viernes, 7 de agosto de 2020

La rebelión de las ratas de cuello blanco

 

Por Nelson Lombana Silva

A 201 años de la histórica batalla de Boyacá, comienza a desmoronarse el imperio del ex presidente y senador de la república, Álvaro Uribe Vélez. El innombrable e intocable, comienza a sentir el peso de la ley. Su prontuario al parecer no tiene antecedentes en la historia del país, quizás el triste célebre ex presidente también, Laureano Gómez, podría hacer coteja con este desalmado personaje del narcotráfico y de la extrema derecha.

La justicia cojea pero llega. En este caso podría decirse que va en camino, porque el ex presidente debe responder por todos los procesos que tiene en su contra, de manera clara y contundente. La estela de falsos positivos, la masacre del aro, sus actividades siendo director de la aeronáutica civil, alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia. Él junto a su familia debe responder de manera clara y concluyente.

El partido de la muerte, el Centro Democrático, junto a la corte de lazarillos, inventan películas obscenas para desprestigiar la Corte Suprema de Justicia, desconociendo los fallos proferidos en contra de este siniestro personaje que tanto dolor le ha generado al pueblo colombiano durante su espurio reinado.

Tanto pueblo asesinado, tanto campesino desplazado, tanto pueblo desaparecido, tantos crímenes de lesa humanidad a lo largo y ancho del país. Todo ello lo ignoran los medios masivos de comunicación, los mafiosos empotrados en las altas esferas del Estado, haciendo maromas perversas con el único fin de despistar a la opinión pública nacional e internacional. Una vez más este forajido utiliza su arma favorita: La mentira.

Las ratas de cuello blanco salen de sus madrigueras a protestar porque su capo ha sido detenido. En sus declaraciones salidas de tono, algunos han pedido que las reservas activas se pronuncien, otros que el pueblo se arme y salga a defender al tirano. Incluso, han pedido que el pueblo se movilice.

¿Será que los familiares de los diez mil y más falsos positivos lo harán? ¿Será que los familiares de los más de sesenta mil desaparecidos que hay en Colombia aceptarán la convocatoria? ¿Será que los deudos de los siete millones de víctimas que ha arrojado este crudo conflicto concurrirán? ¿Será que los millones de damnificados por la ley 100 de 1993, lo harán gustosos? ¿Será que miles y miles jóvenes que no han tenido una oportunidad para ir a la escuela, el colegio o la universidad lo harán?

Si bien todavía persiste en alto grado el analfabetismo político, es cierto también que estamos en el siglo XXI, que se caracteriza por una sociedad pensante y menos crédula que otrora. Ese discurso mediático único no funciona, porque medios alternativos y las redes sociales han hecho una gran tronera a ese imperio mediático de la palabra única y la imagen única. Ya hay un concepto plural y tolerante más amplio y coherente a pesar de la cruda adversidad.

Los obsecuentes “uribestias” (Que todavía los hay), querrán que salga a la calle el pueblo brutalmente engañado, explotado y atemorizado. Quienes deberían marchar serían Carlos Ardila Lule, el Grupo Santo Domingo, los cacaos de Medellín, los capos del narcotráfico, los jefes del paramilitarismo, los generales de la república en su mayoría. Es decir, los adinerados y corruptos que han pelechado a la sombra del narcotraficante número 82. Ellos sí, el pueblo no.

Se ha comenzado a ganar una batalla, no la guerra. Por lo tanto, hay que insistir y persistir, desarrollando la más amplia unidad nacional por la base, fundamentalmente. El pueblo debe entender que el pleito no es en sí, contra una persona, es contra el crudo y aberrante aparataje de la alta criminalidad que tiene a este sujeto como su cabeza visible. Deben marchar los exponentes del crimen y de la muerte.

Por el contrario. El pueblo debe movilizarse por la paz, la convivencia y el respeto de los derechos humanos. Se debe movilizar para que la justicia brille con todo su esplendor y dureza que amerita el caso. Su majestad la justicia debe brillar sin mancha alguna, dándole a cada quien lo que realmente se merece. Hay que comenzar por respaldar a la Corte Suprema de Justicia, para que actúe en derecho y con decisión inquebrantable, el proceso de paz y la unidad del pueblo colombiano.

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