No tuvimos el privilegio de participar del congreso fundacional de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), pero seguimos paso a paso el desarrollo del magno evento político a través de los medios alternativos de comunicación.
Es histórico y esperanzador en un régimen violento por su esencia, encontrar un contingente de hombres y mujeres, dispuesto a rubricar los anhelos de paz y convivencia forjados desde 1964 en las ariscas montañas del sur del Tolima, especialmente Marquetalía, Gaitania y Planadas.
Estos anhelos fueron forjados a la intemperie, bajo la lluvia en unas oportunidades y bajo el sol en otras, en las condiciones más adversas por la fiereza criminal de la oligarquía colombiana en alianza con el imperialismo norteamericano.
La guerrilla no surgió porque quiso como lo quiere hacer entender la clase dominante, fue obligada, empujada, ante el cierre inexorable de los espacios políticos de participación. No hay país más antidemocrático que el nuestro. De una manera hipócrita se viste de democracia y trata de dar a entender al mundo que este es un país democrático, pero la práctica, los hechos demuestran todo lo contrario. Es un régimen violento, agresivo, egoísta, cicatero y personalista. Todo está concebido para el bienestar de la reducida clase dominante, en detrimento de la inmensa mayoría que padece a diario el látigo de la exclusión y la pobreza galopante.
De las entrañas de este podrido y descompuesto sistema, surge el movimiento político Fuerza Alternativa del Común, es la síntesis de todo un proceso dialéctico que ha vivido Colombia durante más de 50 años, en forma ininterrumpida con avances y retrocesos, aciertos y desaciertos.
Para dimensionar el significado de este nuevo Partido en la arena nacional, hay que conocer la historia, no solamente la historiografía que cuenta ahistóricamente la clase dominante, es la historia que ha forjado el pueblo a lo largo y ancho del país y que ha permanecido oculta, tergiversada e ignorada.
Cuando se tiene ese referente claro y consciente, se puede dimensionar el gran significado del surgimiento de este nuevo Partido. Se puede valorar y admirar el esfuerzo heroico de toda esta guerrillerada, incluyendo los que cayeron a lo largo de todo este tiempo con lealtad y decisión defendiendo los ideales nobles del pueblo, lo mismo los que hoy están detenidos en las prisiones en diversos países y siguen aferrados alrededor del pueblo.
Ojalá que esta criminal oligarquía comprenda que es la hora de deponer la lucha armada y asumir el debate político, la batalla ideológica. Deponga la política paramilitar, deponga el concepto de enemigo interno y se abra a una nueva realidad acorde con las expectativas del siglo XXI.
También hay que insistir en la unidad de las izquierdas. Dar muestras de madurez política. Superar las debilidades que implican el personalismo, el individualismo, asumiendo con grandeza la enseñanza de Simón Bolívar de que unidos, seres fuertes.
Hay que recoger el ejemplo de Cuba. La revolución pudo unificar los distintos partidos en el Partido Comunista de Cuba. Gracias a eso, hoy este pueblo es invencible, porque entendió que la unidad es la savia que nutre, fortalece y robustece.
Como Comunista que somos, damos la bienvenida a este nuevo Partido y esperamos desarrollar un trabajo desde la base con decisión y coraje, para ser rápidamente millones en la patria como lo anotó el compañero Rodrigo Londoño. En la izquierda no debe haber competencia, debe existir el compartimiento permanente de experiencias con humildad, sencillez y lealtad.
Esperamos que el gobierno nacional pare el genocidio que se viene desarrollando solapadamente en nuestro país y permita transitar libremente por calles y veredas de Colombia. Como dijo un asistente al gran evento de clausura del congreso en la plaza de Bolívar en Bogotá: “Pensar diferente no es terrorismo”. Ojalá Santos y su gabinete así lo entiendan.
¡Bienvenida Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC)!
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