decir. 

El proceso de liberación femenina todavía resulta muy marginal en amplias zonas del país. Se sigue considerando un simple problema cultural que nada tiene que ver con la estructura del capitalismo y su modelo neoliberal. El tema de género se mira como un tema exclusivo de la mujer que nada le incumbe al hombre. Son comportamientos que deben ceder y asumir que el tema femenino es también tema masculino y al revés, el tema masculino es un tema femenino.

Una postura entendida en estos términos, seguramente nos va a permitir construir una sociedad mucho más humana, una sociedad basada en valores de solidaridad, respeto y admiración mutua, el entendido que la idea no es competir, sino compartir. Qué bueno cuando se oye decir que la idea es que el hombre sea más hombre y la mujer más mujer y haya una reciprocidad de mutuo consentimiento.

Se han hecho esfuerzos. Hace 25 años – por ejemplo – se realizó en China la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer. Este encuentro mundial arrojó una serie de conquistas, algunas se han implementado y otras siguen en el refrigerador. La Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing, estuvo avalada por la participación de 17 mil personas, entre hombres y mujeres, 30 mil activistas de 189 países, según señala Fabiola Calvo Ocampo.[i]

La tarea básica de la cumbre era buscar la igualdad en derechos, estimular el empoderamiento de la fémina para que decida libre y responsablemente sobre su cuerpo sin la presión hegemónica del macho. Se determinó que para cumplir este objetivo era fundamental tener en la práctica condiciones económicas, sociales, políticas, culturales, ambientales y espirituales. Es decir, erradicar el viejo concepto machista de que la mujer es objeto y considerarla en lo sucesivo sujeto con plenos derechos y deberes.

En esta lucha se necesitan hechos, no simples palabras o pronunciamientos elocuentes. De qué sirve la ley 1257 de 2008, si carece de presupuesto real; de qué sirve esa norma que obliga el 30 por ciento en los cargos de elección popular. Se necesitan hechos sustanciales, radicales y el más radical de todos, es el cambio de sistema económico y modelo neoliberal. Urge la construcción de un modelo económico con rostro humano, el cual sea fruto del esfuerzo compartido entre hombres y mujeres. Ese modelo tiene nombre propio: Socialismo.

[i] Semanario VOZ La verdad del pueblo. Edición 3012. Página consultada 4.

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