jueves, 6 de mayo de 2021

Ibagué está en pie de lucha

 Por Nelson Lombana Silva


(A manera de Crónica)  Ayer, después de las diez de la mañana, visité el centro de la ciudad musical de Colombia, Ibagué. Quería enterarme de viva voz de las orientaciones del comando departamental de paro para este día y para hoy, precisamente. Era un día fresco. Recorrí las calles y avenidas con mi mirada taciturna, tratando de palpar el rostro de hombres y mujeres, que a esa hora se movían en distintas direcciones. Respiré un ambiente tenso. Había en el rostro de cada transeúnte una mezcla rara de indignación y zozobra, por el desarrollo del Paro Nacional, que ha sido contundente en esta ciudad de 500.000 habitantes.

En el parque Manuel Murillo Toro (Frente a la Gobernación), me encontré con Gustavo Prada, presidente de la Corporación de Escritores del Tolima (Corpoestol) y un amigo suyo, Roberto, también escritor. Gustavo es una persona decente y cordial. Me invitó a un pintadito. Nos desplazamos de allí y fuimos a una cafetería ubicada sobre la calle 10. Llevaba en sus manos un mamotreto de papeles. “Quiero – dijo – que lo lea y me dé su opinión”. Leí parte del extenso texto, porque Roberto, el otro amigo, lo terminó de leer. Titulaba: “¡Indignados Colombia 2021, Departamento del Tolima!”

Un documento bien sustentado que explica por qué el pueblo colombiano está indignado en las calles, soportando la crueldad del régimen neofascista de Iván Duque Márquez, pero que, en realidad, todo el mundo sabe que quien está detrás de esta barbarie es el matarife y narcotraficante número 82, dicho por la CIA, Álvaro Uribe Vélez. Gustavo, considera que este es un “memorial de agravios Colombia 2021”. Habló de participar de la marcha hoy, que parte del parque Manuel Murillo Toro a las 9:00 a.m. y termina en la calle 60 con carrera 5ª, donde precisamente, fue asesinado por la policía, el joven de 19 años de edad, Santiago Andrés Murillo, el primero de mayo en horas de la noche.

El transeúnte cruzaba ensimismado, seguramente dimensionando la cruda realidad. En mi cerebro el vídeo se repetía mostrando la sevicia con que el polizonte desenfundó el arma de la patria para acribillar al joven que se movía solo, tranquilamente, con destino a su casa. Estaba a dos o tres cuadras. Tengo la sensación que el homicida buscó al más pacífico de todos para saciar su instinto asesino.

Una joven mujer que se presentó como defensora de Derechos Humanos, relató las peripecias de la noche anterior. “Fue muy duro”, dijo apesadumbrada. Contó de la sevicia del Esmad y la jugada delincuencial de la policía de hurtarse dos motos en un concesionario del barrio San Simón. Pero, gracias a los vídeos y las fotos tomadas, los uniformados devolvieron las motos, diciendo que las habían recuperado. También dijo la joven mujer que en realidad eran dos muertos hasta ahora, a manos de la represión oficial: El joven Santiago Andrés Murillo y una joven de nombre Katherine. “De ella no se ha dicho nada”, le dije. “No la han identificado plenamente”, me contestó.

Con lágrimas en los ojos recordó que este día era el funeral del joven asesinado y que en los medios de incomunicación se decía que la familia no estaba de acuerdo con el Paro Nacional. “Es una campaña para que la gente no vaya a su sepelio”, anotó en voz baja con profunda melancolía.

Regresé a casa y después de las 5:30, salí nuevamente con destino a la sede del Partido Comunista. Había una reunión urgente del centro de Cenaprov. Durante la reunión, se comentó de la estigmatización del camarada Fabián Hernández Martínez, de la movilización de hoy y de las actividades que el Partido debe desarrollar en los siguientes días, especialmente el viernes.

No fue fácil llegar a la sede. El criminal Esmad estaba en la calle amenazante y los primeros brotes de bloqueos eran una realidad. “Haremos piruetas, pero llegaremos”, dijo el conductor. De regreso, sobre la calle 60 con carrera 5ª, el bloqueo era total. Numerosos manifestantes expresaban su indignación de una manera pacífica, pero contundente. El Esmad acechaba en la oscuridad. La paciencia tiene un límite. La copa está rebotada. Por eso, Ibagué está en pie de lucha, como lo están el Tolima y Colombia.

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