Históricamente, la burguesía ha utilizado la violencia contra el pueblo como su caballito de batalla, la ha expresado de distintas formas y manifestaciones posibles. ¿Cuál período de paz ha tenido el pueblo colombiano, por ejemplo? Su instrumento de existencia ha sido ese.
Domina partiendo del terror; es su condición de existir. No sabe hablar de paz, no entiende el lenguaje de la paz, ni le interesa saberlo, lo que le interesa es el lenguaje de la guerra, la violencia en todas sus formas y manifestaciones.
¿Cómo se manifiesta esta violencia en Colombia por parte de la gran oligarquía? Se manifiesta a través de la corrupción oficial, la cascada de impuestos leoninos, el desempleo, las leyes, las cárceles, el paramilitarismo, el militarismo formado en la escuela de las Américas, en las nueve bases gringas, en el narcotráfico, en el abandono total del campesinado y los indígenas, en el manejo de la salud, la educación, la cultura, la soberanía nacional, etc.
En cada una de estas actividades, está presente las huellas de la violencia, el terrorismo de Estado. Es que el fundamento del capitalismo es la violencia, difícilmente podría existir en paz. Este se fundamenta en la burda explotación del hombre por el hombre, es decir, en la violencia.
Eso explica perfectamente la actitud que asume la burguesía con el proceso de paz negociado en la Habana (Cuba) y firmado en el teatro Colón de Bogotá, entre las Farc – Ep y el Estado. Ve este proceso con terror, pues cree ciegamente que asumir el camino de la paz, le implicaría a corto o mediano plazo perder su cruel reinado.
No es una equivocación del narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, cuando dijo en el parlamento que prefería a la guerrilla en la montaña echando tiros que echando lengua en el congreso. Claro, en la montaña es pueblo contra pueblo, mientras que en el parlamento es pueblo contra esta rancia oligarquía santanderista que ha venido usufructuando el poder a las anchas sin ninguna oposición. Se siente incómoda. No admite fiscalización, ni propuestas audaces de la oposición como viene sucediendo. Es mejor ellos solitos, insinúa el mafioso ex presidente y actual senador de la república.
En ese contexto, el acuerdo de paz con las Farc, es para la burguesía una bomba que puede comenzar a desmoronar su criminal imperio. Así que hacer que la burguesía cumpla dicho acuerdo no sería por las buenas, sería por la presión fuerte y organizada del pueblo. El aporte del pueblo alzado en armas no será suficiente, si el pueblo asume una postura expectante pasiva y contemplativa. Se hace necesario combinar todas las formas de lucha para que el Estado cumpla lo pactado.
La problemática del pueblo solo la resuelve el pueblo; aquí no caben salvadores, ni prohombres, cabe perfectamente la lucha de clases. El pueblo debe saber y entender al derecho y al revés este acuerdo, sus alcances y sus limitaciones, sus aciertos y desaciertos. Mientras esto no suceda será muy difícil ganar el pulso.
Hay que ampliar las fuerzas políticas, sociales, culturales, ambientales, juveniles, etc, proclives a la paz. Despejar la alameda de todo tipo de sectarismo, grupismo o vanguardismo, para permitir la unidad en torno a la paz y al cumplimiento de los acuerdos. Se trata de hacer causa común.
De igual manera, no separar la lucha por la paz de la lucha política. Una con la otra tiene relación. Luchar por la paz es luchar por la vida y luchar por la vida es luchar por el socialismo. No hay términos medios.
La conquista de la paz con justicia social es toda una disputa. Quizás muchos creyeron que con la simple firma del acuerdo la paz llegaría como por sortilegio. Incluso, muchos pensaron que el Estado cumpliría religiosamente lo acordado en la Habana y firmado en Bogotá. Sabemos que la burguesía colombiana no cederá un centímetro por las buenas, toda conquista del pueblo será fruto de la lucha revolucionaria.
Por eso, mientras la oligarquía hace hasta lo imposible por romper el acuerdo de paz, manteniendo el estado de violencia contra el pueblo, la respuesta del pueblo colombiano es persistir en la paz, la salida política y la acción de masas. No puede dejarse empujar nuevamente al abismo de la violencia. ¡Mamola!, diría Gaitán. Hay que destruirle ese instrumento, el instrumento de la violencia. La lucha política debe estar libre de las armas. Ninguno puede seguir persiguiendo al otro con el propósito de exterminarlo porque no piensa como él. Las únicas armas que deben brillar bajo el firmamento, son las ideas, la controversia dialéctica, el argumento.
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