martes, 26 de enero de 2016

Educación oportuna y de calidad piden campesinos de Rioblanco (Tolima)

Institución José María Córdoba, sede Peñas Blancas.- Foto Nelosi
Por Nelson Lombana Silva

 Los campesinos de la vereda Peñas Blancas, corregimiento Maracaibo, municipio de Rioblanco (Tolima), piden a gritos educación para sus niños de calidad y oportunamente, por cuanto ya comenzó el año lectivo y en esta comunidad todo permanece incierto. La escuela cerrada y la incertidumbre sobre qué docentes irán a prestar sus servicios allí.



Llegar a la institución José María Córdoba, sede Peñas Blancas, no es fácil. La carretera está sin mantenimiento, un jeep, que son los que transitan estas trochas, demora casi tres horas para llegar a esta vereda de 30 familias acosadas permanentemente por el miedo de la violencia. Se niegan a hablar y menos a dar declaraciones. En voz baja señalan que la estigmatización es fuerte y las arbitrariedades de las fuerzas militares persisten a pesar del proceso de paz. La red de informantes se mueve por la zona, lo mismo que el paramilitarismo bien camuflado al parecer por las mismas fuerzas castrenses.


Para las comunidades les resulta urgente el arreglo de la carretera que comunica las veredas La Cascada – Peñas Blancas, el campesino urge de ella para sacar sus productos y poder transitar en mejores condiciones. La comunidad de Peñas Ricas, necesita urgentemente el acueducto veredal para 14 familias, incluyendo la escuela. “Nuestros niños necesitan educación de calidad y oportunamente, pero también agua”, señala una habitante de la finca Pompolina. 


La zona viene siendo golpeada por altas temperaturas, el denominado “Fenómeno del niño”, que en realidad más que un fenómeno natural como lo quiere hacer aparecer el gobierno nacional, es en realidad la respuesta de la naturaleza a la política depredadora del capitalismo neoliberal. Son los crudos efectos de una política leonina, imperialista, destructora contra pueblo campesino y también contra la naturaleza.


Pocas expectativas tiene la comunidad con la actual administración municipal. Hace parte de un movimiento de extrema derecha. Su campaña – dice la comunidad – la hizo con acento militarista, prometiendo el oro y el moro. Ya no se ve en las veredas. Ya las comunidades no tienen el contacto directo con la mandataria.


El municipio de Rioblanco, ubicado al sur del departamento de Tolima, tiene una larga historia de lucha y resistencia. En su área hay veredas históricas como El Davis, donde el pueblo se concentró en los 50s y 60s para resistir la arremetida de los pájaros (paramilitares, de la época), alimentada, armada y orientada por las fuerzas represivas del Estado.


Mucha sangre campesina e inocente ha corrido en este municipio durante más de 50 años, por eso sus habitantes ven el proceso de paz con mucha esperanza y a su vez, desconfianza. “¿Cumplirá el gobierno con lo pactado en la Habana?”, es la pregunta que se hacen los labriegos, afirmando que hasta ahora no ha dado muestras claras y reales de querer aclimatar una paz estable y duradera, producto de cambios importantes en beneficio del pueblo colombiano.


El campesino no es pendejo, tiene capacidad de análisis. Dice sin rodeos que no puede ser buena voluntad del gobierno vender lo que es de todos y trae a colación Isagen, por ejemplo, lo mismo la carestía galopante y las pocas oportunidades para el campesino desarrollarse. “El gobierno lo que quiere es desarmar la guerrilla a cambio de nada, pero taca burro”, dice un campesino adentrado en años de la vasta zona de Peñas Blancas, adornada de imponentes y pronunciados cañones. 


Los campesinos salen al perímetro urbano por lo general cada ocho días con incomodidad extrema, colgados del jeep, en medio de la carga de los productos como el café, el aguacate, las frutas, el plátano, etc. “Eso parece un florero”, dicen las mismas comunidades. La carretera es como un hilo que envuelve la pendiente. Abajo el río Cambrín por entre las piedras de todos los tamaños como huevos prehistóricos, desciende cantarín, en una especie de melodía perenne.


Resulta evidente la ausencia del Estado. Pero, de igual manera, la esperanza de vivir en esta comunidad campesina. No se rinde. Sueña con un país al alcance de todos y todas. Quizás, no tiene léxico para describirlo, pero sí corazón para sentirlo y manifestarlo con su mirada taciturna y transparente.


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