lunes, 3 de noviembre de 2025

El papel oscuro de la Iglesia Católica

Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano.  Foto. Internet

Por Nelson Lombana Silva

La iglesia católica no se impuso en nuestro continente por obra y gracia del espíritu santo, se impuso por la fuerza, sobre montaña de crímenes horripilantes, siempre en función de los poderosos reyes, monarcas y oligarcas. El espíritu santo que trajo al continente fueron la espada, la tortura y la aculturación extrema. Nos tildaron de idólatras, seres sin alma. En realidad, a su arribo solo se fijaron en nuestras riquezas. La cruz, más mortal que la espada se impuso.

La iglesia católica gastó más de dos millones de pesos oro para financiar el asesinato del Libertador Simón Bolívar y destruir el proceso de independencia en este continente. En 1810, que estalló la lucha independista, el Vaticano dio la orden ultra secreta: “Toda Revolución americana era herejía punible con excomunión”. El Papa Pío VII, firmó personalmente las bulas que declaraban a los Libertadores enemigos de Dios y del Orden Divino.

La iglesia no solo predicaba contra la independencia desde los púlpitos, sino que financiaba directamente los ejércitos realistas (invasores). En Nueva Granada (hoy Colombia), el arzobispo Fernando Caicedo y Flórez, entregó 800 pesos de los diezmos eclesiásticos para comprar armas españolas. En la hermana república de Venezuela, el clero de Caracas donó sus joyas y ornamentos sagrados para pagar mercenarios que asesinaran al Libertador Simón Bolívar.

El 16 de septiembre de 1816, el obispo de Mérida (Venezuela), Rafael Laso de la Vega, publicó una carta pastoral donde llamaba a todos los católicos a exterminar la semilla maldita de la rebelión, ofreciendo indulgencias plenarias a quien matara un patriota, un revolucionario.

Durante la campaña libertadora de 1819, Simón Bolívar interceptó correspondencia secreta entre los Obispos de Bogotá y Madrid; los documentos revelaban un plan para asesinar a todos los líderes independistas durante una misa en la catedral primada. El código de operaciones era Corpus Cristi, la iglesia tenía razones poderosas para oponerse. En América controlaba el 40 por ciento de todas las tierras cultivables y el 60 por ciento del oro extraído.

La independencia significaba, perder un imperio económico avaluado en más de 50 millones de pesos oro. Una institución que predicaba amor y perdón, financió la masacre de miles de americanos que solo querían ser libres en su propia tierra. En nombre de Dios ocurrieron los hechos más dolorosos y criminales, los cuales trata de ocultar con el apoyo de gobiernos asesinos como el de Álvaro Uribe Vélez, Iván Duque Márquez, Cesar Gaviria Trujillo, entre otros, en el caso de Colombia.

La brevísima relación de la destrucción de las Indias, es un texto del fraile dominico español, Fray Bartolomé de las Casas, publicado en 1552, en el cual relata con crudeza parte de los vejámenes horrorosos que cometían los invasores armados de cruz y espada contra los aborígenes, mal llamado indios. En esa misma dirección, es importante abordar otros textos como las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano o el Huracán de Germán Castro Caicedo, entre otros.

Tiene razón una vez más el nobel de literatura, Gabriel García Márquez, cuando dice que nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, echa más para esconder que para clarificar. En esa dinámica, todavía se insiste en afirmar que los malos son los buenos y los buenos son los malos. Una venda que se va rompiendo poco a poco a punta de lucha y sacrificio. La iglesia católica cometió y sigue cometiendo horrores aprovechando el analfabetismo de la feligresía. Igual, el surgimiento de creencias y templos por todos lados, son estrategias de los Estados Unidos con el fin de dividir y embrutecer al pueblo para que no luche por sus intereses de clase. Tal como ayer, todas estas religiones y sectas siguen haciendo mal, porque siguen apartando a sus masas de la realidad concreta, metiéndolas en el sótano lúgubre de la resignación y de la ilusoria existencia de un mundo sobrenatural, el cual no existe más que en la imaginación humana y en los vivarachos de todo tiempo. Bien dijo Vargas Vila: “Dios no me ha creado, yo lo he creado a mi imagen y semejanza”

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