Llegó la hora de ir a las urnas a depositar el voto, después de una violenta y agresiva campaña electoral caracterizada por la corrupción y el ventajismo.
Una campaña puerca que sacó de la competencia presidencial al representante del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), Timoleón Jiménez, gracias a la violenta presión del binomio militar – paramilitar aupado por el Centro Democrático, Cambio Radical, el Partido de la U, etc.
Una vergüenza que desde ya enturbia los resultados electorales sobre todo en la arena internacional, pues seguramente nadie entenderá que se firma un acuerdo para que la insurgencia armada deje sus armas y entre a la acción política, pero una vez se produce el hecho, con la complicidad del Estado, se monta descomunal campaña mediática con extrema sevicia.
Este es un Estado descompuesto. Destila corrupción por todos sus poros. Sus acciones van dirigidas a mantener el estatus quo de la clase dominante, sobre montañas de mentiras, infamias y corruptela a granel.
Las posibilidades de un cambio de fondo en Colombia por la vía electoral son realmente muy débiles, porque la rancia oligarquía seguramente no estará dispuesta a perder fácilmente su avasallante poder imperial.
Por lo tanto, el debate electoral para la decencia y sobre todo, para la izquierda, será una gran batalla en inferioridad, pero que hay que asumirla con alegría y la fe del carbonero.
Solicitar el tarjetón de la consulta y marcar el rostro de Gustavo Petro. Luego, marcar el candidato o candidata para senado de la república, en este caso, Aída Avella No. 5 y la candidata o candidato para la cámara de representantes por el Tolima, en este caso, la profesora Lucy Astrid Arciniegas, No 105.
Sin embargo, no es suficiente con eso. El revolucionario integral y hormonal, ese de vieja data, debe estar en la calle desde muy temprano, animando, orientando y disputándole el poder a la sucia clase dirigente que nos viene explotando hace más de 200 años. Listo a denunciar cualquier anomalía, aunque sea para dejar constancia histórica.
Y, así como lo hace el buen combatiente, será el último en retirarse de la trinchera (la calle), montando su propia estrategia de seguridad de las urnas e incluso, de su propia integridad física.
Siempre haremos uso del buen humor, del argumento corto y sustancioso sin ofender al contrario, consciente que estamos construyendo una nueva sociedad poco a poco.
Nada nos puede desmoralizar. Ni el fraude que se cocina, ni el derroche de dinero del narcotráfico, ni la incomunicación mediática, ni las consabidas trampas. Como dijera Gaitán: “¡A la carga!”
Felicitaciones a todos los candidatos de la izquierda que con las uñas adelantaron esta desigual y agresiva campaña electoral. A los compañeros del partido Farc va un abrazo efusivo. Adelante.
Queda por librar la batalla y luego, serenamente, hacer el balance crítico y autocrítico en el marco de los principios leninistas de organización. Estas no serán las últimas elecciones en Colombia.
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