Por Agamenón
En todo sistema económico y político serio y democrático la oposición juega un papel importante, por cuanto su tarea básica consiste en vigilar que las cosas se hagan bien y con transparencia, de acuerdo a las normas constitucionales vigentes. Su fundamento básico es la argumentación con base en la realidad concreta y objetiva. Por ejemplo, el gobierno dice haremos tantos kilómetros de carretera por cierta suma de dinero. La oposición podría demostrar que el tramo no es el ideal por ese lado y con el dinero se podría hacer más kilómetros. Esa sí sería una “oposición inteligente”.
En segundo lugar, es una calumnia infame sostenida todavía en el miedo y en el terrorismo. Insiste la mal llamada oposición en el cuento chino del comunismo y del castrochavismo, la expropiación y el supuesto acabose de la libertad y la democracia.
Personajillas de la talla de Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, nada constructivo proponen para mejorar el desarrollo del programa presidencial, haciéndolo más masivo y real en la masa colombiana oprimida, como debería actuar una verdadera oposición consecuente con el interés colectivo del pueblo colombiano. En ellas, solo se respira mentira, calumnia, sectarismo brutal y enfermizo, odio visceral y atraso político.
No hay argumentación como quizás existió en un Álvaro Gómez Hurtado, en un Laureano Gómez, en un Alfonso López Pumarejo, en un chiquito Lleras, etc. Ahora, hay simple ramplonería falaz y mafiosa, sin patas ni cabeza. Es la cruda realidad.
Causa hasta hilaridad y vergüenza la supuesta oposición del considerado la “mascota del uribismo” el “pura sangre” Polo Polo. Es una criatura pobretona que habla como si fuera el mayor oligarca de Colombia. Habla sandeces, verdaderas estupideces. ¿Eso qué tiene de oposición?
La supuesta oposición se está rajando de cabo a rabo, perjudicando el momento histórico que vive Colombia con el triunfo del Pacto Histórico. Nada positivo viene aportando. Por el contrario. Viene perjudicando porque lo único que ayuda es a exacerbar el analfabetismo político con la ayuda pusilánime de los medios masivos de comunicación.
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