La Marcha Carnaval es un gigantesco fenómeno de masas que ha venido creciendo en la medida que sus ediciones se han venido concretando. Tiene resonancia en por lo menos cien municipios y veinte ciudades capitales de departamento en Colombia. Incluso, resonancia internacional. Así los medios masivos de comunicación persistan en su pusilánime postura de la incomunicación, es un fenómeno social imposible de ocultar y minimizar. Quizás, tenga más prensa en la arena internacional que nacional.
Pero, ¿Qué es la Marcha Carnaval? Al parecer hay cierto consenso en cuanto al objetivo general: Defender la madre naturaleza, la Pachamama, como diría el aborigen de la perversa política minero – energética de la clase dominante en cabeza del Gobierno Nacional. No a la explotación minera por parte de las multinacionales y transnacionales, ni la destrucción de las montañas y contaminación del recurso hídrico, el aire y el entorno.
Es decir, la finalidad resulta loable y como dijera el mandatario municipal, médico Guillermo Alfonso Jaramillo Martínez: “Es de vida o muerte defender el ambiente”. Todo es cierto. El planeta tierra rápidamente se ha convertido en una verdadera cloaca, la contaminación alcanza índices dramáticos a partir del gas carbónico que a diario recibimos de empresas, carros, fumigaciones con químicos como el glifosato, etc. Todo lo que el ser humano está consumiendo está contaminado con los químicos, provenientes de las grandes transnacionales, los cuales nos lo presentan como la gran novedad para hacer producir la tierra. Eso sí, se cuidan de decir que con estos tóxicos insumos, están esterilizando día a día la tierra y contaminando el aire que respiramos.
Por eso, el objetivo de la Marcha Carnaval es loable, meritorio, histórico y fundamental. Lo que sí habría que debatir es la metodología como se viene desarrollando y estructurando. Hasta ahora es una gigantesca masa disforme que se mueve en todas direcciones con sus propios cálculos y perspectivas. Incluso, se persiste en la idea de que el “motor generador de la movilización”, sea la emotividad que sale del corazón y no la razón política que sale del cerebro. Una participante de la reciente marcha, sostenía dos días después de la movilización: “Gigantesca marcha pero qué lástima la vienen afeando los sindicatos y los partidos políticos”.
Para esta simpática marchante, la Marcha Carnaval es un simple espectáculo vistoso, espontáneo, que nada tiene que ver con la política y menos con el modelo neoliberal. Quiere que no se fustigue al gobierno y su política neoliberal, simplemente que sea un carnaval donde el objetivo sea simplemente la diversión, el show, el espectáculo. Es decir, que no tenga ni contenido político, ni económico, ni reivindicativo, ni contestatario, ni propositivo. Sea una marcha como la añora el establecimiento y el gobierno nacional.
¿Eso es lo que queremos? ¿Un simple espectáculo multicolor cada año en honor a la madre naturaleza? Esta gigantesca Marcha Carnaval que ni es de todos ni de nadie en especial, debe tener un contenido mucho más ambicioso; una metodología distinta, una metodología que por lo menos tenga cuatro contenidos básicos: Político, Pedagógico, Cultural y Ambiental.
No se puede proscribir la presencia política en todo el proceso orgánico de la Marcha Carnaval, ni la educación, ni la cultura y menos la ambiental. Debe implementarse todo un plan ambicioso en esa dirección, contando con estos elementos fundamentales. Alguien decía con cierta dosis de subjetividad: “Si esta asistencia tuviera formación política, orgánica, educativa, cultural y ambiental, perfectamente podía colocar gobernador, alcalde, diputados, concejales propios. Es decir, con mentalidad ambientalista”. Pero, ¿Qué ha venido ocurriendo? Que la inmensa mayoría una vez marcha, apoya con su voto a los responsables de la crisis ambiental que vive el país. Todos sabemos que la crisis ambiental, la contaminación y la amenaza evidente con el recurso hídrico, es fruto de decisiones políticas, las cuales son tomadas por políticos ubicados en las respectivas corporaciones públicas.
Abrir el debate propositivo sería entonces la gran oportunidad de escuchar esa diversidad que asiste a la Marcha Carnaval, oír sus propuestas e iniciativas desde la base con profundo espíritu democrático y unitario, encaminado a fortalecer esta inmensa movilización en Colombia. Escuchar el rumor de la masa con atención es fundamental para profundizar el objetivo central de este carnaval en honor al medio ambiente. Ese sería el camino correcto a seguir.
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