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| Los niños y las niñas de la biblioteca Cañón del Combeima en la plaza Simón Bolívar en Ibagué, Foto Nelosi. |
La navidad es una tradición arraigada en la conciencia del pueblo que festeja un acontecimiento hipotético con alegría y esperanza a pesar de la cruda realidad cotidiana que ensombrece el rumbo de la humanidad. Es la manifestación preclara de los niños y de las niñas que disfrutan con frenesí los cánticos y las luces multicolores. Sobre las ruinas de Palestina, los niños y las niñas sobrevivientes sueñan con el advenimiento del Niño Jesús cargado de regalos, mucha alegría y paz, no de violencia que ofrecen a diario Israel y el Sionismo con Netanyahu y Donald Trump.
La fantasía es universal. Se comparte con donaire con todas las limitaciones y dificultades que se presentan a diario. Generar alegría en un niño, en una niña, es la mayor satisfacción para el adulto, un deleite difícil de definir con claridad y amplitud, muy especialmente en aquellos que tienen sensibilidad en el marco de la cultura y el arte.
El paseo en bus que hicieron los niños y las niñas que visitan con frecuencia las bibliotecas públicas de la ciudad de Ibagué, Tolima, el pasado 19 de diciembre, muestra con creces la bella experiencia que los pequeños y las pequeñas disfrutaron de principio a fin, sin importarles la lluvia monótona y los sobresaltos de la espera para abordar el transporte contratado por la secretaria de cultura.
En el caso de Villa Restrepo, los niños fueron convocados para la seis de la tarde. No obstante, desde las tres ya estaban por la biblioteca Cañón del Combeima pendientes de la gira. El no arribo puntual del automotor generó un cataclismo descomunal, en chicos y grandes. Afortunadamente, las mamás que participaron del paseo, contribuyeron a calmar la ansiedad. Su serenidad fue determinante para menguar los ánimos exaltados. El caso lo manejó con tino el secretario de cultura y la coordinadora desde un principio que se enteraron del contratiempo.
Para completar el drama, comenzó a caer una leve llovizna. Los padres de familia desanimados comenzaron a llegar por sus hijos con el cuento que ya no había paseo. Algunos pequeños trataban de sobreponerse a la ansiedad jugando una partida de ajedrez, jugando en la vía pública o inventando chistes. “Llame profesor, dónde viene el bus, ¿Si habrá paseo?”, eran las solicitudes más frecuentes. Hellen Sofía Bata González, luchaba por quitarse un diente de leche, a menudo se acercaba a preguntar. “Nos perdimos la novena hoy que se reza en el templo por cumplir y vea que el bus no aparece”, decían otros y otras.
El muro de contención de las madres invitadas a participar, jugaron papel determinante, porque siempre estuvieron presentes animando a los chicos a esperar con calma, seguras que el impase se resolvería. Alguien propuso aplazar el recorrido y el estallido fue generalizado: “Profesor: No se puede aplazar porque después no me dejan ir”.
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| Los niños y las niñas de Villa Restrepo comparten con Papá Noel. en la plaza Simón Bolívar. Foto Nelosi |
Era un conductor acuerpado y veterano. Después del corto saludo y definir el itinerario, revisé el interior del bus. “¿Es de cuantos puestos?” pregunté. Impertérrito frente a la cabrilla me contestó: “Treinta y nueve”. “El contrato dice que es de cuarenta”, contesté sin mucha convicción, pensando que por un puesto no se iba a discutir. Afuera, la bullaranga era tenaz. Me paré en la puerta, diciendo con fuerza: “Vamos a entrar, pero en orden, de acuerdo a este listado que tengo. Entran primero las mamás para que se ubiquen en puntos estratégicos”. Así, uno a uno, fueron abordando la nave.
El vehículo comenzó a rodar con parsimonia sobre la carretera húmeda. La felicidad adentro era oceánica, la música prendió el buen ambiente, los niños y las niñas a bailar, reír y gozar. El carro como un fantasma, grande y corpulento, se deslizaba con parsimonia y sin emoción alguna por la estrecha y retorcida carretera. Entramos por el parque de la música a la enorme plaza Simón Bolívar y bajando por la carrera segunda hasta la once, el bus dobló hacia el parque Manuel Murillo Toro y avanzando hasta la carrera quinta, subió a la diez, donde queda la secretaria de cultura. Un grupo de bibliotecarias trabajaba a todo vapor para entregar los refrigerios, con la presencia activa de la señora Luz Marina Roa Sierra. Qué sorpresa cuando personalmente el secretario de cultura, Mauricio Hernández Cala, cargó con los refrigerios y después de presentar un brevísimo pero emotivo mensaje, me hizo entrega oficial de éstos.
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| La alcaldía municipal de Ibagué, Tolima, convertida por estos días en Castillo multicolor.. Foto Nelosi |
Sin más protocolo, regresamos al punto de partida con una sonrisa de oreja a oreja. Al niño Nelson Stiven Gallego Quintero, durante el recorrido se le extravió un anillo de oro, resignado a perderlo abandonó la nave, pero el grupo de apoyo, no dudó en desplegar un operativo de búsqueda, hasta hallarlo. Sin novedad partimos, sin novedad regresamos. Bajo la pertinaz lluvia regresamos a casa después de las 11:30 cansados, todavía tensionados pero satisfechos del deber cumplido.



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