lunes, 18 de abril de 2016

Injerencia de los Estados Unidos en los asuntos internos de Colombia

El almirante Joseph Nimmich, director de la Fuerza de Tarea Conjunta del Comando Sur de los Estados Unidos

Por Nelson Lombana Silva


(A manera de ensayo)
1 Colombia es propiedad de Estados Unidos

Siempre se nos ha dicho que la República de Colombia es un país soberano, autónomo e independiente. La burguesía repite el cuento maquinalmente a través de sus medios masivos de comunicación con tanta intensidad que el pueblo desinformado, alienado y atemorizado, termina repitiendo maquinalmente semejante embuste.


La verdad es otra. Colombia es literalmente una “finca” de los Estados Unidos. El gobierno habla español pero piensa en inglés. Nada se decide en esta patria sin el consentimiento previo de este país imperialista. No es una relación de reciprocidad y respeto mutuo. Es una relación de imposición extrema, dominante, unilateral.


Ahora, ¿Con qué mirada mira los Estados Unidos a Colombia? La mirada es imperialista, expoliadora, explotadora y dominante. No es por lo que somos, sino por lo que tenemos potencialmente. No es gratuito que a los niños gringos se les venga enseñando – por ejemplo – que la Amazonia es propiedad de ellos, que se deben preparar para gobernarla y que ésta está gobernada por un montón de “indiecitos animalescos”, que algunos andan desnudos sin horizontes y perspectivas. Los Estados Unidos nos miran con desprecio, con asco, por encima del hombro, gracias a la posición vergonzante y pusilánime de la clase dirigente colombiana bipartidista.


¿Qué hay en común entre estos países que pudiera decirse se “justifica” o se explica la relación? Nada. El mismo libertador Simón Bolívar al proponer la gran patria americana, dejó por fuera a los Estados Unidos afirmando que nada tenemos en común: Ni el idioma, ni la religión, ni el origen, ni las costumbres. Propuso el libertador la integración del continente desde Méjico (El río Bravo) hasta Cabo de Hornos en Chile, por cuanto estos países sí tienen muchas cosas en común como el idioma, la religión, las costumbres y el mismo sueño de libertad.


La dependencia imperialista de Colombia de los Estados Unidos no es de ahora, es histórica, pues el mismo libertador Bolívar lo advirtió al decir: “Pareciera que los Estados Unidos estuvieran predestinados por la Divina Providencia a plagar de miseria los pueblos a nombre de la libertad”.


Resulta evidente la declaración imperialista de James Monroe, presidente de los Estados Unidos en 1825, cuando afirmó categóricamente: “América para los Americanos”. Esta frase fue interpretada y desarrollada en realidad como “América para o de los Estados Unidos”.


Ante el reparto del mundo por los países imperialistas, Estados Unidos abusivamente asumía que este continente era de su exclusiva propiedad, era su patio trasero y a fe que lo ha logrado teniendo a su disposición una clase dirigente dócil, sumisa y manipulable.


Así las cosas, no resulta gratuito que todo candidato presidencial en Colombia primero deba ir a los Estados Unidos a recibir las órdenes y jurar fidelidad al Tío Sam. Por regla general, el aspirante primero tiene que ser embajador en los Estados Unidos.


Uno de los primeros en hincar las rodillas ante el imperio del norte fue Francisco de Paula Santander. El conspirador, el ambicioso, el mismo que dice Gabriel García Márquez que no participó ni de una batalla de papel durante el proceso revolucionario independista de España.


En contraste con el pensamiento antiimperialista del libertador Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander siempre acogió con buenos ojos la política dominante de los Estados Unidos. Todo indica que Santander estuvo conspirando contra el libertador al extremo de prestarse para su asesinato. Santander es un traidor de “aquí a Pekín”, como dice el adagio popular.


¿Cuál es el interés de los Estados Unidos sobre Colombia? El interés exclusivo es económico y político. Estados Unidos no maneja relaciones humanas, maneja relaciones económicas e imperialistas. Mira a Colombia con ojos ambiciosos.


Colombia es un país maravilloso, rico, ubicado estratégicamente, lleno de recursos naturales, tiene costas en los océanos: Atlántico y Pacífico, montañas y llanuras, diversidad de climas, ríos, lagos, lagunas, etc. Poblado por gentes buenas, emprendedoras y luchadoras. Es un verdadero paraíso terrenal.


Tras de esta realidad concreta es que ha venido los Estados Unidos y se ha impuesto a sangre y fuego comprando a la dócil clase gobernante liberal – conservadora.


Una clase dirigente pérfida y entreguista de la soberanía nacional. Decía con qué cinismo el embajador gringo, Spruille Braden, el 6 de marzo de 1942: “Hemos obtenido todo lo que hemos solicitado a este país (…) Colombia no ha regateado sino que de todo corazón ha salido en apoyo de nuestra política (…) y no existe en país en Sur América que se haya desempeñado en forma más cooperadora”. ¡Qué vergüenza! No sobra decir que no es Colombia, es la clase dirigente bipartidista la canalla y la entreguista sin sonrojarse de la dignidad nacional que siempre ha estado de rodillas ante el imperialismo norteamericano.


Ahora que Colombia se mueve en un proceso de paz con las guerrillas, hecho histórico de singular valor, no solo para el pueblo colombiano sino para la humanidad en su conjunto, resulta interesante develar el papel imperialista de los Estados Unidos en la violencia cruda que ha sacudido a este país sudamericano por tantas y tantas décadas. ¿Qué responsabilidad le cabe a los Estados Unidos en esta orgía de sangre que ha estremecido a los 47 millones de colombianos durante el largo período que comienza con la llegada al continente y al país de los avaros españoles el 12 de octubre de 1492 y después la política imperialista de este país gigante del norte?


Renán Vega Cantor, profesor de la facultad de humanidades de la universidad nacional, autor de varios libros, hombre de izquierda, profundamente comprometido con los cambios estructurales que necesita el país, para estudiar la terrible intromisión de los Estados Unidos y su responsabilidad en la violencia larvada que viene padeciendo Colombia, cita cinco momentos concretos con sus particulares características.


Intentaremos guiarnos por esta metodología para poder clarificar de la mejor manera la criminal injerencia de los Estados Unidos en los asuntos de Colombia con la complicidad escueta de la clase dirigente bipartidista.


2 Estados Unidos: Padre putativo del paramilitarismo en Colombia


El ex presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, siendo gobernador de Antioquia asume la tarea de “legalizar” el paramilitarismo a través de las Convivir. Era darle una figura jurídica que lo amparara para hacer el juego sucio que venía desarrollando directamente las fuerzas militares en Colombia.


Se toma esta decisión debido a la fuerte denuncia del comité permanente por la defensa de los derechos humanos y otras organizaciones similares, sobre todo en el contexto internacional. A raíz de este heroico esfuerzo de estas organizaciones de derechos humanos, la comunidad internacional comenzó a darse cuenta de la realidad real de los derechos humanos en Colombia.  En su momento el triste célebre Julio Cesar Turbay Ayala había dicho en Londres (Inglaterra) que el único preso político en Colombia era él. Los hechos tozudos salieron a flote y una realidad distinta afloró.


Álvaro Uribe Vélez lo que hace es darle estatus “político” al paramilitarismo y ofrecerle cobertura nacional a través de la mal llamada “seguridad democrática” ya en su condición de presidente de la república. Uribe Vélez como es bien sabido hace parte de una familia mafiosa. Su padre es asesinado por la misma mafia de la cual hace parte, al parecer por un mal  reparto. Uribe en un intento de ocultar la realidad sindica a la guerrilla de las Farc – Ep de estar tras del  asesinato de su padre, todo para darle al hecho un tinte político.


Descarga todo el odio visceral contra el movimiento guerrillero fariano quien en distinto pronunciamientos ha dicho que nada tiene que ver con este asesinado del padre mafioso del ex presidente Uribe. Sin embargo, todo parece indicar que Uribe más que el odio visceral a la insurgencia, asume la postura de agente de la CIA y se coloca a disposición de los Estados Unidos quien trae en sus manuales la política paramilitar desde los años 40 y 50.


En documento ultra secreto, fechado 3 de 1962, el presidente de los Estados Unidos, Jhon F. Kennedy, afirma: “Consideramos que (…) debe realizarse un esfuerzo concertado por todo el equipo del país (Colombia) a fin de seleccionar personal civil y militar con miras a un entrenamiento clandestino en operaciones de resistencia, (…) y, en la medida en que sea necesario, ejecutar actividades paramilitares, de sabotaje y/o terroristas contra partidarios del Comunismo conocidos. Los Estados Unidos deben apoyar esto”.[i]


Como dice el dicho popular: “El agua sucia viene de la bocatoma”. Los Estados Unidos que ya habían ensayado la guerra sucia (paramilitar) en muchos países, ordenaba ser implementada en Colombia en forma secreta, por supuesto. Se había utilizado en Vietnam, Guatemala, Haití, Nicaragua y en Cuba, para solo citar unos pocos ejemplos. Dicha política terrorista iba enfilada inicialmente contra los Comunistas. Ese era el blanco. Sin embargo, al exacerbarse dicha política se implementó desmesuradamente no solo contra los Comunistas, sino también contra los sindicalistas, los periodistas honestos con su clase y la verdad periodística, los indígenas, los campesinos, los obreros, los estudiantes, los hombres y las mujeres, que asumían una posición crítica y consecuente con la clase social a la cual pertenecían: El Proletariado.


En esos términos oscuros se ha desarrollado las relaciones Estados Unidos – Colombia. Señala enfáticamente el profesor universitario, Renán Vega Cantor: “Estados Unidos no es una mera influencia externa, sino un actor directo del conflicto, debido a su prolongado involucramiento durante gran parte del siglo XX”.[ii]


Semejante afirmación del profesor Renán Vega Cantor no es en modo alguno una exageración, una calumnia o un despropósito. Por el contrario. Es una terrible realidad que debe conocer la opinión pública, sobre todo el pueblo colombiano que ingenuamente ve a esta nación imperialista como el país de las maravillas, el adalid de los derechos humanos y el gran amigo en el cual se puede fiar plenamente.


Es indudable. Los Estados Unidos es un actor directo del conflicto social y armado que vive el pueblo colombiano y que aspira a salir mediante la solución política que da el diálogo que se viene desarrollando en la Habana (Cuba).


La influencia estadounidense en el devenir cotidiano de Colombia es integral y permanente. Es directa, no solo en el terreno diplomático, político, ideológico, cultural, económico, social, sino también militar. Se habla de siete bases militares gringas en suelo colombiano. ¿Cuántas habrá secretamente?


El narcotráfico es un negocio concebido, desarrollado y explotado por los Estados Unidos. Colombia coloca la fértil tierra, los muertos y la mala fama de país narcotraficante y los Estados Unidos disfruta las ganancias y las mieses que da el poder. “Nuestra guerra Ajena”, libro de Germán Castro Caicedo nos da luces sobre el particular y otros como “Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano. Es decir, sobre los asuntos internos de Colombia, los Estados Unidos no sugieren, ordenan; no opinan, deciden. Esa es la cruda realidad neocolonialista que hoy vive la República de Colombia.


En resumen, los Estados Unidos, se autoproclaman policías del continente americano, en consecuencia de Colombia. “Solamente Estados Unidos puede, como socio, proteger a las naciones independientes de América Latina de la conquista Comunista, y ayudar a conservar la cultura hispanoamericana frente a la esterilización del materialismo marxista internacional. Estados Unidos debe tomar la iniciativa, ya que no solo están en peligro las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, sino que está en juego la propia supervivencia de esta república”.[iii]


Son declaraciones contenidas en documentos propios de los organismos de seguridad de los Estados Unidos, concebidos y guardados celosamente en el Pentágono, especialmente por parte de la tenebrosa CIA. Este país se autoproclama protector de los países tercermundistas, dispuesto a batallar contra el comunismo, usando los métodos más ruines y macabros, entre ellos, la mentira, la calumnia, la infamia, la tortura, la desaparición forzada, la masacre y el paramilitarismo.


La relación Estados Unidos – Colombia es desigual y asimétrica. Es el gigante Goliat y el pequeño David. El primero el superior, el todopoderoso, el segundo el débil, el humillado, el humilde que solo se debe contentar con obedecer. La relación es estratégica para los Estados Unidos, para Colombia una tragedia.


Entre los obsecuentes partidarios de la subordinación, está el senador del Centro Democrático, Alfredo Rangel, quien señala cínicamente: “La forma más eficiente de garantizar nuestra soberanía nacional, es mantenernos como fuerte aliado bajo la sombrilla protectora de los Estados Unidos”.[iv] ¡Qué nacionalista! ¡Qué padre de la patria! ¡Qué patriota!



3 Historia de la dependencia de Colombia a los Estados Unidos


La relación imperialista y de dependencia de los Estados Unidos sobre Colombia no es de ayer, se remonta al período independista del país de España. Recordemos que Estados Unidos con su falsa neutralidad estuvo a favor de España y le facilitó armamento y logística a este país invasor. Estuvo pendiente del devenir histórico de estos pueblos pensando siempre en sus intereses dominantes y de clase. Siempre metió su “nariz” en los asuntos internos del continente y por supuesto de Colombia para sacar la mejor tajada. Jamás lo estuvo por espíritu de filantropía y de solidaridad.


La Gran Colombia – por ejemplo – pasa a la historia como el primer país latinoamericano en tener misión diplomática en Washington (Estados Unidos), durante la mayor parte del siglo XIX. Son relaciones borrascosas e impositivas y dominantes, que nada tiene que ver con la postura del marxismo y del internacionalismo proletario, relación ésta que se fundamenta en el respeto mutuo y la libre autodeterminación de las naciones y los pueblos. Son relaciones de solidaridad y reciprocidad caracterizadas por la fraternidad y el bien común de progreso y desarrollo. En las relaciones que afloran en los Estados Unidos no hay nada de esto. Todo lo contrario. Actitud que se ha mantenido históricamente.


Desde un principio los Estados Unidos miraron el istmo de Panamá como algo fundamental para sus intereses imperialistas. No es gratuita la propuesta número 4 y por el contrario, muy diciente que hacen los Estados Unidos en relación con el canal de Panamá: “Si los presentes tratados fracasan, colocar al canal de Panamá bajo la protección de la junta internacional de defensa, con el objeto de asegurar que las naciones de este hemisferio tengan un acceso libre y justo a las cuencas del Atlántico y el Pacífico”.[v]


El canal de Panamá tendría que ser de los Estados Unidos por las buenas o por las malas. Su mirada de águila le había permitido descubrir la importancia del canal para el transporte y las comunicaciones interoceánicas. Siguiendo la doctrina Monroe implementó distintos planes secretos con el fin de cristalizar este imperialista propósito.


Se materializa esta grosera intervención en el leonino tratado “Mallarino – Bidilack de 1846”, mediante el cual se confiere amplios privilegios a los Estados Unidos para utilizar el istmo de Panamá; igualmente, plenos derechos para reprimir los conflictos sociales en esta región panameña que como bien es sabido era departamento de Colombia. Comenzó Colombia a perder soberanía nacional, a entregar el territorio patrio al imperialismo norteamericano por unas cuantas y sucias monedas dolarizadas.


Ni corto ni perezoso los Estados Unidos entran a este territorio como un huracán entre 1850 y 1902, desembarcando tropas e invadiendo el istmo en 14 oportunidades con el fin de defender sus intereses comerciales.


Miremos el siguiente cuadro que presenta el maestro Renán Vega Cantor:



Intervención de los Estados Unidos en Panamá 1850 - 1902[vi]

 1850
El 22 de mayo a raíz de un tumulto en el que murieron dos estadounidenses, a petición del cónsul de los EE.UU. intervino un buque de guerra de Inglaterra para reprimir el tumulto.
1856
Del 19 al 22 de septiembre para proteger los intereses estadounidenses durante un insurrección.
1860
Del 27 de septiembre al 8 de octubre, para proteger los intereses estadounidenses durante una revolución.
1861
(Mayo) luego del estallido de una guerra civil en Colombia, el gobernador del istmo solicita, tras consulta con los cónsules de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, protección para mantener el orden. Estados Unidos es el único país que responde afirmativamente a esta solicitud.
1862
(Junio) Colombia solicita ayuda a los Estados Unidos a fin de sofocar los desórdenes interiores y los estadounidenses envían fuerzas navales y terrestres.
1865
El 9 de marzo de 1865, un destacamento de los Estados Unidos ocupa la ciudad de Panamá en momentos en que se quería derrocar al presidente del Estado Soberano de Panamá.
1868
El 7 de abril, para proteger los viajeros y las valijas en virtud de la ausencia de tropas locales debido a la muerte del presidente de Colombia.
1873
Del 7 al 22 de mayo y del 23 de septiembre al 9 de octubre, para proteger las propiedades estadounidenses a causa de hostilidades motivadas por la posesión de un nuevo gobierno en Panamá.
1885
De enero a mayo, a causa de la guerra civil y del incendio de Colón.
1891
A raíz de una epidemia de cólera el gobierno de Colombia se vio obligado a cerrar el puerto de Colón. El gobierno de Estados Unidos, contraviniendo las normas de sanidad más elementales, obliga a reabrir el puerto, utilizando como medida intimidatoria uno de sus barcos de guerra.
1895
El 8 y 9 de marzo, durante una revolución.
1901
Del 20 de noviembre al 4 de diciembre, para mantener en servicio el ferrocarril.
1902
Del 16 al 23 de abril, durante una guerra civil para proteger las propiedades estadounidenses.
1902
Del 17 de septiembre al 18 de noviembre, para impedir el transporte de tropas, tanto del gobierno como de los revolucionarios, por el ferrocarril.
Nota
Se conservan los términos empleados por Estados Unidos para justificar las intervenciones.



 Estados Unidos apoya abiertamente la separación de Panamá. Esta postura defendía y privilegiaba sus intereses de clase imperialista. Para el efecto, Theodore Roosevelt, presidente norteamericano, envía el buque USS Nashville a aguas panameñas, en noviembre de 1903, para evitar el desembarco de tropas colombianas, las cuales habían sido enviadas desde Bogotá a conjurar la revuelta. De esta manera, el Tío Sam se coloca de lado de  los separatistas.


Tiempo después, el 8 de mayo de 1914, el mismo Theodore Roosevelt, confesaría sus intenciones sobre Panamá: “Si no se hubiera sublevado (El pueblo de Panamá), yo me proponía recomendar al Congreso la toma de posesión del istmo por la fuerza de las armas”. ¡Qué democracia tan democrática!


¿Cuál fue la posición de la clase dominante colombiana? La posición fue de cobardía y de sumisión. Cínicamente el presidente del momento dijo al entregar su mandato algo así como que de “qué se me acusa si recibí una república y devuelvo dos”. En realidad la reacción de protesta en las alturas no hubo con la contundencia que se requería, solo opiniones aisladas que no condujeron a un movimiento serio antiimperialista. El pueblo sí protestó y escritores como Vargas Vila, denunciaron de distintas maneras el zarpazo de que había sido víctima la República de Colombia.


Para tratar de apagar la protesta popular, que aunque era marginal era importante, y adicionalmente, seguramente pagar la traición de la clase dominante de Colombia, los Estados Unidos giraron miserables 25 millones de dólares a partir de la firma del tratado Urrutia – Thompson en 1921, con el oscuro y leonino propósito, adicionalmente, de tener acceso libremente al dominio pleno del recurso petrolífero colombiano. Ya se había apoderado del canal, ahora el zarpazo era el petróleo. No en vano dijo el avaro senador gringo de apellido Lodge, el 13 de abril de 1921: “El pacto con Colombia es rico en petróleo”.[vii]


Con esos 25 millones de dólares Colombia desarrolla el comercio, alguna infraestructura, especialmente carreteras, vías férreas, algunos puertos, créditos, etc. Durante la década de 1920, Estados Unidos consumía el 72 por ciento de las exportaciones colombianas, sobre todo el banano y el petróleo. Aparece la transnacional Unitet Fruit Company, la transnacional que le ordenó al gobierno nacional de Abadía Méndez la terrible masacre de obreros que mediante huelga exigían algunas reivindicaciones elementales y de ley en diciembre de 1928, en la zona del departamento del Magdalena y que llevó a decir a Jorge Eliécer Gaitán, posteriormente en un célebre debate en el Parlamento: “El gobierno nacional tiene la metralla homicida para el colombiano y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”.


Era tal la dependencia del gobierno nacional a los dictámenes de los Estados Unidos, que el sumiso presidente conservador (1918 – 1921), Marco Fidel Suárez, señalaba sin sonrojarse que el país tendría que mirar siempre hacia la “estrella polar” (Estados Unidos). Esa postura la han venido asumiendo los demás presidentes con qué docilidad y sumisión que bien se parece a la estupidez extrema y degradante.


Orígenes de la contrainsurgencia nativa


Renán Vega Cantor, nos habla de los orígenes de la contrainsurgencia nativa durante el período 1918 – 1929. En qué consiste la contrainsurgencia nativa. Al respecto señala Vega Cantor que esta es utilizada  desde 1950 por militares franceses que enfrentaron los movimientos independistas en Vietnam primero y luego, en Argelia.


Posteriormente, este concepto es reciclado por Estados Unidos, durante la presidencia de Jhon F. Kennedy en 1962, convirtiéndose en doctrina oficial de esta potencia imperialista. En Colombia, desde las primeras décadas del siglo XX, cuya finalidad era reprimir las protestas sociales y destruir los movimientos políticos de izquierda. Inicialmente no tenía influencia extranjera aparentemente.


Sin embargo, resulta indiscutible que tras todas las decisiones militares y políticas de los gobiernos nacionales, siempre ha estado latente la presencia imperialista de los Estados Unidos. Siempre en la dirección imperialista, dominante, siempre en la lógica de mandar y ser obedecido.


Naturalmente para llegar a la dinámica de la contrainsurgencia, es fundamental crear el enemigo, construirlo, inventarlo, moldearlo, elaborarlo, darle dinámica y caracterizarlo. Desde 1920, ese enemigo se llamó: “El Comunismo”. Fue considerado adversario de “todo lo divino y lo humano”. Los Estados Unidos no ahorraron epítetos y argumentos baladíes para tergiversar la verdadera esencia del Comunismo. La propaganda publicitaria estaba enfilada a presentar exactamente lo contrario. Era el monstruo, era el que asesinaba al pueblo, castraba a los curas, negaba la existencia de Dios, despojaba al pueblo de sus pocos bienes, asesinaba a las personas discapacitadas, violaba a las mujeres, etc, etc. Todo lo malo era el Comunismo.


Así las cosas, toda persona u organización que exigía alguna reivindicación eran tildadas de “Comunista”. “¡Tengo hambre!: ¡Comunista!”. Según los Estados Unidos, hacían parte los sindicatos, las ligas campesinas, asociaciones, organizaciones indígenas, obreras, Partidos políticos de izquierda, etc. Es decir, todo el que propugnara por una reforma, una reivindicación, era catalogado automáticamente de Comunista y en consecuencia enemigo de los Estados Unidos y del pueblo en general. Era un antisocial que había que neutralizar inmediatamente.


Eso explica por qué a Colombia llegó primero el anticomunismo que el Comunismo. “En Colombia, el anticomunismo es anterior a la emergencia de cualquier movimiento que se denominara Comunista y en idéntica forma la contrainsurgencia surge antes de que existan los movimientos guerrilleros”, señala Renán Vega Cantor.[viii]


Cae así la tesis imperialista y reaccionaria de que el paramilitarismo es respuesta a la presencia guerrillera. Sin haber guerrilla en Colombia ya había paramilitarismo. Los pájaros, los chusmeros, la policía política (Popol), son ejemplos claros de paramilitarismo, los cuales fueron armados por el gobierno y financiados, principalmente, por los partidos tradicionales: Liberal y Conservador. Esa fue la orden perentoria de los Estados Unidos que imperó no solo en Colombia, sino en todos los países del continente americano y en muchos de otros continentes.


¿Cómo se origina la contrainsurgencia, cómo se materializa y se hace real y palpable en Colombia? La contrainsurgencia se origina en varios miedos: Miedo al pueblo, miedo a la democracia y miedo a la revolución. Era el miedo a la protesta, al derecho que tienen los pueblos de pronunciarse y asumir una postura rebelde ante las injusticias que a diario ofrece el régimen capitalista.


Desde 1918, se genera una serie de protestas populares en Colombia, especialmente en la costa Atlántica, por parte de obreros portuarios, ferrocarriles y fábricas. Comenzaron en Barranquilla, después en Santa Marta y en Cartagena. En Barranquilla los obreros chocan con la agresividad de la policía. La fuerza represiva dispara supuestamente para dispersar. Sin embargo, en ese forcejeo cae asesinada una persona pacífica, una víctima de la policía. En Cartagena los esbirros asesinan a cinco obreros y el gobierno acude al Estado de sitio para contener la inconformidad sindical.


Lo mismo sucede en Bogotá, un año después, el 16 de marzo, cayendo asesinados diez obreros a manos del ejército nacional y la guardia presidencial, justo cuando los trabajadores hacían una marcha solicitándole al presidente Marco Fidel Suárez que no comprara uniformes militares en Estados Unidos, le diera la oportunidad a los artesanos nacionales. El mandatario solo reconoció la muerte de un obrero y de un herido afirmando descaradamente que se había procedido así por cuanto consideraba que los amotinados se iban a tomar el Palacio presidencial.


Durante la década de 1920, los campesinos, los indígenas, los colonos y otras organizaciones se movilizaron activamente exigiendo mejores condiciones de vida. La protesta alcanzaba gran dimensión y contundencia a pesar de la cruda represión, por cuanto las autoridades en vez de atender las solicitudes sentidas de las comunidades, acudían a la represión y la estigmatización evadiendo las responsabilidades. Se le daba el trato de contrainsurgencia a la protesta, señalando el gobierno que todas aquellas expresiones de inconformidad era obra del Comunismo Internacional, intensificándose de esta manera el anticomunismo visceral en Colombia.


En 1928, el gobierno nacional sanciona la ley 69 sobre Defensa Social del 30 de octubre, esperpento conocida como la “ley heroica”, mediante la cual se prohíbe la existencia de organizaciones que ataquen el derecho de propiedad y la familia, castiga a quienes promuevan huelgas “violatorias de las leyes que las regulan”, restringe el derecho de opinión, censura las publicaciones y se confina en colonias penales a todo individuo que promueva la publicación de los impresos prohibidos, señala Renán Vega Cantor. [ix] 


La oligarquía siempre ha sido criminal. No es gratuita la afirmación del maestro del proletariado Carlos Marx cuando afirmó que el capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos sus poros, desde los pies hasta la cabeza. Este sistema de los antivalores, no maneja relaciones humanas, maneja relaciones económicas. Crea sus esbirros para que defiendan sus intereses, crean sus aparatos para que diriman las contradicciones con la clase oprimida, tal el caso del Estado. Bueno resulta entender que el Estado surgió como necesidad de la clase dominante de dirimir las contradicciones de clase. Es por eso que el Estado Capitalista siempre legisla y toma decisiones a favor de la clase dominante, la burguesía. Toda su esencia va en contra de la clase oprimida, el Proletariado.


Ocurre la masacre de las bananeras el 6 de diciembre de 1928. Jefferson Caffery, representante de los Estados Unidos en Colombia informa la muerte de mil obreros. Es la masacre que ordena el gobierno nacional de Abadía Méndez para satisfacer los intereses imperialistas de la transnacional gringa, Unitet Fruit Company.


El telegrama mediante el cual transmite la trágica noticia, dice textualmente:


Bogotá, 16 de enero de 1929


Honorable Secretario de Estado, Washington.


Señor:

Con referencia a los informes previstos en relación con la huelga de Santa Marta, y con referencia especial a mi despacho número 55 de diciembre 29, tengo el honor de informar que el representante de la Unitet Fruit Company  en Bogotá, me dijo ayer que el número de huelguistas muertos por las fuerzas militares colombianas pasa de mil.


Jefferson Caffery, representante en Bogotá de los Estados Unidos.[x]

Mediante decreto 4 del 18 de diciembre de 1928, el gobierna declara “cuadrilla de malhechores” a los trabajadores bananeros que hubieran participado de la huelga. Además, persigue a los dirigentes sindicales, a los considerados por el gobierno represivo de “azuzadores, cómplices, auxiliadores y encubridores”, son considerados “revoltosos, incendiarios y asesinos”, que muestran un pavoroso estado de ánimo similar a las “doctrinas comunistas y anarquistas”.


 A ellos, se les aplica la pena de muerte – que legalmente no estaba contemplado en la constitución nacional – cuando se estipula: “Los miembros de la fuerza pública quedan facultados para castigar con las armas a aquellos que se sorprendan in fraganti delito de incendio, saqueo y ataque a mano armada”.[xi]  Pena de muerte, violando la norma constitucional, todo por defender los intereses del amo, los intereses de los Estados Unidos.


La represión y el anticomunismo se generalizan desde las alturas del poder en Colombia, azuzado naturalmente por la doctrina imperialista de los Estados Unidos. Basta leer el pensamiento del ministro de guerra, Ignacio Rengifo: “Colombia enfrenta un peligro nuevo y terrible, quizá el más grande que haya tenido su existencia (…) Tal es el peligro Bolchevique que ha venido a golpear a las playas colombianas amenazando (…) regando la semilla fatídica del comunismo que, por desgracia, empieza ya a germinar en nuestro suelo y a producir frutos de descomposición y revueltas”.[xii]


La masacre de las bananeras es típico terrorismo de Estado, porque las armas del ejército nacional son utilizadas premeditadamente para asesinar obreros inermes, indefensos que participaban de la huelga junto a sus esposas e hijos. El general Carlos Cortés Vargas, quien ordenó abrir fuego cerrado, había dicho cínicamente: “Dilema ineludible: O se toman medidas dolorosas, crueles, o se transige y (se alzará) triunfo Comunista, lo que nos traería la inmediata intervención extranjera”.


El representante a la cámara, Jorge Eliécer Gaitán Ayala, en sesión del 6 de septiembre de 1929, hace un encendido debate denunciando la masacre con pelos y señales acusando al gobierno nacional. En uno de sus acápites, señala: “Los trabajadores eran colombianos y la compañía era americana y dolorosamente lo sabemos que en este país el gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano (…) El suelo de Colombia fue teñido de sangre para complacer las arcas ambiciosas del oro americano”.[xiii]



Así se muestra la criminalidad como la burguesía ha tratado a los trabajadores en Colombia. No ha dudado en matar con tal de no perder sus privilegios. Ha combinado desalmada y sagazmente todas las formas de lucha contra el pueblo, desde la estigmatización, el anticomunismo, hasta el vil asesinato. Todo bajo el estímulo y complacencia de los Estados Unidos.


4 Subordinación estratégica durante la República Liberal


Termina la era conservadora y comienza la era liberal. Una verdadera estela de muerte y terror da paso a una etapa por el mismo corte. El pueblo sigue ensimismado, lleno de frustraciones y promesas no realizadas. No hay diferencias sustanciales entre el gobierno azul y el gobierno rojo. Quizá, la única es la que dice Gabo: Que los conservadores van a misa por la mañana y los liberales por la tarde. Al pueblo nunca le toca mientras exista el sistema capitalista, diría Álvaro Salom Becerra.


El primer presidente de la República Liberal fue Enrique Olaya Herrera (1930 – 1934). Pro imperialista a morir de vieja data. Se había desempeñado con anterioridad como embajador en los Estados Unidos en 1922 y 1930. Durante su mandato se acentúa la subordinación a los Estados Unidos, especialmente en el terreno económico, exactamente en el campo petrolero. Se prestó para que fuera aprobada una legislación petrolera totalmente a favorable al capital extranjero, beneficiando ante todo a las empresas de Estados Unidos asentadas en los territorios de la concesión Barco (Zona Catatumbo). Se le denominó “El gobierno de los petroleros”. Mantuvo una estrecha relación con Andrew Mellón, multimillonario estadounidense. Fue tal la sumisión y subordinación de esta administración, que Hiram Hobson, diría de él: “Si el pueblo colombiano se diera cuenta de lo que había alrededor de esas negociaciones ocurriría un levantamiento armado en la República”.[xiv] Es decir, Enrique Olaya Herrera entregó todo el recurso petrolífero a las arcas de las multinacionales y transnacionales de los Estados Unidos, principalmente. Mientras esto ocurría, entretenía al pueblo con el cuento que ser liberal y conservador era diferente. Así lo mantenía dividido y de espalda a la realidad concreta.


Sigue Eduardo Santos (1938 – 1942), el familiar del actual presidente Juan Manuel Santos Calderón. ¿Qué hace este mandatario liberal? Acentúa la subordinación. Se baja más los pantalones ante los Estados Unidos. Le abre la dependencia en el terreno militar. Estados Unidos se convierte en el principal destino de los pocos productos colombianos; en 1938, absorbe el 80 por ciento de la exportación de café.


Es más. Las misiones naval y aérea de Estados Unidos desplazan a los británicos y alemanes y comienzan las visitas de delegaciones militares norteamericanas a bases militares colombianas para participar en cursos militares, familiarizando a los oficiales nacionales con técnicas militares y organización bélica estadounidenses. Así se materializa la dependencia militar de los Estados Unidos en verdadero tiempo récord.


Por orden de los asesores extranjeros, a partir de 1940, comienza a ser realidad en Colombia el servicio militar obligatorio. Dos años después, se prolonga por cuatro años la misión de la fuerza aérea de los Estados Unidos y en 1946, ocurre lo mismo con la misión naval, ambas con importancia geo estratégica en la defensa del canal de Panamá.



Durante ese año se autoriza una misión militar para el ejército, que hasta ese momento había sido asesorado por asesores franceses. Todo, absolutamente todo a merced de los Estados Unidos. Sin empacho de ninguna naturaleza, Eduardo Santos, le expresa al embajador gringo, Spruille Braden: “Ya había contratado dos misiones militares norteamericanas, no solo para obtener los beneficios de su instrucción superior, sino ante todo para demostrar la confianza absoluta de Colombia en los Estados Unidos”.[xv] Eduardo Santos se abre de piernas hasta más no poder. Se rinde ante los gringos sin la menor resistencia. Acepta con beneplácito las cadenas de la dependencia. Por el contrario. Las añora, las solicita, las exige.


En otras palabras: Cede al extremo la soberanía nacional el señor presidente lo que permite que las fuerzas militares gringas actúen en el territorio nacional sin previo permiso especial, en todo el territorio incluyendo sus aguas territoriales. Es decir, Eduardo Santos da vía libre a los militares estadounidenses para que entren y salgan del país a la hora que les plazca y sin pedir permiso a nadies. Así lo destaca el llamado “Pacto de Caballeros” firmado entre Eduardo Santos y Theodore Roosevelt.


No contento con esto, Eduardo Santos hace más concesiones: Secretamente autoriza a fotógrafos de los Estados Unidos, camuflados como asesores técnicos, para tomar fotografías aéreas de puntos estratégicos de Colombia, según documento secreto firmado el 9 de junio de 1942, documento que también lleva la firma de Henry L. Stimson, secretario de guerra de Estados Unidos.[xvi]


Se desplaza a los empresarios alemanes por presiones norteamericanas en 1938, ordena que no se renueve el personal de ese país en la sociedad colombo – alemana de transporte aéreo (Scadta), se convierte en Avianca, compañía mayoritariamente colombiana, aunque Pan American Airways mantiene el dominio financiero, entrando los Estados Unidos a controlar los aires de Colombia, objetivo anhelado desde la primera guerra mundial.


En 1943, Colombia concede privilegios exclusivos a los Estados Unidos para explotar e importar recursos estratégicos como contribución a la “defensa hemisférica”, incluyéndose el caucho y algunos minerales. Colombia queda de patas y manos amarrada a los designios imperiales de los Estados Unidos,  gracias a la apátrida clase dirigente nacional liberal y conservadora.


Se exacerba el anticomunismo


Durante la denominada República Liberal, que va de 1930 a 1946, se exacerba en Colombia el anticomunismo y la violencia contra las comunidades. Durante este período, a manera de ejemplo, se sucede la cruel masacre de 18 comuneros indígenas en Coyaima (Tolima), durante la celebración del primero de mayo de 1931, cuando miembros del Partido Liberal le prenden candela a algunas casas del pueblo y responsabilizan a los Comunistas.


En ese mismo año, en Llano Grande, municipio de Ortega (Tolima), son masacrados 17 indígenas que siguen las orientaciones de Manuel Quintín Lame, quien en alusión a esta masacre expresa: “Hasta 1930 los Conservadores nos habían perseguido en forma ordinaria, mientras que después, los Liberales lo hicieron en forma extraordinaria”.[xvii]


Se desata el anticomunismo visceral y más demencial en Colombia. Era la orden expresa de los Estados Unidos que ya había tomado posesión a las anchas del país con la anuencia de los dirigentes liberales y conservadores. Durante los siguientes 15 años de República Liberal la constante fue ésta. El anticomunismo también se desarrolla desde los púlpitos por las jerarquías más reaccionarias de la iglesia católica. Se arremete violentamente contra el primer gobierno liberal de Alfonso López Pumarejo (1934 – 1938), temeroso de las tímidas reformas tomadas por este gobernante.


Señala Renán Vega Cantor que el pretexto perfecto de los godos para satanizar el Comunismo era la guerra civil española, con el cuento que allí, la lucha era entre el Catolicismo y el Comunismo Ateo. En Colombia sería entre la Revolución en Marcha, propuesta por López Pumarejo y la Iglesia Católica.


Se decía cosas de este tenor en aquella aciaga época: “El triunfo del partido liberal se convirtió en una victoria Comunista y esto se advierte por la desmesurada intervención del Estado en la vida de los individuos, en la legislación sobre la tierra, en el control de la escuela, en la restricción del crédito, en la autogestión de las industrias. Por todas partes, se ve, se siente la garra marxista”.[xviii]


A mediados de la década de 1940, el anticomunismo ya no es exclusividad de los Partidos liberal y conservador y de la iglesia católica, es el Estado directamente quien asume demencial política desarrollándola con qué ferocidad. En el marco de ésta se justifica la persecución de la insurgencia popular, la instauración del terrorismo de Estado y la alianza con los Estados Unidos en el marco de la guerra fría. Como se dijo anteriormente, en Colombia llegó primero el anticomunismo que el Comunismo. 


5 Tenebroso desarrollo de la guerra fría en Colombia


Una vez termina la segunda guerra mundial, los Estados Unidos señala que los enemigos poderos en frente son la Unión Soviética y el Comunismo. Es la amenaza insurgente de singular peligrosidad. Según esa caracterización nefasta, todos los países deben apoyar a ojos cerrados el veredicto de los Estados Unidos. Quien no lo hacía era mirado con reserva, caso de Guatemala en 1944 y 1954.


Para afrontar esta realidad planteada por los Estados Unidos, ordena la creación y firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), siendo aprobado en Río de Janeiro (Brasil) en 1947. Estados Unidos ordena al “flamante” colombiano, Alberto Lleras Camargo (El muelón), la redacción del texto, simple y llanamente porque Colombia era la más obsecuente a los dictámenes de los Estados Unidos y segundo, para dar la impresión que este país estaba al margen de semejante esperpento. Era la forma de dar cumplimiento a la imperialista propuesta de James Monroe de “América para los americanos”. Es decir, América para los Estados Unidos, para ser más exactos.


Se decía que con este tratado los pueblos americanos serían protegidos y respetados en su soberanía nacional. No serían agredidos. No obstante, quien proponía este esperpento se convertiría rápidamente en el principal agresor de todos estos pueblos americanos y muchos del planeta. Eso es Estados Unidos: El principal agresor imperialista de todas las naciones del mundo.


Hay otro hecho importante dentro de la estrategia imperialista de los Estados Unidos: La creación de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 1948 en Bogotá durante la novena asamblea panamericana, mientras esta ciudad ardía en llamas, a raíz del vil asesinado del caudillo Liberal, Jorge Eliécer Gaitán Ayala a manos de la CIA.


Esta figura se encamina a proteger la política estratégica de los gringos. Es más: Rápidamente se convierte en el principal instrumento anticomunista en el continente. Es “el departamento de colonias de los Estados Unidos”.[xix] La delegación de Estados Unidos señala cínicamente que un acuerdo político anticomunista es el soporte de cualquier asistencia económica. Como quien dice: El que pone el billete, pone las condiciones.


La truculento historia del batallón Colombia


Laureano Gómez, “el monstruo”, como era considerado por su criminalidad, sectarismo y alto grado de racismo, por supuesto que refuerza la dependencia del país a los dictámenes de los Estados Unidos, en ese sentido fortalece el vínculo militar con la firma del Pacto de Asistencia militar, en 1952, con el peregrino cuento que Colombia enfrenta una conspiración Comunista encarnada en el liberalismo.


José María Bernal, ministro de guerra en 1952, decía: “El Comunismo opera a sus anchas bajo la bandera del liberalismo. Y el liberalismo, consciente o inconscientemente, sirve los planes del dominio internacional soviético”.[xx] Son disparates de un alto funcionario del Estado que los medios de comunicación repiten maquinalmente hasta la saciedad hasta convertirse en “realidad” en la psiquis del pueblo colombiano analfabeta, alienado y atemorizado.


De esta manera, el gobierno laureanista pretende justificar ante la opinión pública la participación en la guerra de Corea (1950 – 1953), como lo dice abiertamente el embajador colombiano, Eduardo Zuleta Ángel, en los Estados Unidos: “Colombia es un país esencialmente anticomunista, fundamentalmente amigo de los Estados Unidos (…) y si se es anticomunista, debe lucharse contra el Comunismo en todos los campos, como lo ha hecho Colombia (…) en Corea”.[xxi]


Se creó el tenebroso batallón Colombia con inspiración militar directa de los Estados Unidos y sus tropas apostadas en el canal de Panamá. Dicho batallón es enviado a Corea, país asiático, a matar pueblo en defensa de los intereses egoístas de los Estados Unidos. Va con 4300 soldados y la fragata ARC Almirante Padilla con 180 marinos y diez oficiales, bajo la comandancia general del militar Alberto Ruiz Novoa.


Los que regresaron traen un cúmulo de experiencia sobre cómo reprimir la inconformidad del pueblo colombiano. Traen la visión del enemigo interno, política clásica impuesta por los Estados Unidos en los países sumisos a sus dictámenes como Colombia. Traen muy claro:



1.       La necesidad de utilizar pequeñas unidades de combate;

2.      Conocimiento directo de la guerra de guerrillas;

3.      Familiarización con elementos centrales de la organización castrense de los Estados Unidos;

4.      Mejora en las comunicaciones y el transporte mediante el uso de helicópteros;

5.      Utilización de armamento ligero (Lanzacohetes, morteros, bazucas) en vez de artillería convencional;

6.      Guerra psicológica (Propaganda, rumores y mentiras con el fin de desmoralizar al enemigo).



Recogiendo esa sangrienta experiencia de Corea, el ejército nacional funda la escuela de lanceros en Cundinamarca en 1955, por supuesto inspirada en el ejército norteamericano. Nada es original. Todo es a imagen y semejanza del tío sam. Utiliza pequeñas unidades de contraguerrilla, se organiza la policía militar para reprimir las protestas sociales; se establecen mecanismos de difusión de la doctrina militar de los Estados Unidos, mediante la publicación de la revista militar (1955), la revista de las fuerzas armadas (1960) y la revista del ejército (1961), en cuyas páginas abundan artículos anticomunistas, propios o traducidos, siempre inspiradas en las fuerzas militares imperialistas de Estados Unidos. Nada del pensamiento militar bolivariano, todo el pensamiento militar de los Estados Unidos. Así se cuece el imperialismo gringo sobre las fuerzas militares nacionales.


Estrategia integral de contrainsurgencia


El presidente de los Estados Unidos, Dwight Eisenhower determina en 1953 que la asistencia económica a Latinoamérica dependerá de su comportamiento (léase grado de sumisión), en la cruzada anticomunista, lo que en Colombia se traduce en aumento de asistencia militar, financiera y la inversión directa de Estados Unidos en las economías de enclave (Petróleo y Banano) y en empresas manufacturadas. Desde 1952, informes secretos de la CIA daban cuenta de la peligrosidad de la violencia en Colombia y lo que ellos consideraban “guerrilla”: Pájaros y Chusmeros.


Con estos informes secretos abultados, justificaba la CIA, cada día más su presencia en los asuntos internos de Colombia. Daba a entender que se asustaba de las criaturas criadas por ellos mismos. En realidad era el pretexto para hundir poco a poco sus garras imperialistas en el suelo colombiano.


Se generaliza la consigna del peligro que encarna supuestamente el Comunismo. En diciembre de 1954, se crea un grupo de trabajo integrado por el departamento de Estado y Defensa, así como por la agencia de cooperación de Estados Unidos (ICA, hoy USAID) y la CIA, que redacta informes de 22 países en los que la “amenaza Comunista”, se considera de cierta magnitud. Curioso: No figura Colombia, pero sí países como Bolivia, Guatemala, Chile y Brasil.


Documento interno de carácter reservado del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (Febrero, 1955), vincula la asistencia militar de este país imperialista al desarrollo de fuerzas militares nacionales, cuyo propósito fundamental es el combate denodado a la “subversión Comunista”, en la que se incluyen intelectuales, sindicatos y movimientos sociales, que debe enfrentarse con acciones “preventivas”, tales como:


1.       Detectar a los agentes Comunistas, sus simpatizantes, sus organizaciones de fachada y otros componentes del aparato Comunista;


2.      Detención de las personalidades o grupos Comunistas;


3.      Ejecución de medidas judiciales en contra de estas personas o grupos. En marzo de 1957, se crea el programa de Seguridad Interna Extranjera, con énfasis en seguridad para derrotar a la subversión Comunista.


En el documento secreto de la CIA, se lee lo siguiente: “Estados Unidos está siendo desplazado del Caribe y Centroamérica por un sofisticado pero brutal súper poder extra continental, que manipula Estados clientes. La influencia soviética se ha expandido poderosamente desde 1959. La Unión Soviética está en la actualidad instalada con fuerza en el hemisferio occidental, Estados Unidos debe remediar esta situación”.[xxii]


Con esta campaña insidiosa y perversa los Estados Unidos apuntan a dos objetivos imperialistas bien claros y concretos: De un lado desnaturalizar la esencia y naturaleza del Socialismo naciente en la Unión Soviética a partir de la heroica batalla de octubre de 1917 con Lenin a la cabeza y del otro lado, fortalecerse social, política y militarmente en estos países dependientes como Colombia empleando las corruptas y apátridas clases dirigentes nacionales de dichos países latinoamericanos.


El triunfo del Socialismo en Cuba, ocurrido el primero de enero de 1959, cuando entra a la Habana triunfante el pueblo alzado en armas liderado por Fidel Castro Ruz, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, entre otros, los Estados Unidos modifican su táctica y estrategia militar. Ahora hacen énfasis en la acción  cívico – militar, concretado con la firma del Acta en Bogotá, en septiembre de 1960.


En esta imperialista iniciativa participó activamente Gabriel Kaplan, agente de la CIA. En este año, precisamente, se crean catorce brigadas en zonas de conflicto: Tolima, Huila, Cauca, Valle del Cauca y Caldas, entre otras. Adicionalmente, se crea el Instituto Nacional Colombiano de Reforma Agraria (INCORA) y los Estados Unidos anuncian con bombos y platillos ayudas para supuestamente acabar con el origen del conflicto.


Sin embargo, predomina lo militar sobre lo social. Es decir, lo social viene siendo el simple pretexto para “justificar” su presencia militar. “Es el dulcecito para que nadie diga nada”.  Entre 1961 – 1965, Colombia recibe 833 millones de dólares en ayuda y préstamos de los Estados Unidos y de organismos multilaterales en el marco de la cooperación de la Alianza para el Progreso, iniciativa contrainsurgente basada en proyectos sociales. Este programa se desinfla con la agresión a Vietnam, lo reconoce la misma USAID  en 1969. El Programa Alianza para el Progreso intentaba minimizar los efectos políticos y sociales del triunfo revolucionario de Cuba, al convertirse en el primer Estado Socialista en América a escasos 90 millas del monstruo como consideraba José Martí a Estados Unidos.


Visita militar por la fuerza


El “flamante” primer presidente del Frente Nacional, Alberto Lleras Camargo (El muelón, como le solía decir el abogado Comunista, Rafael Aguja Sanabria), se reúne sin escrúpulo con grupo de asesores militares de Estados Unidos, el 18 de Junio de 1959 en Bogotá, con el propósito de activar y formar unidades contraguerrilleras, con un pie de fuerza de 1500 hombres y 24 helicópteros ampliamente equipados.


Alberto Lleras Camargo, recibe el apoyo del embajador gringo, Moors Cabot, quien supuestamente comparte su preocupación por los efectos desestabilizadores de la penetración Comunista y pide a las autoridades considerar las experiencias de Malasia y Filipinas.


En octubre de 1959, se organiza el equipo especial de la CIA, de carácter secreto, para investigar la violencia y evaluar la seguridad interna en Colombia, bajo la conducción de la secretaría de Estado y por petición directa del “muelón” con la participación de la secretaría de Defensa de los Estados Unidos. Es decir, nada sin la égida de este país imperialista.


Los miembros de este grupo tienen experiencia práctica en contrainsurgencia en Filipinas y Corea, pero también se incluyen efectivos que habían participado en la misión militar de Estados Unidos durante 1952 -  1956.


Bajo la supervisión directa del embajador gringo en Colombia, la tarea consiste en estudiar en ocho semanas los factores políticos, psicológicos, económicos, de inteligencia y militares que contribuyen  a generar violencia; también sugerir recomendaciones con efectos inmediatos.


La comisión visita cien cuarteles militares en Colombia, teniendo directo acceso a los archivos de seguridad. El documento inicial está listo en Febrero de 1960, del cual se envía una copia “suavizada” (tergiversada y acomodada) al “muelón” Alberto Lleras Camargo, un mes después.


¿Qué recomienda este informe? Recomienda (ordena, mejor) fundar una fuerza de combate contraguerrillera especializada a partir de las unidades de lanceros. Ojo con esto: Estamos hablando de 1960, cuando todavía no hay guerrilla, propiamente en Colombia. Sin embargo, los Estados Unidos ya están hablando de lucha contraguerrillera.


Además, recomienda dicho informe establecer un sistema de información pública con capacidad de implementar guerra psicológica encubierta; iniciar un programa de “atracción”, coordinado a través de una sección de asuntos civiles de las fuerzas armadas  (G – 5), para rehabilitar ante la opinión pública colombiana a las fuerzas de seguridad; reorganizar, entrenar, equipar y desplegar la Policía Nacional y mejorar su imagen pública; dar preponderancia a los programas de desarrollo nacional, particularmente en el tema de tierras.


Recomienda el informe además, proporcionar asistencia militar a Colombia de carácter encubierto, de acuerdo a Vietnam del sur y Filipinas  y reforzar la actividad de las agencias de los Estados Unidos en Colombia.


La asistencia establece influencia sobre los oficiales nacionales. Se recomienda también convertir el Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC), en fuente virtualmente dirigida por Estados Unidos para operaciones de guerra Psicológica abierta y encubierta. El “muelón” se baja totalmente los pantalones.


Alberto Lleras Camargo cumple a cabalidad las recomendaciones (órdenes, mejor), sin chistar nada. Desarticula el SIC y funda el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), siguiendo el modelo de la oficina Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos. Nada de originalidad hay en el gobierno colombiano, todo resulta copia de los gringos.


En Abril de 1960, Alberto Lleras Camargo viaja a los Estados Unidos a reunirse con su homólogo Eisenhower con el fin de mendigar ayuda económica para acabar con el “problema guerrillero”. Un mes después se presenta el informe, el cual consta de tres partes. La última de las cuales no se le enseña a Alberto Lleras Camargo.


¿Qué recomienda o qué dice este informe? “Se recomienda medidas políticas, económicas y militares para enfrentar la “violencia” y diseñar un programa antisubversivo, “total o parcialmente clandestino” con el fin de desprestigiar o eliminar por medios legales a aquellas fuerzas antidemocráticas que buscan, para beneficio propio, o para beneficio de una potencia extranjera, impedir o prevenir el establecimiento de un gobierno democrático, estable y popular”.


Se dispone que la ayuda militar sea semiencubierta, con control directo de los Estados Unidos a través de su embajada, en forma de equipo militar, sin logo de los Estados Unidos, suministrados por terceros y asesoría en inteligencia, guerra psicológica, acción cívico – militar y contra guerrilla. Además, contratar asesores extranjeros que no sean oriundos de Estados Unidos, pero que estén bajo su control. La finalidad gringa es que los gobiernos preparen a sus fuerzas armadas a combatir a sus propios conciudadanos.   


Contrainsurgencia nativa vs. Anticomunismo de EE.UU.


Volviendo un poco atrás hay que decir que durante 1940 se radicaliza el anticomunismo y la contrainsurgencia, lo cual se manifiesta en la dura represión a los sindicatos por parte de Alberto Lleras Camargo.


El movimiento gaitanista es catalogado de Comunista y subversivo. La represión del último presidente de la denominada República Liberal, se hace sentir con marcado acento criminal, marca el comienzo de la violencia contemporánea en Colombia.


Se da con el ataque a los trabajadores en los puertos del río Magdalena con la destrucción de la Federación Nacional de Trabajadores del Transporte fluvial, marítima y aérea (FEDENAL). Con ese ataque se abre camino el sindicalismo clerical, en la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC) y se legitima el paralelismo sindical, favoreciendo los intereses de la clase dominante (burguesía) personificada en los empresarios capitalistas.


Después de 1944, entra en escena propiamente el gaitanismo como movimiento de masas que aglutina a los sectores más empobrecidos e involucra a militantes de ambos partidos. Su accionar estremece al “país político” (clase dirigente tradicional), sobre todo a la oligarquía liberal – conservadora, cuando Jorge Eliécer Gaitán Ayala, se hace líder indiscutible del Liberalismo y desde allí libra la batalla por la restauración moral y política de Colombia.


La gesta gaitanista es calificada por la clase dominante como “un intento revolucionario de masas liberales y conservadoras contra los partidos históricos, contra los grandes industriales, contra la tradición burguesa”.[xxiii]


La oligarquía liberal – conservadora acude a la violencia para detener el gaitanismo y de paso la influencia protagónica del Partido Comunista. Desde el mismo Estado se organiza la represión contra los gaitanistas y contra los Comunistas, mediante la policía nacional, el ejército nacional, los pájaros, los chusmeros. Habrá de recordarse con horror la policía Chulavita y la policía política (POPOL).


Son cuadrillas de asesinos, fanáticos y clericales entrenados y financiados por el mismo Estado con la anuencia directa de los Estados Unidos. Nada ha hecho Colombia sin antes consultar o pedir permiso al imperialismo norteamericano.


En sendas movilizaciones Gaitán Ayala denuncia la violencia diseñada desde las alturas del poder. Pide clamorosamente al gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez parar la sangría contra el pueblo humilde y trabajador. La respuesta todos y todas, lo sabemos: El vil asesinado del caudillo popular en las calles céntricas de Bogotá el 9 de abril de 1948. Se ejecutaba en el marco del plan Pantomima la orden expresa de los Estados Unidos y Mariano Ospina Pérez, usando para ello un infeliz de apellido Juan Roa Sierra.


Del crimen es responsabilizado el Comunismo Internacional, aun cuando el movimiento gaitanista era considerado Comunista. “No se sabe exactamente quién mató a Gaitán, la única certeza es que fue obra del Comunismo”, fueron las primeras declaraciones del presidente de la república, Mariano Ospina Pérez.


Todo para encubrir a los verdaderos responsables del magnicidio que estremeció a Colombia en sus más sensibles estructuras. Se sabe de la infernal persecución de que objeto el gaitanismo. Fue una persecución permanente, oficial y sistematizada.


Esa brutal arremetida del gobierno nacional obligó al pueblo campesino, principalmente, a la creación de las autodefensas, las cuales fueron orientadas por los directorios liberales y posteriormente, por los Comunistas. La orientación era armarse y organizarse los campesinos para no dejarse matar en completo estado de indefensión, como venía sucediendo, a manos de las fuerzas represivas del Estado, donde se destacaban la Policía Política y la Policía Chulavita.


El Comunismo encubre el miedo a la democracia y al pueblo, personificado en los gaitanistas, quienes eran catalogados de la peor calaña: “Negros, indios, mulatos y mestizos, rencorosos, vengativos, hombres de palo y cuchillo, defraudadores y ambiciosos”.[xxiv] La clase dominante, es decir, la clase oligárquica no ahorraba epítetos contra las masas humildes lideradas por Jorge Eliécer Gaitán Ayala. Era la lucha de clases.


La oligarquía liberal – conservadora y los Estados Unidos, se confabulan para sindicar al Comunismo Internacional del magnicidio del caudillo liberal. El general George Marshall, que estaba al frente de la novena conferencia panamericana, se une al coro de desinformación, a lo que se le suma el presidente Mariano Ospina Pérez, el partido conservador, periodistas liberales de extrema derecha como Enrique Santos Montejo (Calibán), etc.



Al unísono todas estas yerbas hacen coro para ocultar a los verdaderos autores intelectuales del execrable crimen y sobre las humeantes ruinas de la Bogotá destruida, se sella la tétrica alianza contrainsurgente nativa y el anticomunismo visceral, como política internacional, aupada por Estados Unidos, convirtiéndose así en sustento ideológico y doctrinario del Terrorismo de Estado desde entonces en la República de Colombia.



Con esta artimaña ideológica se envenena al pueblo ideológicamente contra el Comunismo al presentarlo como lo peor para la humanidad, lo cual es utilizado por los Estados Unidos para consolidar su poder en el país y de paso poder libremente ejercer pleno soberanía imperialista. Colocar a Colombia al alcanza de sus garras y ambiciones dominantes.



Un alto funcionario de los Estados Unidos, cínicamente opinaba sobre la muerte de Gaitán: “Mucha gente, aun liberales de izquierda, parecen haberse puesto de acuerdo en el sentido de que Colombia salió bien librada en comparación con lo que Gaitán vivo habría logrado (…) Todo el mundo, con excepción de los gaitanistas furibundos, parece sentirse contento de que Gaitán se haya ido. Los conservadores consideran que una gran amenaza ha sido erradicada; los liberales moderados lo consideraban tan amenazador para ellos como lo era para los conservadores; las actuales directivas del partido liberal y miembros del gabinete conservan sus nuevos cargos únicamente debido a que Gaitán dejó de ser un obstáculo”.[xxv]



He ahí la criminalidad de los Estados Unidos, cómo se solaza por la muerte primero de un ser humano y segundo de una esperanza política para millones y millones de compatriotas acosados por el empobrecimiento y la cruda explotación del hombre por el hombre. Estados Unidos estuvo tras este horrendo crimen con la complicidad de la oligarquía liberal – conservadora. No hay duda.



Estados Unidos apoya el “sindicalismo” anticomunista que encarnaba en ese entonces la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC). Durante 1948, cuando se discute un nuevo código laboral, los ministros colombianos se reúnen con la embajada de los Estados Unidos y con petroleros de ese país imperialista, quienes buscan por todos los medios limitar el derecho a la huelga y prohibir la acción sindical.



Promueven el paralelismo sindical dándole vía libre a la Confederación Internacional de organizaciones sindicales  libres (CIOSL) y al sindicalismo supuestamente “libre” en Colombia, es decir, el sindicalismo light y patronalista, que desafortunadamente todavía existe en el país prisionero en las garras del neoliberalismo.



Además, los Estados Unidos financian la propaganda anticomunista de los obreros petroleros  agrupados en la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC) y respaldan por debajo de cuerda  distintos grupos anticomunistas a través de la CIA.



Los liberales gaitanistas son considerados Comunistas. La persecución contra ellos es infernal y tiene su clímax durante el sanguinario gobierno de Laureano Gómez Castro. Los Pájaros, la Policía Política (Popol) y el mismo ejército nacional, asesinan, desplazan, atemorizan, desaparecen, torturan con impunidad extrema. Los campesinos liberales gaitanistas y desde luego, los Comunistas son perseguidos como “ratones”, en lo que se tipifica claramente como Terrorismo de Estado.



La bestial campaña lanzada tanto por Laureano Gómez Castro como por Mariano Ospina Pérez, era “conservatizar a Colombia a sangre y fuego”. Era carne de cañón los Comunistas y los Liberales rasos  que no habían votado en 1950. Les era fácil identificarlos porque no llevaban un sello distintivo que se había colocado en la cédula de ciudadanía al momento de sufragar.



Cálculos señalan que entre 1946 – 1957 habían sido asesinados en Colombia por lo menos 170 mil colombianos, especialmente campesinos, hombres, mujeres, niños, ancianos, lisiados, etc. Además, la expropiación de 394 parcelas (fincas), las cuales representan millones de toneladas de tierra de pequeños y medianos campesinos, la expulsión de varios millones de campesinos a las ciudades capitales y a pueblos intermedios, la generalización de la tortura por parte de los Pájaros (Conservadores) y Chusma (Liberales).



En esto se usa principalmente los dólares recibidos de los Estados Unidos a cambio de la participación directa de Colombia en la guerra infame contra la república de Corea por tropas del batallón Colombia. Cínicamente, el gobierno nacional repitiendo el libreto de los Estados Unidos, responsabiliza a los Comunistas de semejantes atropellos y hechos realmente horripilantes contra el inerme pueblo campesino e indígena.



La oligarquía liberal – conservadora organiza maquiavélicamente un golpe de Estado y coloca al frente de éste, a Gustavo Rojas Pinilla (1953 – 1957). Este personaje se “come” el cuento y asume la postura de cruel dictador.



Comienza elevando el anticomunismo a doctrina oficial de Estado con la prohibición del Comunismo en 1955 y el desalmado ataque a Villarrica (Tolima). Además, en el marco de la amnistía son asesinados los principales jefes amnistiados en completo estado de indefensión, caso de Guadalupe Salcedo, quien al parecer fue embriagado para luego ser asesinado por los pistoleros del Estado.



En su desmedida ambición de captar recursos internacionales, especialmente de los Estados Unidos, el gobierno nacional infla las cifras de supuestos “guerrilleros” (bandoleros) dados de baja (lo que hoy se conoce genéricamente como “Falsos Positivos), relata el coronel gringo, Robert Turner, jefe de la misión militar: “El total de guerrilleros y bandidos que operan en Colombia, según el coronel Navas, es de 15 mil, de los cuales, él cree 3 mil son Comunistas y muchos de los restantes están bajo su control. El coronel Navas estima que al oriente del Tolima hay 3 mil y hay 4 mil guerrilleros. Un número desproporcionadamente  grande de Comunistas”.



Con esa exageración el gobierno nacional busca una ayuda militar de 150 millones de dólares por parte de los Estados Unidos, cifra que en su momento rebasaba la totalidad de asistencia militar de Estados Unidos en toda Latinoamérica. El préstamo se da quedando Colombia más hipotecada al coloso del norte.



El general Gustavo Rojas Pinilla, matón de estudiantes y pueblo inerme, se compromete a acabar con la “guerrilla” del Tolima en ocho días, si logra conseguir 3 mil bombas Napalm. Estados Unidos no accede a la petición del militar directamente, pero los técnicos de la misión militar sí lo asesoran en la utilización de los aviones de la fuerza aérea colombiana (FAC). Las gestiona en Europa y las utiliza por primera vez los días 7 y 10 de junio de 1955, contra  la taciturna población campesina de Villarrica (Tolima).



Son 3200 militares amaestrados en combatir Comunistas asiáticos, los que ahora enfrentan a Comunistas Colombianos. Este país es el primero del continente en fundar una escuela de lanceros por militares, todos adiestrados por sus homólogos estadounidenses.  Eran los mismos que hacían parte del batallón Colombia que había estado asesinando en defensa de los intereses imperialistas  de Estados Unidos en la república de Corea.



Pero como si esto fuera poco, los militares colombianos comienzan a asistir a entrenamientos y formación militarista en la tenebrosa escuela de “Las Américas” entonces en Panamá, hoy esta escuela se encuentra directamente ubicada en territorio de los Estados Unidos.



Antes de la llegada oficial de la doctrina de la contrainsurgencia y de la seguridad nacional, a comienzo de la década de 1960, Colombia es escenario de un macabro antecedente, señala Renán Vega Cantor. Dicho antecedente es la cruda formación de grupos paramilitares. ¿Paramilitares en 1960? Sí, efectivamente. Fueron los Pájaros, los Aplanchadores, los Chusmeros y los contrachusmeros de los gobiernos conservadores, junto con la Policía Chulavita, que en realidad era una fuerza “Parapolicial”.



En realidad, el paramilitarismo es una técnica contrainsurgente que en 1955, mandos del ejército nacional dan la orden de organizar en el país. Solo un ejemplo: El comandante de la Tercera Brigada, Alberto Gómez Arenas, con sede en Cali (Valle), ordena crear guardias cívicas en las zonas bandoleras, bajo el mando de autoridades civiles y militares, dotadas de armas, suministradas por el comando de la brigada. Así las cosas, cuando el general de los Estados Unidos en 1962, William Yarborough plantea nuevamente crear grupos paramilitares, encuentra naturalmente el terreno abonado.[xxvi]



 


 Contrainsurgencia moderna y Plan Colombia



El paramilitarismo tampoco es creación original de los militares colombianos. Es creación directa de los Estados Unidos, que asume abiertamente en defensa de sus intereses de clase. Con razón dijo Carlos Marx: “El capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos sus poros, desde los pies hasta la cabeza”. No hay en este sistema un solo rastro de humanismo, su dinámica es la violencia por cuanto se inspira en la brutal explotación del hombre por el hombre, en todas sus formas y manifestaciones, como lo dijera Fidel Castro Ruz.



La doctrina de la contrainsurgencia, como elaboración teórica, surge en Francia; el imperialismo francés la aplica en la guerra de guerrillas en Vietnam y en la parte urbana en Argelia. Su principal teórico – según Renán Vega Cantor – es el militar Roger Trinquier, quien justifica el terrorismo de Estado para reprimir a los movimientos que luchan contra el colonialismo francés.



Sistematiza sus experiencias en el manual intitulado: “La guerra moderna”, documento editado por el ejército colombiano en 1963, naturalmente por orden de los Estados Unidos. Dicho texto defiende y estimula el uso de la tortura, señalando que el “terrorista”, nombre que le adjudica al luchador popular, campesino, indígena, nacionalista y anticolonialista, solo dirá el secreto a partir de la tortura. “Los interrogadores deberán esforzarse siempre en no alcanzar a lesionar la integridad física y moral de los individuos. La ciencia puede, desde luego, poner muy bien a disposición  del ejército los medios para alcanzarlo”.[xxvii]



Este manual se hace de obligatoria lectura entre la oficialidad colombiana. En libro publicado después por la VIII brigada, se afirma: “En la guerra irregular, una de las mejores fuentes de información son los prisioneros, cuando se les da el tratamiento debido y son interrogados por personal especializado”.



Este desalmado método es aplicado por Estados Unidos en 1962, cuando el presidente John F. Kennedy crea el grupo especial dedicado a la contrainsurgencia subversiva en países y regiones de dominio imperial. Inicialmente se ensaya en tres países: Laos, Tailandia y Vietnam del Sur; seguidamente en: Bolivia, Venezuela y Colombia.[xxviii]



La preocupación del grupo especial era el surgimiento de un movimiento inspirado, apoyado o dirigido por Comunistas. Como quien dice: El método de tortura había sido inspirado y pensado en contra de los Comunistas, lo que sucede es que en la práctica la tortura se extiende a los sindicalistas, líderes comunitarios, campesinos, indígenas, estudiantiles, ambientalistas, etc consecuentes todos con sus planteamientos.



La respuesta era preparar el plan ideal para arrasar el grave peligro del Comunismo. Así las cosas, la contrainsurgencia surge como una doctrina de guerra total, invocando la guerra psicológica, la creación de grupos paramilitares, acciones terroristas, acciones encubiertas por la CIA y otras agencias de los Estados Unidos, operaciones de espionaje, fomento de la delación por la comunidad, apoyo a sindicatos, la acción cívico – militar, la ayuda económica de tipo militar, publicaciones contrainsurgentes, etc.



Por supuesto, que en este diseño no se menciona para nada los Derechos Humanos, Las normas internacionales de guerra (DIH), ni las convenciones de Ginebra, ni los tratados sobre prisioneros. Nada de eso. Como diría el general Taylor Maxwell, uno de los miembros del grupo especial: “Se trata de que los nativos combatan a los nativos”.[xxix] Es decir, pueblo contra pueblo en defensa de los intereses de la clase dominante.



La misión del general Yarborough



Entre el 2 y 13 de febrero de 1962, el equipo del centro del ejército de los Estados Unidos, en guerra especial procedente de Fort Bragg, con la dirección del general William Yarborough, visita a cuatro de las ocho brigadas que para entonces había en Colombia, con el fin de evaluar la efectividad de las operaciones contrainsurgentes, examinar la cantidad y tipos de asistencia requeridas.



La conclusión es que es necesario formar, apoyar y entrenar a fuerzas contrainsurgentes. El cuento es que se denota que no hay planificación, hay descoordinación, problemas técnicos y de inteligencia, escasa movilidad y poco conocimiento de la guerra psicológica y de la acción cívica – militar en los militares colombianos.



Por lo tanto, la misión recomienda:



1.       Incrementar la asistencia técnica, material y el entrenamiento para las fuerzas armadas nacionales;

2.      Utilizar helicópteros y aviones ligeros en tareas contrainsurgentes;

3.      Mejorar las condiciones materiales de los soldados así como del transporte y las comunicaciones;

4.      Estimular la asistencia a las escuelas militares impartidas en Fort Bragg (Estados Unidos);

5.      Intensificar la propaganda y la movilidad de las tropas;

6.      Agilizar su capacidad de reacción y efectuar operaciones nocturnas;

7.      Involucrar a la Policía Nacional en labores contrainsurgentes;

8.     Adoptar de manera conjunta un plan de inteligencia por parte del ejército y el DAS.



Esto fue lo que se manejó más o menos “públicamente”, porque secretamente se recomendó: Que el Estado organice grupos paramilitares, para “ejecutar actividades paramilitares, de sabotaje y/o terroristas, contra conocidos partidarios del Comunismo”, indica Renán Vega Cantor.



Insiste el informe que los Estados Unidos debe apoyar esto. También recomienda técnicas de interrogación para “ablandar”  prisioneros, en las que se incluyen la utilización de “Sodio, pentotal y uso de polígrafos (…) para arrancarles cada pedazo de información. Es decir: Tortura. Además, efectuar cercos militares y bloqueos en contra de las comunidades campesinas en donde se albergan insurgentes”.[xxx]



Sangrienta Operación Marquetalia



Durante los meses de mayo y agosto de 1962, después de conocer las recomendaciones del equipo del general William Yarborough, los asesores militares, la embajada de los Estados Unidos y funcionarios del gobierno de John F. Kennedy, desarrollan un plan de defensa interno colombiano, el cual es presentado al entonces presidente colombiano, Guillermo León Valencia y a su ministro de guerra, sentando las bases de un amplio programa de intervención contrainsurgente. Participan marginalmente algunos militares colombianos.



El plan contrainsurgente es preparado en julio de ese año, colocando en práctica las recomendaciones del equipo especial dirigido por el general William Yarborough: Mayor coordinación entre los distintos aparatos de represión, crear unidades tácticas para guerra irregular, especial énfasis en la propaganda (Relaciones públicas y prensa, guerra psicológica, volantes, afiches, radio, televisión), desarrollar jornadas cívico – militar, el servicio militar obligatorio, profundizar los cursos contrainsurgencia dirigidos a los oficiales y suboficiales, mejorar la coordinación del ejército con la fuerza aérea, desarrollar bases móviles de patrullaje, con el fin de acabar con las “Repúblicas Independientes”, que hablaba el lenguaraz senador conservador, Álvaro Gómez Hurtado, en el Parlamento Colombiano.



Es bueno tener en cuenta sobre el particular, que en desarrollo de las recomendaciones de los Estados Unidos y, desde el punto de vista militar, el Estado se inventa el enemigo interno. Las repúblicas independientes no existen sino en los manuales de contrainteligencia diseñados por los Estados Unidos. Marquetalia (Tolima) – por ejemplo – no era más que un territorio quebrado y montañoso con campesinos que querían poner a producir estas ubérrimas laderas en las condiciones más adversas y mientras le solicitaban al gobierno central obras de desarrollo comunitario como caminos, carreteras, puestos de salud, escuelas, créditos blandos, comercialización, etc, la respuesta era la militarización y el trato de subversivos a todos los residentes en la vasta zona. Era la monstruosa implementación de la operación Marquetalia.



En septiembre de 1962, se diseña un plan integrado para la acción cívico – militar, aumenta el número de brigadas y en junio de 1963, se funda el Comité Nacional de Acción Cívico – Militar para dar coherencia y principio a estos programas, mediante obras de infraestructura y centros de salud, escuelas y campañas de alfabetización, en el marco del programa gringo Alianza para el Progreso.



Para eliminar a las cuadrillas se utilizaron aparatos usados en Corea. En el bandolero liberal, José William Ángel Aranguren, “Desquite”, – por ejemplo – se empleó el sistema utilizado en la guerra de Corea y que consiste en lanzar llamas sobre la montaña con armas especiales. Desquite diría con cierta ironía: “El presidente Kennedy de los Estados Unidos a cambio de mandar dinero para los pobres, hubiera mandado las “buchonas” (helicópteros) y las armas para matar al pueblo”.[xxxi]



En las zonas “pacificadas” instalan grupos de autodefensa, campesinos seleccionados fundamentalmente por la policía, curas y hacendados, en departamentos como Tolima, Valle y Caldas, con armamento suministrado por los terratenientes del Magdalena Medio y Bolívar, de azucareros del Cauca y de algodoneros del Magdalena, de los petroleros de Santander a Huila, armamento suministrado a través  de los comités cívicos – militares.



Esta actividad se fortalece con la creación en 1962 de “Comandos Localizadores”. Es decir, unidades militares – paramilitares encargadas de ubicar cabecillas y asesinarlos. Participaban civiles fuertemente armados. Durante este año, estos comandos asesinos, asesinan sin derecho a juicio, a 388 supuestamente “guerrilleros” campesinos.



En este mismo año se funda un batallón de inteligencia militar, para identificar y destruir a los Comunistas, mediante red de informantes clandestinas. Toda persona que se atreviera a pensar, a criticar y a exigir reformas al Estado, era inmediatamente tildado de Comunista y por lo tanto, objetivo militar. A comienzo de la década de los 60s, se establece la delación como práctica institucionalizada, pagándose hasta $100 mil pesos para ubicar al jefe de la cuadrilla.



El semanario de los Comunistas, Voz Proletaria, fue quizá el único medio de comunicación que tuvo el valor de denunciar en sus páginas el siniestro plan que se cocinaba en la embajada de los Estados Unidos y el alto generalato nacional. La respuesta del presidente Guillermo León Valencia fue la de imponer la censura, seguramente por orden expresa de los Estados Unidos. Sin embargo, clandestinamente el periódico no paró de denunciar el demencial plan contra los campesinos del sur del Tolima.



El 27 de mayo de 1964, comienza el desarrollo de la “Operación Marquetalia”, siguiendo al pie de la letra las recomendaciones del general William Yarborough, contra 48 campesinos liderados por Manuel Marulanda Vélez. Se interrumpe la tranquilidad en la extensa región y los estruendos de las bombas caen como fantasía con intensidad inusitada sobre una comunidad taciturna sumergida en el drama de hacer producir la tierra.



La operación envolvente es monstruosa, gigantesca: Incluye operaciones psicológicas, bloqueo de áreas campesinas, se utilizan agentes clandestinos, a indígenas Paeces como guías; se usan helicópteros, se bombardean extensas zonas. Es la más grande acción contrainsurgente desarrollada en América Latina hasta entonces.



Participan directamente unidades militares de los Estados Unidos, personal de entrenamiento, asesores; el presidente Guillermo León Valencia, recibe $500 mil dólares por este concepto. Se utiliza 16 mil soldados por aire y tierra con el armamento de punta de la época. Se usa armas bacteriológicas.



Los campesinos burlan el escandaloso cerco militar y la terrible política de tierra arrasada diseñada por Estados Unidos y ejecutada por el gobierno nacional. Salen de Marquetalia y Gaitania (Tolima) y se trasladan a Riochiquito, después a El Pato y el Guayabero.



Acosados por la represión militar – paramilitar, acosados por el terrorismo de Estado y la intromisión imperialista directa de los Estados Unidos, los campesinos de la zona se organizan, naciendo así el movimiento guerrillero posteriormente llamado: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC – EP). Es decir, el surgimiento de la guerrilla es una respuesta a la agresión del Estado Colombiano, tanto militar, como política, económica, social y cultural, en contubernio con los Estados Unidos.



La contrainsurgencia no para. Se incrementa. En el período 1950 – 1970, 4629 militares colombianos reciben entrenamiento en la escuela de las Américas, en Fort Gulick, Panamá, a manos de militares de los Estados Unidos, naturalmente. Como se ha venido diciendo, allí, se enseña a torturar y a desaparecer Comunistas  y opositores al gobierno, se refuerza el conservadurismo y el anticomunismo al interior del ejército colombiano. Se asimila los manuales de la CIA, como Kubark en 1963, en donde se instruye a los militares latinoamericanos en tortura física y psicológica.



La fundación de esta escuela fue en 1946 y hasta 2004, se habían graduado un total de 60.751 militares latinoamericanos, de los cuales 10.446 son colombianos. En el período 1999 – 2012, se entrenan 14.325 efectivos militares y policiales de América Latina, de ellos 5.239 son de Colombia. Solo en el año de 2013, reciben formación en esta escuela 1556 militares, entre ellos, 705 colombianos. Es decir, casi el 50 por ciento del total.[xxxii]



Tenebroso Estatuto de Seguridad



El Frente Nacional – firmado en España entre Laureano Gómez Castro “El monstruo” y Alberto Lleras Camargo “El muelón”, es un pacto bipartidista excluyente, sectario y antidemocrático, encaminado a defender los intereses económicos de la clase dominante y a condenar al pueblo a otros cien años de soledad para citar a Gabriel García Márquez.



Para su sostenimiento acude a la represión, al Estado de Sitio y a la contrainsurgencia. Crece el aparato militar estruendosamente, al pasar de 10.820 militares en 1945 a 64 mil en 1969, gracias a la injerencia imperialista de los Estados Unidos. En vez del gobierno gestionar recursos para resolver lo social, gestiona recursos para incrementar la bota militar, la represión.



Sin embargo, a pesar de la cruda represión militar – paramilitar, la resistencia popular, la protesta, se hace sentir históricamente. Los campesinos, los obreros, los estudiantes, escriben verdaderas páginas de heroísmo, colocando por supuesto, una alta cuota de sacrificio.



Resulta histórico el Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977, contra el gobierno liderado por Alfonso López Miquelsen (1974 – 1978). Fue un paro total donde las centrales obreras se prodigaron a fondo y el pueblo concurrió oportunamente.



Las protestas contra el presidente Julio Cesar Turbay Ayala (1978 – 1982). Durante su primer año de mandato aprobó el denominado “Estatuto de Seguridad” de claro contenido contrainsurgente y represivo. Este estatuto combina la acción preventiva con la represiva contra el pueblo en general que se atreve a protestar y a exigir sus derechos. Partiendo de la “lógica” contrainsurgente de combatir “el enemigo interno”; además, la justicia penal militar y los consejos verbales de guerra. Es decir, se generaliza la impunidad en Colombia.



A la sombra de este esperpento se cometieron los crímenes más absurdos contra el pueblo colombiano. Las brigadas militares se convirtieron en centros de torturas y desapariciones forzadas. El Cantón Norte en Bogotá – por ejemplo – estremeció al país nacional con la violación permanente de los derechos humanos. Centenares de hombres y mujeres del pueblo fueron llevados allí y muchos de ellos no volvieron a vivir.



El maestro Luis Vidales estuvo detenido, el maestro Arlés Herrera (Calarcá), estudiantes, profesionales, líderes populares, sindicales, políticos de izquierda, etc. Mientras tanto, el presidente Turbay Ayala decía cínicamente en Inglaterra que el único preso político era él. El libro negro de la represión, recopiló una serie de testimonios conmovedores de estas prácticas del militarismo en sus brigadas por orientación directa de los Estados Unidos.



En el ámbito internacional hay una situación compleja. Estados Unidos con su presidente a la cabeza, Ronald Reagan, apoya regímenes terroristas; ordena a Colombia romper relaciones diplomáticas con Cuba en 1981; Estados Unidos autoriza y lidera la invasión a Granada en 1983; el presidente colombiano, Julio César Turbay Ayala, envía un batallón de 500 hombres al Sinaí (Egipto) en abril de 1982; el narcotráfico en su apogeo hace y deshace; Turbay Ayala, sumiso como todos los presidentes a los Estados Unidos, firma el tratado de extradición en 1979 y el tratado de asistencia mutua en 1980 para recibir financiamiento y capacitación en la supuesta lucha contra el narcotráfico. Colombia no se solidariza con las Malvinas (Argentina) porque Estados Unidos se lo ordena. La corrupción campea. El narcotráfico todo lo compra y los prostituye.



Narcotráfico y contrainsurgencia



El negocio ilícito de las drogas en Colombia comienza a crecer desmesuradamente ha mediados de los 70s con los cultivos de marihuana en la Costa Caribe, cubriendo el 70 por ciento de la demanda de los Estados Unidos.



A finales de esta década aparecen los cultivos de coca en el sur del país. Como respuesta, Julio Cesar Turbay Ayala militariza la Costa, especialmente el departamento de la Guajira para impedir que salga la marimba.



Por su parte, Belisario Betancur, durante 1984, autoriza la fumigación de los cultivos en la Sierra Nevada de Santa Marta con glifosato. Para ese año ya se producía en el país, el 70 por ciento de la cocaína que entra a satisfacer el mercado de los Estados Unidos. Era el principal destinatario y quizá lo sigue siendo este país potencia con su doble moral, en cuando pretende atacar a los productores pero garantizar la libertad plena a los consumidores.



Durante la década de 1980, el presidente imperialista Ronald Reagan señala que el tráfico de drogas constituye una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos, imponiendo en 1986, la Certificación como mecanismo de presión y control en los países donde se produce droga de uso ilícito. En realidad la certificación constituye un instrumento de índole neocolonial.



En ella se fundamenta George W. Bush en 1989, para crear la Iniciativa Andina supuestamente para combatir la producción de cocaína en los países sudamericanos, iniciativa que surge como producto de la presión del Comando Sur, que se mueve por la región como Pedro por su casa.



Se impone el denominado “Consenso de Washington”, el cual exige la apertura económica, lo que constituye realmente el inicio del modelo neoliberal, la dictadura del mercado. Claro, apertura de los Estados Unidos hacia los países dependientes, no así de los países dependientes hacia los Estados Unidos. En otras palabras: Estados Unidos ordena a los países dependientes como Colombia abrir sus fronteras, mientras que él en sentido contrario, las sierra cada vez con más virulencia.



El presidente Cesar Gaviria Trujillo (1990 – 1994), se pone a las órdenes de los Estados Unidos y con su frase: “Bienvenidos al futuro” traza las líneas generales del nefasto modelo neoliberal, que los presidentes sucesores desarrollan a la perfección.



Destruye la industria nacional, aumenta la militarización y da apertura, patente de corso a las multinacionales y transnacionales. El tema antinarcótico se convierte en la disculpa perfecta, en mecanismo de intervención de los Estados Unidos en los destinos de Colombia.



Sobre esta trama del narcotráfico vale la pena leer la investigación del escritor colombiano Germán Castro Caicedo, intitulada “Nuestra Guerra Ajena”. Es sorprendente y aberrante el interés de los Estados Unidos y la pusilanimidad de la clase dirigente nacional. Según el escritor el narcotráfico es un negocio perfecto de los Estados Unidos, que utiliza no solo para controlar las jugosas ganancias, sino también para garantizar la dependencia del país a sus criminales dictámenes.



En 1984 – por ejemplo – el embajador gringo en Colombia, Lewis Tambs, califica a la guerrilla colombiana abusivamente de “Narcoguerrilla”, deduciendo que se le debe tratar como simple delincuencia común y atacada con fuerzas militares de su país, saboteando groseramente así el proceso de paz que adelantaba las FARC – EP y el Presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas.



Es la política dual y oportunista de los Estados Unidos, porque mientras tolera algunos narcotraficantes y coge dinero del ilícito negocio para apoyar procesos contrarrevolucionarios, caso de los Contras o caso colombiano, se autoproclama adalidad de la lucha contra este flagelo que afecta poderosamente a los pueblos del mundo.



Entre 1989 – 1993, Estados Unidos realiza la operación: “Heavy Shadow” (Sombra Pesada), coordinada por su embajada en Colombia, con la participación de la CIA, DEA, FBI, Agencia de Seguridad Nacional y Fuerzas Especiales para matar a Pablo Escobar.



Actúan con el ejército, la Policía y los perseguidos por Pablo Escobar (Pepes), agrupación paramilitar vinculada al cartel de Cali (Valle). Estados Unidos conoce perfectamente sus nexos de las fuerzas armadas con los narcoparamilitares; uno de ellos, Don Berna, mantiene estrecha relación con la DEA, la agencia encargada de controlar el narcotráfico.



Durante el gobierno de Ernesto Samper Pizano (1994 – 1998), se intensifica las fumigaciones en el sur del país, generando múltiples marchas de protesta por parte de los campesinos que se sienten agredidos y perjudicados por esta política de fumigación, pues sus productos de pan coger son víctimas del glifosato.



Se desarrolla el escándalo del proceso 8 mil contra el presidente Samper Pizano. “El gobierno de Estados Unidos evita el contacto con el presidente y trabaja directamente con las fuerzas armadas, hechos que amplía su autonomía dentro del Estado”.[xxxiii]



Así se manifiesta una vez más la clara y abierta dependencia de Colombia a los Estados Unidos. Le importó a Estados Unidos un carajo el presidente, la soberanía nacional, manteniendo presencia coordinada  directamente con las fuerzas militares. Un hecho gravísimo de clara intromisión en los asuntos internos del país, pero que la clase dirigente bipartidista dejó pasar sin fruncirse si quiera.



7



El Plan Colombia: La cumbre de la subordinación incondicional



No obstante terminar la guerra fría, los Estados Unidos, por supuesto que no abandonan sus prácticas nocivas contra los pueblos y el anticomunismo sigue latente en sus manuales, concepciones y declaraciones. Muchos pensaron ingenuamente que al desintegrarse la Unión Soviética y presentarse la estruendosa caída del muro de Berlín, Estados Unidos, asumiría una postura más condescendiente con los pueblos del mundo, especialmente con los de América Latina. No fue así. Por el contrario. Aprovechó la coyuntura para acelerar el dominio imperial, recuperando lo que había tenido que ceder mientras existía el gran bloque socialista.



El surgimiento de la propuesta de Socialismo siglo XXI del comandante Hugo Chávez Frías, en la República Bolivariana de Venezuela, exacerbó la política imperialista del Tío Sam. Ésta crece al asumir el pueblo venezolano una postura nacionalista sobre todo en la defensa de su principal recurso natural: El Petróleo.



Los anteriores  gobiernos venían regalando este recurso a los yanquis, también la soberanía nacional, la dignidad del pueblo, etc. La postura del gobierno liderada por el inolvidable Hugo Chávez Frías, de ir rompiendo esa hegemonía en los asuntos internos de este país y de la misma América Latina, exigiendo autonomía, soberanía nacional e independencia, lleva rápidamente a los Estados Unidos a inventar un nuevo enemigo para justificar su presencia en los asuntos internos de estos países y del mundo.



Inventa su nuevo enemigo a vencer, a partir del 11 de septiembre de 2001, con el derrumbamiento de las Torres Gemelas y otros centros de poder. Hecho, al parecer, creado por los mismos Estados Unidos para “justificar” y darle vida al nuevo enemigo de la humanidad y de los Estados Unidos: “El Terrorismo Internacional”.



Con esta infame creación, los Estados Unidos y sus aliados, automáticamente se autoproclaman representantes del bien y los demás países que no comulgan con la política imperialista son declarados partidarios del mal.



La contrainsurgencia gringa utiliza armamento de punta y todo su poder mediático para agredir  a las naciones y los pueblos que no comulgan con su política dominante y excluyente.



Utilizará en lo sucesivo aviones no tripulados (Drones), incrementará los asesinatos selectivos, contratación de mercenarios a través de empresas privadas. Es decir, privatiza la guerra.



La “nueva” contrainsurgencia actúa sincronizadamente integrada por el Departamento de Defensa (USAID) y las distintas agencias de inteligencia. En Colombia este viejo – nuevo paradigma de cooperación cívica – militar se implementa y canaliza a través de USAID a partir de 2010. USAID es como la ONG de la CIA y otros organismos de inteligencia de los Estados Unidos.



Entre 2001 y 2012, la asistencia militar de los Estados Unidos se extiende a 186 países y se eleva de 5 mil millones de dólares a 25 mil millones de dólares. Así coloca en marcha la nueva táctica los Estados Unidos para “justificar” la injerencia directa en los asuntos internos de los países.



Plan Colombia o iniciativa regional andina



Durante el gobierno de Andrés Pastrana Arango (1998 – 2002), se revitaliza las relaciones Estados Unidos – Colombia, después del impase del presidente Ernesto Samper Pizano y el Tío Sam. Algo que no le gustó al amo fue motivo para una supuesta discrepancia internacional negándole la visa al Samper para ingresar a los Estados Unidos.



Pastrana Arango, con finas rodilleras, se coloca sumiso a las órdenes de Estados Unidos. Se abre de piernas sumisa y descaradamente. Desde Puerto Wilches, anuncia el “Plan Colombia para la paz”.



Los Estados Unidos le hacen decir que las guerrillas desmovilizadas podrían hacer parte en el desarrollo, diseño y ejecución de los programas contenidos en este plan. Es más: Estados Unidos supuestamente apoyan el proceso de diálogo que se desarrollaba con las FARC – EP en la zona del Caguán y se reúnen en la República de Costa Rica con el Secretariado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC – EP), organización política – militar que habían declarado terrorista en 1997.



Era una verdadera estratagema, porque mientras fingían estar de acuerdo con la solución política al conflicto social y armado que vivía Colombia, en realidad los Estados Unidos intensificaban a todo vapor la actividad militar. Se implementaba el sangriento Plan Colombia o Iniciativa Regional Andina, cuyo componente principal era militar.



En 1999 – por ejemplo – Colombia era el tercer receptor en el mundo de tan “desinteresada” cooperación bélica, después de Israel y Egipto. En este mismo año, se crea el batallón antinarcótico del ejército colombiano con la misión de actuar en los departamentos de Putumayo y Caquetá, principalmente. Claro, afirmar: batallón colombiano es un decir, porque en realidad era un batallón dirigido directamente por militares y asesores de los Estados Unidos. Este se convertiría en una avanzada del tenebroso Plan Colombia.



Desde un principio, sin embargo, los Estados Unidos muestran sus afiladas garras, pero que el presidente Pastrana se hace el de la vista gorda, no tiene derecho de opinar y guarda cómplice silencio. Son 2300 hombres ubicados en zona de amplia influencia guerrillera, cerca de la zona de distensión.



La orden del batallón es no interrumpir la labor paramilitar de exportar cocaína. Por el contrario. Se crea una especie de cortina para facilitar su trabajo, el cual puede desarrollar libremente. Los aviones de Estados Unidos no se pueden requisar, entran y salen del país con entera libertad.



La versión original del Plan Colombia es concebida y redactada en inglés. Es obra directa de los militares gringos; es un plan contrainsurgente, un plan que le abre camino expedito a sus multinacionales y transnacionales para que entren al país y se  apropien de los recursos naturales. Es lo que diría Fidel Castro Ruz: La neocolonización.



El señuelo era que era un plan para luchar contra el tráfico de drogas ilícitas, eso fue el bombo y la publicidad. El 80 por ciento se orientaba para el campo militar y de seguridad. Así intentaba Estados Unidos justificar la leonina iniciativa imperialista. Muchos meses después fue traducido al español y poco a poco la crítica tuvo acceso a partecitas de tal iniciativa dominante colocando en evidencia el verdadero contenido imperialista del plan, el cual era netamente contrainsurgente, como ya se dijo.



Primera fase del Plan Colombia


El Plan parte del criterio de que el Estado Colombiano es débil y no tiene presencia nacional. Se incluye en este el respaldo al proceso de paz, reformas económicas y ajustes estructurales de acuerdo al Consenso de Washington. Es como aplicar el principio  que dice que todo cambie para que nada cambie. Cambio cosmético de acuerdo a los intereses imperialistas de Estados Unidos.


El plan, igualmente, contenía otros aspectos, tales como: Modernización de las fuerzas armadas, intensificación de la lucha supuestamente contra el narcotráfico y reforma judicial. Colombia al alcance directa de los Estados Unidos. No era otra cosa distinta con la complicidad de la clase dirigente nacional apalancada en los partidos tradicionales.


Se inaugura la base militar de Tres Esquinas en el departamento de Caquetá a finales de noviembre de 2001. A la inauguración asisten como perros regañados, el presidente Pastrana Arango y la cúpula militar. Asiste como personaje central, inmaculado e impoluto, la embajadora de los Estados Unidos, Anne Patterson. ¡Qué cuadro tan contradictorio y tan ridículo!


La base cuenta con el más moderno sistema de aeronavegación y meteorología de Sudamérica; se encuentra a media hora de la zona de distensión y con un costo de 35 millones de dólares, se construye en ocho meses, funciona las 24 horas y alberga a más de 3 mil hombres del ejército, la armada y la fuerza aérea. Cuenta además, con pista de aterrizaje de 1400 metros. La base se convierte en el epicentro de la Fuerza de Tarea Conjunta  del sur.[xxxiv]

Aumenta el tamaño militar: De 249833 en 1998 pasa a 380069 hombres en 2005; adicionalmente aumenta el Producto Interno Bruto (PIB) en defensa de 3.5 por ciento  en 1999 a 4.23 por ciento en 2005. Qué contraste, qué paradoja, mejor: Mientras se adelanta un proceso de paz en el Caguán con las FARC – EP, la orden perentoria de los Estados Unidos es que Colombia se rearme hasta los dientes. ¿Eso tiene lógica desde la perspectiva humanista y pacífica? ¿No tuvo la clase dirigente nacional la capacidad para develar el fondo de los intereses oscuros e imperialistas de Estados Unidos?


Esta militarización delirante del territorio nacional, lógicamente tiene la orden de Estados Unidos por cuanto sus intereses imperialistas predominan sobre los intereses nacionales del pueblo colombiano.


Se crea la Fuerza de Despliegue Rápido (FUDRA). El primer acto “oficial” de este Plan se concentra en el departamento de Putumayo en el año 2000, con la participación directa del ejército y el paramilitarismo, bajo la égida de militares norteamericanos.


Durante 2001, se fumigan miles de hectáreas de coca en este departamento, 37 mil personas firman acuerdo de sustitución de cultivos, pero secretamente USAID manifiesta que no hay recursos para cumplirles a estas personas. Se dice pero no se hace cuando se trata de lo social.


A finales de 2003, el “Plan Patriota” (nuevo nombre del Plan Colombia), moviliza a 18 mil hombres a través de la Fuerza Tarea Omega, de carácter ofensiva en los departamentos de Putumayo, Meta, Caquetá y Guaviare. La lucha antinarcótico y antiterrorista se esfuma como por encanto. Cae la máscara, la mentira y sale a flote el verdadero rostro del Plan Colombia: Contrainsurgente.


George Tenet, director de la CIA, expresa cínicamente: “Las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia son una seria amenaza a los intereses de Estados Unidos en América Latina”.[xxxv]


Con ese argumento traído de los cabellos, el Comando Sur ayuda a implementar el Plan Patriota. Para eso, Estados Unidos aporta mil millones de dólares anuales durante tres años y pasa a manejar el sistema de radares y satélites en territorio colombiano. Controla tanto la información como la inteligencia. Colombia en manos directamente de Estados Unidos.


No contento con esto, George W. Bush amplia la presencia militar estadounidense en Colombia, en 2004, pasando de 800 asesores militares a 1400. Eso es lo que se dice oficialmente, porque en realidad las cifras son otras. Son 4500 funcionarios estadounidenses en Colombia y mil soldados gringos operando en una de las estructuras militares colombianas: En el Comando Especial de Operaciones Conjuntas.


Adicionalmente, 15 mil soldados colombianos son entrenados directamente por militares de Estados Unidos; mercenarios estadounidenses fumigan miles de hectáreas en el sur del país. La primera fase del Plan Colombia cuesta 10732 millones de dólares.


Segunda fase del Plan Colombia

La segunda fase del Plan Colombia que va aproximadamente de 2007 – 2013, es presentada como la consolidación del  Plan Colombia I y de su expresión política: “La Seguridad Democrática”; implica la internacionalización del conflicto colombiano, al ser presentada como la “Amenaza Terrorista”. Estados Unidos infla para pretender justificar lo injustificable.


En este desarrollo se consideran varios temas, entre otros: La desmovilización, el desarme y reinserción de los grupos armados y, se elimina cualquier referencia a la negociación política con la insurgencia.


Estados Unidos, saca a relucir la otra arista del Plan Colombia: Los Tratados de Libre Comercio (TLC), una vez fracasa la iniciativa feroz del Área de Libre Comercio (ALCA). Además, el Plan considera a Colombia estratégico en Petróleo, Carbón y Gas Natural.


Entre 1998 y 2008, 72 mil militares son entrenados por militares de Estados Unidos y 7 mil reciben instrucciones directamente en territorio imperialista, pasando a ser  Colombia el segundo después de Corea del Sur. Aumenta escandalosamente el pie de fuerza en Colombia al llegar en el 2008 a la cifra inverosímil de 427.847 soldados y policías.


Pero como si esto fuera poco, aumenta la inversión militar de Estados Unidos en Colombia. La ayuda total de los gringos desde que se comenzó el Plan Colombia supera los 5 mil millones de pesos. Desde 1990, se dispara la ayuda de este país imperialista a Colombia.


El presidente colombiano narcoparamilitar, Álvaro Uribe Vélez, hipoteca la Soberanía Nacional una vez más al invitar a los Estados Unidos a dirigir directamente los bombardeos y a asumir la inteligencia en la guerra.


Se habla oficialmente de 9 mil millones de dólares  desde el año 2000, que fueron designados para la implementación y desarrollo de este leonino e imperialista Plan, pero informes secretos señalan que la cifra encubierta es muy superior.


Se sabe que el avión que dejó caer la bomba contra el campamento del comandante fariano, Raúl Reyes, ero piloteado por un gringo y la bomba fue teledirigida por la CIA. Es decir, poco y nada hicieron las fuerzas armadas de Colombia en este aberrante crimen, violatorio de la soberanía nacional de la hermana república de Ecuador.


Sin embargo, el mayor grado de sumisión a los Estados Unidos lo ofrece Álvaro Uribe Vélez al concederle el territorio para la instalación de siete bases norteamericanas, mediante acuerdo del 30 de octubre de 2009, en sitios estratégicos para la soberanía nacional: Palanquero, Apiay, Malambo, Cartagena, Tolemaida, Larandia y Bahía Málaga.


Así, Colombia queda desarmada, a merced de las fuerzas militares de Estados Unidos. Pero no contento con esto, Uribe Vélez entrega el espacio aéreo y marítimo, permitiendo libremente la circulación de aviones y embarcaciones norteamericanas sin ningún contratiempo. Es más: Se le exime del pago de impuestos y derechos de aduana, se le concede impunidad total, aún en crímenes cometidos por fuera del servicio y deja abierta toda posibilidad para que los Estados Unidos realicen actividades que consideren conveniente para sus intereses económicos e imperialistas. Estados Unidos aprovechará para agredir desde Colombia a otros países, caso República Bolivariana de Venezuela, por ejemplo.


El Paramilitarismo engendro de los Estados Unidos


El apoyo de la CIA y de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos a los grupos Paramilitares colombianos, fue la herramienta básica que le permitió consolidarse en el país. Entre 1998 y 2005, el aumento de ayuda militar a Colombia incrementó en un 138 por ciento anual los ataques del paramilitarismo.[xxxvi]


Estados Unidos fortalece el Paramilitarismo a través de armamento, logística, inteligencia y movilidad de estos criminales en helicópteros y aviones militares. La masacre de Mapiripán en 1997, los Paramilitares atraviesan medio país, aterrizan en el aeropuerto militar de San José del Guaviare, donde funciona, precisamente, una base militar antinarcótico de los Estados Unidos y no les pasa absolutamente nada.


El Paramilitarismo incursiona también en la vida electoral. Impone a sangre y fuego sus candidatos. Mancuso y compañía decían que habían elegido el 25 por ciento del Congreso de la República. Muchos de ellos siguen ahí cumpliendo las tareas impuestas y ordenadas en el fondo por Estados Unidos.


Estados Unidos tiene licencia para hacer y deshacer sus fuerzas militares en Colombia sin que nada se les sobrevenga, entre ellas, asesorar el paramilitarismo y hacer toda clase de bellaquerías.


Pueden violar a menores, toda clase de aberraciones sexuales sin que la justicia pueda judicializarlos. Son amos y señores de Colombia. En Melgar (Tolima) y Girardot (Cundinamarca), por ejemplo, 53 menores de edad  fueron abusados sexualmente, llevados a vídeos y vendidos éstos, sin que autoridad alguna colombiana pudiera actuar.


Un contratista y un sargento de Estados Unidos, violaron a una niña de 12 años en 2007, sin que hubiera castigo para los responsables. Ni siquiera un pronunciamiento de la cancillería colombiana.


Estados Unidos apoya las ejecuciones extrajudiciales (“Falsos Positivos”), por cuanto se cometen estos crímenes siguiendo las recomendaciones que hizo la Comisión de asesores de las fuerzas militares de Estados Unidos. Los militares colombianos no dan un paso sin antes tener el visto bueno de sus homólogos gringos. ¡Qué vergüenza!


“Los sicarios a órdenes de la red de inteligencia tenían en claro que la actividad sindical era un motivo suficiente para matar, tanto así que existía una tarifa por cada miembro de la USO asesinado”, dice Carlos Alberto Vergara, uno de los sicarios de la red, quien agrega: “Cada asesinato oscilaba entre cien y doscientos mil pesos de acuerdo a la víctima, cada miembro de la USO era pagado con doscientos mil pesos, cada guerrillero a cien mil pesos, por eso se hicieron la cantidad de masacres que hoy por hoy están a la vista pública”.[xxxvii]


Estas redes criminales se dispararon dramáticamente durante la presidencia de Álvaro Uribe Vélez a más de 2 millones de sapos e informantes, mediante la directiva ministerial número 029 de noviembre de 2005, firmada por el ministro de Defensa, Camilo Ospina Bernal. Mediante esta se estimula la cancelación de recompensas por la captura o dada de baja de comandantes de la guerrilla. Ni un peso cuando se trataba de Paramilitares.


El DAS creación de Estados Unidos


Es tal la sumisión de Colombia a los dictámenes de los Estados Unidos, que el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) es creación directa de este país imperialista. Durante su procelosa vida el DAS fue considerado la sala gris, verdadera máquina para espiar y asesinar luchadores sindicales, populares y políticos de izquierda, principalmente.


Se fundó en 1960, reemplazando al Servicio de Inteligencia Colombiana (SIC), por orden expresa del Tío Sam, quien pasó a controlar este ente y a utilizarlo para desarrollar actividades contrainsurgentes, crímenes encubiertos contra el mismo pueblo colombiano.


Hay cientos de documentos desclasificados de la CIA que dan cuenta de esto. Durante la oscura era uribista el DAS fue un aparato utilizado para asesinar, hacer espionaje y eliminar a la verdadera oposición en este país.


Así las cosas, dolorosamente hay que decirlo gráficamente que en Colombia no se mueve una hoja sin el consentimiento de los Estados Unidos. La presidencia de la república es una simple oficina de este país imperialista. La clase dirigente bipartidista está cooptada hace rato. No le importa la soberanía nacional, le importa los sucios dólares.


Ahora es PaxColombia


El gran desafío es la unidad, la organización y la movilización del pueblo colombiano en aras de una segunda y definitiva independencia. Todos nuestros esfuerzos deben estar enfilados en ese sano propósito, de lo contrario, seguiremos hincados a los designios del imperialismo norteamericano. Morir luchando por este ideal no es morir, es sembrar una semillita que seguramente germinará prontamente en la conciencia revolucionaria de millones y millones de colombianos y colombianas.


No es una exageración la preocupación. Tampoco es cosa del pasado. Ahora se le ocurre a los Estados Unidos cambiarle nuevamente de nombre al Plan Colombia. El presidente Barack Obama, se abrogó el derecho de colocarle nuevamente nombre, el pasado 10 de febrero de 2016, al decidir inconsultamente que en lo sucesivo se llamará: “PazColombia”. Eso constituye una afrenta a la soberanía nacional, un insulto que lo permite sin chistar el presidente Juan Manuel Santos Calderón y el mismo ex presidente Andrés Pastrana Arango.


Será nuevamente para la guerra, no hay duda. Adicionalmente, se repite la historia. Hace 15 años fue el presidente Bill Clinton que en forma imperial dio a conocer el nacimiento del Plan Colombia en inglés, aprobado por el Congreso de los Estados Unidos. Ahora lo hace Barack Obama con el mismo libreto imperial, mientras avanza los diálogos de paz entre las Farc – Ep y Santos. (¿Simple coincidencia?)


“La nueva versión contempla una ayuda para 2017 de 450 millones de dólares, menos de la mitad de los 1.400 millones con los cuales arrancó el Plan Colombia hace tres lustros”, señala Carlos Arturo Lozano Guillén, dirigente Comunista y director del semanario VOZ La verdad del pueblo.[xxxviii]


Agrega Lozano Guillén en el mismo artículo periodístico: “Según dicen de los 450 millones, 390 millones de dólares son del presupuesto del Departamento de Estado y 80 millones del presupuesto del Departamento de Defensa. Lo que se conoce hasta hora – agrega – es que de esos presupuestos saldrán 21 millones de dólares para el desminado; 1.4 millones para “combatir el tráfico de sustancias ilícitas”; y 38 millones de dólares para el financiamiento militar”.


Ni un dólar es anunciado para combatir el Paramilitarismo, lo que confirmaría una vez más la tesis que venimos desarrollando en este trabajo. Adicionalmente, esto estaría indicando que Estados Unidos seguiría promocionando y apoyando la guerra sucia, la guerra paramilitar en todas sus formas y manifestaciones en Colombia. Más claro no canta un gallo, dice el adagio popular.


Hay cosas muy oscuras que se cuecen en los Estados Unidos y que seguramente ni el gobierno Santos sabrá en su totalidad. Al parecer sucederá lo mismo que en los 60s, cuando los informes de los Estados Unidos los daba a conocer al gobierno nacional, pero parcialmente, lo que realmente le convenía.


Carlos Arturo Lozano Guillén, no oculta su preocupación al señalar en esta nota periodística: “PaxColombia, es una amenaza para el éxito de la mesa de la Habana”. Agrega: “Por ahora continúa la mesa de la Habana bajo la espada de Damocles de la nueva versión del Plan Colombia, ahora PaxColombia”. Todo indica que Estados Unidos habla de paz pero se prepara para la guerra. ¡Qué horror!

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