sábado, 15 de febrero de 2025

Donald Trump no es un loco…

Donald Trump. Foto: Internet

 Por Nelson Lombana Silva

Se dice con insistencia que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es un loco excéntrico. No lo considero así, es más cuerdo que cualquiera de nosotros. Lo que sucede es que es el presidente de un imperio en decadencia, que busca desesperadamente fórmulas para reencauchar dicho imperio.

En ese desespero por evitar lo inevitable, acude a decisiones horrorosas que manifiesta con lenguaraz insistencia, aprovechando que tiene a su disposición los grandes medios de comunicación. Sabe que América ya no es el patio trasero como era concebido con antelación, es un continente que poco a poco va rompiendo las cadenas de la dependencia.

Nada bueno se puede esperar de un presidente violador de la ley de su propio país. Su inspiración criminal por querer seguir siendo la primera potencia mundial, lo lleva a asumir una postura hosca y deprimente en un mundo cambiante que camina al progresismo y hacia la izquierda.

Su sucio mandato, tanto como el primero, denota debilidad, marchitamiento, porque las ruedas de la historia no se detienen, avanzan y a movimiento rápido. Trata de ocultar dicha debilidad gruñendo como una fiera recién enjaulada, pero resulta que, como dice el dicho popular, “los pueblos ya no le comen”.

Ante el tema de la migración y el retorno de los ciudadanos nacionales, muchos ilusionados y engañados con el supuesto “sueño americano”, la respuesta del presidente Gustavo Petro, fue contundente, monumental. Por primera vez, un gobierno nacional le habla de tú a tú al gran imperio, con respeto, pero con dignidad patriótica.

La burguesía nacional, apátrida por excelencia, no sabía qué decir, asombrada, al borde del colapso, no ahorraba palabras para disculparse ante el amo. Qué locura de Petro, hablarle de tú a tú al amo supremo. Los también apátridas medios de comunicación, salieron en coro a “justificar” que nuestros conciudadanos llegaran en precarias condiciones con grilletes y cadenas al país que los vio nacer. “Es cuestión de seguridad de Estados Unidos, medida que evitaría un posible mitin o amotinamiento en pleno vuelo, decían sin parar y sin la más mínima ética y vergüenza. Como quien dice: Era normal y no había por qué tan contundente y digna respuesta del presidente. Fico, el mafioso alcalde de Medellín, propuso que los mandatarios locales fueran de rodillas a pedirle perdón a Donald Trump y decirle que Petro no los representaba.

Pensó el criminal Trump que el pueblo panameño se iba a paralizar de susto con la descabellada e imperial propuesta de retomar el dominio del canal, para que sus barcos no cancelen un solo peso. Fue una bofetada a la heroica lucha del General Omar Torrijos, quien al parecer fue asesinado al caer sospechosamente el avión donde se desplazaba. El pueblo respondió con dignidad y espíritu patriótico.

Si bien los Estados Unidos no es todavía un “tigre de papel”, como diría el camarada Mao, ni tampoco un gigante con patas de barro, sí es un imperio en vertiginosa caída. Eso demuestra su belicosidad, el interés de armar guerras en cualquier parte del mundo. Su economía en grado sumo se fundamenta en esta infeliz práctica. Sabe que se está haciendo el haraquiri, pero también sabe que no puede cambiar de estrategia, pues su ideología está rebasada por la historia. La única forma de existir, es imponiéndose a la fuerza bruta, al miedo, al terrorismo.

La realidad mundial es diferente. El unipolarismo hace rato hizo metástasis, hoy se impone el multipolarismo. Resulta anacrónico pensar en el hegemonismo de una sola potencia. Hoy la humanidad, para bien o para mal, cuenta con muchas potencias y otros países en vía de serlo.

Ante esta cruda y escueta realidad, los pueblos del mundo deben fortalecer el internacionalismo proletario, hacer cada día más fuerte y protagonista en esta dura y emocionante lucha por un planeta sin hegemonías capitalistas fascistoides. Los comunistas debemos retomar la trinchera que nos ha deparado la historia y con renovados bríos, retomar estos temas con las presentes y futuras de generaciones de jóvenes. Ellos deben saber que para entender el presente y proyectar el futuro hay que conocer el pasado. No hacerlo así, es condenar a la humanidad a otros cien años de soledad como diría nuestro nobel de literatura, Gabriel García Márquez.

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