Por Nelson Lombana Silva
Alguien le preguntó a Lenin si era
pertinente ir al parlamento burgués y el dirigente del proletariado no
dudó al decir que sí, siempre cuando se tuviera claro a qué se iba.
Fidel Castro en el memorable discurso dado en la universidad de la
República Bolivariana de Venezuela plantea que la Revolución es hija de
la cultura. Batalla de ideas.
Es decir, al Parlamento o a
cualquier corporación pública del régimen un compañero o compañera de
izquierda consecuente sabe a qué va. Tiene clara la película. Va a
destruir las relaciones capitalistas y a construir las relaciones
socialistas. No va a amangualarse con la pútrida clase dirigente.
La
burguesía se cuida muy bien de eso. Sabe cuál es la filosofía de la
izquierda consecuente, por eso le cierra todos los espacios. Miremos por
ejemplo el sistema electoral en Colombia. Quizás es el más
antidemocrático del continente y del planeta. Impide descaradamente que
las izquierdas se unan.
Es además, un sistema corrompido,
mafioso y capitalista. La derecha no expone ideas, expone violencia,
dinero del narcotráfico, demagogia y oportunismo a granel. Un candidato
de la derecha compra su curul o su cargo público sin sonrojarse.
Los
que militamos de una u otra manera en la izquierda o las izquierdas
para ser más exactos parecieran que no dimensionáramos ni el terreno, ni
el momento que estamos viviendo. Quizás nos dejamos contagiar de los
vicios del capitalismo como la mentira, la arrogancia y el analfabetismo
político para empecinarnos en desarrollar el individualismo y el
personalismo, mejor dicho el grupismo. ¿Cuánta agua tendrá que pasar
bajos los puentes para entender que la única salida táctica y
estratégica es la unidad, sin sectarismos y sin ambigüedades, como bien
lo planteara en su momento el maestro Carlos Gaviria?
El
Partido Comunista Colombiano – por ejemplo – lleva 85 años predicando la
unidad con la mejor disposición política. Sin embargo, la respuesta
frecuente es el anticomunismo incluso, en la misma izquierda. ¿Qué
hacer? ¿Claudicar? Por supuesto que no. Hay que persistir, insistir en
la brega de la unidad. Y eso no es un prurito. Es la convicción
histórica, política y dialéctica de que los cambios de fondo lo hacen
los pueblos y la fuerza principal es la unidad. Es decir, no es un
capricho. Por eso se hace fundamental dimensionar el terreno y el
momento que estamos viviendo.
El hecho central en estos
momentos es la paz y los diálogos de la Habana (Cuba). Es lo más
importante. No en vano hay toda una tenaza monstruosa encaminada a hacer
abortar este proceso que avanza en la heroica patria socialista
caribeña.
Los amigos de la guerra se unen, mientras los
amigos de la paz dudan o en muchos casos les resta importancia. Lo
consideran como algo coyuntural, de poca monta y trascendencia. La
tenaza: Santos, Uribe, Procurador Ordóñez, medios masivos de
comunicación y el comando sur de los militares de los Estados Unidos, va
por el rompimiento de la mesa de diálogo y que la patria siga
desangrándose por todos sus costados.
Para ellos la guerra
es un negocio que ganan por punta y punta. Ninguno de sus miembros va al
frente de batalla, van los hijos de los pobres a colocarle el pecho y
en el caso de los soldados y policías a defender los intereses de la
clase dominante. Bien lo dijo Aida Avella Esquivel: “El día que a los
hijos de la oligarquía y los hijos de los generales, tengan que ir al
frente de batalla, ese día seguramente se acabará la guerra”.
El
85 por ciento del territorio tolimense se encuentra concesionado en
títulos mineros, unos concedidos y otros por conceder a favor de las
multinacionales y transnacionales, especialmente la transnacional Anglo
Gold Ashanti. Vamos a quedar sin territorio, sin agua, sin fauna y sin
flora. Sin embargo, pareciera que a muchos y muchas no le llamara la
atención esto y en vez de contribuir a la unidad, se empecina en la
desunión por cosas a veces de poca monta.
El Partido
Comunista ha insistido en que la izquierda debe desarrollarse, sobre
todo pasar la fase de la oposición a ser opción de poder. La lucha por
el poder no es cosa de poca monta, exige mucha voluntad política y
conciencia tanto social como de clase. Pareciera que las izquierdas
estuvieran infiltradas, cosa que no es raro, por cuanto el enemigo de
clase que tiene el poder en sus sucias manos, tiene todo el dinero del
mundo para comprar conciencias débiles y desideologizadas que venden a
sus hermanos de clase por un plato de lentejas.
Debemos
dimensionar el momento que vivimos colocando lo colectivo sobre lo
individual. No es tiempo de vetos. Es tiempo de comprender la rica
diversidad como fortaleza. Defender los diálogos de paz de la Habana, el
medio ambiente y luchar decididamente contra la corrupción. La unidad
es el horizonte y la paz con justicia social el destino correcto del
pueblo colombiano.
El debate electoral no es para dividir,
es para unir; no es para alienar es para formar políticamente a la
comunidad; no es para hacer concesiones al enemigo de clase, es para
colocarlo al descubierto ante las masas. El discurso político de campaña
no debe ser rosadito, evasivo y etéreo. Debe ser claro, preciso,
concreto, real, revolucionario. No importa que queden al descubierto los
pusilánimes y los ambivalentes que pretenden tener un pie en la derecha
y el otro en la izquierda. Es hora de las definiciones, es hora de la
unidad. El palo no está para hacer cucharas, dice el adagio popular.
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