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| Foto: Internet |
Por Nelson Lombana Silva
Cuantos siglos escabrosos tuvieron que pasar para comprender que el hombre y la mujer son dos mundos distintos unidos por la fuerza descomunal y cristalina del amor, la vida y la esperanza en un mundo en paz y en armonía. Fueron siglos de horror e incluso, de terror en el que se pensaba ingenuamente que la mujer había nacido de una costilla del hombre. Por lo tanto, era su propiedad, cuya misión exclusiva era procrear y servir de esclava al considerado rey de la naturaleza.
Durante siglos escabrosos se impuso la creencia de que el hombre era de la calle y la mujer de la casa, el primero ordenaba y la segunda obedecía sin chistar palabra alguna. Se creía ciegamente que el hombre era sujeto y la mujer objeto. Quizás, no ha existido texto más machista durante la historia de la humanidad que la biblia, la cual fue impuesta a la humanidad por la fuerza bruta de la mentira, la ignorancia y la violencia a través de los siglos.
Era tan violenta esta mentalidad que se consideraba a la mujer impura porque tenía el período menstrual y no podía entrar a los templos, ni recibir afecto y cariño del hombre, tampoco recibir la hostia. Se consideraba el ser más despreciable de la tierra durante dicho período. No tenía derecho a opinar y menos a decidir, todo era exclusividad del hombre. Tener los hijos era decisión exclusiva del macho. El advenimiento de un varón era celebrado en la familia y el de una hembra, castigo, hasta desgracia.
Así lo plantea el antiguo testamento, más exactamente el génisis bíblico, que todavía se sostiene en pleno siglo XXI. En el nuevo testamento, se sostiene el concepto un poco más refinado, pero, igual, desproporcionado: Esclava del Señor.
La mujer estaba condenada, era vilipendiada y ultrajada por un machismo crudo y desolador que la sociedad asimilada con naturalidad, porque era un designio divino que había que entenderse y asimilarse así. No tenía derecho a ir al aula, ni pensar por sí misma, menos ejercer un cargo público con el peregrino cuento de que era designio del Altísimo. Mi madre les decía a mis hermanas que el marido era como el segundo papá y a su vez mi padre sostenía que invertir dinero en educación en la mujer era pérdida de dinero y tiempo. Hacer el amor sin estar casados por la iglesia católica era un sacrilegio, un pecado mortal, prácticamente imperdonable.
El homosexualismo y el lesbianismo se consideraban obras del demonio que no tenía perdón de Dios y que había que condenarse y rechazarse a pies juntos. Así lo predicaba la iglesia católica sin ningún tipo de consideración. El machismo se consideraba algo natural y normal en la sociedad esclavista, feudalista y capitalista. Era norma impuesta a raja tabla por la creencia y apoyada al pie de la letra por los gobernantes de turno en una forma violenta y agresiva.
Superar esta grotesca e inhumana concepción no ha sido tarea fácil, porque todavía desde la concepción religiosa y capitalista, se sostiene y más de lo que uno pueda imaginarse en un momento dado, a pesar del esfuerzo descomunal que históricamente ha hecho la mujer y la misma humanidad por superar esta mentalidad tan oscura y obtusa. El filósofo Schopenhauer sostenía sin desparpajo que “la mujer era de cabellos largos e ideas cortas”.
Fruto de la lucha tesonera y heroica, la mujer ha ido rompiendo esas cadenas, enseñándole al hombre que es tan humana e integral como el hombre, sin lugar a dudas con una cuota oceánica de sacrificio y abnegación. La lucha ha sido a muerte, sorteando vicisitudes, angustias dramáticas y heroicas. Ha ido forjando un mundo nuevo de posibilidades, en la cual la realidad sale a flote: La humanidad es hombre-mujer, con derechos y deberes. La verdad se ha abierto paso contra viento y marea y hoy, a pesar de la estrechez mental del régimen capitalista, la concepción es distinta y profundamente realista.
| 9 de abril. Marcha por la Paz. Piedad Córdoba y Gloria Inés Ramírez. Foto Camilo Raigozo |
Voces autorizadas como el laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez señalaba que es de vida o muerte que la mujer tome las riendas del país. Mujeres brillantes como Gloria Inés Ramírez demostró en la praxis la capacidad intelectual, moral y ética de la mujer para manejar la cosa pública. La senadora Piedad Córdoba demostró capacidad y liderazgo en la construcción de la nueva sociedad. Son ejemplos apenas que demuestran la nueva realidad que se construye y seguramente se materializará plenamente en el sistema socialista que está en construcción en Colombia con el liderazgo del Pacto Histórico y el mismo Frente Amplio.
Así que el machismo hoy más que nunca está condenado y proscrito por una sociedad humanizada que ve a la mujer a la misma altura del hombre. La autonomía de la mujer no se discute, se apoya. El trabajo le ha permitido su independencia y autonomía, lo cual se ha dado en la medida que ha podido ir a la academia como el hombre a perfeccionar sus conocimientos para ayudar al cambio de la sociedad capitalista. Su salario es sagrado, tanto como su espacio para decidir sobre su cuerpo. Nadie está con autoridad para decidir sobre el fruto de su trabajo. Hoy, se impone más que nunca el diálogo horizontal con respeto mutuo, admiración mutua. La época horrorosa de la esclavitud de la mujer ha fenecido, el momento es de unidad y lucha por la construcción de una nueva sociedad, la sociedad socialista, sociedad sin explotados y explotares, sociedad sin machismo.

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