miércoles, 5 de febrero de 2020

Iglesia Católica siempre ha practicado la usura

Por Nelson Lombana Silva

En nombre de la idea de Dios, la Iglesia Católica ha practicado históricamente la usura sin contemplación alguna. Siempre ha estado al lado y en defensa de la clase dominante. Su misión es clara y precisa: Adormecer al pueblo para que se mantenga sumiso y obediente al régimen dominante. Esa es la verdadera historia, la que ha permanecido oculta y en el mejor de los casos: Tergiversada o presentada a medias.


Al surgir el sistema capitalista de las entrañas del sistema Feudalista y colocarse de moda las transacciones crediticias, practicadas originalmente por comerciantes, señores feudales , el rey o el erario nacional, el cambista prestaba gruesas sumas de dinero devengando un interés. En la antigua Roma los usureros exigían del 50 al 100 por ciento, en la Edad Media alcanzó el 100 y el 200 por ciento. En algunos casos, el interés era mayor. Así nace la usura cuyo liderazgo inicialmente recae en la Iglesia Católica.

El cambista se sentaba en banco de madera en algún lugar de la plaza de mercado para ejercer esta infeliz práctica. De ahí viene la palabra: “Banco” y “Banquero”. Los primeros bancos fueron creados por sacerdotes. Creó el “Banco del Espíritu Santo”, con un fabuloso capital. Al parecer todavía existe, manejando sumas exageradas de dinero en nombre de la fe.

“La iglesia cristiana no solo continúo la tradición de las operaciones crediticias de los antiguos sacerdotes, que, entre otras cosas, consideraban paganos, sino que las desarrolló en gran escala”, afirma Jozsef Robert[i]. Había un dicho popular en la antigüedad que decía: “Los precios son establecidos por Dios”.[ii]

Agrega Jozsef Robert: “Su verdadero propósito era el de hacer más expedita la exacción a los fieles de los llamados “Denarios de San Pedro” que estaban destinados a satisfacer las frugalidades del Papa, y para facilitar el pago de los diezmos e indulgencias, como también, naturalmente, para la realización de las transacciones relacionadas con empréstitos, en otras palabras, con la usura”.

Pero no satisfecha la iglesia con este proceder usurero, fustigó cruelmente a quien se atrevía a colocar similar negocio explotador. Dice Jozsef Robert: “Al mismo tiempo lanzó un anatema y condenó a las mazmorras de la inquisición a los ciudadanos que prestaran dineros a interés, aunque este interés fuera menor al que ella exigía por su dinero. No satisfecha con la posesión de un banco particular, la iglesia autorizó a algunos monasterios y templos para que se dedicaran a la usura”. (¡Ave María Purísima!)

Ningún fiel podía cobrar interés por el préstamo de su dinero. Algo así como la ley del embudo. Se apoyaba en la siguiente cita bíblica de San Lucas, capítulo 6º versículo 35 que dice: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced el bien, y prestad, no esperando de ello nada”.[iii]

Prestando dinero a altísimos intereses, la iglesia se apoderó de miles y miles de hectáreas de tierra, pues el acreedor al no poder pagar perdía sus bienes hipotecados. Así esta institución “divina” pasó a ser la mayor latifundista del mundo durante un largo período histórico, como bien lo relata Leo Huberman.

A pesar del fuerte poderío de la iglesia para dominar la actividad crediticia con la mayor ambición y espíritu especulativo, no pudo soportar la competencia y tuvo que ceder espacio. Así surge el primer banco privado, fundado por el duque Vitali en el año de 1157 en Venecia (Italia). Con razón algún Cardenal afirmó: “El Vaticano no se administra solamente con Ave Marías”. Así, pues, en nombre de la idea de Dios, la Iglesia Católica desarrolló y desarrolla la usura sin remordimiento alguno. Es decir, la burda explotación del hombre por el hombre, siguiendo fielmente la dinámica del sistema capitalista. Quizás, hoy suene algo extraño y excéntrico, pero durante la antigüedad y la edad media usted podía comprar la salvación por anticipado. La iglesia Católica se la vendía.

En pleno siglo XXI, esta institución “sagrada” no renuncia a esta infeliz práctica y aprovechando el analfabetismo del pueblo intensifica la explotación con suma intensidad y desparpajo. Además, sigue siendo la institución más poderosa económicamente.   

[i] ROBERT, Jozsef. Historia del dinero. 332.4 R61. Página consultada 77.
[ii] Ibíd. Página consultada 63.
[iii] Ibíd. Página consultada 78.

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