jueves, 19 de agosto de 2021

Uribe, un criminal incorregible

 


Por Nelson Lombana Silva

La comparecencia a la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), del matarife narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, no es más que un truco politiquero encaminado a tapar su procelosa existencia criminal y mafiosa. De principio a fin se pudo advertir que lo que menos le interesaba era ayudar a develar la verdad de los hechos ocurridos durante su larga y azarosa vida pública.

Gozando del irrestricto respaldo de Estados Unidos y el Estado mafioso, Uribe con su comedia intentaba mostrar su poderío, arrogancia y petulancia, intentando desmeritar la figura de la JEP y desde luego, el proceso de paz acordado en la Habana y firmado en Bogotá, entre la entonces Farc-Ep y el Estado colombiano.  

Desde un principio lo dejó claro. Nada que clarifique la realidad colocó en evidencia, más bien se dedicó a auto elogiar sus decisiones en sus cargos y, sobre todo, a pretender justificarlas. Una burla más, un irrespeto contra las víctimas y todo el pueblo colombiano.

El tinglado contó, como siempre, con el poder mediático. La inmensa mayoría jugó su papel y de qué manera. Qué no se dijo intentando hacer creer que la decisión del brutal asesino, era un acto de “heroísmo”, de “grandeza”, de “patriotismo”.

Uribe tiene todo el poder en sus manos, prácticamente es amo y señor de la Procuraduría General de la Nación, la Contraloría General de la República, la Defensoría del Pueblo, el Congreso, la Presidencia de la República, algunos magistrados, los grandes medios de comunicación y una parte de la cúpula militar. En realidad, es el fiel exponente del Estado mafioso, el más caracterizado narcotraficante de alta alcurnia, que hace todos los esfuerzos posibles para que todo siga igual, nada cambie en Colombia.

En esas condiciones, este mafioso ex presidente le huye a la verdad y desde luego, a la paz y a la justicia. Es un monstruo de la violencia, se mueve y se lucra de ella, diría que su existencia pende de la guerra. La violencia ha sido su “machete” para llegar a los diversos cargos públicos que ha desempeñado. En esas condiciones, era previsible que asumiera la postura que asumió.

Así las cosas, hay que reconocer esta cruda realidad y trabajar incansablemente alrededor del Pacto Histórico, en la construcción de una propuesta que realmente riña con ese discurso violento y mafioso. El pueblo tiene la misión de romper los aparatos ideológicos y represivos del Estado, asumiendo una postura rebelde y consecuente con su clase social. No más sumisión, no más grupismo, no más la venta del voto por un simple halago, una beca o un mercado. No es una tarea fácil, pero tampoco imposible. Vamos por un cambio, vamos por la paz con justicia social, vamos por un país sin mafiosos de la talla de Álvaro Uribe Vélez.

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