¿Cómo caracterizar y desarrollar el Frente Amplio por la paz, la democracia y la soberanía nacional?
No se equivocaron Carlos Marx y Federico Engels al escribir en el Manifiesto Comunista, publicado en 1848, que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Una lucha violenta, a muerte. Tampoco se equivocó Marx al decir que el capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos sus poros, desde los pies hasta la cabeza.
Por eso resulta equivocado decir que la violencia en Colombia data de tan solo 60 años atrás. No es cierto. Si se tratara de fijar una fecha habría que decir 1492, con la inhumana invasión de los españoles, quienes armados de espada, crucifijo y enfermedades venéreas, sembraron el terror en este continente, incluyendo Colombia. Seríamos más exactos y consecuentes.
¿Quién inventó la violencia? La clase dominante. No es un capricho de personas, es un fenómeno inherente al sistema capitalista. Su esencia es la explotación del hombre por el hombre en todas sus formas y manifestaciones. Esta infeliz práctica es violencia en toda la extensión de la palabra.
Una lectura crítica de la historia colombiana permite develar la criminalidad de la clase dominante (burguesía). Época tras época, el signo predominante ha sido la violencia y no cualquier tipo de violencia. No en vano se afirma que la burguesía colombiana es una de las más criminales del continente. Es astuta y taimada y sin hígados para arremeter contra las reformas que demanda la clase dominada. No admite lo más mínimos cambios.
Otra cosa bien distinta, es que se determine arbitrariamente un período para su estudio y caracterización. Entonces, se hable de los últimos 60 años, cuya principal característica sería el surgimiento de la resistencia armada de la clase dominada, ante el cierre hermético de cualquier espacio democrático, resistencia que se sostiene y en la cual la burguesía a regañadientes tenga que aceptar que no le ha sido posible acabarla, a pesar de los brutales y siniestros planes con la ayuda militar y económica directa de los Estados Unidos.
La violencia sangrienta ha sido una constante, también porque esta es una de las burguesías más atrasadas políticamente y más dependientes del imperialismo norteamericano.
La cruda violencia, dentro de la dinámica desalmada del neoliberalismo, es un negocio para la burguesía y no de poca monta. Al contrario, para la clase dominada (pueblo), la guerra es una tragedia, porque quien coloca los muertos y el dolor es el pueblo. Los soldados son hijos del pueblo, los policías son hijos del pueblo, la guerrilla son hijos del pueblo. El día que la violencia sea un asunto de la clase dominante en cuanto que tenga que acudir al campo de batalla, ese día se acabaría casi que al instante. No hay más cobarde sobre la tierra que un oligarca.
Por eso, es deber del pueblo prodigarse a fondo a defender los diálogos de la Habana (Cuba) entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep) y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos Calderón. Incluso, exigir el diálogo con el Ejército de Liberación Nacional (Eln). La paz para el pueblo es una fortuna, una esperanza de morir de viejos o sencillamente ser enterrados los padres por sus hijos siguiendo la lógica biológica de la humanidad.
En ese contexto, hay dos cosas que sorprenden y preocupan: Una, el analfabetismo político que hace que el pueblo se sienta distante del significado político de lo que se está definiendo en la Habana. Allí, no se está definiendo ni el futuro de la guerrilla ni el futuro del presidente Santos, se está definiendo el futuro no solo de 47 millones de colombianos, sino de casi 800 millones de latinoamericanos. Son palabras mayores.
La segunda cosa que preocupa, es la posición ambivalente, confusa y débil de organizaciones, movimientos e incluso, partidos políticos que se reclaman de izquierda. Quedamos francamente desconcertados oír decir a connotados dirigentes nacionales: “Para nosotros los diálogos de la Habana no son importantes, ocupan un lugar secundario en nuestra agenda”. Incluso, expresiones que horrorizan, como esta: “No nos interesa la solución política porque nosotros no nos hemos alzado en armas contra el Estado”. Para ellos, el paramilitarismo es apenas un juego de niños.
Si bien es cierto, esas tesis vienen siendo derrotadas por la acción de masas en ascenso en favor de la paz, sin lugar a dudas, todavía hacen mucho daño e incluso, retrasan procesos democráticos y revolucionarios.
Desde esa lógica, el Frente Amplio por la Paz, la Democracia y la Soberanía Nacional, es una propuesta audaz que hay que asimilar y desarrollar creativamente, teniendo en cuenta las particularidades de cada región.
¿Por qué frente? Porque se trata de hacer causa común, respetando la dinámica interna de las distintas organizaciones que lo integra, por grande o pequeña que sean. Es construir en la acción, en movimiento, superando las contradicciones, fusionando dialécticamente la teoría con la práctica.
El Partido Comunista Colombiano, en el décimo pleno nacional realizado en Bogotá los días 12 y 13 de diciembre de 2014, señaló: “El Frente Amplio tiene que ser más que un Frente de las izquierdas y en consecuencia, atraer y ganar el compromiso de otras fuerzas políticas, organizaciones cívicas, movimiento de artistas y de la cultura, núcleos y corrientes independientes y sin partido”.
Desde esa perspectiva, debe existir un procedimiento de construcción en las regiones teniendo en cuenta las particularidades y la amplitud para vivir y convivir en la diversidad y pluralidad, teniendo como objetivo central la defensa de los diálogos de la Habana y la Paz con Justicia Social.
Los hechos son tozudos, los procesos son complejos, dinámicos y contradictorios, con avances y retrocesos. Como están las cosas, todas las izquierdas no entrarían de una vez al Frente Amplio, que sería lo ideal entre otras cosas. Eso no nos debe desesperar. Hay que arrancar con lo que haya y dejar la puerta abierta. El Frente es como un tren que en cada estación habrá gente que se sube, otra que se baja y otra que se sostiene hasta el final de la travesía. Lo importante es arrancar. “El Frente Amplio – agrega la declaración – es el factor impulsor y punto de apoyo del movimiento de convergencias por la paz con Justicia Social.
¿Por qué insistir en la paz con justicia social? El gobierno Santos tiene su concepción de paz, que es la concepción de la clase dominante (La burguesía), su finalidad es quitarle las armas a la insurgencia; esa es su preocupación central y fundamental. La clase dominada (Pueblo) tiene una concepción distinta de la paz. Para ella la paz no es algo etéreo. Es algo concreto. La paz es producto de cambios estructurales, reformas de fondo. Es resolver las causas que originaron el conflicto a partir del 9 de abril de 1948, como para colocar una fecha posiblemente arbitraria. Es resolver las causas que obligaron a 48 campesinos, liderados por el comandante Manuel Marulanda Vélez, a empuñar las armas en las pendientes de las históricas regiones de Marquetalia, El Pato, Guayabero, Riochiquito, Gaitania y Planadas, entre otras.
Es decir, la lucha del pueblo es por la paz con justicia social: Educación, salud, vivienda, tierra, vías, comercialización, libertad, tolerancia, democracia, soberanía nacional y bienestar para todos y todas. Esa es la paz que hay que luchar.
Por eso al luchar por la defensa del ambiente, la defensa de lo público, la democracia, la soberanía nacional, se está lucha por la paz y no por cualquier paz, sino por la paz con justicia social. Ese es el desafío y esa es la principal justificación de la lucha por la paz con justicia social. Es decir, no es un simple “apellido”, es un contenido profundo que hay que asimilar con amplitud.
Por eso resulta demasiado estrecho decir que hay que hablar solo de paz, o solo de medio ambiente, o solo de defensa de lo público o solo de elecciones. Es un error craso que hay que analizar detenidamente en comunión.
- ¿Se justifica tanta alharaca sobre la locomotora minero – energética del presidente Juan Manuel Santos Calderón?
No hay que exagerar. Sin embargo, hay que decir sin rodeos que es más grave que lo que usted puede llegar a imaginar en un momento determinado. No es una exageración al decir que es monstruoso. Esta pretende acabar, arrasar con cerca del 70% del territorio tolimense, solo para colocar un ejemplo a nivel nacional.
Hilemos un poco más delgado. Las bocatomas del río Combeima y la quebrada Cay, fueron concesionadas desde el 2009 a la transnacional Anglo Gold Ashanti en un área de 5.816 hectáreas para explotar oro. De igual manera, esta concesionada la captación del acueducto complementario en Cocora, a la transnacional “Continental Gold Ltda” en un área de 4.162 hectáreas.
Hay municipios de este departamento que han sido concesionados sus territorios en más del 100%, caso de Cajamarca, 107.6%, aproximadamente; Rovira, 99%; Anzoátegui, 82%; Líbano, 97%, para solo colocar unos pocos ejemplos.
El proyecto de la mina de oro La Colosa en Cajamarca es colosal, casi inverosímil. Al lado del volcán Machín, se pretende acabar literalmente con este pueblo y su condición de despensa agrícola del Tolima. Un experto alemán contratado por la misma transnacional Anglo Gold Ashanti, dijo irónicamente hablándole a un grupo de periodistas tolimenses: “Si de pronto nos equivocamos y la naturaleza muere, pues construiremos un gran parque a la vida”. ¡Qué cinismo!
Así las cosas, la respuesta a este demencial ataque contra la naturaleza por parte del capitalismo altamente transnacionalizado, deben ser colectivas, unitarias y combativas. Debe ser en primer lugar una respuesta política, por cuanto el inminente peligro contra el ambiente es producto de decisiones políticas. Adicionalmente, ambiental, social, económica, cultural e ideológica.
Si no es así, se puede presentar fenómenos tan curiosos (por no decir más), que los mismos que marchan con vistosas pancartas, son los mismos que en elecciones apoyan a los que en el parlamento le han dado vía a esta política depredadora contra el ambiente. Ellos creen que una cosa es la política y otra distinta la lucha ambiental.
Con toda seguridad, estas multinacionales y transnacionales vienen financiando candidatos a las distintas corporaciones públicas, mientras tanto, muchos ambientalistas se rasgan las vestiduras diciendo que esta lucha ambiental debe ser “apolítica”.
Los comunistas pensamos que la lucha ambiental debe estar acompañada de la lucha política, de la lucha social, de la lucha económica, de la lucha ideológica y de la lucha cultural. Solo la unidad y la movilización podrían detener este monstruo de mil cabezas. Aislados no seremos nada. En ese sentido, proponemos la maduración de un paro cívico por lo menos regional o subregional.
El régimen arrecia sus influencias y su poder dominante, se dice que por estos días llegarían cinco ministros de Santos a Cajamarca a atemorizar al alcalde y a los concejales para que no aprueben la consulta popular sobre si quiere o no quiere la comunidad la megaminería a cielo abierto en este territorio.
Es el pequeño David contra el gigante Goliat que quizás algunos no dimensionan aún, pero que es necesario convencer para unir fuerzas y librar la batalla más importante del siglo XXI en Colombia. No hay otra alternativa.
¿Tiene relación – entonces – la lucha ambiental, con la lucha política, con la lucha por la paz, con la lucha electoral y con la lucha por cambios estructurales? Si es así, ¿Por qué y para qué dividir la lucha? Que no se cumpla la sentencia de Federico Nietzsche, que dice: “Solo sabemos lo que sabemos hacer”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario