lunes, 26 de diciembre de 2022

Habitantes de calle cenan en la Casa de Nariño

 


Por Nelson Lombana Silva

Cerca de un millar de habitantes de la calle, cenaron en el Palacio Presidencial, en la Casa de Nariño, el pasado 24 de diciembre, en un hecho sin precedentes en las historia de la sufrida república de Colombia.

La putrefacta oligarquía puso el grito en el cielo, calificando el hecho de repudiable e irrespetuoso con la patria y la vieja tradición de que aquel recinto es exclusividad de la rancia y narcotraficante clase poderosa.

Por su parte, los medios masivos de comunicación, una vez más quedaron mudos ante la audacia del Pacto Histórico en cabeza de Gustavo Petro y Francia Márquez. Ensimismados guardan pusilánime silencio, limitados exclusivamente a publirreportajes de Uribe y su patota, que se rasgan las vestiduras y se ponen “verdes de encabronamiento” como diría el premio nobel de literatura Gabriel García Márquez.

A la pregunta a un transeúnte común y corriente del suceso, su respuesta resulta clara y contundente: “Es que este es el gobierno de los nadies”.

El acontecimiento tiene una profunda significancia. Delimita la historia de Colombia en un antes y un después. Recordemos que en la posesión presidencial el 7 de agosto, la simbología fue totalmente diferente. Petro – por ejemplo – puso fin al uso de la alfombra y exigió la presencia de la espada de Bolívar.

Más tarde, abrió las puertas del Palacio de par en par, dando vía libre de acceso al pueblo común y corriente. Antes circulaba por aquellos pasillos la mafia sin pudor alguno, ahora transita pueblo decente y culto que lucha por sus propias reivindicaciones. ¡Qué contraste!

Ha comenzado una nueva era, nuevo momento histórico, un momento estelar que hay que interpretar correctamente para desarrollarlo e incluso, profundizarlo, haciéndolo cada día más amplio y concreto en todo el pueblo colombiano.

Hay que prepararnos debidamente para defender el proceso, porque seguramente la rancia y criminal oligarquía hará lo posible e imposible por reversar el proceso, para que el Palacio Presidencial, la Casa de Nariño, vuelva a ser territorio exclusivo de los magnates de siempre.

Se conoce de siniestro plan para asesinar al Presidente Petro y los principales cuadros del Pacto Histórico. No es para estar con la guardia abajo, pues es la misma oligarquía que asesinó a más de 5.000 miembros de la Unión Patriótica y el Partido Comunista, sin contraer un solo músculo de su enjuto rostro.

Esta supuesta “oposición”, la lidera el criminal ex presidente, Álvaro Uribe Vélez, conocido por la CIA como el narcotraficante número 82 y, además, responsable directo de más de 6.000 ejecuciones extrajudiciales, es decir, “falsos positivos”. Un verdadero monstruo del crimen dispuesto a todo, hasta de encabezar un golpe de estado.

La respuesta del pueblo debe ser la movilización. Dormir con un ojo abierto y fomentar la unidad, la organización y la formación política. Resulta tarea prioritaria erradicar el analfabetismo político; mantener el debate político e ideológico constante con la comunidad barrial o veredal, en el marco del respeto y la aceptación de la diversidad y pluralidad.

Luchar por la paz total, la sana convivencia con cambios estructurales. La paz es hija de la justicia social, de cambios estructurales. No es un simple enunciado, es fruto de salud, educación, habitación, recreación, para todos y todas, sin privilegios de ninguna naturaleza. Esa es la paz total. Esa es la paz que hay que concretar con nuestro aporte y acompañamiento permanente, sorteando las vicisitudes que la oligarquía coloca a diario para que no se cristalice y el pueblo se siga desangrando por sus cuatro costados.

El gobierno de Petro ha dado señales de una paz total. Una de ellas, es llevar al Palacio a cenar habitantes de la calle, mal llamados por el neoliberalismo “desechables”. Ellos son seres humanos como usted y yo, que el régimen les ha impedido tener una vida humana, decente. El Gobierno del Cambio, llama la atención para recuperar la capacidad de asombro, dejar a un lado la insensibilidad y pensar en una patria incluyente para todos y todas. ¡Qué gesto, Señor Presidente!

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