miércoles, 1 de agosto de 2018

Miembro de la Corporación Escritores del Tolima (Carta de aceptación)

Apreciado compañero,
Gustavo Prada Fernández
Presidente CORPOESTOL
Ciudad


La convocatoria que gentilmente me hace extensiva para hacer parte de la Corporación Escritores del Tolima (CORPOESTOL), realmente la recibo con mucha alegría y aprecio, por cuanto constituye una gran y singular oportunidad de estar al lado de escritores y escritoras del territorio “Corazón de Colombia”, soñando despierto con un departamento que se construye a paso lento entre la dinámica perenne de la contradicción y que ciertamente, el obrero de las letras, puede aportar mucho a la gran utopía de tener un departamento al alcance de todos y todas, sin privilegios de ninguna naturaleza. Creo que la literatura mitiga el dolor y anima la esperanza de un nuevo amanecer salpicado de sueños y utopías posibles de concretar, en medio de la tempestad borrascosa de los que tradicionalmente se han venido lucrando de la violencia sin el menor remordimiento. 

Acepto complacido esta invitación. Sin embargo, no sé si esté en el lugar equivocado. Como único argumento para intentar sustentar este atrevimiento, acudo al eximio escritor costumbrista bogotano, Álvaro Salom Becerra, quien también en su momento fue sorprendido con este crudo interrogante: “¿Es usted escritor?”. Me pego de patas y manos a su respuesta con el fin de justificar lo injustificable. “¿Soy yo realmente escritor?”, se pregunta y responde pausadamente: “Si escritor es, en la principal acepción del término la persona que escribe y, en la secundaria, el autor de obras escritas o impresas, indudablemente lo soy. Lo primero porque escribo habitualmente y lo segundo, porque tres obras mías han sido publicadas. ¿Bueno o malo? Compete a mis lectores absolver esta pregunta”.

Con base en esta definición suministrada por este erudito escritor costumbrista diría que en el reciente quinquenio escribí algo más de 1700 escritos, entre entrevistas, crónicas, reportajes, cuentos, noticias y análisis de opinión, escritos publicados en revistas, periódicos, blog, páginas web, etc.

Además, hemos publicado cuatro textos: Historia del capitalismo, la otra versión acerca de las Farc – Ep, Anzoátegui Tolima al filo de la esperanza y un texto más sobre la Violencia en Anzoátegui. Tiraje limitado, por supuesto. Ninguno ha superado el millar.

Álvaro Salom Becerra también contestó el interrogante: Para qué se escribe. Dijo: “Escribo porque tengo algo que decir. Algo que mucha, muchísima gente siente y piensa como yo, pero que no puede o no quiere expresar”.

Aquí, me aparto un poco de su parecer. Yo escribo para los demás, con propósitos claros y precisos encaminados a colaborar con las fuerzas de las ideas que plasmo en el texto. Creo que Víctor Hugo dijo que sus libros hablaban como hombres, sin querer ser condescendiente con el cáustico machismo, pienso que los libros deben mover las fibras idealistas, pero más que ello, las fibras realistas de un pueblo que aún no ha roto sus cadenas, pero que más temprano que tarde lo hará. El escritor debe alimentar ese espíritu rebelde, inquieto y creativo que sueñe permanentemente con la libertad y la justicia social.

El amor marchito de un sistema que piensa solo en la mercancía debe ser superado por un sistema que recupere el amor dulce, claro y diáfano; hacer que la capacidad de asombro vuelva a vibrar en la conciencia de chicos y grandes, la flor fresca o el amanecer despejado sean pretextos para amar con más intensidad. Que una lectura nos conmueva, nos ilumine y nos transforme. Cuando eso ocurra, solo cuando eso ocurra podremos decir que el ser humano se está dando una segunda oportunidad sobre la tierra, pues, está recuperando espléndidamente la capacidad de asombro, el verdadero humanismo y está arrojando al cuarto de san alejo su condición animalesca.

Por eso, el escritor no puede invocar la neutralidad o la apoliticidad, así todos los días sea un verdadero dios creador de personajes, acciones, ficticias o reales para conmover la conciencia del pueblo; el escritor es ante todo ser humano que necesita alimento, ropa, techo, formación, salud, educación, recreación y mucho amor. No es solo. Vive atado a la humanidad como diría John Dalton. Su mundo mágico descansa sobre el mundo real y cotidiano que se palpa a diario en nuestro continuo discurrir. El poeta o el narrador no caminan por encima de la sociedad, ni por debajo, ni adelante, ni atrás, caminan dentro de la sociedad, empujando, halando, denunciando y anunciando con estoicismo, abnegación y pasta de mártir, el advenimiento de un amanecer espléndido, justo y humano al alcance de todos y todas. Se crece ante la adversidad y se hace humano ante los éxitos. No vive para sí, vive para un colectivo que en su soledad y quizás ausencia de conocimientos ve en él un líder, una luz brillante en la oscuridad tormentosa del mar embravecido.

La literatura como el gran arte de escribir correctamente para conmover, convencer y transformar, tiene una misión histórica del orden internacional, nacional, regional y local: Unir la humanidad alrededor de la vida, la paz y la justicia social. Eso implica no ser indiferente ante la lucha de los pueblos en cualquier parte del orbe por su independencia, su soberanía nacional y su equidad social. No puede considerarse que está por encima del mal y del bien, ni declararse al servicio de todos y todas, el escritor debe estar al servicio de las causas nobles, de las causas colectivas y justas de los pueblos.

Disculpa, si peco de romántico o revolucionario por pensar así. Sé que todos los días nos estamos haciendo. Por eso digo que acepto, la invitación a hacer parte de este colectivo porque quiero seguir aprendiendo como bien lo define Paulo Freire al decir: “Nadie educa a nadie, nadie se educa solo, todos se educan en comunión”.  

Muchas gracias.

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