sábado, 24 de marzo de 2018

Semana de reflexión

Por Nelson Lombana Silva

El catolicismo conmemora la pasión, muerte y supuesta resurrección de su líder Jesús. El calvario que padeció por obra y gracia de la clase dominante de su época, que ni corta ni perezosa permitió su sacrificio brutal colgado del madero, salvajemente torturado, blasfemado e injuriado.


Lo hizo sin contraer un solo músculo de su enjuto rostro, por cuanto se trataba de defender sus intereses de clase. Jesús fue un gran revolucionario, un hombre que luchó por los pobres, humildes y desamparados y contra la injusticia, la explotación y la violencia. Por eso lo mataron.

La iglesia católica, consecuente con la clase dominante, cambió hábilmente la razón real de la muerte de Jesús dándole una simple connotación mística, totalmente distante de la realidad. Sus amanuenses se inventaron la causa del sacrificio: El pecado.

El pecado es como decir hoy castrochavismo en versión uribista. Significa nada. Es un embeleco distractor que se impuso a sangre y fuego aprovechando el analfabetismo y desconocimiento total del pueblo.

Constantino le da poder a esta secta y la nombra religión oficial para pagar el favor de ésta, al ayudar a derrotar a sus enemigos en cruentas batallas. Es decir, el catolicismo se impuso a la fuerza, sobre montañas de mentiras y con distintos artilugios violentos.

El Jesús revolucionario, que expulsó a los mercaderes del templo (los adinerados de la época), el que dijo en el sermón de la montaña: Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos, el que propuso como condición para seguirlo, vender todo lo que se tenga, distribuirlo entre los pobres, el que sentenció que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico salvarse, ha sido borrado literalmente de la historia. No existe.

El Vaticano es el estado quizás más pequeño del mundo, pero el más poderoso, con paredes de oro, estatuas de oro, opulencia por doquier en cantidades industriales. Si Jesús regresara naturalmente no tendría acceso allí.

¿Qué relación hay entre la pesebrera en la cual supuestamente nació y la basílica, catedral o templo de su ciudad o pueblo? No hay punto de comparación. Jesús fue desprendido de los bienes terrenales, centró su proyecto libertador en el ser humano. Por eso, no condenó a la prostituta que no tenía otra posibilidad de sobrevivir que vendiendo su cuerpo, por eso amó a los niños y los respetó, no fue periastro.

Murió torturado y masacrado predicando la liberación de la humanidad.

Ese Jesús vive en el pobre

Ese Jesús vive en el sanguinolento pueblo vulgarmente explotado y engañado por los adinerados del templo, hoy llamados capitalistas, latifundistas y bancarios.

El drama del Gólgota se repite en campos y ciudades en cada desempleado, en cada hambriento, en cada abandonado, en cada condenado injustamente, en cada analfabeta político, que no logra aún descubrir el origen de su tragedia y sigue apoyando a sus verdugos de aquella época como Herodes, Caifás, hoy Uribe, Ordóñez, Fajardo, Santos, etc.

Las palabras de la cruz, que son lamentos ciertamente conmovedores, también retumban hoy en el niño, en el joven, en el adulto, en el anciano, sin posibilidades de poderse desarrollar como seres humanos, abandonados y brutalmente explotados. Siguen diciendo en su terrible soledad y abandono: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”

También están los lamentos en los que luchan por un mundo humano, sin ricos muy ricos y pobres muy pobres. “Tengo sed”, ¿Sed de qué? De justicia social, sed de cambio, sed de humanismo.

Unidad de creyentes y no creyentes

No nos puede dividir el hecho de creer o no creer. Si usted quiere creer, crea; si usted no quiere creer, no crea. Creer o no creer es ante todo una decisión personal y en el marco de la tolerancia hay que respetar la diversidad de pensamiento.

¿Cuál es el desafío o la apuesta hoy? La unidad de creyentes y no creyentes  para transformar este mundo de injusticia, construir una sociedad humana, donde el pan y el vino estén al alcance de todos y todas sin privilegios de ninguna naturaleza. Esa es la apuesta.

La diferencia está planteada entre los partidarios de la vida y los partidarios de la muerte. Son partidarios de la vida los que luchan por la paz con justicia social, los que luchan por sacar al pueblo de las tinieblas de la ignorancia, los que enseñan la ciencia y la convivencia.

Son partidarios de la muerte los que apoyan y fomentan la violencia, los que crean diariamente más armamentismo de destrucción masiva, los que se roban los dineros de los niños, de los ancianos y de los jóvenes, los que promueven el odio, el sectarismo y la venganza.

Los generadores de los falsos positivos, las masacres de humildes campesinos, los creadores del paramilitarismo, del narcotráfico, los que han permitido la instalación de 21 bases gringas en suelo colombiano, los que pretenden agredir militar y financieramente a la hermana república bolivariana de Venezuela, irrespetando la libre autodeterminación de los pueblos. Los falsos profetas y falsos mesías.

¿Qué nos pide Jesús hoy?

¿Qué nos pide Jesús en el siglo XXI? Un cambio de actitud. Seguir luchando por la justicia social al precio de su propia vida como lo hizo el Maestro, como lo hizo Ernesto Che Guevara, como lo hizo Fidel Castro y tantos mártires más a través de la historia no contada por los historiadores de la burguesía.

También nos pide compromiso y sindéresis para actuar con la razón y no con la emoción, simplemente. Nos pide romper con el sectarismo, el odio y la sed de venganza. “Amaos los unos a los otros”, nos enseñó Jesús.

Ojalá, que esta semana de reflexión, no santa, porque todos los días serían santos, pensemos y estudiemos la mejor opción para Colombia en las elecciones presidenciales venideras. ¿Volveremos a votar por los mismos? ¿Volveremos a votar por los violentólogos de todos los pelambres? ¿Estamos dispuestos con grandeza y decisión a darle una sola oportunidad a la izquierda que encarna Gustavo Petro? ¿Estamos dispuestos a cambiar o a seguir siendo pobre, pero hablando como rico y defendiendo los intereses de los poderosos? Sí, esta es una semana de reflexión teológica, pero también política. No se puede desligar una cosa de la otra.

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