Foto: Corporación Héctor Abad Gómez |
Por Nelson Lombana Silva
El médico antioqueño, Héctor Abad Gómez, es asesinado en Medellín, el 25 de agosto de 1987, siendo defensor de Derechos Humanos. Cae asesinado por las balas homicidas del narco estado colombiano, como miles y miles de defensores de Derechos Humanos, que siguen cayendo en distintas regiones de la patria, sin que la clase dominante contraiga un solo músculo de su aceitunado rostro, por cuanto el interés económico, prima sobre la vida del pueblo.
Su hijo, Héctor Abad Faciolince, escritor de posiciones políticas “derechosas”, cuenta la vida de su padre, en un documento bien escrito y doloroso que refleja cómo actúa la derecha de manera ruin y criminal. No está dispuesta a admitir una voz democrática y progresista ni siquiera en su misma clase social. El médico no era comunista, ni de izquierda, era un demócrata preocupado por la salud del pueblo colombiano y los Derechos Humanos venidos a menos por el accionar violento y antidemocrático del estado.
Bien podría decirse que se declaraba partidario de la salud preventiva y no curativa como es la postura del régimen. Eso implicaba luchar por evitar la enfermedad, mientras que la gran burguesía prefiere para el pueblo la segunda opción, por cuanto ha hecho de la salud un negocio suculento. Sí, la enfermedad del pueblo le representa a los negociantes de la salud (EPS, IPS), jugosas ganancias. Razón tenía el filósofo Carlos Marx, cuando dijo: “El capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos sus poros, desde los pies hasta la cabeza”.
El doctor Héctor Abad Gómez, dedicó sus últimos años a luchar por la defensa de los Derechos Humanos. Tuvo valor para denunciar el accionar del paramilitarismo en estrecha relación con los organismos de seguridad del estado. Eso le costó la vida. Este es un estado antidemocrático que no admite una sola opinión distinta a la versión oficial. Quizás, fue ingenuo el galeno al pensar que el narcoestado le perdonaría y respetaría su vida.
La obra literaria de su hijo intitulada: “El olvido que seremos”, tuvo profunda audiencia en el orden nacional e internacional. Fue llevada al cine e incluso, ya ha tenido reconocimiento internacional. Próximamente estará en las carteleras del cine nacional, según se ha indicado.
Es una obra dramática, dolorosa y realista, muy bien contada, que bien podría leerse como un homenaje a todos los caídos en Colombia y en el mundo por defender los Derechos Humanos, en el nefasto sistema capitalista. El capitalismo es inhumano, voraz e incapaz de admitir una sola crítica. Es una hiena insaciable, que bien puede matar medio país con tal de no perder sus sucios intereses de clase.
Esta postura asesina la podemos ver y apreciar en el actual Paro Nacional, que comenzó el pasado 28 de abril y aún no termina. Son más de 72 jóvenes asesinados, de los cuales la mayoría ha sido a manos de las mismas autoridades militares, policiales y paramilitares. Cientos y cientos de desaparecidos, jóvenes lesionados, mutilados, sin ojos, etc. Y, como si esto fuera poco, estigmatizados por sus medios masivos de comunicación de “vándalos”, cuando en realidad, son jóvenes sin ninguna posibilidad, que han salido indignados a buscar soluciones a sus múltiples necesidades.
Esta obra literaria merece leerse y al calor de ella, reflexionar seriamente sobre la realidad histórica de Colombia, cruda realidad que los medios masivos de comunicación, callan deliberadamente. Y a partir de allí, asumir una posición consecuente y crítica, porque como dijo Platón: “El que lee y lee y no practica, es como el que ara y ara, pero nunca siembra”.
Ojalá, haya coherencia entre el texto y la película.
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