El mundo medianamente civilizado está estupefacto por la forma cruel y miserable como el gobierno nacional colombiano se ha ensañado contra el ex comandante y negociador de las Farc – Ep, Jesús Santrich. Al parecer no hay antecedentes, ni en Colombia ni en el planeta de la infame humillación de que viene siendo objeto un revolucionario hormonal de esta categoría. Mártir de una causa noble que más temprano que tarde se impondrá no solo en Colombia sino en todo el planeta. El camarada Jesús Santrich es un clásico anunciador del Socialismo en Colombia.
La Fiscalía General de la Nación y por ende el Gobierno Nacional, no tuvo grandeza para asimilar su derrota ante el veredicto o fallo de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y violando las normas constitucionales y derechos humanos, dos minutos después de ser puesto en libertad es nuevamente prisionero en medio de un aberrante operativo militar contra un enfermo, anciano y con limitaciones físicas. ¡Qué cobardía!
Y para justificar lo injustificable se anuncia que han aparecido nuevas pruebas contra el ex comandante fariano. Una burla tan monumental como que Estados Unidos tenía pruebas irrefutables pero que éstas se quedaron misteriosamente en mitad de camino, pero que después serían presentadas y nunca han sido presentadas, pero que muy seguramente ahora sí aparecerán y serán irrefutables. Una justicia cantinflesca para cometer semejante crimen atroz y colocar en cuidados intensivos el proceso de paz que con tanta esperanza se firmó en el teatro Colón de Bogotá.
¿Resistirá el camarada Santrich semejante trato inhumano? Su moral revolucionaria es muy alta y resistirá, no sé físicamente si pueda resistir tanta infamia, tanta sevicia, contra un hombre honesto, consecuente y revolucionario.
Telón de fondo
¿Por qué tanta agresividad contra un revolucionario totalmente indefenso? ¿Cuál es el telón de fondo? Lo primero que hay que decir es que el titiritero que está al frente de esta infamia es Álvaro Uribe Vélez. Duque es un pobre diablo sin pasado, sin presente y sin futuro, que actúa maquinalmente a órdenes del narcotraficante número 82 dicho por los mismos Estados Unidos y por el presidente de esta nación imperialista, Donald Trump. Es un payaso de ellos. Un sirviente intrascendente pero incondicional.
Uribe está acorralado. Es una fiera atrapada que hace esfuerzos desesperados por romper el cerco que la comunidad nacional e internacional le tiene y que cada vez se cierra más y más. Ante esta cruda e inexorable realidad, la acción desesperada de este narcotraficante es de profundizar la violencia contra toda esperanza de paz y de esta manera distraer a la opinión pública y evitar lo inevitable.
Si bien es cierto que todas las instituciones están prácticamente permeadas por la corrupción y a merced de “varito”, como le solían decir sus socios paramilitares, en cualquier momento pueden surgir de ese pozo nauseabundo funcionarios consecuentes dispuestos a hacer justicia y la lavar la imagen vergonzosa que hoy presenta Colombia ante el mundo.
La burguesía de cuna se encuentra incómoda de esa burguesía que ha invadido su estrecho círculo a punta de narcotráfico y paramilitarismo, caso de Uribe y su patota. Esa burguesía contribuirá a su derrota. Bien decía el eterno comandante del proletariado, Manuel Marulanda Vélez: “La mafia termina destruyéndose entre sí”. Sin embargo, será determinante la lucha popular del pueblo debidamente organizado, politizado y concientizado.
Si bien el pueblo colombiano se encuentra atemorizado por el terrorismo de Estado, el analfabetismo político y la desorganización, es cierto también que el pueblo se encuentra indignado y poco a poco ha ido abandonando su inmovilismo y se ha ido tomando las calles con su fuerte movilización.
Las pretensiones del uribismo son catastróficas, las cuales no hay que dejarlas prosperar, pues al parecer acaricia la posibilidad de cerrar el parlamento colombiano como lo hizo Laureano Gómez y darle el golpe mortal a lo poco y nada qué hay del proceso de paz. Necesita una constituyente de extrema derecha que lo blinde de la Corte Penal Internacional, una constituyente que legalice la impunidad para que sus innumerables crímenes de lesa humanidad no sean castigados ejemplarmente.
Hay toda una trama de impunidad que se cuece en las alturas del poder en Colombia para que la reina sea una vez más la impunidad y los victimarios sean víctimas y las víctimas victimarios como viene sucediendo en este país sudamericano.
El genocidio contra los sindicalistas, líderes campesinos, indígenas y políticos de izquierda se dispara en Colombia. El militarismo disfrazado de paramilitarismo arrecia sus amenazas en todo el país. “Nos están judicializando y nos están matando”, dijo el ex comandante fariano Donald Ferreira.
Todo esto ocurre bajo el silencio sepulcral de los medios masivos de comunicación y la absoluta indiferencia de la clase gobernante. El títere mantiene pendiente de agredir a la hermana república bolivariana de Venezuela, legalizar la corrupción y defender al narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez. No tiene una actividad distinta.
La senadora de la república, Aída Avella Esquivel, desde Ibagué condenó todos los agravios de que viene siendo víctima el compañero Jesús Santrich. “Es demasiada infamia que el gobierno hace contra una persona”, anotó.
El pueblo debe profundizar la movilización y defender el proceso de paz y de paso solidarizarse con un gladiador de la paz de la talla de Jesús Santrich. Su heroísmo debe tener una repercusión nacional e internacional. Hay que impedir su extradición.
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