jueves, 20 de febrero de 2020

Un pueblo sin memoria es como un barco sin brújula

Por Nelson Lombana Silva

Otras de las grandes víctimas del nefasto modelo neoliberal son la historia y la memoria. Hay toda una parafernalia del Estado capitalista para desconocerlas en el escenario nacional y regional. Hoy ya en las instituciones educativas no se enseña historia y, si se enseña, se hace a medias y totalmente descontextualizada de la realidad. Es una “historia” al amaño de la clase dominante, sin rigor científico, caracterizada por el elogio a ésta y cero análisis, crítico y autocrítico. Puede usted coger un manual de historia y solo encuentra la versión oficial. Es decir, la versión de la clase dominante.


De igual manera, la cruzada por borrar la memoria resulta una operación  virulenta y permanente de la burguesía. Un afán terrible de que el pueblo olvide su tragedia y se dedique solamente a vivir el presente, el momento, totalmente descontextualizado del pasado y del futuro. Hay que vivir el presente, es lo importante, porque lo pasado es pasado y el futuro no se sabe, es como la consigna que el establecimiento repite maquinalmente en sus medios de comunicación.

Esta infeliz práctica se acentúa fundamentalmente en la juventud. En este sector poblacional se hace más fuerte y evidente. Por su puesto, que no es casualidad o simple coincidencia. Es el sector revolucionario que hay que neutralizar al precio que sea para que el sistema económico perdure en el tiempo y en el espacio. Entre los elementos que utiliza el régimen para su infame cometido, se pueden contar: La drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, la violencia, la represión, la estigmatización, la cooptación, el pésimo pénsum académico, las religiones, etc.

Hay que ver la forma agresiva como el Estado Colombiano arremete contra el Acuerdo de Paz concebido en la Habana (Cuba) y firmado en el teatro Colón de Bogotá, entre las FARC – EP y el Estado, sobre todo en lo que atañe a la memoria histórica para determinar verdad, justicia, reparación y compromiso de repetición. El pánico de la burguesía a la verdad es realmente oceánico. Con todo el cinismo del mundo añora que se implemente la ley del “embudo”. Es decir, que solo el Ejército del Pueblo, cuente su verdad sin omitir detalle y se adjudique toda la tragedia. Si así hubiera quedado acordado no habría problemas y la burguesía hoy estaría exigiendo su implementación y desarrollo inmediato. Pero, resulta que lo acordado es que las partes que formaron el conflicto, deben contar su verdad y asumir su responsabilidad. La burguesía le tiene pavor a la verdad y no es para menos, pues toda la vida mintiéndole al país, matando el país, navegando en la corrupción y adjudicándole todos esos males a la contraparte, para tener que reconocer la verdad. ¿Se podría usted imaginar – por ejemplo – al doctor Álvaro Uribe Vélez contando que es el refundador del paramilitarismo en Colombia, el comandante de las “águilas negras”, “los rastrojos”, autor intelectual de las grandes masacres de campesinos, el gestor del terrorismo de Estado para desplazar al labriego y apoderarse de las mejores tierras, etc?

La lucha por la historia y la memoria tiene entonces una connotación política, una batalla que hay que librar para poder determinar con exactitud quienes son, realmente, la víctima y el victimario en los últimos 60 años de cruda y desalmada violencia en Colombia. Luchar por la verdad es una prioridad irrenunciable, lo mismo que mantener viva la memoria y la historia contada desde los vencidos. La razón es elemental: Un pueblo sin historia y sin memoria es como un barco sin brújula. No sabe de dónde viene, dónde está y menos no sabe para dónde va.

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