lunes, 9 de diciembre de 2019

Una nueva sociedad con posibilidades se abre paso en Colombia

Un canto por Colombia. Foto: El Espectador
Por Nelson Lombana Silva
Colombia era una especie de volcán apagado, dispuesta a soportar todas las penurias en un estado de completa resignación y sumisión. Acorralada por el miedo y el analfabetismo político, consideraba que todo estaba predeterminado y que nada se podía hacer por revertir esa cruda realidad. El hecho predominante era el fatalismo y el complejo de inferioridad.


Salir de ese estado de postración no ha sido fácil. La burguesía tiene a su alrededor un complejo aparato de seguridad no muy fácil de derrotar. Tiene el poder económico, tiene el poder político, tiene el poder represivo, tiene el poder mediático y el poder religioso. Es decir, tiene bajo su entero beneficio el Estado.

La clase dominante, la burguesía, se pavonea en el poder total derrochando a las anchas este privilegio. Posa de culta, civilizada, intelectual, poderosa e invencible. Hace y deshace con plena libertad y autonomía, simplemente porque es la clase dominante en el capitalismo y se ha autoproclamada dueña absoluto de lo humano y de lo divino.

Hábilmente, a punta de mentira y de terror, ha impuesto su dominio imperial, manteniendo un país nacional sumergido en la turbulencia de la brutal explotación del hombre por el hombre. Es más: Ha hecho de los antivalores, valores. Hoy en Colombia, por ejemplo, se le rinde culto a hechos de corrupción como los presentados en Reficar, Odebrech, etc. En cambio, se mira con desprecio a la persona honrada y trabajadora, generalmente se califica de “pendeja”.

Ese estado de inmovilidad de la masa popular colombiana comienza a ceder. Hay un despertar importante. Gustavo Petro – por ejemplo – habla de “nuevas ciudadanías” que han comenzado a ganar espacios de decisión y a exigir participación. Poco a poco la mantilla se viene corriendo. 

Un caso concreto es la jornada de paro nacional que se ha venido desarrollando en nuestro país por más de doce días. Esto nunca se había dado en Colombia. A lo sumo era la parálisis por un día o una simple movilización a las carreras sin mucho contenido político e ideológico, pues predominada casi que exclusivamente el aspecto reivindicativo.

Lo que hemos visto por estos días en nuestro país, e incluso, en el continente americano, son gigantescas y masivas movilizaciones planteando temas reivindicativos, pero también políticos. Es decir, la cualificación de la lucha del pueblo resulta evidente e imposible de ocultar y desconocer. Se viene planteando – por ejemplo – el desmonte del modelo neoliberal. Eso resulta importante. Incluso, algunos sectores van más allá al plantearse la superación del capitalismo y el advenimiento del socialismo.

¿Qué deja la protesta hasta ahora? Muchos hechos concretos que hay que asimilar y dimensionar para avanzar en la lucha. Resurge la esperanza en un país posible construido colectivamente. Se demuestra en la praxis la posibilidad de la resistencia pacífica contra un régimen violento y deshumanizado. Se le quita la máscara hipócrita al narcotraficante número 82, según la CÏA, Álvaro Uribe Vélez, considerado hasta entonces como el “mesías”. También la incapacidad del presidente títere, Iván Duque Márquez. De igual manera, el despertar de millones de colombianos, sobre todo la juventud y la mujer, exigiendo sus derechos y no mendigándolos como hasta ahora venía sucediendo.

Surge entonces el gran desafío: Cómo concretar esta expresión espontánea del pueblo colombiano, cómo traducirla en hechos políticos de gran envergadura. Cómo entender colectivamente que no se trata simplemente de erradicar el neoliberalismo, de lo que se trata es de sepultar el capitalismo y abrir alamedas luminosas al socialismo. Hay que fortalecer la discusión, el análisis, pero sobre todo, la unidad del pueblo colombiano, la organización y la acción radical. Es decir, profundizar la lucha. El 2020 debe estar caracterizado por la lucha callejera, por la lucha popular, reivindicativa y sobre todo, política. Este gran acumulado no puede desperdiciarse, se debe traducir en votos por la paz con justicia social y el cambio de régimen. En eso se debe traducir esta histórica protesta de más de doce días en Colombia.

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