Calles solitarias se vieron ayer solo de pregoneros sin oficio. Foto Nelosi |
Culminó el debate electoral colombiano para elegir
parlamento, (Senado y Cámara de Representantes) pasando a la historia
con más pena que gloria, evento caracterizado fundamentalmente por la
abstención, la corrupción y el ventajismo. Se impuso una vez más el
poder descomunal del Estado oligárquico, la maquinaria, la mentira y la
promesa. Es más: La socialdemocracia o mejor la “socialbacanería”.
Toda
la parafernalia del régimen se puso en ejecución para que nada cambiara
y todo siguiera igual. Llama poderosamente la atención la abstención
(70%), alta cifra de tarjetones no marcados y anulados, lo mismo que los
votos en blanco. Todo pareciera indicar que Colombia estará condenada a
otros cien años de soledad, de oscurantismo.
El pueblo
trata de sobreponerse a ese imperio descomunal burgués pero todavía la
correlación de fuerzas no es la ideal, por eso prefiere refunfuñar en
silencio, masticar la rabia contenida al no encontrar una vía expedita
de escape, a pesar de ser mayoría.
Como el 70 por ciento de
pueblo no actuó casi el 25 por ciento escasamente colocó a sus nuevos
verdugos en el parlamento. La izquierda no sale derrotada, sale
derrotado y así lo debe sentir los que votaron por los mismos porque
ellos seguirán haciendo lo mismo.
Prisionero en el
analfabetismo político el pueblo sigue dominado bajo el crudo imperio
del terrorismo de Estado, la alienación de los medios de comunicación,
credos religiosos y pensum académico. Sufre la miseria, la falta de
salud, educación y bienestar, sin embargo, no duda en votar por los
responsables o sencillamente abstenerse y dejar que una minoría
despistada decida por todos.
La táctica del régimen de
dividir al pueblo en partidos de garaje le viene dando excelentes
resultados, porque el pueblo se fracciona en discusiones estériles y el
árbol no le permite ver el bosque.
Por supuesto que los
candidatos de derecha que ganaron las curules, no lo hicieron en franca
lid, presentando programas y proponiendo tesis para sacar al pueblo del
laberinto en el cual está metido. Compraron esas curules una vez más y a
precios exorbitantes, con dinero, marrullería, corrupción y ventajismo.
Los
que comieron tamal y lechona, (en el caso del Tolima) tendrán que
pasarla así, mientras que llegan las próximas elecciones. Esos “padres
de la patria” dedicaran este tiempo para triplicar la inversión que
hicieron en la supuesta campaña electoral.
La izquierda
tendrá que asimilar la tesis de los Comunistas: La unidad. La razón es
elemental: No estamos enfrentando un tigre de papel. Hay que persistir
en la lucha revolucionaria. Claro, para ello la izquierda se debe
depurar y renovar la táctica para desvertebrar el analfabetismo político
y enfrentar con eficiencia el terrorismo de Estado, la alienación y la
brutal explotación del hombre por el hombre. Mientras la izquierda no se
abra a la unidad más amplia, sin petulancia y con criterio incluyente,
será muy complicado. El camino es la construcción del frente amplio por
la paz y la democracia. Todos y todas, debemos caminar en la misma
dirección, respetando la diversidad y fortaleciendo la lucha de clases.
De
otra parte, este debate electoral refleja la profunda antidemocracia
que hay en Colombia. Se dice que la democracia es el imperio de las
mayorías; pero resulta que en este país el imperio está a cargo de la
minoría. Unas pocas familias controlan toda una nación de casi 47
millones de colombianos. A eso lo llaman democracia y llaman dictadura a
gobiernos como el de Cuba o incluso, Venezuela donde el pueblo
generalmente vota en un 97 o más por ciento.
Hay que evaluar
con fraternidad, pero con objetividad para avanzar. Los procesos no se
detienen, las ruedas de la historia tampoco. Se perdió una batalla pero
no la guerra. Tenemos que seguir denunciando este régimen descompuesto
en todo sentido y anunciando que otro país sí es posible. Recordemos que
los dictadores son efímeros, en cambio los pueblos son eternos. Ese
pobre pueblo que dopado votó por los mismos un día de estos tendrá que
reflexionar y autocriticase. No hay mal que por bien no venga.
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