sábado, 7 de marzo de 2015

La otra Historia del Tolima 2


Histórica defensa del camarada Raúl


El consejo verbal de guerra se realizó en Ibagué del 15 al 20 de noviembre de 1968. En muletas, débil por la pérdida de sangre, en medio de generales, coroneles, capitanes, curtidos y desalmados acusadores, el camarada Raúl, preparó durante tres meses su propia defensa, apuntes recopilados en un cuaderno cuadriculado, que leyó pausadamente con la fuerza de la razón ante la mirada impaciente de su esposa y sus hijos menores de edad que miraban aquello como un artificio de niños juguetones.



Es una joya literaria y jurídica de un campesino con solo quinto de primaria, sin una definición política clara aún, producto en cambio de la violencia desatada por el gobierno nacional y los dos partidos tradicionales con el apoyo de los Estados Unidos. En esta histórica intervención, el camarada Raúl pasa de acusado a acusador. Hace una dramática radiografía de la realidad que vive la comunidad del sur del Tolima. Denuncia sin ambages, la unidad militar – paramilitar. Llama a la resistencia popular.


El texto íntegro es el siguiente:


 “Hablo en mi nombre como acusado, en nombre de mi familia y en nombre de todos los campesinos de Colombia:


Señor coronel, presidente de este honorable consejo de guerra que hoy me juzga; señor fiscal, señores vocales, señores abogados defensores y demás asistentes:


“Desde el año de 1948 en adelante, el departamento del Tolima se convirtió en escenario de las más cruel de las violencias que la historia del país haya registrado en sus páginas y cuyas secuelas por poco producen el total exterminio de esta raza pujante de Pijaos, que con sus fuerzas y su ingenio han hecho su grandioso aporte para el enriquecimiento y engrandecimiento del país, a través de sus años de existencia”


“La prensa nacional e internacional ha comentado ampliamente sobre el insuceso y con ella los mejores tratadistas y sociólogos se han ocupado en buscar las raíces de este fenómeno social, exponiendo escuetamente ante la faz del país y del mundo sus controvertidas opiniones”.


“El sur del Tolima y más concretamente el municipio de Chaparral fue el epicentro de estas habidas de sangre, que cumpliendo el ordenado fin de exterminar al liberalismo desencadenaron la más cruel e inhumana persecución  a los campesinos que habitaban regiones y poblados”.


“Detengámonos a conocer la persecución de que hemos sido víctimas durante 19 años, trabajando humilde y honradamente junto con mi padre y profano para los emperadores de la política de ese entonces: Nuestra afiliación a un credo político de raigambre popular y que se denominaba partido liberal”.


“Entro, inmediatamente, señor presidente, a hacerle un recuento de esta persecución de que hemos sido víctimas por las fuerzas del gobierno”:


“Primero: En 1951, en la carrera primera de la población de Chaparral, un grupo de policías denominados “Chulavitas” recuerdo tanto que hicieron víctimas a mi padre y al amigo señor Gregorio Capera; los sujetos de nombre Bolívar, Penagos, Aguja y otros no recuerdo, cabalgaron en ellos como jinetes, les propinaron golpes, puntapiés, les desgarraron las vestiduras y les hicieron toda clase de ultrajes, reflejando de esta manera los peores actos que se les puede hacer a un ser humano, manifestándoles que tendrían que irse de Chaparral con toda la familia o los acabarían”.


“Nuestra casa de campo en la Sonrisa, municipio de Chaparral, fue saqueada e incendiada por la policía, esa peste Chulavita que en compañía de unos Másmelas, perros de vereda de ese entonces, cargaron con todo lo que había dentro de la casa”.


“Fue así como nuestra vida se hizo invivible y nos tocó huir y refugiarnos en Florencia (Caquetá) y convivir allí con la familia Herrera, familia que también era derrotada por la misma epidemia Chulavita, que inundó todo el territorio nacional bajo el gobierno de Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez y Rafael Urdaneta Arbeláez”.


“El 13 de junio de 1953, se conoció en todos los rincones de nuestro país, que mi general Gustavo Rojas Pinilla había asumido la presidencia de la república. Esto para nosotros fue una gran esperanza, puesto que dos días antes del 13 de junio, las escuelas, colegios y otros sitios estaban infestados de los lobos Chulavitas, listos para la mañana siguiente salir por los campos y veredas del Caquetá a devorar a los inocentes campesinos. Gracias a mi general que nos defendió y frustró ese plan criminal con el hecho de haber asumido el poder”.


“La vida empezó mejor, cesó un poco la violencia y allá por los años de 1954 regresamos a Chaparral; como no pudimos regresar a nuestra propia finca, nos fuimos a trabajar en arriendo a la finca de Luis Felipe Lozano y después a la hacienda Genil de propiedad del señor Ángel María Cárdenas, quienes pueden certificarlo”.


“Después regresamos a la finca El Salado producto de una permuta de una finca por otra, que mi padre Tiburcio Rojas hizo con el señor Gregorio Capera”.


“Poco después esta región empezó a ser dominada por Javier Váquiro, alias “pasodoble”, quien por una u otra causa y en defensa de su propia vida se asoció con otros, para hacerle frente a la violencia oficial. En ese entonces se decía mucho de la llegada de un “anticristo” con su mano negra y se hablaba que todo el que se negara a darle la mano, fracasaría”.


“Comenzaron los tratados verbales de paz para mucha gente, cambiando de pelaje la violencia para los campesinos. Allí, fue donde la bailarina de cabaret de Javier Váquiro, alias “Pasodoble” comenzó a hacer de las suyas”.


“Este sujeto, amparado bajo el empleo que el gobierno oficial le había dado como jefe de la policía rural compuesta por Sigifredo Buenaventura, alias “Bolo”, Ramón Váquiro hermano de Pasodoble, Heriberto Váquiro y otros, quienes adelantaban operaciones de pillaje (robo de ganado) persiguiendo y asesinando campesinos que se negaban a seguirlos en sus fechorías”.


“Señor coronel, mi familia también fue víctima del acecho de estas fieras sanguinarias, por el hecho de militar en el movimiento revolucionario liberal (Mrl) y negarse a las exigencias del peligroso antisocial Pasodoble, quien en una ocasión le exigió a mi padre que le dejara los tres hijos más grandes para salir con ellos a las comisiones que adelantaban y que no era otra cosa que perseguir a los campesinos que no colaboraban con el Frente Nacional, el robo y saqueos de la finca, etc”.


“Como mi padre no accediera a las peticiones, esta alimaña del infierno (pasodoble) se convirtió en nuestro más peligroso enemigo”.


“Segundo: En 1959, fui reclutado para prestar el servicio militar y después de unos meses de estar allí, el señor capitán Antolines comentaba que en el Tolima se conseguía buena plata, que él había hecho buenos negocios, que decomisaba y vendía, decomisando de nuevo y vendiendo escopetas de cápsula y de retaques, negocio que le dejó jugosas ganancias”.


“Recuerdo al cabo 18 (Tarazona), quien en instrucción de tiro nos contaba cómo en el departamento de Santander había un Comunista, a quien no entiendo cómo hacerlo aparecer incriminado en algo, le dejaron un material de intendencia y unos cartuchos de guerra de uso privativo de las fuerzas armadas, medio criminal por el cual hubo motivos para desaparecer a este individuo, de quien se negó a darme el nombre”.


“Después llegó la orden de trasladar para el Tolima a todos los soldados voluntarios del tercer contingente de 1959, pero a esto negué mi voluntad con el fin de que más tarde nadie me tildara de criminal, porque de seguro esto me tocaría hacerlo”.


“Varias cartas de mis familiares me llegaban y se las mostraba al amigo confidente capitán Castiblanco Montaño; los familiares me informaban del peligro en que se encontraba mi hermano Pedro Rojas porque los compinches de pasodoble lo esperaban en el camino para matarlo. Allí, sufrí mucho la psicosis de recibir a cualquier momento una mala noticia, pero gracias a dios eso no sucedió”.


“Regresé del cuartel a donde mis familiares en el año de 1961, y 15 días después de regreso empecé a darme cuenta de lo que venía ocurriendo en estas regiones de los contornos de Chaparral y aún en el mismo poblado al escuchar los comentarios domingueros de los campesinos alarmados ante las fechorías de pasodoble y sus compinches y otros elementos uniformados, hasta el punto que no se precisaba quién era el ejército y los bandoleros, es decir, no había a quien pedirle protección de justicia”.


“Dos meses después, la mafia de Javier Váquiro, alias pasodoble, muy allegado al batallón Caicedo, desató violenta persecución contra José Vicente Restrepo, hermano de Marco Restrepo, muerto en su propia casa en Potrerito por los compinches de pasodoble, quien con sus informes asolapados ante el comando del batallón Caicedo, hizo detener a José Vicente Restrepo”.


“Este fue sacado por el ejército de la casa de Gregorio Capera y llevado al batallón Caicedo acusándolo de Comunista y de pertenecer a una banda de maleantes, que dizque merodeaban en las veredas La Sonrisa y el Horizonte, sitios que también venían siendo acosados por la alimaña de pasodoble, quien hizo también que el comando del batallón enviara comisiones; para satisfacer los argumentos de dichos sujetos hizo comisionar, engañando a la tropa con argumentos falsos como me dijo al hablar yo personalmente en La Sonrisa con un capitán, comandante de estas comisiones, resultando negativo todo recibiendo la expresión del mismo capitán de que los chismes del tal pasodoble no tenían ningún valor así como también era falsos los testimonios contra José Vicente Restrepo, que solo había cometido el delito de trabajar honradamente en la vereda La Sonrisa”.


“Como pasaban los días y no sabíamos de la suerte corrida por el honrado campesino y trabajador de la región, pregunté personalmente en el batallón pero me fue negado. Insistí en que debían dar razón porque lo habían capturado unidades del mismo batallón y respondieron que estaba en la cárcel; fui allí, y respondieron que no estaba. Nuevamente fui al batallón y me respondieron que no estaba que fuera a la cárcel; con esto me imaginé que se repetía la forma anterior que consistía en que capturaban a una persona y a los familiares o cualquiera que preguntaba les era negado como ocurrió con Luis Mendoza y tantas gentes más que de sus casas de pueblo o campo eran sacados y nunca más se volvían a saber de ellos”.


“Pensando en esto, solicité inmediatamente hablar con el señor comandante del batallón para averiguar la situación de este amigo. Un grupo de señores, honorables comerciantes, que también conocían a José Vicente Restrepo y que quisieron hablar con el comando pero no fue posible, solamente pudimos hablar con un teniente quien se limitó únicamente a hablar  con el señor Gregorio Capera y el suscrito manifestándonos que José Vicente Restrepo era un peligroso antisocial que había sido enviado a la Sexta Brigada en Ibagué y que no habláramos por ese sujeto porque a la cárcel íbamos a parar; le respondí que no estábamos defendiendo bandoleros, que ampliamente lo conocíamos  y por eso hablábamos por él. Le dijimos que estábamos dispuestos a salir al otro día para la Sexta Brigada en Ibagué, para solicitar la realidad de las cosas”.


“Presumo que fue esta la razón por la cual al otro día fue puesto muy pronto en libertad. Cuando éste llegó a su casa, ya le tenían la noticia que pasodoble le había robado su única vaquita que tenía. ¿Y a quién se le pedía protección?”.


“Este fue otro plan criminal que se le frustró a pasodoble. ¿Quedaría pasodoble contento conmigo? Pues desde luego que no. Por esta razón creció la persecución contra la vereda La Sonrisa, y más particularmente contra mi familia, tildándonos de Comunistas por el hecho de militar en el movimiento revolucionario liberal (Mrl). Una vecina veía los días sábados, día de salir a hacer el mercado, cómo se emboscaba gente armada no lejos de la casa, esperando a Pedro Rojas para matarlo. Entre estos conoció a Manuel Ignacio Salcedo, alias teniente Rincón, lugar teniente del “famoso” Javier Váquiro, alias pasodoble. También en el sitio llamado La Vega salía gente armada de pasodoble, a preguntar a ciertos  sí por ahí venía Pedro Rojas. Viendo el grave peligro en que se encontraba mi hermano, tuvimos que huir evitando ser asesinados por este bandalaje”.


“Tercero: En Agosto del mismo año (1961), me encontré con Javier Váquiro, alias pasodoble, en Puente Verde, y allí con gran cinismo y fanfarronería me mostró dos marconigramas enviados a él por el comandante de la Sexta Brigada en Ibagué, en los cuales les decía: “Que estaba autorizado para disponer de efectivos militares del batallón Caicedo con toda la ayuda necesaria”.


Pasodoble continuó diciéndome que había logrado que los amigos de él, sus mismos hermanos y los de su esposa, formara el grupo de policía  rural, compuesto por sus propias armas y que dicho grupo ya había adelantado labores de limpieza y en ellas había caído el Comunista Marco Restrepo, muerto en Potrerito de Lugo, municipio de Chaparral, Evilario Ospina de la Marina, padre de doce hijos y otro poco de Comunistas enemigos del Frente Nacional y por regar propaganda del M.R. L.; que además él había gritado el día de elecciones que el que no votara por el Frente Nacional no respondían por lo que pasara. Después de todo esto, me propuso que me enrolara con ellos ya que a mí se me facilitaba por ser reservista; que me hacía poner sueldo por el gobierno, me daba el grado de sargento y que me dejaba la región de La Marina para que la comandara”.


“Como yo le rechazara de inmediato la propuesta, mandó la mano a la pistola  diciendo que tenía que matar un poco de Comunistas de la vereda La Sonrisa y en medio de sus cervezas trató de intimidarme, sacando una lista con el nombre del personal de dicha vereda, que según él, serían liquidadas por estar en contra del Frente Nacional”.


“Al darme cuenta por esa lista que eso era una injusticia, ya que se trataba de honrados e inocentes campesinos  trabajadores y que no estar de acuerdo con el Frente Nacional no era motivo para asesinarlos. El sujeto insistió en su proposición, diciéndome que me daba la oportunidad de salvarme enrolándome con ellos o de lo contrario también fracasaría en sus manos; efectivamente, las represalias no se hicieron esperar y fue así como 15 días después encontrándome en la zona urbana de Chaparral, en la carrera 10, fui insultado y atacado por los señores rurales de pasodoble, sin importarle el respeto que merecían los espectadores que presenciaron los atropellos y de los cuales salí con vida”.


“En vista de que mis enemigos gratuitos en verdad querían cumplir sus amenazas, y no era otra cosa que eliminarme, y ante el inminente peligro de perder mi vida en cualquier momento, solicité protección a las autoridades de Chaparral, pero como no diera ningún resultado, resolví presentar la queja ante el señor gobernador Alfonso Jaramillo Salazar y el señor comandante de la policía, división Tolima, por intermedio del doctor Saúl Pineda, jefe del M.R.L. y de allí se derivó la sustitución de los rurales”.


“El fenómeno que abunda en ciudades y pueblos de nuestro país donde los señores terratenientes actúan a rienda suelta, apoderándose de los mejores terrenos; por ejemplo en Chaparral, José Ignacio Peralta, quien por su gran ambición se apoderó de terrenos donados por Francisco Javier Castro para las familias pobres que necesitaban de vivienda. Esto ocurría ya al cabo de once años; los antecedentes eran lujosos dormitorios y pesebreras también de decenas de familias derrotadas por la violencia, por la sustitución lamentable de aquellas familias víctimas e inocentes; solo una persona se conmovió, el doctor Jaime Salomón Umaña, jefe del M.R.L. de Chaparral, quien con su valeroso espíritu consciente de lucha en defensa de las familias desamparadas, entabló pleito contra el usurpador de estas tierras. Por esta honrosa y digna labor, que no está en cualquier cerebro, fue víctima de varios atentados por parte de Alfonso Rincón, alias el piojo, guardaespaldas de Efraín Valencia, alias arboleda”.


“Se me persiguió a mí y a todos los que acompañaban en este brillante trabajo al eminente y distinguido doctor Jaime Salomón Umaña; se nos tildaba de Comunistas por una obra mala para unos poquitos y maravillosa para decenas de necesitados. Viendo que me buscaban para asesinarme me vi obligado a huir a Ambalema, Tolima”.


“Cuarto: En el año de 1962, el doctor Jaime Salomón Umaña fue vilmente asesinado por la asolapada banda de criminales sembrados por el Frente Nacional  y con la ayuda monetaria de Alfonso Arans, Francisco Ramírez, José Ignacio Peralta y otros, Libardo Ruiz, alias perra loca, quien logró ser el autor material de dar muerte a balazos al doctor Jaime Salomón Umaña, estrella del barrio Buenos Aires, que hoy lleva el título histórico de barrio Jaime Salomón Umaña”.


“Quinto: En el año de 1964, fui nombrado junto con mi esposa director y directora, respectivamente de la escuela unitaria de Puerto Saldaña, municipio de Rioblanco, Tolima, por Resolución o Decreto emanado de la Secretaría de Educación del Departamento del Tolima”.


“En un principio pensamos en no aceptar el nombramiento debido a la mala situación reinante de orden público, ya que se rumoraba que esta región estaba invivible, pero resolvimos aceptar porque nuestra situación económica era precaria. Cumplido un mes de estar allí en estrecha colaboración del señor capitán Martínez, comandante del puesto militar de ese lugar, organicé un curso de dos horas nocturnas de alfabetización gratis al cual asistían 23 padres de familia y algunos soldados analfabetas que también participaban en las clases diarias”.


“Pues bien, señores: Esa fue la amistad que ligó patrióticamente al señor capitán Martínez, al señor inspector de policía Antonio Grisales y últimamente al señor teniente Ciro Peralta y el suscrito: El anhelo común de hacer algo grande, digno y honesto por la gente de esa comarca rural”.


“Pero no nos detengamos y sigamos siempre adelante con mi exposición, para que nos demos cuenta que gentes con el espíritu morboso de la violencia ensombrecieron nuestra noble tarea. Debido a la gran amistad que el señor inspector me tenía, fui invitado para que lo acompañara a donde Wilson Rubiano, que era Comunista según comentarios de las llamadas contraguerrillas. El carácter de esa visita era con el fin de exigirle a Wilson Rubiano que se entregara al inspector antes citado, órdenes dadas por el comandante del puesto militar de Puerto Saldaña”.


“Este simple hecho de acompañar al inspector Grisales no fue otro que el de velar por su propia vida personal ya que se trataba de un representante de la autoridad, no me importaba ninguna otra cosa, incluso no tuve injerencia ni conocimiento cuál sería el resultado positivo del diálogo entre el inspector antes citado y Wilson Rubiano, porque hablaron en privado”.


“Por ese motivo comencé a ser molestado por los llamados contraguerrillas. Allí, la situación era lamentable, heridos y muertos por todas partes. En esos momentos se hallaba un campesino gravemente herido, se esperaba que a solicitud del puesto militar llegara el anunciado auxilio de un helicóptero, que hacía dos días se esperaba para transportar al herido ya mencionado y otros más que se encontraban entre la vida y la muerte; como no llegara el helicóptero y enseguida tuvimos la visita religiosa del párroco Saúl Bonilla del municipio de Rioblanco, quien preocupado por el herido más grave en los largos kilómetros se aventuraba la suerte de ese paciente de Puerto Saldaña a Rioblanco, se decidió ponerlo en marcha inmediatamente en hombros de todos los voluntarios que quisieran prestar su obra de caridad. Inmediatamente, yo propuse que se hiciera una colecta de dinero, realizando trescientos pesos para los cargueros del herido”.


“¿Sería esto un delito? O un motivo grave para que se me persiguiera por las llamadas contraguerrillas o fue el hecho de darme cuenta del incidente en que perdió la vida Cristóbal Sánchez, vecino de la región muy apreciado y estimado en Puerto Saldaña, padre de siete hijos y otro que hacía dos días acababa de nacer”.


“Según los comentarios de las gentes en voz baja, porque temía correr la misma suerte de Cristóbal Sánchez, este señor fue apresado por un cabo del ejército de apellido García, quien lo condujo a la pieza de detenidos en la inspección de policía, después de encerrarlo no quiso entregar la llave al señor inspector”.


“Jonás Cabrera, alias abejorro, estaba preso, esperando restablecer el conocimiento perdido por una rasca de licor, quien fue liberado tarde de la noche, de la misma pieza donde estaba Cristóbal Sánchez; el inspector fue al otro día a las seis de la mañana a llamar al detenido pero éste no respondió; como el cabo primero García cargaba la llave, el inspector se fue al puesto a pedirle la llave pero regresó diciendo que no estaba. Eso de las nueve de la mañana del 2 de agosto de 1964 llegó el cabo, abrió el candado de la pieza y al no estar Cristóbal Sánchez, comenzó diciendo que se había fugado, inmediatamente entré y pude darme cuenta que no había señas de fuga, para que el cabo García dijera eso; protesté diciendo que se debía hablar con el señor comandante del puesto Ciro Plata, quien manifestó que el cabo García había hecho esto a espaldas de él, pues él se encontraba en comisión”.


“Sin embargo, más tarde fue encontrado en el sitio donde lo asesinaron y las huellas por donde arrojaron el cadáver al río Saldaña. Con motivo de este insólito hecho, me atreví a comentar con algunas personas que esta clase de crímenes no se podían tolerar, ya que la misión de las fuerzas armadas no era otra que la de salvaguardar la honra, vida y bienes de la ciudadanía y allí se estaba haciendo todo lo contrario. Este comentario llegó a oídos del cabo García y algunos civiles que colaboraban con ellos, pertenecientes al llamado grupo contraguerrilla, y me fue llamada la atención por el cabo García y los civiles ya mencionados, quienes me manifestaron que matarían a todo el que no le gustara esos procedimientos y echados al río Saldaña”.


“Señores miembros del jurado, ese grupo de hombres civiles armados han cometido allá en los campos los más escalofriantes atropellos con las gentes humildes y cuando se dan cuenta de que alguna persona se ha enterado de sus fechorías, es víctima de la persecución y acuden a silenciar con la muerte un posible denuncio, al menos un comentario adverso a sus andanzas. Porque señores que me escuchan, ellos, los perseguidores de los campesinos, sabían que mucha gente con el suscrito conocíamos de muchos hechos entre los cuales les voy a narrar algunos:”


a)     En el mes de septiembre de 1963, entre el ocho y el quince, una cuadrilla dirigida por Estanislao Calderón, alias conejo, Jorge Alape, alias muela rica, Luis y José Rubiano, alias madrigal, estuvieron en el corregimiento de Loche, departamento del Valle del Cauca y dieron muerte a una familia y le robaron un ganado; en sus idas y venidas aparecieron estos lobos en El Bosque, municipio de Rioblanco, y después dizque fueron capturados por el ejército; entre las víctimas de los antisociales que se jactan hoy de pertenecer al llamado grupo de contraguerrilla se trajeron a una niña a quien violaron y arrojaron muerta al río Cambrín”.


Señores del Jurado, mis acusaciones no son falsas, pues innumerables personas pueden testimoniar sobre estos hechos, entre ellos, los señores: Gonzalo Humberto Ruano, Pedro Reinoso, Pedro Torres, Luis Carlos Parra, un señor de nombre Cristóbal que vive en el páramo de la Reina, en una finca llamada El Hoyo”.


“Sé perfectamente que al hacer esta denuncia públicamente, se desatará una persecución contra estas personas que se atreven a declarar, pero de ello todo el pueblo se dará cuenta y denunciaremos en esta misma forma a los culpables, a los que ya sabemos, si esto llegara a suceder; yo me pregunto, si el ejército y la policía no pueden deshacerse de los malhechores que los acompañan a todas partes, para adelantar las campañas del pacificación, como ellos las llaman. Porque es inaudito que al conocer el ejército y la policía las fechorías que ellos cometen, se crucen de brazos y antes por el contrario les aplauden sus hazañas. Veamos por qué digo esto:”


b)     “En el año 1961, en el corregimiento de la Herrera, los sujetos Ignacio Parra Hernández y Jesús Parra Díaz dieron muerte al niño Álvaro Bravo, hechos de los cuales tuvo conocimiento el señor teniente, hoy mayor Carlos Barbosa de la policía, pero éste no hizo ningún gesto de justicia”.


c)      “En el año 1964, en la finca El Cairo, corregimiento de Santiago Pérez, de propiedad de Eustaquio Perdomo, una cuadrilla dirigida por Ernesto Caleño Rubio, alias canario, Ramón Elías Tapiero, alias Joselito, Juan Rubio Caleño, alias  tiro fijo, Neftalí Tapiero, Alfredo Cerquera, Vicente Cerquera, José María Ramiro, Luis Garzón, Eusebio Pava Correcha, alias aidemí, Argemiro Méndez, alias chingara, Simón Mendoza, Matías Mendoza, alias manzanillo, Abundio Palomino, alias gavilán, otro sujeto de apellido Pinto, Eliécer Jiménez Castellano, alias celador, todos estos sujetos fueron a la finca de Perdomo y dieron muerte a Ezequías Perdomo, Gilberto Ortiz y a una niña de tres años de edad, hecho de los cuales tuvo conocimiento el señor teniente de la policía Albarracín Carreño, quien quedó muy sereno ante estos hechos inocuos; pueden testimoniar esto mismo Eustaquio Perdomo y señora.”


d)     “En el mes de octubre del mismo año 1964, este grupo de desalmados y que se jactan de pertenecer al grupo de contraguerrilla, fue a la vereda de Maracaibo, donde residía Concepción Rayo viuda de Rada y le robó 22 semovientes entre ganado y bestias”.


e)     “Entre estos sujetos, Alcides López Torres, Hernando Rodríguez, Juan Rubio Caleño, dieron muerte a un arriero en el paso llamado Palo Negro del río Saldaña. De todos estos hechos tiene conocimiento el ejército que en estos campos opera, pero jamás toma carta sobre el asunto. ¿Por qué? Solo ellos lo sabrán”.


“Allí, señores del jurado, en Puerto Saldaña, municipio de Rioblanco, donde este modesto servidor prestaba sus servicios a la educación, también se cometieron otros atropellos como el que les narré, en el cual perdió la vida Cristóbal Sánchez. En este lugar hicieron víctimas de vejámenes a los hijos de una señora Ismenia, a la fuerza la obligaron a satisfacer sus apetitos eróticos, no solo eso sino que también les robaron sus pertenencias. Todas esas cosas ellos sabían que yo las conocía y por ello me amenazaron de muerte, con la consigna de echar mi cadáver al río Saldaña. Estas amenazas me hicieron tomar la determinación de salirme de allí con mi esposa; el día de partir noté sospechosamente que los chingara y los Tapiero, salieron armados adelante y me dije a mí mismo que algo iba a suceder, por eso dejé ir sola a mi esposa por esa vía y yo por otra, previéndome de un posible atentado contra mi vida. Efectivamente, mis sospechas no eran infundadas, pues los Tapiero me esperaban con caras de poco amigos, donde don Delio Palma en el Cambrín, y los chingara en el cruce que da la ruta a Campo Hermoso. Sus planes resultaron fallidos, porque mi malicia indígena no me permitió que cayera en la trampa; aunque me tocó andar de noche aventurando solo, logré salir a Rioblanco”.



“Después del contacto con la secretaría de educación, fui trasladado a la escuela unitaria del Santuario, municipio de Ambalema (Tolima) donde terminé el año escolar. También terminé victoriosamente con la escuela nocturna gratis para los padres de familia analfabetas”.


“Pero la persecución no terminó ahí, porque el 24 de abril de 1965 fui capturado por elementos de la policía y llevado a los calabozos, bajo la sospecha de parecerme a un terrorista; allí el señor comandante de la policía de Chaparral me sometió a una serie de interrogatorios. Según la acusación policial se me sindicó de pertenecer a una banda de terroristas de Bogotá. Como portaba en mi cartera algunos retratos de mis familiares, pues me acusaron de querer secuestrar a esas personas. Qué horror. Qué absurdo tan grande esta inicua acusación. Por último me dijeron que yo tenía que dar razón de una dinamita, que según ellos, había sido robada del campamento El Viso, y que ellos sabían que estaba en uno de los barrios de Chaparral. Por tres veces entró al calabozo un policía vestido civil a decirme que él sabía en donde estaba la dinamita que dizque yo había escondido, que me esperaba una condena de muchos años y trató de coaccionarme para que me hiciera  responsable de una cosa muy ajena a mi criterio, respetuoso de la autoridad y de las leyes”.


“Tres días después fui puesto a órdenes del señor juez 129 de instrucción criminal, funcionario éste que después de oírme en indagatoria me puso en libertad a los 25 días, libertad que cumplí hasta la última presentación. En Palmira (Valle) fui detenido por las fuerzas del orden, el 29 de julio de 1965, y llevado a los calabozos  del batallón Codazzi, de allí me trasladaron a la tercera Brigada donde informé tal como era mi lamentable fracaso, me sometieron a interrogatorios continuos. Como me pedían datos sobre grupos revolucionarios, organizaciones internacionales, y otras tantas cosas desconocidas por mí y de las cuales no les supe dar razón, me amenazaron con mandarme a una patrulla a la cordillera y manifestaron que fácilmente podían explicar este hecho, diciendo que en encuentro con bandoleros había resultado muerto Raúl Rojas. Desistieron sin embargo de este propósito, y decidieron continuar con la serie de interrogatorios sobre si conocía nombres de guerrilleros, quienes los auxiliaban, qué armas portaban, etc”.


“Poco tiempo después fui trasladado al batallón Pichincha donde un capitán  del B2 me dio instrucciones para que investigara a unos campesinos de la misma pieza, sobre la muerte y secuestro del señor Harold Heder, que dizque había muerto en esos días, y que le informara a él todo lo que dijeran los campesinos que ni siquiera me hablaban; y como no informara nada al señor capitán, me insultó en forma soez. Sin auto de detención duré dos meses preso, hasta que al cabo de ellos me pusieron en libertad condicional. Me presenté en las fechas que me fue requerido por esa Brigada y la última vez que lo hice, le solicité al señor auditor de guerra que me permitiera presentarme en la Sexta Brigada en Ibagué, pero como concluyeron que yo no era un antisocial, me concedieron la libertad definitiva, es decir, no tuve necesidad de presentarme en ninguna otra Brigada”.


“Me vine a Ibagué e instalé una fama de carne, pero como no tenía conocimiento del negocio fracasé y me vi obligado a trabajar en el ramo de la mercancía, es decir, me puse a vender mercancía ambulante, concentrando las ventas en Chaparral (Tolima); de vez en cuando iba a la finca El Salado a visitar a mis padres, a ayudarles en algunos trabajos. En mis visitas allí duraba hasta los ocho días, y luego regresaba a realizar mis negocios comerciales aunque en pequeña escala. En mi última visita me encontraba allí el 8 de abril de 1966, cuando llegaron a la finca en las horas de la tarde tres tipos uniformados de camuflado llevando armas de largo y corto alcance y portando sendas granadas de mano y un radio transistor, preguntaron por un trabajador de nombre Marcos, que hacía poco tiempo estaba trabajando en la finca, solicitaron que nadie se diera cuenta de lo que hablaran a solas con dicho trabajador”.


“Nos acostamos a dormir y todavía ellos estaban hablando”.


“El día siguiente muy a las cinco de la mañana nos regresamos al trabajo cogiendo café donde el señor Domingo Criollo y regresamos a la casa a las siete u ocho de la noche. Grande fue nuestra sorpresa al ver a los tres tipos todavía en la casa; pero nosotros no nos atrevimos a preguntarles nada, pues no sabíamos quiénes eran, si pertenecían al ejército, al Das o la contraguerrilla o se trataba de bandoleros, ya que por esas regiones se conoció también la noticia del señor presidente  de la república Guillermo León Valencia, donde a principios de 1964, presentó como repúblicas independientes aquellas zonas laboriosas ante la faz del país y fue allí en adelante donde se empezó a oír los comentarios de los campesinos, de que la gente del Das, del ejército o contraguerrilla, llegan tal cual a las casas campesinas tramando a los campesinos de que eran guerrilleros, pidiendo auxilio económico; se retiraban y después llegaban haciendo el simulacro de que gentes extrañas  había en la región”.


“Al llegar nosotros del trabajo a la casa, tuvimos la noticia de que un señor Efraín Canizalez y otros dos muchachos, hijos de Francisco Moreno había  ido a la finca a avisar a mi familia, que en la madrugada llegarían los hijos de Martín Prada a dar un sereno a mis hermanas, con motivo de haber llegado ellas de vacaciones a la finca. No le dimos demasiada importancia al asunto y ya a las ocho de la noche nos acostamos a dormir, siendo más o menos, las cinco de la mañana del día 10 de abril de 1966, fui despertado por mi mamá, que en voz baja me dijo que después de prender candela y al ir a la letrina, al llegar al horno  vio gente barbada; enterado de esto me levanté y me dispuse a salir, pero solamente alcancé a pisar el umbral de la puerta cuando una ráfaga de tiros me alcanzó pleno cuerpo, cayendo herido en la pierna derecha y un ojo, perdiendo el conocimiento”.


“Después fui recogido para ser trasladado, a las nueve de la noche al hospital de Chaparral, donde los militares acusaron a mis hermanas ante la madre del hospital, diciendo que todas mis hermanas estaban uniformadas. Así la madre se declaró enemiga también de toda la familia, y prohibida a dejar entrar a mis familiares e incluso los alimentos; este era el fin que perseguían los de la patrulla”.


“Al otro día fui sacado para la enfermería del batallón Caicedo en donde fui interrogado en forma permanente por un capitán de apellido Hoyos del B2 de inteligencia del ejército, me fue preguntado si el doctor Leovigildo Bernal Andrade era el promotor de las guerrillas, si cumplía órdenes a él, etc”.


“Me decía que en la cárcel de Chaparral habían 15 detenidos que me acusaban de muchas cosas. El capitán Meléndez siempre que estaba de oficial de servicio me insultaba, me amenazaba de muerte, y me decía que miles de torturas me esperaban, me prohibida la entrada de los alimentos diciendo que ese chusmero debía morirse de hambre ya que no se murió por las balas; el mismo capitán daba consignas al comandante de guardia para que todo soldado que me custodiara me mantuviera encañonado, esto me lo decían los mismos soldados cuando yo les decía el por qué de esa actitud con un preso enfermo”.


“El sargento Romero enfermo me preguntaba si conocía a Cuba, Moscú y China, que cuánto tiempo había durado allá y que qué había traído. Seguían los interrogatorios verbales por el señor capitán Hoyos, quien me pedía encarecidamente me hiciera responsable de una dinamita que había sido robada, o que dijera quiénes eran los responsables y que me ayudaban con dinero, casa, sueldo, y me harían la operación de la pierna hasta quedar perfectamente sano. Me repitió que había quince detenidos que me señalaban como autor del robo aludido, que yo debía desquitarme con ellos acusándolos de haber participado en el robo de la dinamita. También me decían dizque para rescatarme del batallón; le dije que yo no sabía nada de eso y mucho menos de acusar a nadie. Esto lo sacó de paciencia y me amenazó con la muerte en Gorgona. Por otra parte, repetidas veces llegó  el cabo Camargo a gritarme que él había matado a Pedro Rojas, que no era tan verraco como lo ponderaban y que yo también debía estar muerto. Me preguntó dónde estaba Arnulfo Rojas, mi hermano, para eliminarlo y ganarse una platica, me amenazó con la muerte diciendo que a cualquier momento me mataría para evitar que fuera rescatado por la ciudadanía de Chaparral”.


“En repetidas ocasiones entraban a la inyectología del batallón muchos civiles, allí Aristides Ortiz, alias Tolima, a pesar que éste giraba la cabeza para no dejarse ver el rostro; le pregunté al centinela que quienes eran esos civiles y me dijo que pertenecían al grupo de contraguerrilla”.


“Al mes y medio del asalto a mi familia, se hizo presente en los predios de la finca El Salado el sujeto Aristides Ortiz, alias Tolima, con sus compinches armados en número de doce, amenazaron y humillaron con palabras soeces a Pablo Rincón, arrendatario de la finca de mi padre Tiburcio Rojas. ¿Con qué fin? Ya ustedes se lo pueden imaginar”.


“En ese mismo tiempo se hizo presente en la finca Isaías Sabogal, José Vicente Caicedo, alias arbolito, con sus compinches de contraguerrillas y le dijo a Pedro Charry que le informara donde se encontraba Arnulfo Rojas, que el B2 del general Caicedo le había ofrecido $10 mil pesos por la cabeza de Arnulfo, así fuera vivo o muerto y que le daría $5 mil pesos si le decía dónde estaba Arnulfo”.


“Presumo que de la plata que habla José Vicente Caicedo, alias arbolito, es la misma de la que habla el cabo…(ilegible); la acción pacificadora de algunos miembros del ejército era de rodearse de gente indeseables, bandoleros sin escrúpulos, arropados bajo el denominado “cuerpo de contraguerrilla” y dejar que ellas por su propia iniciativa cometan toda clase de crímenes y atropellos incalificables”.


“Estoy casi seguro que ellos son los autores de innumerables delitos, porque el mismo señor comandante del batallón Caicedo en 1965 le dijo a José Vicente Caicedo, alias arbolito, que tenía 18 negocios, así tenía que trabajar con juicio con ellos porque de lo contrario a la cárcel iba a parar”.


“Estos mismos elementos que el ejército tiene como sus predilectos amigos son los mismos que desacreditan esta institución, roban ganado, atropellan a la gente de bien, les roban sus pertenencias, asesinan a los mismos miembros de las fuerzas armadas, preparan planes criminales y roban dinamita después de asaltar un campamento y luego lo utilizan como medio para incriminar a gentes inocentes como yo, que nada tengo que ver con actos propios de personas dementes o suicidas”.


“¿Por qué les tienen confianza? ¿No fueron José Vicente Caicedo, alias arbolito, Domingo Ortiz y los integrantes de la patrulla asociados con Jacinto Gaitán los que cometieron el asalto a mi familia el 10 de abril de 1966, donde se robaron $300 pesos en mercancías, dos relojes de pulso, $1.900 pesos en efectivo, un estuche de peluquería avaluado en $250 pesos, mataron a Pedro Rojas, mi hermano, presidente de la junta de acción comunal de la vereda La Sonrisa y vicepresidente del sindicato de caficultores del mismo municipio de Chaparral y le dieron muerte a un trabajador de nombre Marcos; me causaron heridas de gravedad por el motivo de organizar y ser presidente del sindicato ya mencionado y que me proponía llevar a cabo la documentación para  denunciar a Javier Váquiro, alias pasodoble, Aristides Ortiz, alias Tolima, sindicados de dar muerte a un dragoneante del ejército en el año de 1960 y por el cual se les adelantó un sumario en el Juzgado Superior de Ibagué? ¿No fueron ellos también sindicados de la muerte de tres suboficiales en las mismas calles de Chaparral? ¿Por qué se sindicó y se declaró responsable solamente a un civil de nombre Luis, cuadro de ese delito? ¿No fue Efraín Valencia, alias arboleda, con sus compinches y miembros del batallón Caicedo  quienes atropellaron a Luis González en su finca en abril de 1965, lo que trajo al batallón y después le exigió $15 mil pesos para hacerlo poner en libertad? ¿No ha sido y es Efraín Valencia quien cruzaba la vereda La Sonrisa, amedrentando con sus compinches a los campesinos trabajadores y los ha chantajeado para que colabore en sus malas intenciones contra las familias que en un tiempo no colaboraron con él, para matar ejército y policía, y hoy trata de aparecer con su frente enmascarada exigiendo el dominio para reclutar campesinos secretos al servicio de la “famosa” contraguerrilla, como ocurrió con el señor Germán Lozano? ¿No fue la gente de arboleda la que se presentó en la vereda Tetuán, del municipio de San Antonio, en diciembre de 1965 y bajo el mando de su hermano, alias Tamayo, se robaron un ganado en número mayor  de 20 reses y dieron muerte a Agapito Devia?


“¿No ha dado qué hacer José Vicente Caicedo, alias arbolito, al ejército en Roncesvalles (Tolima), en donde en terrenos de una hacienda, no recuerdo el nombre, ha emboscado al ejército? ¿No fue José Vicente Caicedo, alias arbolito, quien amparado por un grupo de contraguerrilla, llegó en 1966 a la finca de Cleotilde Reyes, de nombre Finlandia, en la vereda de Icarco, y dando bala por la espalda diera muerte a Gustavo Váquiro y al menor Antenor Váquiro? Cleotilde Reyes puede testimoniar este triste caso”.


“¿No fue José Vicente Caicedo, alias arbolito, quien en la escuela de Peñaranda, municipio de Cajamarca (Tolima), junto con sus compinches, violó y dio muerte a la directora Betty Espinosa de Ospina y después le abrió el vientre y le extrajo la criatura, procediendo a embalsamarla  con leche care? ¿No fue José Vicente Caicedo, alias arbolito, que en la carretera  que conduce de Rovira (Tolima) a Ibagué (Tolima) asaltó un camión del ejército en 1965? ¿No fue Javier Váquiro, alias pasodoble, quien con sus compinches asesinó a Marcos Restrepo y a Evilia Río Ospina en el corregimiento de la Marina, municipio de Chaparral? ¿No fue el mismo pasodoble quien asesinara a tres campesinos en la finca de Carlos Cruz, en la vereda La Sonrisa, un trabajador de Cesáreo Másmela Culma y la señora de Manuel Culma, madre de los Culma ya nombrados, muertos en 1962 y amedrentando con la muerte a todo el que revelara estos hechos?”


“¿No fue el sargento La Redonda, del grupo de contraguerrilla, en que a fines del año 1965, llegó a la hacienda San José de Amoyá y le robó a Eugenio Barreto la suma de $800 pesos en efectivo, cinturones, sombreros y otros elementos? Estos que no tienen otra cosa, de gamines dejaron a estos honrados trabajadores sin cómo tener sus pantalones y sus cabezas al rayo de sol. ¿No fueron Francisco Ramírez, Gilberto Hernández y Alfonso Arana quienes enrolados con unidades del batallón Caicedo, dieron muerte al menor de edad Autelio Ducuara y al señor Alejandro Ortiz en la vereda Calarma en el año de 1965?”. 


“Francisco Hernández con su dedo podrido llamado: “Índice”, utilizado por el puesto militar al mando del sargento Ducón en Santodomingo, municipio de Chaparral, cumpliendo la orden del coronel Villate, señaló 72 campesinos que fueron masacrados  el 25 de abril de 1956 por el ejército de ese entonces”.


“Cabe anotar que allí dentro de esos infortunados campesinos murió Luis Alfonso Campos, hermano de María Oliva Campos Torres, mi esposa; Luis Felipe Lizcano, tío de Noé Lizcano y Pablo Emilio Lizcano, padre de José Beltrán Rada, hoy aquí presente en este consejo verbal de guerra”.


“No fue el mismo Francisco Hernández quien a principio de 1962, equivocadamente, me dio una lista de campesinos de la vereda Santodomingo para que se la llevara a Javier Váquiro, alias pasodoble, para que éste bajara con sus compinches a Santodomingo y diera muerte a los que en la lista aparecían, dizque por ser del Frente Nacional?”.


“¿No es Álvaro Rubio, alias ave negra, quien se encuentra sindicado de numerosos negocios y sin embargo, fue puesto en libertad por el Juez Segundo Superior de Chaparral, después de mostrarle dos cráneos pertenecientes a dos de sus víctimas? Declaran Milciades Guerrero y su hermana mayor sobre estos hechos”.


“¿No fue Silvio Ducuara, alias muñeco, quien asesinó en el filo de los Andes a José Rojas y a otro que se desconoce el nombre, hecho ocurrido en 1965?”.


“¿No fueron Juan de los Santos Tapiero, alias Juancho loipo, de Puerto Saldaña, municipio de Rioblanco, Agustín Rocha con la ayuda monetaria de Germán Lozano, alias la guagua, y otros, quienes en el año de 1967 asesinaron a Alberto García, promotor de la junta de acción comunal de Chaparral y arrojaron el cadáver al río Amoyá?”.


“¿No fueron Javier Váquiro, alias pasodoble, Aristides Ortiz, alias Tolima, Norberto Morales, alias sevillano, y Leopoldo García, alias peligro, quienes dieron muerte a dos suboficiales e hiriendo otro en el Cruce de Santana municipio de Chaparral, hechos ocurridos en octubre de 1960?”.


“¿No es Jacinto Gaitán, quien le robó $10 mil pesos como pago de arriendo al señor Efraín Díaz y que hoy le ocurre lo mismo con el señor Alfredo Campos?”.


“¿No era el mismo Jacinto Gaitán, que según comentarios de las gentes, escondía mulas cargadas de café a los arrieros en la Vega de Rioblanco, le robaba la carga apareciendo después las mulas sin ellas?”. 


“Conociéndose que en los archivos de la alcaldía de Rioblanco deben reposar antecedentes de hurto de ganado, puesto que la policía le decomisó un bulto de carne robada, y por todas estas fechorías tuvo que abandonar esos lugares y trasladarse a la vereda La Sonrisa, municipio de Chaparral, sembrando de inmediato la enemistad con mi familia, mantenía catalogándonos de Comunistas con el fin de hacerse por ese medio amistades de la región de la región y conseguir crédito ante las autoridades”.


“Señor presidente del honorable consejo de guerra, dejo constancia que todas las personas que aparecen incriminadas en esta declaración son pertenecientes al Frente Nacional, así mismo dejo en claro que nunca he sido, ni soy cómplice de bandoleros criminales, ni tampoco he pertenecido a guerrillas y contraguerrillas y mucho menos he negociado con vidas de inocentes campesinos; antes por el contrario, amo al pueblo porque somos hermanos y todos somos víctimas de estructuras y sistemas que desconocen nuestra dignidad humana”.


“En el capítulo 16, versículo 19 de la biblia se nos dice: “No tuerzas el derecho, no hagas excepción de personas, ni tomes el soborno; porque el soborno ciega los ojos  de los sabios y pervierte las palabras de los justos. Saca mi alma de la cárcel y mis hijos saldrán de las garras de la injusticia”.


“Treinta y tres meses han llorado de hambre y frío, 2970 veces que he deseado donar a mis hijos el alimento prisionero”.


“Quien con su espíritu  manchado decretara sentencia condenatoria contra nosotros, antes deberá besar la frente de cristo y ahí encontrará la justicia social y verá que no somos los inocentes los que debemos ocupar el banquillo de los acusados, sino todos los criminales que aquí aparecen”.




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