miércoles, 11 de marzo de 2015

Síntesis biográfica 5

Por Nelson Lombana Silva


(Última entrega)


No hay biografías completas y perfectas. Son síntesis de la obra individual y colectiva del personaje que con su actuación deja huellas imposibles de ignorar o minimizar. Por el contrario, hacen parte de esa realidad histórica que nos permite conocer el pasado, entender el presente y proyectar el futuro.


La historia es obra de los pueblos. Son ellos los que forjan los cambios y los procesos que hoy hacen del planeta una simple aldea como lo dijera Mc Luhan. La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Se impone la historia de la clase dominante. “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”, dice Carlos Marx.[i]


La historia que nos enseñan en los claustros, es la historia de la burguesía; es su versión que se impone casi como un dogma inmodificable. Es la historia de los vencedores.


Se trata de dar a conocer la historia del pueblo, historia que permanece de bruces en el sótano del olvido y la indiferencia oficial. Es colocar en evidencia la historia de los vencidos. En esta no hay grandes personajes, hay grandes hazañas de pueblos enteros que a partir de la unidad lograron cambiar su realidad miserable y pasar de clase dominada a clase dominante.


El sur del Tolima está surcado por esa realidad histórica. Se desconoce la versión de los campesinos e indígenas, pues siempre se ha contado la versión de la clase dominante personificada en el gobierno. Por eso las víctimas son presentadas como victimarias y viceversa: Los victimarios como víctimas. La verdad se podrá esconder durante muchos años, pero no eternamente, porque todo está fluyendo, todo está en movimiento, siguiendo las manecillas del reloj.


Solo a manera de síntesis brevísima presentamos algunos elementales datos biográficos de dirigentes populares y sencillos que contribuyeron al proceso de maduración de cambios que están en camino con avances y retrocesos. Son pueblo. Son seres humanos tan humanos como usted y yo. Se trata de los siguientes líderes comunitarios: Raúl Rojas González, María Oliva Campos Torres y Luis Rosendo Cruz.


Raúl: Campesino autodidacta


Raúl Rojas González, nació el 22 de septiembre de 1939 en la vereda Guadual, municipio de Chaparral (Tolima), siendo sus padres Tiburcio Rojas y María Antonieta González, ambos naturales de Villa Vieja, departamento de Huila, donde se conocieron y contrajeron nupcias. Es el segundo de doce hermanos: Pedro, María Antonia, Gertrudiz, Luz Alba, Juan, Omaira, Blacinia, Raquel, Arnulfo, Jaime y otro Jaime que murió a la edad de dos años de bronquitis.


Tiburcio era liberal y María Antonia de descendencia conservadora. A duras penas pudo terminar la primaria, pues la situación económica era asfixiante. De niño tuvo que trabajar arduamente en las labores del campo para ayudar a sus padres en asuntos de alimentación y vestuario. Esporádicamente se reunía con los niños de su edad a jugar bola, trompo y otros juegos infantiles, sobre todo los domingos después de asistir a misa y arrumar la leña para la semana. Nada de privilegios. Por el contrario. La privación fue su constante como tantos niños anónimos del pueblo humilde. Sin embargo, fue feliz y asimiló con facilidad valores como la honradez, el compromiso, la solidaridad y la rebeldía.


Pagó el servicio militar en la base de Apiay, Granada (Meta). Tuvo conciencia de que no estaba defendiendo la patria, sino los intereses económicos de la burguesía. El anticomunismo era la norma principal que todos los días debía repetir en el cuartel. “Nos hablaba el comandante lo peor de Fidel Castro y la revolución cubana. Daba asco. Miedo”, recuerda.


Una vez cumplió el servicio militar, se mantuvo algún tiempo laborando como ecónomo en las filas militares. Más tarde fue profesor y carcelero en Ambalema. Era religioso empedernido. Rezaba más que la madre Teresa de Calcuta. A través del rosario pudo llegar a la casa de quien sería su esposa, la camarada María Oliva Campos Torres. “Mi madre lo quería mucho porque rezaba mucho”, afirmó María Oliva.


Ebrio se subía a las mesas a echar discursos contra el gobierno. No tenía una formación política definida aún por supuesto. Sin embargo, defendía los intereses de su clase social a su modo. Era beligerante.


El contacto con el profesor de biología de apellido Granados fue importante en su formación política. Gracias a él fue canalizando su inconformismo y direccionando la lucha política e ideológica. Poco a poco fue abandonando el liberalismo para asumir una postura política de izquierda.


En la década del 60 este profesor lo vincula al movimiento obrero estudiantil campesino (Moec), movimiento direccionado por Federico Fonnegra y Antonio Larrota, entre otros. Este movimiento planteaba la transformación de la sociedad colombiana por medio de la lucha armada, según el profesor universitario Alirio Urrego Mesa. Fonnegra y Larrota fueron acribillados por organismos del Estado.


Raúl se integra a la lucha política. A conocer la problemática del campesino del sur del Tolima, especialmente la problemática socio – económica de su patria chica, Chaparral. Comparte las angustias y los sueños con sus hermanos campesinos. Trata de organizar y buscar alternativas de solución a los diversos desafíos que se presentan. Y, aunque él mismo no se define como organizador sino agitador, trata por todos los medios de encausar la lucha revolucionaria desde la supuesta “legalidad”. Lee cuanto documento le cae en sus manos. Quiere saber cada día nuevas cosas que lo lleven a comprender la problemática del país, el departamento y su región.


Se mueve con dificultad pero valentía en medio de la cruda violencia bipartidista. Poco a poco va identificando al verdadero enemigo de clase y sus esbirros. Los enfrenta con arrojo. Entonces toma su arma favorita: La denuncia. Denuncia a las autoridades, denuncia la corrupción, denuncia los crímenes del militarismo contra los campesinos, denuncia los nexos del militarismo con el paramilitarismo. Denuncia la injusticia social.


El campesinado va descubriendo en él valores. Se da cuenta que no solo lucha por él y su familia, sino por el interés colectivo de todos y todas en este municipio. Lucha por la justicia, pero sobre todo por la defensa de los Derechos Humanos. No le tiembla la voz para denunciar.


Eso lo lleva a ser concejal de este pueblo durante doce años consecutivos y más tarde, diputado del Tolima con casi 17 mil votos, cuando despuntaba la Unión Patriótica (Up), como la gran esperanza para el país nacional, del cual hablara Jorge Eliécer Gaitán Ayala.


Durante algún tiempo Raúl hizo parte del movimiento revolucionario liberal (Mrl), movimiento fundado por Alfonso López Miquelsen. Este fue duramente reprimido en el sur del Tolima.


Allí conoció al abogado y dirigente político, Jaime Salomón Umaña, entablando una amistad política y personal fuerte. Incluso, María Oliva Campos Torres, fue durante algún tiempo su secretaria.


Salomón Umaña era defensor insobornable de los intereses populares del pueblo chaparraluno. Siempre estuvo a favor de los más débiles. Defendió a capa y espada a los destechados. Peleó jurídicamente contra los abogados de José Ignacio Peralta, oscuro terrateniente que intentó robarse todo un barrio en esta población. Pero la lucha organizada de las comunidades y el liderazgo del abogado lo impidieron.


Esto le costó la vida. Al ganar la demanda la contraparte pagó para que lo asesinaran en su propia oficina. Este barrio lleva su nombre. La camarada María Oliva, recuerda: “Cada vez que era necesario transmitir alguna información a los habitantes, el doctor Salomón Umaña convocaba reunión. Diogracia Méndez, un viejito del barrio, hacía sonar el cacho y en cuestión de  minutos la gente se congregaba a escuchar la orientación y la información del doctor Jaime Salomón Umaña”.


Por este apostolado impoluto va en varias oportunidades a la cárcel, es víctima de muchos atentados, intrigas y amenazas del régimen capitalista. Estando preso en Ibagué, la camarada María Luisa Camelo lo vincula al Partido Comunista de Colombia. Comienza Raúl entonces a estudiar el marxismo – leninismo y a conocer científicamente la lucha de clases y las tesis del comunismo. Le da contenido y dirección a la lucha revolucionaria. Va superando el idealismo y abrazando con donaire el materialismo histórico y dialéctico.


En este proceso de formación política e ideológica contribuyen decididamente los camaradas José Neira y Alberto Montenegro, entre otros. Raúl se contacta más tarde con el dirigente comunista agrario de Natagaima, Luis Felipe González, ayudando a la formación, organización de campesinos e indígenas de la ardiente y polvorienta región. Poco a poco va asumiendo las características de Cuadro Político del Partido Comunista.


En 1983, el Partido lo destaca para que vaya a Moscú a estudiar durante diez meses. Raúl aprovecha la oportunidad para moldear su formación política e ideológica. De regreso, el Partido lo apoya y es diputado en los períodos: 1986 – 1988 y 1988 – 1990, en compañía de Guillermo Pérez y Alonso Núñez, respectivamente. 


Raúl no solo perdió a varios hermanos durante la violencia sino a varios de sus hijos. Como se dijo atrás, Pedro fue asesinado, pero también su otro hermano, Arnulfo fue asesinado y también por militares del batallón Caicedo, el 27 de septiembre de 1967. Fue herido en el caserío de Icarco, llevado a este batallón siendo rematado en el piso, en completa indefensión por el sanguinario capitán De la Rosa.


Tiburcio Rojas, era liberal gaitanista, de baja estatura (1.52 metros), piel trigueña, humorista y cantante popular. Hacía dúo con Bartolomé Herrera y otros campesinos de la región. Era analfabeta. Sin embargo, era cuentero; con sus retahílas expresaba sus sentimientos. “Uno tiene tres épocas de ser pendejo: Cuando chiquito, cuando mozo y cuando viejo”, solía decir.


Trabajaba de sol a sol. Los sábados una vez compraba los alimentos para la semana se sentaba a departir algunas copas con sus amigos de brega: Bartolomé Herrera, Gregorio Capera, Francisco Moreno, Pastor Losada, entre otros.


De jornalero raso a pasó a tener una parcela de 20 hectáreas en la vereda La Sonrisa municipio de Chaparral, al unir los lotes llamados La Porfía y La Gallera. A través de minga pudo levantar la casa y hacer producir la finca hasta 60 cargas de café.


Recuerda Raúl su infancia: “Éramos seis y nos juntábamos con los hijos de Bartolomé Herrera a jugar trompo y rayuela, sacando monedas de centavo. Se formaban furruscas y yo peleaba porque era el primero en sacar las monedas del centro”.


Recuerda de su padre el ejemplo. “Mi padre me inculcaba la responsabilidad, la seriedad en los negocios y cumplir la palabra empeñada. Para él – dice – la palabra tenía más valor que la firma de un documento”.


Sobre las limitaciones económicas, señala: “Mi pobre infancia y niñez fue trabajando, estudiando y jugando. Era cogiendo café en cosecha y después desyerbando, calmando la sed con guarapo.


Así recuerda a su progenitora: “Mi mamá escasamente sabía garabatear su nombre y leer muy despacio. Era pequeña y gordita. Su nieta Marly, hija de Gertrudiz, la quemó accidentalmente con gasolina un 7 de diciembre, cuando la pequeña fue a su modesta tienda para que le regalara un poco y al arrimar la esperma el recipiente se incendió”.


“Asustada la nieta, cogió el platón y lo tiró a la calle con tan mala suerte que mi mamá se atravesó, siendo bañada en gasolina ardiendo. Salió a la calle a pedir auxilio y un vecino acató envolverla en una cobija para sofocar las llamas. Sin embargo, fue demasiado tarde, las quemaduras fueron mayores. Su vestido de Terlenka se le pegó a su piel. El 22 de febrero de 1976, murió a la edad de 61 años aproximadamente, pues había nacido en 1915. Ella fue sepultada en el cementerio San Bonifacio de la ciudad de Ibagué (Tolima)”.


“Mi madre era sumisa, callada, muy humana y trabajadora. Se levantaba a las cuatro de la mañana todos los días y se acostaba a las diez de la noche, después de arreglar la cocina y adelantar trabajo para el otro día. Tenía gallinas, cerdos y perros, los cuales cuidaba con gran esmero. A pesar que había abundancia de comida sin abonos químicos, la constante era la pobreza. Mi mamá hacía milagros para darnos de comer todos los días”.


Sobre su padre, recuerda: “Mi padre nació en 1910 y murió en 1983, siendo sepultado en el cementerio de Chaparral, en la misma fosa donde reposan Jaime, Arnulfo y Pedro, sus hijos”.


“Era liberal y admiraba mucho a Gaitán. Cuando los Comunistas llegaban a la casa y lo invitaban a militar en sus filas, mi padre siempre decía lo mismo: “Déjenme de último”.


Sobre su hermano Pedro, recuerda: “Le propinaron los militares  siete puñaladas con cuchillo y bayoneta. Era soltero, tenía 32 años. Era una persona trabajadora, luchadora y gozaba de gran aprecio entre los vecinos”.


Así se define Raúl: “Yo era una persona alegre como mi padre, extrovertido, jugaba y peleaba de niño con Carlos Ramírez. Mis amigos de infancia son muchos, ahora recuerdo a Alfonso Herrera, Gregorio Capera, Ignacio Capera, Fermín González, Carlos Cruz. Con ellos me entretenía haciendo trompos de Guayabo. En una oportunidad me corté una pierna y me cogieron cuatro puntos de sutura”.


“Estudié en la escuela de la vereda La Sonrisa hasta tercero de primaria con la profesora Herminia Méndez. Era una joven elegante, estatura 1.60 metros, piel trigueña, soltera y muy rígida. Sin embargo, no le tenía miedo, porque siempre elogiaba mi rendimiento académico y mi disciplina. Después de pagar el servicio militar, completé la primaria en el colegio de Jorge Salazar y, a su vez, fui instructor de educación física en niños y niñas de este centro educativo aprovechando mi condición de reservista”.   


María Oliva: “Raúl me atrapó”


El dicho es diciente: “Detrás de cada gran hombre siempre hay una gran mujer”, en el caso de Raúl Rojas González no es la excepción. Por el contrario. Podría pensarse el dicho pero al revés. María Oliva fue protagonista de la lucha revolucionaria a pesar del machismo reinante de la época, que impide conocer en profundidad su obra al servicio del Socialismo y la justicia social.


Fue una mujer con nervios de acero, amor profundo y lealtad a toda prueba. “Lo que he sufrido al lado de Raúl no está escrito – dice – por lo que le ha hecho el sistema capitalista y por lo que me ha tocado hacer para ayudarlo a salir de las encrucijadas en que se ha encontrado, por luchar por los más pobres y la lucha revolucionaria. Pero no me arrepiento, porque yo también estoy de acuerdo con esos ideales y la ideología que profesa Raúl”.


Mujer de carácter y de armas a tomar. La pérdida de sus hijos a manos del binomio militar – paramilitar, pagar injustamente cárcel y las más terribles limitaciones económicas, no pudieron doblegar su espíritu rebelde y sus firmes convicciones en el Socialismo. Murió en pie con dignidad.


Nació el 25 de marzo de 1939, en el municipio de Tuluá (Valle), del hogar integrado por Aureliano Campos Aguiar y María del Carmen Torres Lizcano, dos campesinos chaparralunos que fueron a esta región a buscar fortuna durante más de 25 años. Su madre murió el 13 de agosto de 1969 y su papá el 15 de agosto de 1961, siendo sepultados ambos en el municipio de Chaparral (Tolima). De ese hogar hubo ocho hijos: Angelina, Anadelma, Aura, Gilma, Carlos Arturo, Luis Alfonso, María Oliva y una niña que nació muerta porque la enfermera que asistió el parto porque  le aplicó por error ácido fénico matando la criatura en el acto.


En Tuluá, eran propietarios de una finca en la vereda San Marcos. Allí, dedicaron la mayor parte de sus vidas a la agricultura, especialmente al cultivo de la papa y la ganadería. Esta es zona fría. También tenían una fonda, donde los arrieros en fatigosa jornada paraban a descansar, comprar víveres, calmar la sed y libar.


Al surgir el cuento de la Reforma Agraria planteada por el presidente de la república, Alfonso López Pumarejo, muchos campesinos invadieron terrenos que Aureliano arrendaba a los arrieros. Él colocaba la queja ante las autoridades, pero éstas le contestaban: “La tierra es para quien la trabaja”. Desesperado decidió vender sus tierras y trasladarse al perímetro urbano de esta población.


Regresa esta familia a su patria chica, porque era propietaria de una finca en la vereda Santodomingo Calarma, que había quedado al cuidado de su hermano Luis Alfonso, quien fue asesinado durante la dictadura del teniente – coronel Gustavo Rojas Pinilla a manos del sanguinario coronel Villate.


Más tarde esta familia se va a vivir al perímetro urbano de Chaparral. Esta finca fue hurtada por un sobrino de don Aureliano, se trata de Carlos Campos, quien canceló una deuda pendiente de $62 mil pesos y la Caja Agraria le hizo la escritura. Muchos aconsejaron a Aureliano de que hablara con el comandante Arboleda de la guerrilla que operaba en el Cañón de las Hermosas, para que se hiciera justicia y su finca fuera devuelta, pero él se negó dejando las cosas de este tamaño.


La camarada María Oliva ayudaba al sustento económico de la familia con la costura y la artesanía, haciendo ramos con troqueles y haciendo pequeños arreglos para primera comunión. Solo cursó el tercero bachillerato en Tuluá.


Su sueño fue ser azafata, sueño que rechazaba su mamá. Le parecía un absurdo que su hija “volara”, en cambio su hermano Luis Alfonso sí la apoyaba, pero como vivían distantes poco podía influir en su mamá. A propósito, fue el único hermano que conoció, porque los demás murieron muy pequeños. Uno de nueve años, la otra de cinco, la otra que mató la enfermera, la otra la mató un carro en Tuluá y Carlos Arturo que murió de nueve meses.


“La mayor murió “ojeada” – dice María Oliva – porque la mamá vivía distante del pueblo y con mucho sacrificio la traía a Buga o Tuluá y los médicos no le conocieron el mal. La otra murió de sarampión negro. El menor no sé de qué murió”, explica.


“Raúl me atrapó”


“No fui noviera, creo recordar un par de novios en el Valle y Raúl que me atrapó”, recuerda. Conoció a Raúl por primera vez cuando regresó de pagar el servicio militar. No le agradó mucho porque era muy metido, quería saberlo todo. Relata: “Sin ser siquiera amigo se arrimaba a preguntar que a dónde, que cómo, que eso qué era. No paraba de preguntar y preguntar”.


“En realidad la amistad de nosotros era con Elvira Herrera, una comadre de él, y al son de esto, él se iba metiendo, cosa que no me gustaba, porque era muy metido. Él me decía que yo era “sangre yuca”, porque era de piel blanca. Estoy segura que yo tampoco le calaba bien, porque le decía a su comadre que yo era “sangre yuca” y que él qué iba a hacer donde una mujer tan antipática. No sé qué pasó”.


El encuentro constante era inevitable por la cercanía de las casas. Al continuar los estudios en el colegio de Jorge Salazar, Raúl iba con frecuencia a la casa para que le ayudara a hacer tareas. María Oliva le ayudaba al principio de mala gana, pero las cosas fueron cambiando y la antipatía se fue borrando, mejor, transformando.


Un buen día le propuso que fueran novios. “Mi mamá lo quería mucho porque era rezandero de siete suelas: Los domingos siempre la convidaba a misa, de noche iba y rezaba la pasión de Cristo y los viernes el rosario. Con eso se la ganó”, recuerda. 


Se hicieron novios y pronto se casaron porque ya estaba embarazada. La ceremonia fue el 10 de marzo de 1962 en el municipio de Chaparral, siendo sus padrinos: Miguel Herrera y Ramona Avendaño. Los casó el padre Darío Martínez Amariles. No hubo fiesta de boda.


Duraron seis meses en Chaparral, mientras Raúl trabajaba en el batallón como ecónomo. Luego, viajaron al municipio de Ambalema, donde una tía de Raúl, dedicándose al cultivo de arroz en la hacienda Pajonales, propiedad entonces de unos gringos. Posteriormente, fue carcelero en este ardiente municipio ubicado a orillas del río Magdalena. Tuvo serias dificultades con un prisionero que intentó escapar, disparándole muriendo en el acto.


Como guardián duró dos años, pasando después al magisterio, junto con María Oliva, actividad que ejercieron inicialmente en Puerto Saldaña, municipio de Rioblanco (Tolima); allí, duraron poco porque las amenazas comenzaron a rondar por las denuncias que solía hacer Raúl contra los militares  que cometían bellaquerías contra la comunidad.


Colocada la queja en la Secretaría de Educación del Departamento, fueron trasladados nuevamente a Ambalema continuando ambos con la misma actividad.


La salida de Puerto Saldaña fue toda una odisea para esta familia. Ella tuvo que viajar sin la compañía de su esposo, sola con sus hijos y sus pocos trebejos. Raúl busca otro camino. Se temía un atentado. Dos desconocidos salieron al camino a preguntarlo. María Oliva, conteniendo los nervios, contestó: “Viene detrás con las demás pertenencias”.


En este municipio duraron dos años. En vacaciones de semana santa viajaron a Chaparral para visitar a las familias y fue cuando se presentó el atentado militar en el cual perdió una vista y lisiado de una pierna el camarada Raúl.


La versión de la camarada María Oliva sobre aquel trágico episodio, es el siguiente:


“El ejército del batallón Caicedo fue informado por un señor Jacinto Gaitán de que en la finca de los Rojas estaba la guerrilla con toda su gente. Sin investigar la veracidad de la información, los uniformados fueron y cogieron la casa a tiros y granadas, a las cinco de la mañana. Mataron a bayoneta calada a un hermano de Raúl, a un trabajador  y a Raúl lo dejaron como lo dejaron”.


“A la mamá la trajeron detenida con las hermanas de Raúl, con el cuento que ella era la comandante del bloque y que todas esas muchachas eran guerrilleras. Al otro día se dieron cuenta los militares que esas muchas eran estudiantes del colegio El Rosario de Chaparral, que habían ido a pasar vacaciones de semana santa”. 


A pesar de la dura contingencia María Oliva atiende a sus hijos, pero también a su esposo que se encuentra débil y necesita una especial alimentación. Su madre es el apoyo irrestricto, la ayuda en cuanto puede para sortear la contingencia, lo mismo que los Comunistas de la región. No la dejan sola. Con temor y todo enfrenta a diario la jauría de militares que se ríen de ella, le hacen mofa, propuestas indecentes, le revisan la comida minuciosamente, le hacen dar vueltas innecesarias y la someten a esperas eternas. Ella no da el brazo a torcer.


Cuando la camarada María Oliva conoció a Raúl, no era Comunista, era gaitanista. Dice: “Era gaitanista y cuando se emborrachaba se subía a las mesas de los cafés a echar conferencias y a gritar vivas a Gaitán. Era una joda permanente, pero no era Comunista. Tomaba mucho y era de esos políticos que le gustaba hablar de política y cháchara a los que estaban tomando con él. Se vino a organizar cuando el Partido Comunista lo tomó y lo fue formando, enviándolo a Moscú a hacer la escuela internacional, después de muchas charlas, conferencias y documentos que le facilitaron para que estudiara”.


Durante un año María Oliva permaneció con sus progenitores en Chaparral cuidando de sus hijos, mientras su esposo estudiaba en la Unión Soviética. Ya no era profesora, tuvo que renunciar tres meses después del atentado a Raúl para cuidarlo en el proceso de recuperación y de su libertad. Viajó a Ibagué durante un corto período de tiempo, ubicándose en casa del compañero y compadre, Jesús Herrera. Los niños quedaron al cuidado de su mamá.


La situación era compleja. Sin embargo, María Oliva se identificaba con la metamorfosis política que venía sufriendo su marido. De alguna manera se identificaba con el Partido Comunista, aunque tampoco era militante orgánica. No obstante, en el departamento del Valle, al lado de la Comunista Carmen Bocanegra, participaba activamente de las tareas del Partido. Ayudaba a hacer consignas y a fijarlas en las paredes, participaba de las brigadas, acompañaba en las giras por el campo, llevaba y distribuía propaganda, era activa el día de elecciones.


Esa fuerte participación con el Partido también la desarrolló en Chaparral, actividad que Raúl no compartía mucho, pues hacía parte del Movimiento Estudiantil Colombiano (Moec). Fueron muchas las discusiones políticas que tuvo con su marido, las cuales ayudaron de alguna manera a clarificar el rumbo político de ambos y sobre todo a consolidar la unidad familiar.


La inclinación política fue definitiva para comprender y soportar el viacrucis. Ambos se identificaban con la izquierda. María Oliva no se explica esta empatía por la lucha revolucionaria, teniendo en cuenta que la mamá de Raúl era conservadora y su papá liberal gaitanista que simplemente se limitaba a votar. Ella por el contrario, desde la época de estudiante era rebelde y protestaba por todo. “En el colegio tiraba piedra, participaba en los paros estudiantiles y salía a las marchas con decisión, sin medir consecuencias”, anota.


La infernal violencia que se desató a partir del 9 de abril de 1948, con la muerte del doctor Jorge Eliécer Gaitán Ayala, la sorprendió estando en el Valle. Aunque no la afectó directamente tanto a ella como a su familia, sí tuvo que apreciar con horror el desplazamiento de campesinos que llegaban en carros y eran ubicados en garajes, donde instalaban fogones comunitarios. Eso la impresionó y de cierta manera la marcó. Recuerda: “Eran familias enteras sin ropa, sin cobija, sin alimentos que habían salido espantadas  de sus pertenencias dejándolo todo abandonado”.


El 9 de abril de 1948, María Oliva, lo recuerda así: “Yo estaba jugando en la casa con unas muchachitas que había en el inquilinato, propiedad de mi mamá, cuando pasó un señor a caballo diciendo que a la una o dos de la tarde, habían matado a Gaitán en Bogotá”.


“Ese señor no hacía sino gritar: “¡Mataron a Gaitán!, ¡Mataron a Gaitán!”…Mi mamá salió a la calle a preguntar y a confirmar la noticia. Enterada, entró y despachó a las muchachas y los muchachos para sus casas, pues allí funcionaba también una escuela que ella manejaba. El escándalo era fenomenal. La gente gritaba, los carros pitaban y durante la noche se oían tiros, muchos tiros”.


“Era muy niña, creo que tenía nueve años y no entendía mayor cosa de política, pero de todas formas me dio mucho miedo”.


Salido del penal, Raúl regresa al seno del hogar en Chaparral, permaneciendo allí durante algún tiempo, viviendo en la casita de la mamá de María Oliva, quien a propósito muere por esos días. Él se dedica a la política y ella a criar a sus hijos, pero también a participar activamente de las reuniones políticas.


Como no tenía dinero para cubrir los onerosos gastos del funeral de su señora madre, María Oliva se vio precisada a vender la casita al sindicato de trabajadores agrícolas del Tolima (Sintragritol), convirtiéndose en punto de encuentro de los campesinos de la región. El doctor Humberto Oviedo Hernández gestionó un auxilio para mejorarla. Por esa época Raúl estaba en la Unión Soviética. María Oliva aprovecha su ausencia para venderla y de esta manera presionar a su marido a emigrar de Chaparral, pero la tozudez del marido le ganó la partida.


¿Qué le critica María Oliva a Raúl? Básicamente la testarudez. Dice: “Lo que más me mortifica es el capricho de Raúl; desde que se le mete algo en la cabeza no hay poder humano que lo haga desistir”.


Confiesa que no ha tenido un instante de sosiego durante el tiempo que lleva viviendo con Raúl, precisamente por las continuas amenazas y hostigamientos de que es objeto. Relata varios atentados de que ha sido víctima su marido.


El segundo atentado lo narra así: “Después de participar de un entierro en el cementerio de Chaparral, Raúl se acercó a una tienda a saludar a su amigo Daladier Caicedo, candidato al concejo municipal. Un señor que pasaba por el andén lo vio y se devolvió. Aunque ellos vieron la acción del tipo no les causó extrañeza. El sujeto volvió y entró por la otra puerta y sacando el revólver intentó dispararle a Raúl que estaba de espalda, pero la acción oportuna del muchacho que le sujetó la mano del sicario permitió que el tiro saliera hacia arriba. Forcejearon y se le soltó y escapó con dirección a la bomba de gasolina de Mendoza, donde muy cerca de allí lo esperaba un jeep blanco de propiedad de Alfonso Rincón, alias “el piojo” y montándose huyó apresuradamente. Raúl tenía revólver, pero lo tenía envuelto en papel periódico, lo que le impidió reaccionar oportunamente”.


Sobre el tercer atentado, narra María Oliva: “Viviendo en la casita de Chaparral, esa noche entramos un poco de arena para que la lluvia no se la llevara, porque se estaba remodelando la parte interna de la habitación”.


“Dejamos la arena cerca de la ventana donde teníamos la cama y nosotros nos acostamos en la sala. Al otro día nos dimos cuenta que la pared estaba averiada por el impacto de la bomba, encontramos también el papel donde venía seguramente envuelto el artefacto y abundante propaganda del “rojo atá”. No sentimos nada, seguramente la arena amortiguó el impacto y el ruido”.


“Días después, mientras se realizaba una reunión sindical, Raúl abrió la ventana y descubrió a un tipo joven que tenía la oreja pegada a la puerta, con movimientos rápidos, la abrió y entró al sujeto y lo sentó, preguntándole sobre su comportamiento. Asustado el joven contestó que era militar del batallón Caicedo que lo habían enviado a hacer inteligencia. Le ofrecimos tinto, dialogamos con él y le explicamos el contenido de la reunión, luego permitimos que se marchara con la promesa de no volver a aparecerse por estos sitios”.


El cuarto atentado, cuenta María Oliva, fue así: “Yendo para Irco dos Aguas en territorio de Chaparral, Raúl encontró una comisión numerosa de soldados del batallón Caicedo y empezó a pasarlos. Delante de ellos encontró un carro blanco y pidió al chofer que lo alejara del lugar, que lo dejara mucho más arriba. Los uniformados recibieron del batallón la información de que Raúl estaba en el área y de inmediato montaron una emboscada para asesinarlo cuando regresara, pero Raúl tomó otro camino y de esta manera evitó caer en la trampa. La orden era matarlo, porque uno de los soldados que estuvo presente contó a su mamá que habían estado pistiándolo pero que el verraco no había pasado por ahí y los había hecho aguantar hambre”.


La preocupación de María Oliva era latente. Sabía del peligro que corría Raúl a cada paso que daba. Sabía la fuerte presión militar – paramilitar contra él. No podía dormir tranquila, ni aun teniéndolo al lado, mucho menos cuando salía a cumplir tareas del Partido o del sindicato en su condición de presidente.


En 1992, viajaron los dos a Suecia. Era una especie de respiro. Sin embargo, al regresar la amenaza se recrudeció. En consecuencia, la dirección nacional del Partido Comunista determinó que esta familia debía salir de Chaparral. El hecho se produjo el 18 de febrero de 1993 ubicándose en Ibagué. Viajó primero Raúl y dos años después la camarada María Oliva. Durante esos dos años, la sede departamental en esta ciudad fue blanco de un atentado terrorista, un petardo que destruyó parte de la sede sin cobrar víctimas, afortunadamente.


María Oliva fue una vendedora incansable de la prensa revolucionaria en Chaparral e Ibagué. Comenzó a vender el periódico de los Comunistas cuando se llamaba Voz Proletaria y costaba $50 pesos el ejemplar. Con la ayuda de sus hijos y de los pioneros hacía brigadas los sábados en la plaza de mercado en Chaparral. La actividad febril de Alexander, Walter, Vicky, Fadelly, Gloria Stella y Luz Carime, sus hijos, al lado de los pioneritos, los orientaba María Oliva con tenacidad y compromiso político.


Llegó a distribuir 350 ejemplares en la región del cañón de las Hermosas, El Limón, La Marina y el municipio de Rioblanco. Vendía también la literatura marxista – leninista que venía de la Unión Soviética y la República Democrática de Alemania (Rda). Fue presidenta municipal de la Unión de Mujeres Democráticas (Umd). Participó de dos caminatas a Bogotá: La primera en solidaridad con el presidente socialista de la unidad popular de Chile, Salvador Allende, en 1973 y la segunda, durante el gobierno de Belisario Betancur para exigir el acueducto por gravedad. Asistió a varios congresos nacionales del Partido Comunista. La inteligencia militar le ofreció dinero, estudio para sus hijos y residencia en el exterior, si declaraba en contra de su esposo. Todas esas argucias las rechazó María Oliva sin vacilar. Fue consecuente y firme como el roble. Un ejemplo digno de emular.


María Oliva recuerda el apoyo de Comunistas de la zona en estas tareas: Reinaldo Silva, Ángel Campos, Víctor Manuel Aroka, Faustino Soler, Efraín Culman y una compañera de nombre Rosa. Además, Tulia, la esposa de Ángel Campos y muchas campesinas más. Era un trabajo colectivo y bien coordinado cada ocho días que llegaba la prensa Comunista o la literatura marxista - leninista. 


Relata María Oliva: “Había 15 pioneros, hijos de camaradas, que participaban activamente en las diversas tareas, entre ellas, el ofrecimiento y la publicidad del periódico. Para ellos era una felicidad salir a altas horas de la noche con los afiches a pegarlos y a hacer letreros en las paredes. Mis hijos hacían parte de estos pioneros”.


Recorrió la extensa región de día y de noche cumpliendo tareas del Partido. Su formación teórica la fortalecía permanentemente con la práctica. Viajar por el extenso cañón de las Hermosas, El Limón, los municipios de Planadas, Rioblanco, Ataco y Ortega no era inconveniente para María Oliva. Hacía recorridos extenuantes a pie de día o de noche, recorriendo la empinada y arisca geografía del sur del Tolima.


No había miedo, había convicción revolucionaria. Recuerda: “Era una época muy complicada de mucha persecución; en más de una oportunidad me tocó reunir a compañeros en la oscuridad, ni siquiera se podía prender un cigarrillo. Lo hice con plena conciencia y no me arrepiento de eso”.


Se reunía con cierta frecuencia con miembros del comité central del Partido para analizar la situación política del país e internacional, lo mismo que el acontecer regional y local. Cada encuentro era una clase magistral de política que María Oliva asimilaba con entusiasmo. Recuerda con nostalgia a camaradas como: Gilberto Vieira, Chucho Villegas, Álvaro Vásquez del Real, Carlos Romero, Críales de la Rosa, entre otros.


La noticia de que su esposo había sido detenido en Cali (Valle) por militares, se convirtió en un nuevo calvario para la camarada María Oliva. Sin embargo, enfrentó el acontecimiento con dignidad y decisión. Viajó con dos niñas pequeñas (una de brazos) colocándose al frente de la situación.


Fueron casi seis meses que estuvo en vilo yendo de la Brigada al Batallón gestionando la libertad de Raúl, soportando hambre, humillaciones de los militares, amenazas, desprecios y burlas. Sin embargo, una vez más no dio el brazo a torcer.


Fue a la Sultana del Valle con un memorial firmado por trescientas personas, el cual fue elaborado por Federico Gómez, propietario de un almacén y una peluquería. Era el papá del doctor Alfonso Gómez Méndez. Él se apersonó del caso y todo cliente que llegaba a comprar algo o para que lo peluqueara, le colocaba como condición firmar primero dicho documento. En este documento se exigía la libertad de Raúl porque era una persona honesta y trabajadora.


Agresivo y amenazante el capitán Carvajal le dijo un buen día que si la volvía a ver en el batallón, le pegaba una lavada. Sacando fuerzas no sé de dónde, María Oliva lo encaró y le dijo: “¿No ve que ustedes tienen a mi marido aquí? ¿Cómo hago para viajar con estas dos niñas? Por favor: ¡Déjelo libre para que se vaya conmigo!” El agresivo militar, le respondió: “¿Luego es que se va a ir por el monte como hace su marido? Mire, usted coge un carro y allá la lleva con esas niñas”.


A partir de esta notificación, María Oliva se escondía en cualquier lugar cada vez que notaba la presencia del capitán Carvajal. El auditor, que había escuchado, le dijo que ese capitán era capaz de cumplir la amenaza, por lo que era mejor que no se dejara ver.


Un día no pudo eludirlo y lo tuvo en frente: “¿Todavía usted por aquí?”, le dijo. “Sí señor, y venía precisamente buscando a su persona”, contestó. “¿Para qué soy bueno?” “Para que me dé un papel para yo presentarlo en el batallón Caicedo, que diga que allá asumen la responsabilidad de mi familia, con comida, medicamentos y todo lo que necesitan mis hijos, porque ustedes tienen a mi marido y no me lo quieren soltar”. “¡Aaaahh! Está despertando”, dijo el militar y se fue.


Superado el impase, María Oliva se dijo para sus adentros: “¡Voy por buen camino!”. El auditor, conocedor de la tenacidad de María Oliva, le insistió que no se fuera, que por esos días llegaba un Brigadier, que buscara una audiencia con él y le comentara el caso.


Un buen día llegó y como pudo se las ingenió para hablar personalmente con él. Recuerda: “Era un señor mono, alto, colorado, grandote, con polainas y lleno de estrellas en el pecho de apellido Deudevez”. Sobreponiéndose a la timidez, la ansiedad y el miedo, María Oliva le contó la historia en pocas palabras, sollozando al lado de sus dos niñas: Fadelly y Gloria Stella. Qué sorpresa: El militar la escuchó atentamente. Al terminar le dijo: “Yo le voy a soltar a su marido, se lo voy a dejar libre, pero aconséjelo que deje de estar para arriba y para abajo diciendo que todos para uno y uno para todos”. Estupefacta, María Oliva contestó: “Bueno señor, yo hago lo que sea con tal de que lo deje libre y pueda irse con nosotras”.


Inmediatamente dio la orden para que le hiciera la boleta de salida. “A mí me provocaba besarle los pies, no tenía palabras para expresarle mi agradecimiento”, dice María Oliva.


Al despedirse del auditor, éste le dijo: “Lo que usted hizo nadie lo hace. Un memorial llega y nadie lo lee, va al cesto de la basura inmediatamente. Un abogado trae un alegato  y tampoco lo leen, lo botan. Usted ha sido muy constante”.


María Oliva era consciente. Estaba presente por la mañana y por la tarde, un rato en el batallón y el otro en la brigada, no hacía pausa. Por la noche planchaba “montañas” de ropa para pagar en parte la posada y la alimentación que unos compadres le suministraban a ella y a sus dos hijas.


De regreso a Chaparral, María Oliva y Raúl siguieron con sus actividades. Aquella odisea era cuestión del pasado. El alcalde Héctor Mendoza limitó la venta del plátano y los demás productos de los campesinos a solo un día en la semana. Esto originó malestar entre los campesinos, porque tenían que almacenarlo en bodegas y la mayoría se dañaba, arrojando cuantiosas pérdidas.


Los afectados acudieron al Sindicato y Raúl que era el presidente, fue hasta el despacho del mandatario con una comisión, siendo detenido nuevamente acusado de asonada, cuando en realidad era “una asomada” como lo explicó el abogado Humberto Oviedo Hernández. Con Raúl fueron detenidos: Jaime Garrido, un tal Barbas, Reinaldo Silva, entre otros. Todos fueron puestos en libertad menos Raúl y Jaime Garrido, quienes fueron llevados a Ibagué donde finalmente los pusieron en libertad.


Nuevamente María Oliva a responder por sus hijos y a luchar por la libertad de su marido. ¿Era lo último? No. Aún quedaba un episodio más. Una infamia más.


El 12 de febrero de 2001, es allanada la modesta residencia de esta familia en Ibagué por el Gaula y la Fiscalía No. 18, siendo detenida y acusada de rebelión. El burdo montaje, de los que suele hacer el régimen para doblegar la moral revolucionaria, la sindica de tener  nexos con el movimiento guerrillero Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep), de dar posada, alimentación y logística a integrantes de este movimiento en su propia residencia.


A Raúl también lo acusan nuevamente de rebelión y de tener estrecha relación con el secuestro y posterior fallecimiento del comerciante tolimense, Alfonso López Ramírez. El operativo comenzó a las cinco de la mañana. Invaden el cuchitril. Revisan cuarta a cuarta sin encontrar nada comprometedor. Sin embargo, se llevan a la camarada María Oliva y la confinan en la cárcel de la calle 10, como cualquier delincuente, durante cuatro meses. Raúl no se encontraba en ese momento.


Esposada y seguridad cinematográfica, es llevada a la Fiscalía, siendo sometida a intensos interrogatorios, múltiples acusaciones. Le presentan grabaciones de supuestas llamadas interceptadas en las cuales supuestamente María Oliva habla con miembros de las Farc – Ep en clave.


A manera de ejemplo: María Oliva llama a una amiga cierto día y le comenta que las matas de su jardín están marchitas, que qué le recomienda. La amiga le dice que disuelva en agua pastas de planificar, que con eso no morirán y por el contrario, reverdecerán. Eso es todo.


Los agentes del régimen, con su delirante imaginación y morbo, interpretan esta conversación y dicen que mata quiere decir Martha; marchita que es una guerrillera enferma o herida y que las pastas, son los medicamentos para que se recupere.


Con esa “argumentación sólida”, María Oliva es relacionada con el movimiento guerrillero, afirmando que en su casa se recuperan guerrilleros y se preparan acciones contra el establecimiento. Esa infamia del régimen le costó cuatro meses de prisión, los cuales soportó con dignidad y compromiso revolucionario.


Las hijas residenciadas en el exterior, le hacen llegar al gobernador de la época una dramática carta, invitándolo a contribuir a su liberación del injusto cautiverio de su señora madre.


Dice: “Con la presente nos dirigimos a usted, para solicitarle su intervención en lo siguiente: Estamos supremamente preocupadas por la suerte que en estos momentos corre nuestra madre, la señora María Oliva Campos de Rojas, ama de casa de 61 años de edad, residente en la ciudad de Ibagué, departamento del Tolima, quien el lunes 12 de febrero hallándose en su residencia, que a la vez es la sede del Partido Comunista, fue víctima de un allanamiento efectuado desde las 06:30 horas hasta las 15:00 horas por un fiscal, agentes de la policía y efectivos del ejército”.


“Nuestro padre Raúl Rojas González, siempre y desde que tenemos uso de razón ha pertenecido al Partido Comunista, Partido que tiene su personería jurídica y es por lo que nosotras entendemos un Partido legal, como lo es el liberal y el conservador. El pecado de nuestra madre es el de estar junto a nuestro padre y comulgar también con la ideología del Partido”.


“Nuestra madre en forma arbitraria fue detenida y los primeros días estuvo totalmente incomunicada, y durante el fin de semana fue trasladada a la cárcel distrital de la ciudad de Ibagué, departamento del Tolima”.


“Es por eso que nos dirigimos a usted y de esta forma pedir su pronunciamiento a favor de su propia liberación, teniendo en cuenta su delicado estado de salud. También la liberación de las otras seis personas que al igual que nuestra madre, fueron detenidas arbitrariamente ese mismo día: Eunice Gutiérrez, Luz Esmeda Olaya, Saúl Carvajal, Álvaro Ramírez Rodríguez, Víctor Manuel Díaz y Julián Arbeláez Valencia, en residencias contiguas a las de nuestros padres. Recurrimos a usted señor gobernador, ya que se debe erradicar las injusticias y los atropellos que siempre se han cometido y se siguen cometiendo con nuestra madre, nuestro padre y demás familia y compañeros”.


“Igualmente, le hemos enviado copia del documento a las siguientes instituciones: Amnistía Internacional Suecia, Amnistía Internacional Londres, Organización de las Naciones Unidas Suecia, Cruz Roja Internacional Suecia. Cordialmente, Luz Carime Rojas Campos y Gloria Stella Rojas Campos. Estocolmo, Suecia. Febrero 19 de 2001”.


La defensa de María Oliva y Raúl, estuvo a cargo del penalista Rafael Aguja Sanabria, quien logró inicialmente la libertad condicional y mucho tiempo después la libertad total.


Si pretendía el Estado represivo minar la moral revolucionaria de la compañera María Oliva, pues no lo pudo conseguir. Sin amarguras, María Oliva dejó la prisión y siguió con su actividad revolucionaria. No culpó al Partido de su tragedia, culpó al régimen capitalista. Continuó vendiendo el periódico VOZ La verdad del pueblo, atendiendo a los camaradas en su modesta casa y dando ejemplo de superación y estoicismo.


La muerte la sorprendió el 25 de septiembre de 2010, a las cinco de la mañana en las instalaciones de la clínica Tolima de la ciudad de Ibagué. A esa hora dejó de respirar. Cumplió su ciclo biológico. Presagiando el desenlace la noche anterior tuvo el valor para decir con absoluta serenidad y convicción: “Estoy tranquila”. Murió al lado de su hija Vicky.


El adiós fue multitudinario. La ceremonia exequial se realizó en la iglesia del Carmen, entre otras cosas, porque la compañera no pudo vencer el idealismo. Intervenimos a nombre del Partido Comunista Regional Tolima, destacando a groso modo la vida y obra de la camarada, colocándola como un ejemplo de lealtad y compromiso con el comunismo para las presentes y futuras generaciones.


El director del semanario VOZ La verdad del pueblo, Carlos Arturo Lozano Guillén, envió un breve mensaje: “Para transmitirle al camarada Raúl y a sus familiares mis sentimientos de solidaridad y dolor por el fallecimiento de la compañera María Oliva. Tengo un grato recuerdo de ella”.


Su yerno Fernando, expresó: “Quiero darle gracias por todo aquello que has contribuido para que seamos seres humanos de mejor espiritualidad”.


La directiva de Cenaprov, dijo: “Nuestras condolencias por el fallecimiento de la camarada María Oliva”.


Francisco Barreto, dirigente Comunista del Huila: “Que el ejemplo de esta familia, sea fortaleza para seguir luchando por una patria mejor, porque aún no se nos cierra los caminos de la vida y de la esperanza”.


Luis Rosendo Cruz Barrios: Luchador infatigable


El camarada Luis Rosendo Cruz Barrios es un campesino revolucionario, probado en la lucha. Reconoce la dureza de ésta, pero señala sin rodeos que es la lucha correcta y que más temprano que tarde los cambios ocurrirán en Colombia, colocándose fin a esa odiosa división entre ricos y pobres. Es un campesino taciturno, honesto y trabajador que ama la justicia social y la paz.


Nació el 27 de marzo de 1940, en el municipio de Chaparral (Tolima), siendo sus padres: Agapito Cruz y María Eliza Barrios, naturales ambos de este municipio. Tiene diez hermanos: María Oliva, Juan de Dios, Jorge Enrique, Lucila, Blanca, Miriam, Erminso, Graciela, Alba Lilia e Isaías.


Su testimonio contribuye a esclarecer la verdadera historia del sur del Tolima, pero también a develar su protagonismo enhiesto en todo este proceso anónimo que hace parte de la historia del país que aún no se ha contado correctamente. A dimensionar las ideas comunistas, lo mismo el papel importante del Partido Comunista.


El testimonio es el siguiente: “Yo apenas sé leer y escribir, lo aprendí cuando era grande y formado en la escuela La Sonrisa, municipio de Chaparral. La mayor parte de mi vida la he vivido en la región. Sin embargo, por las arremetidas del ejército, me ha tocado salir y he estado en varias regiones del país como los Llanos Orientales, por ejemplo”.


“No tenía los diez años de edad y ya era víctima de la violencia, la que comenzó en el sur del Tolima en 1948 con la muerte del doctor Gaitán. Comenzó con la Chulavita, la contraguerrilla y cuerpos adscritos a los militares que mataban niños, mujeres y ancianos por igual”.


“Las células del Partido Comunista orientaron a los campesinos para que se organizaran y se defendieran de la ola criminal que el gobierno nacional desarrollaba en todo el país y con especialidad en el Sur del Tolima a través de estos grupos de asesinos a sueldo”.


“Por los lados de Banqueos, vereda El Limón, municipio de Chaparral, estos malhechores cogieron un grupo de campesinos y los asesinaron en 1949. El Partido Comunista dijo que no se podían dejar seguir matando. Recuerdo la célula integrada por los compañeros: Eliseo Manjarrez, campesino dueño de la finca El Horizonte, en la vereda que lleva el mismo nombre”.


“Había pagado servicio militar. En esa época tenía cuarenta años, aproximadamente. Era alto, trigueño, buenas capacidades para el estudio, casado y con varios hijos. Pedro Ramos, tenía finca en la vereda Astillero, casado y con varios hijos; sabía leer y escribir, era un gran lector; era el político de la célula. Era regular de cuerpo, tenía más de cuarenta años, trigueño. Juan Robledo, era también de la misma región, tenía finca en la vereda Astillero, casado y con varios hijos; era bajo de estatura, trigueño y de buen humor”.


“La célula también contaba con un camarada antioqueño que hacía bastante tiempo estaba radicado en la región y le decían: “El camarada Cleto”. Era bajito, grueso, fornido, casado y con varios hijos. Era aguerrido dirigente que se destacaba en la actividad política. Había también un negro natural del Valle que le decían por apodo Roldán, él tenía un hijo muy guapo. Él era un viejo metelón. Lo mataron en el Davis peleando contra los militares”.


“A esta célula también entraron después mi padre Agapito, Vicente Cruz, que era un lector consagrado del marxismo; Federico Cruz, Guillermo Cruz. En esa época la consigna era militar papá, mamá e hijos. También recuerdo a Isauro Yosa, campesino de la región, casado y con hijos; era gordo, bajito, también había pagado el servicio militar. Tenía muchos conocimientos y era de los lados de Chicalá del corregimiento de El Limón”.


“Recuerdo el “cisne” que era también antioqueño, quien comenzó con Isauro Yosa y otros campesinos a analizar críticamente la problemática de la región. Recuerdo a Vicente Peñuela que vive en el Cañón de las Hermosas y que le tocó pelear en Villarrica y allí estuvo preso con Isauro Yosa. Peñuela tenía un hermano muy valiente y murió pelando en Villarrica”.


“La primera pelea fue en Astillero en 1949, cuando la primera metida de los Chulavitas. Como ya se tenía organizado a los campesinos, gracias a la orientación de camarada Eliseo Manjarrez, los campesinos armados de escopetas de fisto, machetes y palos, enfrentaron a los criminales del gobierno”.


“El tiroteo se presentó en un filo llamado “Las Trincheras”, a las diez de la mañana y terminó en horas de la tarde, con un saldo de tres Chulavitas muertos. Mediante huecos que le hicieron al filo, los campesinos pudieron observar a los malhechores y si no cayeron más fue porque las escopetas fallaron”.


“En esa pelea murió un campesino de apellido Alape. Al escuchar los alaridos de los enemigos, el campesino pensó que era su hijo que pedía auxilio e imprudentemente se metió en el campo de combate siendo cruzado por un balazo”.


“La Chulavita entraba y salía de nuevo para Chaparral, buscando protección del batallón o en el puesto de policía. Por su parte, el movimiento de resistencia popular iba creciendo. La gente que llegaba, se daba cuenta que había una organización campesina llamada comando y de inmediato se sumaba”.


“Se sumó el compañero Pedro Rumique, heroico campesino que peleó solo en el Cañón de las Hermosas contra un pelotón de militares y Chulavita, utilizando una escopeta de fisto barranquillera de cañón cuadrado. Pronto se convirtió en el hombre más valiente llamado: “teniente canario”, el que orientó en las primeras de cambio al Comando”.


“Todo lo aprendido en el servicio militar lo puso en práctica en defensa de los humildes campesinos envueltos en la tormenta de la violencia y la persecución del gobierno nacional”.


“Después vino la arremetida por los lados de la Marina. Un campesino le metió un escopetazo a un Alférez que iba a la cabeza y le quitó su carabina fusil punto 30, pero como no sabía manejarla, la llevó a la vereda Astillero, dejándola en manos del “teniente canario”, quien se volvió aún más verraco con esa arma”.


“A los pocos días comienza la lucha en Chicalá con Isauro Yosa, quien organiza un grupo de campesinos y le hace frente a la Chulavita. Ese comando inventó bombas de mano con mecha y dinamita; le zampaban puntillas, grapas, piedra y muchas cosas más. Detonaba muy fuerte. De eso se encargaba un flaco y sordo llamado: “el martillo”. También inventaron lanzas de palo con machetes bien afilados, toda vez que había escasez de armas. Era raro que un compañero tuviera una escopeta de cápsula”.


“Los campesinos, trabajadores incorregibles de la tierra, de la noche a la mañana tuvieron que cambiar sus herramientas por aquellas rudimentarias armas con el único propósito de proteger sus vidas y las de sus hijos”.


“Poco a poco fueron juntando las familias de los que estaban en el Comando El Astillero, quedando las casas y las fincas solas, las cuales eran quemadas por los militares y la Chulavita”.


“Cada semana entraba a la región los chulos (militares) y las familias no tenían otra alternativa que correr a esconderse en lo más espeso del monte. No podían prender candela. Cuando los niños lloraban de hambre o de frío, la mamá no tenía más alternativa que taparle la boca con la mano”.


“Les tocaba esperar hasta cuando los malhechores regresaban al poblado, entonces regresaban a preparar la comidita que habían podido esconder. Los chulos andaban por el camino, no tenían aún mucha experiencia para andar por el rastrojo”.


“Después de la última arremetida al Astillero, el comando se trasladó al Cañón de las Hermosas, ubicándose en la vereda Coralia. Un día atacaron los chulos y les quitaron parque y cogieron algunas escopetas, pero no murió ningún campesino”.


“Se prepararon con granadas o bombas de mano y en la segunda arremetida en la Coralia, le dieron duro tanto al ejército como a la Chulavita. Eso fue a mediados de 1950”.


“La familia estaba regada en el monte. La violencia oficial aumentaba. El gobierno no invertía presupuesto en lo social en la región. Toda persona que protestaba, era considerada guerrillera. En esas condiciones, los campesinos dejaron a sus familias y se ubicaron en el Davis, municipio de Rioblanco, hacia lo más espeso de la selva. El Davis está ubicado entre la Lindosa y la Verbena”.


“Una vez los campesinos armaron el modesto campamento, vinieron y se llevaron a sus familias, cruzando el páramo a pura pata, amontonándose como pudieron en este lugar”.


“Allí, se encontraron con la familia Loaiza y la familia García e hicieron unidad con ellos. Entre los Loaiza estaba Gerardo que era el papá, un mono paisa, de filiación liberal, armado con algunas escopetas de fisto y de cápsula. Entre ellos se destacaba un Loaiza apodado: “veneno”, mientras que en la familia García, se destacaban Leopoldo llamado: “peligro” y “terror”, dos campesinos corajudos”.  


“Pero la unidad solo duró algunos meses, haciendo comisiones en conjunto. El movimiento creció. Llegaron campesinos desplazados de muchas partes. Eso parecía un pueblo. La gente vivía amontonada. Los ranchos eran de palma de cuca amarrada con bejuco. Al principio se comía buena carne, pero después no se conseguía”.


“Hay una etapa en la que se creció tanto la familia, que hubo la necesidad de crear destacamentos y comisiones para ir a buscar víveres y ropa para los niños a zonas muy distantes de El Davis”.


“La comisión que iba para el norte de Huila se encontró con el campesino Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda Vélez), que también tenía un grupo de campesinos en precarias condiciones, huyendo de la represión de las fuerzas armadas, la contraguerrilla y la Chulavita. Entablaron diálogo con el “teniente canario”, el sargento “cisne” y otros compañeros, decidiendo Manuel Marulanda Vélez, acompañarlos, yendo hasta El Davis”.


“Se llevó de Gaitania una cantidad de indígenas Paeces para El Davis, algunos de los cuales se destacaron por su guapeza, creciendo el movimiento. En la última arremetida del ejército y la Chulavita, que se metió por los lados de San José, el teniente “roldán”,  se descuidó y lo asesinaron. El Dante, indio armado de escopeta barranquillera, se hizo detrás de un palo grande de Caucho y le metió un escopetazo al dragoneante Muñoz. Decía: “Si no lo mati lo hiri pero lo tumbí sí”.


“Un campesino que tenía en San José de las Hermosas cincuenta reses, el ejército y la Chulavita le metieron veneno a las balas y dispararon matando todo el ganado, aumentando la pobreza en la región en forma alarmante”.


“Era tanta la crisis, el hambre, que la gente comía  solamente repollo, victoria y ahuyama cocinada sin sal. Como a los tres días de ido los chulos de la región, nos fuimos a conseguir algo para mitigar el hambre con morrales unos y otros en grandes comisiones con mulas. Los niños y las mujeres cogían las victorias y ensartadas en chuzo las cargábamos para el alimento. No existían costales”.


“Los campesinos se vieron en la necesidad de fundar varios destacamentos: En el Infierno, de Gaitania para adentro; el otro fue Sucre, al lado de la Marina; el otro en Seúl, en el Cañón de las Hermosas; el otro en Calarma, municipio de San Antonio. El estado mayor era El Davis. Formaron un economato y todo lo que llegaba era bien repartido para que llegara a todas las familias”.


“Se acabó la comida que se había sembrado, especialmente plátano, yuca, maíz, caña de azúcar. Todo escaseaba. Se decidió conformar comisiones para sembrar comida, tarea que desarrollaban los más jovencitos y los más veteranos”.


“La vida era muy dura. Éramos como 500 muchachos que nos tocaba caminar hasta cuatro horas por caminos difíciles en busca de comida que en muchos casos no encontrábamos. Eran muladas de treinta que se disponían para cargar los alimentos y en muchos casos lo único que encontrábamos era caña de azúcar, que toleteábamos y se la llevábamos al ecónomo, quien nos daba una parte ínfima, porque en ese momento éramos como dos mil familias”.


“No había sal. Era únicamente para los que iban lejos y de a poquito para cada familia. Yo metía mi pequeña porción en un frasco y ahí la conservaba echándole a las comidas apenas una leve rociadita”.


“Duramos mucho tiempo comiendo sin sal y sin carne. La ropa era entregada por la comisión y consistía en una mudita para las mujeres y los niños. La gente andaba a pata limpia, solo el que andaba lejos y en armas recibía dos pares de alpargatas: Uno que llevaba puesto y el otro de reserva amarrado a la cintura. El abrigo era ruanita. En la región había pocas casas, todo era despoblado y montañoso”.


“Después vino el desacuerdo con los Loaiza, porque ellos eran los “limpios” (Liberales) y los del Davis eran “sucios” o “comunes” (Comunistas). Viene lo más peligroso, porque al surgir los desacuerdos, los Loaiza, le desaparecieron un correo al “tigre” del Davis y éste al darse cuenta, corrió la bola y se fueron disgustando hasta producirse el rompimiento, llegando las crudas peleas entre sí”.


“Fue lo más grave, porque ni con el ejército hubo tanto muerto como entre los dos bandos de campesinos. Se posteaban y los del Davis perdieron a compañeros muy valerosos, entre otros, el “teniente canario”, “coconito”, “guarnielito”, “Pellizco”, “el toche”, etc. Los “limpios” posteriormente se aliaron con el ejército para perseguir a los campesinos de El Davis”.


“Los “limpios” tenían tres destacamentos: Uno en la quebrada de Rioblanco, el otro en la Ocasión y el otro en Gaitán, municipio de Rioblanco”.


“Los campesinos del comando La Ocasión atacaron El Davis. “terror” que era de los más agresivos, atacó por todos los costados, aprovechando que había poca gente en El Davis. Por poco se entra. Pero los de El Davis tenían una ametralladora punto 30. Quien la manejaba con astucia: Disparaba en un sitio, corría para otro sitio y así sucesivamente. Los asaltantes, seguramente pensaron que había muchas ametralladoras y desistieron de entrar. En esa arremetida perdió la vida “terror”.


“Los de El Davis se prepararon y atacaron el destacamento de la quebrada de Rioblanco, matando a “veneno”, “tarzán” y varios de los Loaiza. Prácticamente, le acabaron el comando. Claro, en ese combate perdió la vida un compañero de El Davis muy guapo”.


“Después vinieron las entregas. Botaron hojas volantes anunciando la amnistía del general Gustavo Rojas Pinilla. “Peligro” con un grupo de campesinos se unió al ejército y la gente quedó sin dirección. Marcharon por los lados de El Huila”.


“Una comisión que se quedó fue atada por Leopoldo García, “peligro” haciendo presos a varios de El Davis, entre otros “el llanero”, quien escapó pero  fue nuevamente capturado en la cabecera de la Arenosa, municipio de Chaparral, en límite con Rioblanco, siendo asesinado por los “limpios”. También capturó al jefe de los pioneros de El Davis, Yesid y se lo llevó para el Huila”.


“Después el comando comandado por Efraín Arboleda de Seúl se “torció”, viniendo las entregas. Surge entonces nuevamente el comando Comunista con Isauro Yosa y Eliseo Manjarrez, que fueron a parar a Villarrica, donde hicieron resistencia heroica”.


“De los de El Davis, uno se “torció”: Jesús María Oviedo, “mariachi”. Se entregó al ejército formando un comando por su cuenta en el municipio de Planadas, encargándose del asesinato de Jacobo Prías Alape, “charro negro”. El crimen se produjo en el corregimiento de Gaitania. Con estos desmovilizados se formó la contraguerrilla con la orientación militar del ejército”.


“La pelea en Villarrica fue muy dura. Muchos soldados fueron dados de baja por los campesinos organizados. Muchos campesinos fueron masacrados sin piedad alguna por la represión militar. Posteriormente, se mudaron para Gaitania, donde estaba ya Isauro Yosa, Manuel Marulanda Vélez, entre otros, organizando a los campesinos para que resistieran la persecución del gobierno”.


“Hay mucho que desenvolver de la historia del Sur del Tolima de los años 50s. Conocimos también una parte de la etapa de los 80s. De este período recuerdo las zonas de Planadas, Gaitania y Marquetalia, cuando la arremetida violenta de las fuerzas militares y la rabiosa campaña anticomunista del gobierno nacional y el ejército”.


“Cómo no recordar los dos mil campesinos que se vieron precisados a marchar a Neiva para denunciar las persecuciones de los militares en alianza con la contraguerrilla y la Chulavita”.


“Desde Gaitania le prestamos toda la ayuda a estos campesinos con comida, con recolectas, pues se trataba de apoyar el primer éxodo de campesinos que salía en marcha, durante el gobierno del triste célebre Julio Cesar Turbay Ayala”.


“Creo que en 1982, los indígenas Paeces de Gaitania hacen una oscura alianza con las fuerzas militares, desembocando en una brutal arremetida contra los campesinos, saliendo nuevamente desplazados, teniendo que dejar todos los cultivos abandonados”. 


“No todos los indígenas estaban de acuerdo con esa oscura alianza. Por eso muchos de ellos fueron asesinados. Nosotros trabajábamos políticamente con el camarada Demetrio Aldana, quien tenía tres períodos consecutivos de ser concejal. Yo también salí elegido concejal en 1982, pero escasamente nos instalamos, pues nos tocó salir huyendo. Eso fue muy duro. Mataron a muchos campesinos que hacían parte de la Unión Nacional de Oposición (Uno). Recuerdo el crimen de Demetrio Aldana, quien salió un tiempo de la zona, pero regresó en 1986 con la esperanza de ser alcalde de esta localidad. Es cobardemente asesinado en el centro de este poblado municipal a manos de agentes del Estado”.


“Demetrio Aldana regresa a la zona con el auge de la Unión Patriótica, pero paramilitares (agentes del Estado) del “rojo atá” lo acribillan una mañana en su propio negocio. Ese grupo paramilitar era apoyado por un alcalde de Planadas, alcalde que fue muerto posteriormente”.


“Yo salí para Chaparral con Pablo Lombana, un viejito venido del Magdalena Medio, Comunista de los antiguos. Venía de Puerto Berrio y había estado en Cuba en solidaridad cuando la invasión de los Estados Unidos en 1962. Tuvo que salir de su región porque lo perseguía el gobierno para matarlo por sus ideas”.


“Con él trabajamos en Gaitania haciendo Partido. Fuimos los primeros en constituirnos en célula, hasta llegar a formar un comité grande de radio. Vendíamos cada ocho días 150 ejemplares de Voz Proletaria, teníamos concejal Comunista e íbamos para dos. Pablo Lombana viajó a Chaparral y allí perdimos el contacto. Era bajito, manejaba una máquina de escribir, con la que hacíamos propaganda mensualmente en mimeógrafo. Se trabajaba en la idea de unir a los cafeteros”.


“En esa época, los campesinos de la zona se dedicaban a la explotación de la madera, más tarde vino la agricultura. Estábamos en relativo período de paz, comenzando la gente a entrar a tumbar montaña y sembrar cultivos de maíz y fríjol. Yo fui el primero que sembré un cultivo de lulo, el cual cogió auge. Cuando salí de Gaitania, nuevamente acosado por la violencia, estábamos sacando cuatro camionadas de lulo para Bogotá”.


“Yo sembré el cultivo en la finca La Sonora en la vereda San Miguel. Pero se siguió sembrando en Los Guayabos y en Marquetalia. La distancia era enorme y complicada para sacar los productos al mercado. De Gaitania a Los Guayabos era aproximadamente ocho horas a lomo de mula. Gaitania comercializaba con Ibagué y Neiva, principalmente”.


“Los campesinos se movían por caminos en precarias condiciones. Predominaba la inseguridad. Creo que en 1972, se sacaron 80 votos por la Unión Nacional de Oposición (Uno) en Gaitania, debido al intenso trabajo de Demetrio Aldana, Pablo Lombana y otros compañeros más. El electorado de izquierda fue creciendo en la medida que le explicábamos el origen de la problemática social, distribuíamos la prensa revolucionaria y la literatura marxista – leninista proveniente de la Unión Soviética, principalmente”.


“Participamos decididamente del primer paro cívico nacional realizado el 14 de septiembre de 1977 contra el mandato caro del presidente Alfonso López Miquelsen. El paro más organizado y contundente que se haya organizado en Colombia hasta ahora. Salieron doscientos campesinos a protestar a Planadas y, aunque no logramos paralizar el tráfico automotor, denunciamos las bellaquerías que el gobierno venía haciendo con el pueblo. No hicimos más. La fuerza pública no se metió, nos permitió protestar”.


“Yo conocí a Raúl Rojas de los años 60s en adelante. Lo conocí joven, donde todavía se podía mover. Éramos vecinos. Era de mucho ánimo. Después hicimos acuerdos, luchando en la oposición contra el régimen”.


“Cuando se vino para el municipio de Chaparral, comenzó a hacer un trabajo mucho más amplio. Era la época que hablaba mucho del doctor Salomón Umaña, dirigente demócrata del movimiento revolucionario liberal (Mrl) que luchaba por la tierra y defendía a los campesinos en Chaparral. Se trabajaba por la vivienda de interés social y la organización para hacer resistencia a la cruda violencia militar – paramilitar”.


“El camarada Rojas González participaba de todas estas actividades populares con entusiasmo y alta eficiencia. En ese trabajo yo también participaba, lo que nos unió. Él entendía mucho más el trabajo político y organizativo del Partido. Claro, yo también me puse a organizar células del Partido Comunista. Es muy entregado a la causa revolucionaria”.


“Al salir de Gaitania para Chaparral, yo perdí todo, teniendo que ponerme a jornalear y a salir a la zona a hacer trabajo político, pero no había recursos, lo que dificultaba aún más la actividad política. Raúl trabajaba con un esfuerzo muy grande, lo mismo la compañera María Oliva. Yo viví algún tiempo en la casa sindical con ellos. Los recursos no daban para uno sostenerse. Era precaria la situación financiera”.


“La salida de Gaitania fue traumática. Duré tres días en el calabozo por orden de un teniente pastuso, en compañía del compañero Gustavo Osorno. Era un calabozo inhumano. Se llovía. Era sobre piedras y tenía que entrar uno acurrucado”.


“A mí me cogieron porque vine a hablar por Gustavo Osorno, que lo habían detenido el día anterior. Pensaba ir a Chaparral a hablar con los compañeros para hacer la denuncia, pero al pasar el retén del ejército, el citado teniente me detuvo, diciéndome: “Al fin apareció. ¿Por qué no se había presentado?” A lo cual yo le respondí: “No me le he presentado porque yo no soy soldado”. De inmediato me echó por delante y me detuvo”.


“Los soldados le tenían mucha bronca a ese teniente. Por eso esa noche, ellos nos ofrecieron una carpa para protegernos del agua que caía en el calabozo y en horas de la madrugada nos ofrecieron tinto”.


“En ese momento en el ámbito nacional, se vivía una violencia cruda orientada por los militares. Estaba en auge el estatuto de seguridad de Julio Cesar Turbay Ayala y Luis Carlos Camacho Leiva. Existían las tenebrosas cuevas de Sacromonte donde torturaban, mataban y desaparecían al pueblo sin dejar huella”.


“En esa oportunidad yo venía con un compañero, quien pasó calladito y llegando a Chaparral comentó el problema. Una comisión se dirigió al batallón Caicedo y con la ayuda del Diputado del Partido, en tres días nos pusieron en libertad y el teniente fue relevado. Sin embargo, nos quitaron la prensa y la literatura marxista – leninista que venía de la Unión Soviética”.


“En el lanzamiento nacional de la candidatura presidencial del doctor Gerardo Molina en Bogotá, hice contacto con unos compañeros del Meta para ir a descansar un poco y protegerme del asedio enemigo. Además, en Chaparral no había recursos para financiar la actividad política a varios compañeros. En esas condiciones, me fui para Vistahermosa”.


“Los compañeros de la región tenían algún conocimiento de mi situación, porque parte había salido en Voz Proletaria, lo que permitió que me prestaran ayuda y solidaridad. Sin embargo, algunos compañeros eran muy desconfiados y tenían un reglamento rígido que lo cumplían a cabalidad. Me tocó entonces que volver a Gaitania y solicitarle al compañero Demetrio Aldana una carta de recomendación”.


“Con la carta de recomendación regresé a Vistahermosa y continuamos con el trabajo revolucionario. Había un Partido pequeño, pero con el trabajo colectivo e individual, éste fue creciendo, llegando a ser miembro del Comité de Radio, tener alguna influencia y respeto en la región”.


“Fundamos el sindicato con el camarada Yate, que era concejal de San Juan de Arama y fue el primero que nos mató los pájaros (paramilitares) en unión con los militares de Granada. A él le gustó mi forma de trabajar y gracias al esfuerzo de todos, llegué a la Dirección Departamental de este Sindicato. Yate era un compañero de arranque. En la Macarena alcanzamos a fundar una junta de acción comunal y una escuela que todavía existe”.


“Fundamos un Sindicato en el ámbito de San Juan de Arama y Vistahermosa bastante avanzado y un trabajo de Partido bien estructurado con buenas finanzas. El Partido tenía muy buena credibilidad. Era un Partido de masas. Teníamos una juventud amplia, pioneros, la Unión de Mujeres Demócratas, las que trabajan arduamente”.


“En las primeras elecciones de la Unión Patriótica en Vistahermosa ganamos las elecciones  con candidato propio. Luego ganamos nuevamente con el finado Julio Cañón. Sacamos siete concejales de once. En esa oportunidad, yo salí elegido concejal, pero escasamente nos posesionamos porque nos tocó salir desplazados”.


“El camarada Julio Cañón era un compañero muy capaz, de mucho liderazgo y honradez. Quizá, fue un error haberlo puesto en la cabeza. De alguna manera sabíamos que el enemigo lo asesinaría. En esa arremetida nos mataron dos concejales y el presidente del Sindicato. Nosotros nos salvamos porque el Partido acudió a las masas y con el apoyo de ellas nos internamos en el monte. El pueblo se lo tomaron los paramilitares con la ayuda del ejército y la policía”.


“La agresividad fue intensa. Cierta vez nos atacaron en el punto La 28, mientras hacíamos un bazar. A las once de la noche nos atacaron y nos salvó el río que separaba el lugar donde estábamos del resto del poblado. La única reacción nuestra fue apagar la luz y la gente salió corriendo metiéndose al monte. En esa oportunidad mataron a dos personas: Un miembro de la Junta de Acción Comunal  y el gasolinero del pueblo”.


“Eran los paramilitares revueltos con la policía. Al otro día, lo único que encontramos fue la montonera de vainillas y los dos muertos. La comunidad no hacía sino defenderse, esconderse, evadir el peligro latente en cada paso que daba. Le tocó al Partido sacar una hoja volante declarando el toque de queda, buscando con ello que la gente no se moviera por los caminos de noche. Eso permitía a nosotros hacer una mejor vigilancia en pequeños grupos de seis”.


“Cada rato los paramilitares se metían a Puerto Esperanza (Vistahermosa), pero no podían hacer mayor cosa porque la gente estaba organizada. Era una situación compleja, dolorosa. A mí no me hicieron nada porque mantenía con la maleta al hombro y moviéndome de un lado para otro, pero sin salir a los pueblos  y ciudades. Muchos compañeros se confiaban  y salían con la conciencia que no debían nada, pero por el simple hecho de ser de Vistahermosa eran hostigados y asesinados”.


“En el gobierno de Cesar Gaviria Trujillo, mientras hablaba de paz y diálogo con la insurgencia, desplegaba singular operativo contra Casa Verde, empleando más de 20 mil hombres súper armados. Los militantes del Partido no tuvimos otra alternativa que juntarnos en pequeños grupos para defendernos y huir, aprovechando el conocimiento de la zona”.


“En 1991 salí de esa zona y regresé a Chaparral, metiéndome al Cañón de las Hermosas. Para entonces ya no estaba en la zona el camarada Raúl Rojas, pero de todas maneras seguimos dialogando en Ibagué, para coordinar la actividad política. En esa época estaba en apogeo la amapola en el país y en la región”.


“Comencé poco a poco a hacer un trabajo de Partido nuevamente hasta lograr construir un Comité de Radio. Soportando las limitaciones económicas y la presión militar – paramilitar, continuamos en la lucha con alma, vida y sombrero, con la esperanza de un nuevo país, una nueva región con verdaderas oportunidades de desarrollo y bienestar colectivo para todos sin privilegio”.


“He sido, soy y seré Comunista. Es un honor. Pero también un compromiso. Un reto en medio de tanta adversidad, de tanda debilidad incluso. Pero también de tantas posibilidades. Creo en la revolución. Creo en el pueblo porque soy pueblo. Seguiremos batallando ahora y siempre. El futuro es nuestro, es socialista”.


Bibliografía



1.       Archivo de la asamblea departamental del Tolima.


2.      Archivo del concejo municipal de Chaparral (Tolima).


3.      Archivo privado del camarada Raúl Rojas González y María Oliva Campos Torres.


4.      Archivo del semanario VOZ La verdad del pueblo.


5.      Diario El Tiempo, febrero 24 de 1991.


6.      Reportajes a: María Oliva Campos Torres, Raúl Rojas González, Luis Rosendo Cruz Barrios, conversaciones con Álvaro Vásquez del Real, Carlos A. Lozano Guillén y otros.


7.      El libro: Historia del Partido Comunista de Medófilo Medina.


8.     Otras fuentes consultadas.


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