El cañón del Combeima tiene un área aproximada de 5.603 hectáreas y representa el 9,6 por ciento del parque natural Los Nevados. Es bañado por números riachuelos y quebradas, destacándose el río Combeima, nombre del cacique de la familia indígena Coyaima. Inicialmente esta zona se llamó Cutumay, que significa oro, todo porque la zona esconde tesoros auríferos que hoy pretende robarse transnacionales como Anglo Gold Ashanti.
En este profundo cañón adornado de guirnaldas verdes, viento fresco y riqueza natural, vivió Ibanasca, combativa indígena descendiente de la familia Pijao quien dedicó toda su vida a luchar por su estirpe, su entorno y la soberanía.
Se enfrentó con coraje a la actividad usurpadora del invasor español en cabeza del capitán Andrés López de Galarza. Fue quemada viva acusada de ser una vulgar bruja, práctica mentirosa tan común en el ibérico para pretender justificar sus crímenes horripilantes en nombre de Dios y del rey sediento del oro americano.
Fue una lideresa a toda prueba conocida también como Dulima. Cacica nacida cerca al volcán Machín y al nevado del Tolima, habitó el entorno hace más de 400 años. Sacerdotisa y médica, era considerada chaman.
También guerrera, defendió a capa y espada el territorio, sus costumbres y tradiciones, su cosmología, su pueblo. Por eso fue asesinada de la manera más cruel e inhumana por quienes portaban en una mano el cristo y en la otra la espada.
Esta mujer indígena, que se preocupó por superarse, constituye un ejemplo para las presentes y futuras generaciones, especialmente para la mujer que busca equidad de género en una sociedad capitalista machista.
Su lucha contra los avaros españoles no ha sido en vano, porque ha enseñado a pelear por los derechos con hidalguía, decisión y coraje. Su ejemplo es de lucha, de unidad y de combatividad.
No fue una lucha de poca monta la que libró la cacique Ibanasca al lado de los suyos en esta extensa región antes de ser llevaba a la hoguera. Los españoles lanzaron 52 expediciones militares contra la tribu Pijao, desde Santafé y Popayán, arrojando como saldo trágico el asesinato de 40.000 indígenas, según señala el historiador Fray Pedro Simón.
Portando la espada y el crucifijo estos invasores talaban sin piedad las labranzas, quemaban los pueblos, secuestraban a las mujeres y sus hijos para rendirlos, dominarlos, colonizarlos y amaestrarlos.
Esta tribu Pijao vendió cara su derrota. Escribió páginas gloriosas de heroísmo y dignidad, pero sobre todo, nos enseñó a pelear por la libertad, la soberanía nacional y la autonomía.
Su lucha sigue vigente. Ayer era España, hoy son los Estados Unidos. De nuevo el cañón es agredido con las multinacionales y transnacionales y de nuevo exige el cañón una respuesta digna por parte de sus habitantes. Luchar contra la megaminería a cielo abierto, es luchar contra la invasión gringa y contra la expoliación yanqui de nuestros hermosos recursos naturales, como el agua, el aire y la frescura que caracteriza la región.
Ibanasca, madre de aguas, víctima de la “santa inquisición” de la iglesia católica, fue considerada por sus hermanos indígenas, la diosa que fue ungía por los espíritus de la luz para hacer el bien a toda la humanidad.
El escultor Edmond Faccini Montero, hijo de padre italiano y madre ibaguereña, ostentó la nacionalidad norteamericana por nacimiento. Sin embargo, su creatividad artística la puso al servicio de la cultura colombiana. Vivió sus últimos años en Pico de Oro, en pleno cañón del Combeima. Allí, tuvo su taller, taller en el cual le dio vida a Ibanasca en una hermosa estatua que se encuentra plantada en el parque principal del corregimiento de Villa Restrepo. Es una hermosa obra de arte que le da identidad e historia a la región.
Un curita de esta parroquia se le ocurrió decir que la avalancha presentada en este corregimiento era por la instalación de este monumento, lo calificó de diabólico.
Tal afirmación estigmatizante como en la era oscura de la “santa inquisición”, fue rechazada por la comunidad intelectual y comunidad en general con decisión y coraje. El hermoso monumento, a menos de 30 metros de la biblioteca de Villa Restrepo, se erige dándoles la bienvenida a los turistas y a la esperanza que implica una segunda y definitiva independencia.
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