lunes, 5 de noviembre de 2018

Río Magdalena: Ecosistema que muere por política neoliberal

Por Nelson Lombana Silva

El imponente e histórico río Magdalena, considerado el río patrio, que baña la geografía colombiana y hace parte de un ecosistema en vida de extinción, tiene como principal causalidad la política depredadora del neoliberalismo que viene implementando la oligarquía con el único propósito de llenar sus bolsillos, colocando en entredicho la existencia humana.


Los departamentos rivereños son los principales damnificados con esta política depredadora del régimen capitalista, entre ellos, el Tolima Grande. Hoy por hoy, esta corriente fluvial que baña el país de sur a norte, está convertida literalmente en una cloaca. Más grave aún: Está en vía de ser entregada en venta a otros países.

El otro gran río de la Magdalena

Dicen los historiadores que a finales del siglo XV el cartógrafo Juan de la Cosa navegó siete veces por el océano Atlántico, acompañado de los invasores españoles. En el año 1.500 el invasor Rodrigo de Bastidas lo contrata para hacer un viaje hacia América. El primero de abril de 1.501, llegaron a la costa Caribeña. Le llamó poderosamente la atención la imagen en el mar de un color amarillento hasta bien lejos del litoral, más una fuerte corriente que dominaba el oleaje marino. El descubrimiento coincidió con la celebración de María Magdalena (al parecer una de las mujeres que tuvo Jesús), por eso se denominó Gran Río de la Magdalena.

Juan de la Cosa, quiso indagar un poco más, pero la intensidad de la corriente y los bajos que se formaban en su salida, lo hicieron desistir.

28 años después, es decir, en 1529, arribó a Santa Marta el portugués Jerónimo Melo, quien con el apoyo del gobernador García de Lerma, vence la resistencia de la turbulencia con dos embarcaciones, llegando a Malambo bajo la mirada atónita de los aborígenes que habitaban allí.

Pedro Fernández de Lugo, organiza y dirige una expedición a partir del 6 de abril de 1536, comenzando así la destrucción de este imponente ecosistema. Un grupo navega mientras el otro bordea por tierra. El comandante que va por tierra es el criminal y asesino Gonzalo Jiménez de Quesada, quien en compañía de 600 hombres y 80 caballos sale de Santa Marta, sembrando el terror en toda la zona recorrida entre los aborígenes y la naturaleza en su conjunto.

Por su parte, Diego de Urbina dirige la invasión por el río en seis bergantines. Son 200 soldados y marinos avaros sedientos de poder y gloria. Los intrusos que van por tierra cubierta de fango y pantanos, no pueden ir a la par de la flotilla. Por lo tanto, no se dieron cuenta que ésta había naufragado.

Para fortuna de los que iban por tierra, son enviados cuatro bergantines, los cuales después de recorrer 80 leguas cumplen con la misión de rescatarlos. La naturaleza hacía resistencia.

Sin embargo, 170 hombres lograron llegar al imperio Chibcha, dejando atrás la población La Tora (Hoy Barrancabermeja), once meses después los depredadores llegan a la llanura tolimense, arribando posteriormente a la planicie semi árida que baña el río en el departamento de Huila, la cual fue bautizada como “El Valle de las Tristezas”.

En 1537, el genocida Sebastián de Belalcázar, partiendo en expedición desde Quito logra llegar a Pasto, siendo el primer invasor español en atravesar los Andes Colombianos. Llega al macizo colombiano, cerca a la laguna Magdalena, donde nace cuatro importantes ríos nacionales, entre ellos, el Magdalena. Así, Gonzalo Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcázar recorren en su totalidad este importante río nacional.

El gran río de los aborígenes

Este imponente río era la gran vía de los aborígenes. La familia Caribe, a la postre, fue la mayor pobladora de la rivera de este afluente, considerado en su momento por algunos como mar interior. Sin embargo, en la parte baja habitaban los Turbacos, Chimilas, Tamalameques; en la parte alta los Panches, Coyaimas, Pantáguras, Pijaos, Paeces y Andaquíes. Ellos utilizaban el río sin destruir su ecosistema. Por el contrario. Lo cuidaban celosamente.

Los indígenas lo llamaban de distintas maneras, en distintos trayectos. Algunos nombres fueron: Guacahayo: Vocablo de origen Quechua, que significa: “Río de las tumbas”. Nombre desde su nacimiento hasta el Valle de las Tristezas (Neiva). En esta zona se encuentran los vestigios de la cultura agustiniana, destacándose las sepulturas monumentales.

Yuma: Vocablo Muisca, que traduce: “Río del país amigo”, nombre de las tierras del Tolima y Cundinamarca.

Arli: Vocablo de origen Tahami, que significa: “Río del pez” o “Río del Bocachico”. Nombre en las tierras de Antioquia y Santander.

Caripuaña: Vocablo Karib, que significa: “Río Grande” o “Agua Grande”. Nombre para su parte final hasta su desembocadura.[i]  

Navegación peligrosa

La canoa fue la embarcación de los primitivos por excelencia en ríos y mares. En este río no era la excepción. Por el contrario. Eran centenares y centenares de canoas circulando por estas turbulentas y a veces apacibles aguas.

La real audiencia de 1601, ordena a los dueños de estas canoas comprar negros para la boga, supuestamente para proteger un poco al aborigen.

Las dos primeras canoas grandes que se tenga conocimiento histórico, tenían más de 15 metros, espaciosas y cubierta en sus dos terceras partes por palmicha protegiendo a los viajeros. Es más: colocaban cueros de res que servían de cama y en la popa se improvisaba la cocina.

Más tarde, surgiría el Champan o Bongos, embarcación autóctona del río Magdalena cuya navegación se impuso durante el gobierno de Venero de Leiva, hacia 1.574, el cual tuvo una duración de algo más de tres siglos.

La navegación era peligrosa. La mayoría de viajeros se confesaban y firmaban testamento antes de hacerse al río.

En 1.825, comienza la navegación a vapor. El primero se llamó: “Fidelidad”. Más tarde fueron dos: “Santander” y “El Gran Bolívar”, los que navegaban desde Cartagena hasta Honda (Tolima).

Para 1.925, la navegación se desarrolla. Barcos de pasajeros y de carga, surcan estas aguas en viajes muy confortables, seguros y placenteros.

Semejante e histórica corriente hídrica hoy se encuentra en la mira del neoliberalismo. Al parecer su venta es inminente para instalar allí numerosas represas para producir energía, energía que no va a disfrutar el pueblo colombiano, la van a disfrutar los negociantes apátridas y las multinacionales y transnacionales. Esta oligarquía liberal – conservadora sigue desmembrando y vendiendo por pedazos la patria al mejor postor, echando por tierra la encarnada y heroica lucha de Bolívar, Anzoátegui, Sucre y tantos héroes que con su sangre nos dieron soberanía y nacionalidad.

Gráfica.- Yo digo No a las mega-represas". Foto: Red A-gua.

[i] CORTOLIMA. El gran río de la Magdalena. Director general José Edgar Bonilla Suárez. Reseña histórica: Yolanda Jaramillo, directora de la academia de historia del departamento del Tolima. Página consultada 4.


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