Por Nelson Lombana Silva
“Dios me de acierto para salir de tantas baraúndas y poder hacer feliz a mi pueblo”: Anzoátegui.
Segunda entrega
El 26 de marzo de 1812 ocurrió un terremoto en Venezuela, poblaciones como Caracas, La Guaira, Mérida, Trujillo, Barquisimeto, Tocuyo, Carora, San Carlos, San Felipe, fueron reducidas a cenizas y escombros en 20 segundos que duró el fuerte movimiento telúrico, produciendo 20.000 víctimas.
El siniestro fue utilizado por el invasor para justificar su presencia y rechazar la resistencia de los patriotas americanos. El sanguinario Domingo Monteverde no tuvo escrúpulo al afirmar que aquello era obra de Dios como castigo a la acción rebelde del pueblo americano y en solidaridad con el rey. “La cruz de Cristo – la más alta enseña de liberación – fue la bandera elegida para pregonar la servidumbre”.[i]
“¡Dios lo quiere!”, exclamó Domingo Monteverde cabalgando por la pampa. Éste había nacido en Laguna, islas Canarias, el 2 de abril de 1772. Desde joven hizo parte de la marina española y se había distinguido en varios combates en defensa del Ferrol, el cual era atacado por tropas inglesas que iban con destino a Egipto. Cuando estalló la resistencia en América era capitán graduado de fragata. El doctor Lecura lo define, sin embargo, como un hombre torpe y mezquino que consideraba a los patriotas americanos “monstruos”.
Le propuso al rey separar a todos estos “monstruos” de Venezuela y hacerlos ejércitos para que fueran a pelear contra los ejércitos franceses en la península. Sin esto no podría garantizarse la seguridad y la conservación del dominio en este continente, le decía al ministro de guerra.
Se apoderó de Venezuela ante la poca capacidad de acción de Francisco de Miranda, según consideraba. Incluso, estuvo en disposición de tomar dominio de la Nueva Granada (Colombia). El 22 de noviembre de 1812, le aseguraba al ministro de guerra que tenía pleno control sobre Venezuela y se ofrecía ir a conquistar el reino de Santa Fe.
En enero de 1812, las divisiones de González Moreno y Frites, fueron fusionadas en una sola, agregándole dos compañías de zarpadores de Caracas y Cumaná, conducidos por el coronel de ingenieros Francisco Solá, quien en calidad de cuartel maestre dio organización y dinámica al ejército libertador.
En febrero, Solá pasó con parte del ejército a la región del Orinoco, en inmediaciones de Moitaco. La otra parte se ubicó en Soledad, donde quedó José Antonio Anzoátegui. El 25 de marzo, la escuadrilla invasora atacó la tropa en la ensenada de Sorondo. El 26, día del terremoto, la tropa enemiga destrozó completamente este destacamento rebelde. Fue rematada desde tierra la avanzada del ejército patriota. Unos se rindieron, otros fueron apresados y otros lograron escapar. Fue la derrota total. Villapol logró escapar a Maturín, González Moreno y Francisco Solá al Pao.
El primero fue preso y encarcelado en la Guaira donde murió. Frites y Anzoátegui se dedicaron a reunir algunos dispersos, heridos y enfermos, emprendiendo la retirada hacia Barcelona en medio de duras y dramáticas penalidades. Cuando los últimos restos de la expedición Sorondo llegaron a esta ciudad, Anzoátegui, que había alcanzado gran reputación por su bravura, por su espíritu militar y por su constante esfuerzo en favor de los desvalidos soldados de su tropa, recibió por aclamación popular el título de Coronel y fue llamado por el gobierno a un alto puesto en el comando superior de las fuerzas que se organizaban por orden del Congreso Federal para que marcharan al centro de la República en apoyo del General Miranda, el cual concedió a Anzoátegui en esos días el escudo de seda y oro de la orden colombiana del valor.
Desde Barcelona, el 9 de mayo, Anzoátegui escribe a Arrioja, posiblemente un seudónimo. El texto es el siguiente: “Mi estimado Arrioja: Luego que llegué a este pueblo no hice otra cosa que solicitar tu venida, más Morales me ha dicho lo mismo que me escribió en carta que recibí en el camino, y que te envío para que te impongas de las razones por qué por ahora no puede ser tu venida; sin embargo, de un momento a otro se espera la resulta de Caracas relativa a la desgracia del ejército; luego que llegue ésta creo seguramente regresarás a esta ciudad, Dios lo quiera”.
“Mis amigos todos me han recibido con grande aplauso, y aun los que no lo eran, pero puedo asegurarte que esto no está nada bueno: Muchas desavenencias, muchos partidos, muchos pasquines y por último muchas renuncias y todos en contradicciones unos con otros, razones porque espero funestas consecuencias; te aseguro que es mejor estar por allá hasta que calme esta fiebre”.
“Ayer se hizo para la Sociedad una grande función, poniéndose el árbol de la libertad y paseándose por las calles con vivas y aclamaciones. Anteayer se me juramentó para recibirme en el gobierno y hoy me voy a estreñao con otra general que tenemos. Dios me dé acierto para salir de tanta baraúndas y poder hacer feliz a mi pueblo”.
“En Cumaná se plantó también el árbol de la libertad y se ha despojado de sus empleos a todos, todos los europeos, sin escaparse ni los que hace años se hallaban avecindados y casados, e igualmente, se despojó al general del empleo de comandante del batallón veterano y a Villapol se le ha mandado entregue el mando a Wines, que ya habrá salido con todas las tropas veteranas, y se regrese a Cumaná, ha corrido también la suerte de los demás, porque solo se aseguraba su llegada para deponerlo”.
“Miranda marcha con 8000 hombres contra Coro porque los enemigos se venían internando con motivo de la ruina de Caracas, de modo que eran ya dueños de Carora, Barquisimeto, etc. En fin muchas cosas se ven a cada paso; después seré más largo: Dime si has conseguido de Alcalá lo que te dejé en el recibo, y si no ha habido nada aún, no te descuides y avísame; adiós, tu compañero Anzoátegui”.[ii]
Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez Espinoza, considerado el precursor de la independencia americana, haciendo parte del gobierno dictatorial plenipotenciario, urgido por la necesidad de la organización y concentración y, conociendo de las capacidades de Anzoátegui, su ascendencia en el pueblo, lo designó gobernador militar de la provincia de Barcelona.
El joven militar patriota aceptó la nominación en los siguientes términos: “Por vuestro oficio que con esta fecha acabo de recibir, quedo en cuenta del nombramiento de gobernador militar de las fuerzas de la provincia que el R.P. de S.E. se ha dignado hacer en mi persona, cuyas funciones ofrezco desempeñar con la integridad y pureza que es debido, sin embargo de mis cortos conocimientos, jurando al Ser Supremo morir en defensa de la patria y conservar los derechos de libertad e independencia, con lo que os contesto. Dios os proteja. Barcelona Colombiana, junio 11 de 1812 segunda de la república de Venezuela. José Anzoátegui”.[iii]
¿Qué hizo José Antonio Anzoátegui como gobernador militar? Comenzó por parapetar la ciudad en los puntos más fácilmente vulnerables, pues el poderoso enemigo en Guayana, se esperaba en cualquier momento. Las bocas del río, las fortalezas del Morro y la Pedrera, etc. fueron cuidadosamente atendidas por el joven mandatario en unión del comandante de artillería y el mayor de plaza. Las armas y municiones fueron concentradas en la ciudad y la guarnición fue aumentándose e instruyéndose en lo posible con la perspectiva de salir en apoyo del general Miranda. Eso era lo presupuestado por el gobernador militar.
Pero, el 4 de julio, se produjo una sublevación en las tropas, siendo rápidamente secundada por numerosos particulares, terminando el 16 con la jura nuevamente al rey Fernando VII. Los viejos y nostálgicos realistas, en conjura con los desmoralizados y tránsfugas, se impusieron sobre los patriotas.
El Cronista de Barcelona, describió el insuceso, así: “Era gobernador don Francisco Espejo; capitán general, el coronel Ramón García de Sena y comandante militar de la plaza, José Antonio Anzoátegui. Había llegado un comisionado del gobierno de Caracas en demanda de fuerzas auxiliares para llevar al centro. Comprendieron los patriotas desde luego que era casi imposible cumplir las órdenes del gobierno; pero Anzoátegui, joven pudoroso, creyó de honor remitir al auxilio y marchar él a su cabeza. Forma los batallones, los arenga y procura persuadirles que debían marchar a Caracas y creyendo haberlo conseguido manda a dar un paso adelante a los cobardes y traidores que se niegan a la marcha; instantáneamente todos los oficiales, sargentos y cabos dan el paso adelante. Comprometido ya Anzoátegui no se acobarda, se quita el uniforme, lo arroja delante del batallón y grita: “El que quiera ser jefe de la expedición, coja ese uniforme, que yo marcharé de soldado”. La contestación fue un tiro al aire, que fue contestado por un cañonazo disparado en la plaza del hospicio por la artillería mandada por Domingo Gómez: Esta era la señal para la insurrección: Los batallones dispararon una descarga al aire al grito de “¡Viva el Rey!”, y Anzoátegui y los que le acompañaban corrieron para ponerse en salvo. Nombróse por gobernador al barcelonés José María Hurtado, que había sido de los del movimiento del 17 de abril”.
El motín se realizaba presa del pánico de las noticias que llegaban y que decían del avance violento de Domingo Monteverde y los sucesivos reveses de los patriotas. El regreso derrotado de los expedicionarios de la región del Orinoco, de lo constituyó el primer intento de lucha de los barceloneses por la independencia. Además, la solicitud de marchar a fortalecer el ejército de Francisco de Miranda en el centro del país, la desmoralización y la anarquía. Era la patria boba.
El 14 de julio, Anzoátegui estaba reducido a la impotencia. La arremetida del invasor era demencial y la capacidad de resistencia menguada, dividida y anarquizada. Sin embargo, derrotado y todo, se consideraba representante de la autoridad legítima y acataba al doctor Espejo y al coronel García Sena como sus jefes. Solo un puñado de oficiales permanecía fiel a la República. El gobierno del golpista José María Hurtado, se mostraba magnánime y transigente. Sin embargo, Anzoátegui había jurado defender su bandera hasta con la muerte, y quería cumplir ese juramento. Conocía las angustias del general Miranda y deseaba marchar a compartir su suerte. Escribió entonces una carta al gobernador y al capitán general patriota, para llevar hasta el extremo su delicadeza de subalterno, en la cual solicita licencia para abandonar la jefatura de la plaza y trasladarse a la Guaira y Caracas. Carta que no podía tener ningún resultado positivo, pero que la historia guarda como uno de esos documentos maravillosos que reflejan la disciplina y lealtad de Anzoátegui hacia sus superiores.
El texto de esta carta es la siguiente: “Excmo. Señor: José Antonio Anzoátegui, ciudadano del Estado de Barcelona, reverentemente expone: Que desde su primera infancia hasta la edad presente ha dirigido sus acciones y operaciones de modo que su vida fuese útil y en el modo posible gloriosa a la salud de la patria”.
“Siguiendo estos principios es que por dos veces ha desamparado gustoso el abrigo de su familia y el descanso de su casa y ha marchado a sufrir las incomodidades de la guerra y aniquilar si le hubiese sido posible los enemigos de la libertad de aquella, la de sus hermanos y compatriotas y la de todos los hijos de Colombia en las arenosas márgenes del río Orinoco. Aún respira los mismos sentimientos, aún le animan los mismos deseos; pero prevé con dolor que no conseguirá el fin que apetece si permanece en su patria y en medio de sus hermanos que con espíritu tranquilo esperan en ella, los enemigos de la libertad”.
“Grande sería la satisfacción del que expone si la suerte le proporcionara la gloria de regar con su sangre el suelo que le ha producido y alimentado; más sus belicosos sentimientos y el odio santo que profesa a sus enemigos de la independencia americana, le estrechan por momentos y le aguijonean para que haga cuanto antes el sacrificio de la vida; así es que tiene resuelto marchar en calidad de un soldado a incorporarse con los que a las órdenes del generalísimo Miranda castigan en los campos de Aragua la osadía de los esclavos de la moribunda España. Él deja con dolor, al tomar esta resolución, a su amada patria Barcelona. Él siente una conmoción intensa que no puede explicar al tener que volver a su generoso pueblo el encargo de gobernador militar, con que le había distinguido, y él en fin les asegura que será eterna en su memoria para agradecer siempre una señal de honor más debida a la generosidad del pueblo que a los méritos que puedo haber contraído”.
“Explicados de este modo sus sentimientos, solo resta el que V.E. se los haga efectivos. Pequeño es el esfuerzo que para verificarlo tiene que hacer. Él sólo está ceñido a que V.E, teniendo en consideración los justos motivos que lleva expuestos, se digne por un esfuerzo de su generosidad concederle su pasaporte para el Puerto de la Guaira, para de allí poder emprender su marcha para el ejército de Caracas. Merced que con justicia espera en Barcelona a 6 de julio de 1812. Segundo de la República de Venezuela. José Antonio Anzoátegui”.
Dueño, amo y señor, Domingo Monteverde de Caracas, nombró al coronel Lorenzo Fernández de la Hoz, gobernador de Barcelona, comenzando de esta manera la ola de terror en esta región. Algunos patriotas lograron escapar con sus familias a las Antillas, otros menos afortunados, entre ellos Anzoátegui y el gobernador Espejo, fueron reducidos a prisión y enviados a las aterradoras bóvedas de la Guaira. (Continuará…)
[i] Lozano y Lozano, Fabio. Anzoátegui (Visiones de la guerra de independencia. Biblioteca de historia nacional. Volumen C. Bogotá Colombia. 1963. Página consultada 61.
[ii] Ibíd. Página consultada 69.
[iii] Ibíd. Página consultada 70.
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