miércoles, 14 de noviembre de 2018

Adiós a un hermano de clase

Por Nelson Lombana Silva

La comunidad anzoateguiense se volcó masivamente a despedir a don Ismael Cifuentes Vélez, una vez se conoció su fallecimiento el pasado sábado 10 de noviembre, después de las nueve de la noche al parecer al sobrevenirle un paro cardiaco fulminante, cuando ingresaba a la habitación de su finca ubicada en la vereda La Camelia del municipio de Anzoátegui (Tolima).


Falleció en el patio posterior de la casa. El terrible hallazgo lo hizo Diego Fernán, su hijo, quien se levantó a hacer el recorrido de rutina de vigilancia. “Pensé que había llegado borracho y se había quedado dormido en el patio, pero al llamarlo para que se parara lo moví con las manos y me di cuenta que estaba muerto”, relató apesadumbrado y sorprendido. 

Carlos Alberto, el hijo mayor, por su parte dijo que lo había acompañado desde el pueblo y lo había dejado en el marco del patio. “Voy a orinar, mijo y entro”, dijo Carlos que fueron las últimas palabras que le escuchó decir. “Yo me fui a dormir”, agregó visiblemente consternado al reconstruir los últimos instantes de la vida de don Ismael. 

Solidaridad total

La noticia se regó como pólvora y la solidaridad no se hizo esperar. Chicos y grandes, hombres y mujeres de la vereda, se congregaron en la finca “El Brasil”, aportando ideas y acciones para los trámites pertinentes. El cuerpo fue llevado al hospital y en cumplimiento de su última voluntad regresó a la finca para ser velado.

Dos noches permaneció el catafalco en la finca. La parroquia dio la noticia por los altos parlantes y la procesión hacia el Brasil no se hizo esperar. Decenas y decenas de personas trasnocharon las dos noches sin un minuto de descanso. Incluso, el cura Juan Pablo Vargas, acompañó un buen rato, la segunda noche con oraciones y cánticos.

Abundaron la comida y las atenciones. Al decir de los asistentes, durante la segunda noche don Ismael llegó. Mariela, la cuñada, relató con aspaviento: “Ismael llegó anoche. Todos los que estábamos despiertos escuchamos que estornudó y entró por abajo, los perros ladraron. Era él, no hay duda”.

No hubo certeza de la hora del funeral. Todo porque el cura estaba en retiros espirituales en Ibagué. Sin embargo, después de la gestión empecinada de la familia Cifuentes – Lombana, se pudo comprometer al religioso. “Haré todo lo posible por estar puntual”, dijo.

El 13, en horas de la mañana, fue llevado su cuerpo a la funeraria del perímetro urbano, permaneciendo allí hasta las 3:30, cuando fue trasladado al templo Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, bajo una llovizna monótona.

La lluvia no fue impedimento para la comunidad concurrir a la misa exequial, la cual comenzó finalmente a las 3:45. Fue una ceremonia dogmática. El templo se llenó. Allí, pronunciamos unas breves palabras destacando la vida y obra de don Ismael y llamando a este núcleo familiar a mantener unido.

La breve intervención fue la siguiente:

“Querida Derly,
Queridos sobrinos: Carlos Alberto, Faber y Diego Fernán;
Queridos hermanos de don Ismael;
Querida hermana, Gladys;
Queridos y queridas, acompañantes:

En el marco de la hermenéutica y de la exégesis, pensamos que la muerte no es una tragedia. La muerte es una síntesis de una obra que se hizo en nuestro transcurrir inexorable e inevitable.

Este hombre que hoy estamos despidiendo fue ante todo un campesino, un ser humano, profundamente humano como diría Federico Nietzsche, un hombre trabajador, emprendedor, optimista, respetuoso con los niños, con los jóvenes, con los adultos.

Jugó como trabajador, como patrón y siempre manejó las mejores relaciones humanas. Hoy, tenemos que decir que el mejor monumento que nosotros podamos erigir a su memoria, será en primer lugar la unidad familiar. Estas cuatro personas: Carlos Alberto, Faber, Diego Fernán y Derly, sean verdaderamente hermanos como Ismael Cifuentes Vélez, lo predicó y lo enseñó en la práctica.

No lo despedimos como un ser derrotado. Se va victorioso, se va inmenso y deja un legado en las muchedumbres, sobre todo en el pueblo humilde y trabajador, que trabaja de sol a sol para buscar el sustento.

Diríamos, entonces, con José Martí, héroe cubano: “La muerte no existe cuando se ha cumplido bien con la obra de la vida”. Creo que don Ismael cumplió como amigo, como compañero, como trabajador, como padre… por eso hoy, debemos decirle: Gracias por habernos dado la posibilidad de compartir, gracias por habernos dado la oportunidad de aprender tantas cosas, como el amor al prójimo, como la paz y la justicia y, sobre todo, la convivencia entre hombres y mujeres.

Gracias Ismael. Muy pronto, seguramente, lo seguiremos… pero antes seguiremos desarrollando su legado… Buen tiempo y buena mar”. (Aplausos sonoros).  

La conducción del cadáver al cementerio fue bajo un torrencial aguacero. A pesar de esta contingencia y lo avanzado de la  tarde, cientos de personas acompañaron los restos mortales hasta su última morada.

El aporte 

De don Ismael Cifuentes Vélez, como se dijo, ante todo fue un campesino “muy humilde”, solía decir. Un hombre que tuvo que luchar contra las tinieblas del analfabetismo gracias a un estado indolente que nunca se preocupa porque el pueblo estudie, se supere y viva bien.

Un estado violento y agresivo contra el pobre, especialmente contra el campesino y el indígena; un estado inhumano, perverso, tramposo y mafioso. Un estado cuyos dirigentes se sostienen en las alturas del poder a partir de la mentira, el engaño y el terror.

Don Ismael se sobrepuso a esa cruda realidad, no perdiendo en ningún momento su humanismo, la solidaridad, el buen humor, la paciencia y la honradez. Amigos tuvo en toda parte. Compartió con ellos, en el marco del respeto y la admiración mutua.

Fue un comunicador social a toda prueba. Sus pláticas siempre estaban llenas de sabiduría popular y fino humor. Compartía sus logros y fracasos con humor, sin perder la calma. Buen conversador, pues hablaba y escuchaba con suma atención. Fue tolerante, recursivo y respetuoso de los demás.

Un trabajador incansable. Animaba la fiesta y era feliz que la familia y sus amigos lo visitaran. Muchas veces suspendía sus acciones para atender la visita. Compartía un tinto, una comida, con alegría, una historia, un relato con entusiasmo.

Querendón de los niños. Se ponía a la altura de ellos para entretenerlos y compartir largas horas en medio de la dura fatiga en el agro colombiano.

No fue apolítico, pero tampoco político sectario y bullicioso. Tenía amigos liberales, conservadores, comunistas, sin partido, los escuchaba y de vez en cuando opinaba pero siempre con el lenguaje conciliador y humorístico, sin ofender o incomodar a ninguno.

Enseñó que la buena educación y la cultura no se aprenden básicamente en los claustros universitarios, pues a pesar de haber sido ágrafo, dio cátedra en la materia del buen comportamiento y las buenas relaciones humanas. Profundamente educado y respetuoso.

Tolerante, solidario y sereno, nunca se embarcó en hablar mal de los demás. Tuvo capacidad para rectificar sus errores con gallardía.

Don Ismael enseñó con la práctica y con su abundante y facilidad de expresión, en el marco de la ética y el fiel compromiso de vivir y convivir en comunidad.

Cuando era director de la revista bimestral ANZOÁTEGUI HOY, desarrollamos una actividad para recuperar la vía carreteable Cruce de Palobayo – Anzoátegui en una extensión de 34 kilómetros, aproximadamente.  El primero que llegó a la plaza General Anzoátegui el día de la jornada fue don Ismael. Llegó con una pala y un machete al cinto. “Hay que ayudar al desarrollo, mijito”, dijo en esa oportunidad.

Compartió no lo que le sobraba, compartió lo mejor; lo hizo siempre con alegría sin esperar nada en contraprestación. Cuentero popular y animoso sabía sobreponerse a la crítica situación económica. Al calor de la bebida alcohólica pasaba horas y horas conversando con sus amigos, compartiendo sus logros y sus fracasos, quizás buscando un consejo o un apoyo solidario.

Su aporte fue abundante y vigente, gracias don Ismael ahora y siempre. Siempre lo colocaremos como paradigma. ¡Paz en su tumba


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