jueves, 10 de marzo de 2016

La paramilitarización de Colombia no es una fantasía, es una terrible realidad

Por Nelson Lombana Silva

La paramilitarización de Colombia no es una fantasía, es una terrible realidad. Se reactiva las hordas del terrorismo de Estado en la medida en que se vislumbra la firma del proceso de paz entre las Farc – Ep y el presidente Santos. Estados Unidos y la oligarquía colombiana, ¿aguarán la esperanza de paz que añora el pueblo hace más de 50 años? Todo parece indicar que sí.



Hasta el momento ni los Estados Unidos, ni el presidente Juan Manuel Santos Calderón, han hecho un pronunciamiento claro, concreto y conciso sobre el particular. Por el contrario. Hábilmente manejan la tesis de que el paramilitarismo es cuestión del pasado, lo que existe – según ellos – son pequeños rezagos aislados y de poca importancia.


Pues los hechos son tozudos. La presidenta nacional de la Unión Patriótica (UP), Aída Avella Esquivel, hace una dramática y por demás valiente radiografía del paramilitarismo en Colombia hoy. Señala los departamentos y sitios concretos, en los cuales se mueve sin ningún tropiezo. Incluso, en muchos de ellos con la directa colaboración una veces de los militares y en otras de la policía.


Señala – por ejemplo – que en el departamento de Casanare, “siguen intactas las estructuras paramilitares, amenazan, cobran peajes en las carreteras con brazaletes de las AUC y armas, afirman en todas partes que asesinarán a los desmovilizados que lleguen”. Agrega más adelante en la misma nota: “En el Tolima, en varios municipios, entre ellos en Natagaima, zona alta, se movilizan en carros llamativos, están siempre uniformados, amenazan y extorsionan a todo el que se cruza en su camino. Todos en el municipio los ven, menos las autoridades”.[i]


No es un hecho aislado. La dirigente upeista nombra a casi todos los departamentos del país con lugares precisos y acciones concretas que todo el mundo sabe menos las autoridades y el gobierno nacional. Hay toda una campaña como previendo el surgimiento de un gran movimiento nacional producto del proceso de paz que se “cocina” en la Habana (Cuba).


Todo indicaría que la atrasada y criminal oligarquía colombiana no estaría dispuesta a ceder un milímetro y por el contrario, se estaría fortaleciendo peligrosamente una vez más el binomio militar – paramilitar.  La presidenta de la Unión Patriótica, señala que el paramilitarismo no se da por espontaneísmo, es costoso, por lo tanto intuye que debe existir financiadores de tan infeliz práctica, quizás muchos de los que de dientes para afuera hablan de paz.


Tanto la comunidad nacional como internacional debe asumir una posición activa frente a este fenómeno que hoy ensombrece el futuro del país en distintas zonas. En el municipio de Soacha – por ejemplo – fue asesinado en estos días un militante de la Juventud Comunista (JUCO), en Ibagué (Tolima), el hijo de un militante Comunista fue asesinado y una niña de escasos 16 años fue impactada en tres oportunidades por dos tipos que se desplazaban en una moto en el barrio Belén.


Sobre el origen del paramilitarismo el régimen ha insistido en la falsa teoría de que es producto del surgimiento de la insurgencia. Renán Vega Cantor, consumado investigador demuestra claramente que esta tesis es totalmente falsa, por cuanto el paramilitarismo es anterior al surgimiento de la insurgencia armada.


Por su parte, Vilma Liliana Franco, citada por Jairo Estrada, señala sin ambages: “Se falsifica la historia cuando se aproximan explicaciones sobre el surgimiento y la expansión paramilitar como respuesta a excesos guerrilleros o a disputas por los recursos que genera el negocio de la cocaína. Un acercamiento medianamente juicioso a la historia del conflicto demuestra que el paramilitarismo es anterior al surgimiento del empresariado de la cocaína y que su expansión, además de los propósitos económicos inherentes a ese negocio capitalista, ha cumplido una función esencialmente contrainsurgente, consistente en liquidar las llamadas bases sociales de la insurgencia armada, procesos organizativos reivindicativos y fuerzas políticas opositoras o alternativas”.[ii]


Eso indica claramente la responsabilidad del Estado en el surgimiento y desarrollo del paramilitarismo en Colombia, lo mismo el papel directo en este campo de los Estados Unidos. Son ellos los que deben decirle al país con franqueza si están dispuestos a acabar con estas estructuras, con esta máquina de la muerte.


Sin embargo, el pueblo no puede cruzarse de brazos o dejarse dominar por el pánico y asumir la postura del avestruz, debe organizarse y pronunciarse decididamente. Sería interesante un encuentro nacional para recoger todos estos testimonios, sistematizarlos y presentarlos a la comunidad internacional, sobre todo a organismos de Derechos Humanos. Hay que desenmascarar a esta sucia oligarquía que mientras habla de paz se prepara para la guerra solapadamente.


Un escenario propio para denunciar será – igualmente – el 17 de marzo en el marco del Paro Cívico Nacional que vienen programando las Centrales Obreras de la república de Colombia. Las calles y los caminos serán sitios estratégicos para repudiar esta política de terrorismo de Estado que el régimen desarrolla mientras habla orondamente de paz.


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[i] Semanario VOZ La verdad del pueblo. Edición número 2826. Página consultada 10.


[ii] Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia. Comisión histórica del conflicto y sus víctimas. Primera reimpresión, septiembre, año 2015, Bogotá, Colombia. Ediciones Desde Abajo. Página consultada 162.


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