La comunidad católica, apostólica y romana, conmemora la pasión de Jesús, el horrendo drama del Gólgota, donde es injuriado, golpeado, blasfemado, colgado del madero y asesinado.
Ese dramático espectáculo de crueldad, gestado por la clase dominante de la época, persiste en el tiempo y en el espacio de la sociedad capitalista.
Los dramáticos y desgarradores gritos de Jesús crucificado, en medio de dos malhechores, que bien podrían ser hoy Uribe y Duque, persiste en el niño abandonado, en la joven sin futuro, en el anciano condenado a la soledad terrible del abandono y los inocentes confinados en las cárceles sin deber absolutamente nada.
Hombres y mujeres, anónimos, siguen gritando a diario ante las más diversas y elementales necesidades, las mismas expresiones de Jesús: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me ha desamparado?”
Estos gritos conmovedores que no tienen eco en los grandes medios masivos de comunicación, se ahogan en la soledad tétrica de un sistema cada vez más salvaje e inhumano.
Ante el analfabetismo político y el terrorismo de Estado, el pueblo desesperadamente se sostiene en la solución dialogada y civilizada gritando expresiones como: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¿Será que Carlos Ardila Lule no sabe el daño que a diario le hace al país con su demencial espíritu explotador? ¿Será que el señor fiscal general de la nación, Néstor Humberto Martínez, no sabía que era “pecado” aliarse con Odebrecht con el único propósito de hacer al rico más rico? ¿Será que Iván Duque Márquez, no sabe que es “pecado” mentir, entregar la soberanía nacional a Estados Unidos, para agredir a la hermana república bolivariana de Venezuela?
Bien, la pasión de cristo, es la pasión del pueblo colombiano. El drama del calvario es el drama que vive Colombia sin educación de calidad y gratuita, sin salud de calidad, oportuna y gratuita, sin tierra para los campesinos, sin vivienda para el pueblo humilde, sin paz con justicia social, para todos y todas.
Ante esta cruda realidad, el mensaje es de unidad. Creyentes y no creyentes, tenemos que ponernos de acuerdo para transformar esta infame realidad que hoy vivimos millones de colombianos. El mensaje de Jesús es de justicia social. Por lo tanto, no se debe resumir en solo oración y resignación, pues el mensaje de Jesús es revolucionario, es acción o como dice la canción: “Jesús es verbo no sustantivo”.
El problema no es dividirnos entre creyentes y no creyentes, hay que dividirnos entre partidarios de la vida y partidarios de la muerte. El Socialismo es partidario de la vida y el capitalismo de la muerte. Marx decía: “No se trata únicamente de interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”. Hay que reconocer que la iglesia también tiene sus mártires, como bien lo afirmó el comandante Fidel Castro Ruz.
Así pues, el drama del Gólgota sigue vigente en el pueblo colombiano. El pueblo con el peligro de quedar sin agua por acción de la explotación de las grandes transnacionales como Anglo Gold Ashanti, continúa gritando: “¡Tengo sed!”. E incluso muriendo: “Todo está consumado, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Esa es la cruda realidad que hay que cambiar con la unidad y la movilización del pueblo creyente y no creyente.
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