domingo, 7 de septiembre de 2014

La agonía del capitalismo imperialista

Mural en la universidad del tolima, obra de la Juco. Foto Nelosi
Por Nelson Lombana Silva


El capitalismo imperialista asiste a una cruda crisis de vastas proporciones, crisis cada vez más profunda y dramática que tiene fundamentos causales y no casuales como historiadores de la burguesía nos pretenden hacer creer. Abarca todos planos de la vida social, afectando en consecuencia todas las relaciones que le son inherentes al ser humano que hace parte de esta cloaca de sistema económico en franca decadencia.



Afecta las relaciones sociales, económicas, políticas, ideológicas, culturales, ambientales y éticas. Así las cosas, nos afecta a todos y todas y nadie podrá decir: “Menos a mí”. La dinámica compleja del sistema hace a un grupo reducido más poderoso, pero también más inhumano, insensible y salvaje, grupo que pierde toda relación humana y afectuosa hacia sí mismo, hacia los demás y hacia la naturaleza, por cuanto para él todo es mirado por la óptica del interés económico. Es decir, todo es mercancía.


El otro grupo es el pueblo. La inmensa mayoría. La que sufre a diario el rigor de la pobreza, el desempleo, la violencia y la explotación del hombre por el hombre. La misma naturaleza que a diario es explotada con mentalidad depredadora. Cada quien vive su drama en la soledad terrible de la insolidaridad de un régimen inhumano y salvaje.


Sin embargo, la inmensa mayoría de pueblo aún no logra determinar con claridad por qué su tragedia, cuáles son las causas y desde luego, cuáles serían las posibles alternativas de solución. La ceguera que produce el analfabetismo político le hace tirar a todas direcciones sin fundamento, es como el juego a la gallina ciega.


En ese maremágnum de tinieblas, surgen suposiciones diversas, especulaciones fantásticas. Muchas de ellas, llegan a la conclusión que el responsable de toda la crisis es el hombre, el mismo que presume de ser el rey de la naturaleza. Son realmente muy pocos los que deducen que el problema no es de personas sino de sistema económico. Marx fue, precisamente, uno de esos genios que tuvo la capacidad para mirar las contradicciones entre los sistemas y la caracterización del sistema capitalista. Dio gruesas puntadas científicas sobre la materia logrando abrir un panorama promisorio de esperanza para esa humanidad martirizada por este sistema económico. Pudo establecer cómo a partir de la plusvalía el capitalista se hace más poderoso y el trabajador más pobre.


Sin embargo, el maestro Carlos Marx no se contentó con saber. Se puso al frente de un gran movimiento encaminado a transformar ese reinado de miseria e injusticia que él mismo padeció en carne propia. Algunos de sus hijos – por ejemplo – murieron de física hambre. Incluso, tuvo que acudir a su fiel amigo Federico Engels para que lo solventara económicamente en sus agudas investigaciones científicas. Lo que otros miraban con espíritu idealista y romántico, Marx lo miró con criterio científico: El Comunismo.


El Comunismo es una relación integral en construcción que se abre paso contra viento y marea. Una utopía realizable que se materializa como producto de la lucha de clases. Por eso hoy tenemos un método científico para abordar esta realidad concreta con criterio transformador: El marxismo – leninismo, método que tiene dos elementos esenciales: Teoría y Práctica.


He ahí el desafío que tenemos los comunistas en el siglo XXI. Son muchos los desafíos y complejos que exigen profundamente una afirmación consecuente con los postulados genuinos del marxismo – leninismo. De cara a la conferencia nacional ideológica del Partido Comunista Colombiano, se hace necesario hacer un profundo debate científico que nos permita cerrarle el paso a corrientes reaccionarias, hipócritas y oportunistas. Ojo con esas propuestas aparentemente sanas de que el comunismo hay que actualizarlo, modernizarlo, democratizarlo, hacerlo dizque menos dogmático, es decir, más liberal, sin esfuerzo, con más criterio pragmático, etc. Son lobos disfrazados de ovejas que hay que hallarlos y desenmascararlos.  Atención, mucha atención con esos que hablan sigilosamente de hacer concesión al enemigo de clase, defendiendo reformitas de pacotilla y justificando la explotación del hombre por el hombre. Con esos personajes mentirosos, tramposos e inescrupulosos que se visten de comunistoides y salen a gritar incoherencias contrarias a la verdad y a la ciencia como la famosa guacharaca de la tercera en Ibagué, Tolima.


La conferencia nacional nos debe servir para depurar y renovar la lucha revolucionaria, ampliando el radio de acción del sujeto revolucionario y asestando un duro golpe al consumismo y al facilismo de los que se imaginan que la revolución se hace desde un perfumado escritorio. Una crítica franca y fraternal nos permitirá avanzar en la comprensión del momento histórico que estamos viviendo. Nos permitirá comprender una vez más la justeza de nuestra lucha revolucionaria.

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