domingo, 13 de enero de 2019

Democracia colombiana: Derecho al pueblo morir sin amparo estatal

Niñas indígenas bailan por una moneda en Ibagué, Tolima. Foto Nelosi.
Por Nelson Lombana Silva

¿Por qué el presidente colombiano ha dejado a un lado la problemática nacional y se ha centrado en denigrar de la hermana república bolivariana de Venezuela y su presidente constitucional, Nicolás Maduro Moros?


Esa pregunta debemos hacérnosla desprevenidamente con la esperanza de hallar una respuesta o muchas respuestas que seguramente arroja este interrogante. Es de suma urgencia, porque el tema está a la orden del día y los medios masivos de comunicación, propiedad de los grandes magnates de este país, alimentan al máximo en sus emisiones diarias. ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Por qué y para qué?

El origen del sistema capitalista es violento. “Vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos sus poros, desde los pies hasta la cabeza”, dijo el filósofo y dirigente del proletariado, Carlos Marx. Es argumento irrefutable por cuanto el capitalismo se fundamenta en la explotación del hombre por el hombre, en todas sus formas y manifestaciones, como lo dijo el comandante Fidel Castro Ruz.

En este sistema, la dignidad humana desaparece porque el ser humano es cosificado. Vale no por su condición humana, sino por lo que tiene económicamente. Un depravado puede ser un “Don”, mientras un sabio un “Nadie”, en el sistema capitalista.

En esa dinámica, la mafia colombiana que ha tomado el control casi absoluto del Estado, necesita tener un enemigo fuerte en frente para despistar al pueblo y tenerlo sometido. Durante largas décadas tuvo como enemigo la guerrilla. Todo lo malo era la guerrilla. ¿Crisis? Responsable la guerrilla; ¿Desempleo?, culpable la guerrilla; ¿Violencia? Culpable la guerrilla. Es decir, la guerrilla era la responsable de todos los males del país.

Ahora que la guerrilla dejó las armas y se integró a la lucha ideológica y política, el Estado necesita inventar un enemigo poderoso para seguir justificando lo injustificable. Es más, distraer la opinión pública. Hoy vemos cómo la corrupción galopante que representa Odebrecht, el asesinato de dos  testigos claves para esclarecer este tema, la postura corrupta del Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, el asesinato de más de 400 líderes comunitarios en los últimos años, la proliferación del paramilitarismo, queda rezagado en un segundo plano, por cuanto los primerísimos planos son para el caso Venezuela.

Una simple posesión del presidente Maduro Moros para un nuevo período constitucional, lo convierte esta oligarquía en una violenta andanada contra el hermano país. Uribe Vélez, el narcotraficante número 82, lo hizo también en dos períodos, lo mismo Juan Manuel Santos Calderón, ¿y qué dijo el gobierno venezolano? Nada, porque es respetuoso de la libre autodeterminación de los pueblos. Cada país es soberano y ningún país tiene derecho a inmiscuirse en los asuntos internos de otro Estado. Eso es apenas elemental.

Entonces, la oligarquía colombiana liderada por Uribe Vélez en su Centro Democrático y los Estados Unidos, han considerado que el “enemigo a crear” se llama Venezuela. Los intereses de clase se imponen y claramente se pueden resumir así: Estados Unidos no ceja en su empeño de apoderarse de los recursos naturales de la hermana república y la oligarquía Colombia busca seguir en el poder distrayendo al pueblo con enemigos de estos quilates.

Con qué irresponsabilidad juegan a la guerra sin medir consecuencias. Desde luego, los Estados Unidos y la oligarquía colombiana saben perfectamente que una guerra entre Colombia y Venezuela, los únicos damnificados serían los dos pueblos, pues sería un tonto enfrentamiento entre hermanos, entre pueblo y pueblo, en defensa de los intereses imperialistas de Estados Unidos y la oligarquía colombiana.

Es claro: Ni los Estados Unidos, ni la oligarquía colombiana saben hablar de paz. No saben. Es más: No pueden. Su caballito de batalla es la violencia, el terrorismo de Estado. Es el ocaso del capitalismo.

Cuál democracia, cuál libertad

La burguesía Colombia hace gárgaras hablando de Democracia y Libertad. No duda al afirmar de que la democracia colombiana es la más antigua y sólida del continente. Habla de libertad. “Este sí es un país libre”, afirma sus representantes con cinismo. Y mucho pueblo cree en este embuste. “Este país es libre, se puede mover uno sin problema alguno”, me dijo en cierta oportunidad un taxista. Yo le contesté: “¿Ya fue a conocer la costa con su núcleo familiar, a relajarse y descansar?” Le pregunté. “Pero, ¿Con qué? El dinero no alcanza para nada”, me contestó con cierto enfado. “Eso indica que en Colombia no ha libertad real, hay solamente libertad virtual, porque si fuera real usted tendría derecho a descansar y trabajar dignamente. No hay libertad real para el pueblo, en cambio sí para la burguesía, porque tiene todo el dinero del mundo para descansar y cumplir sus sueños”.

La semana pasada, caminando por la emblemática carrera tercera de la ciudad de Ibagué (Tolima), antes de llegar a la gobernación y en un costado de la inmensa catedral, halle una indígena, madre cabeza de familia con varias niñas ganándose monedas bailando a la intemperie bajo un sol abrasador de las dos de la tarde, seguramente sin almorzar y sin agua para hidratarse.

El común de la gente transeúnte calificó la escena de chistosa. “¡Cómo bailan de bonito esas niñas indiecitas!”, me dijo una mujer al depositar una moneda. “Señora, esto es horrible, cómo se puede apoyar esto. Esas criaturas a pie limpio, sin almorzar, sin agua, danzando para ganarse una moneda. Esta es la democracia que profesa la oligarquía Colombia, esta es la libertad que nos dicen los medios de comunicación. Esta es la democracia de la que habla Duque y su patota del Centro Democrático. ¿Será que estas niñas o su mamá, decidieron democráticamente ser habitantes de la calle?”.

La señora, me miró incrédula. “Por lo menos no están robando, ni haciendo mal a nadie, en cambio, sí están divirtiendo al público y ganándose honradamente una moneda”, me contestó. “¿Eso, señora es justo? ¿Dónde está el famoso Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF)? ¿Dónde están las garantías reales para la niñez colombiana?”.

Me alejé indignado. Convencido de la criminalidad del capitalismo y sus voceros. Alguien dijo entre los transeúntes: “Mientras Iván Duque Márquez ataca a Venezuela porque ya erradicó en grado sumo la pobreza absoluta, Colombia cada vez está más repleta de habitantes de la calle, haciendo miles de malabarismos para sobrevivir. Vive obsesionado por el vecino, olvidando o desconociendo la realidad aberrante que vive el pueblo colombiano”. La reflexión fue larga. Se perdió entre la muchedumbre que circulaba con sus propios problemas encima.

Pensé, mientras saboreaba un tinto sin azúcar, sobre la gran paradoja que vive Colombia con esta rancia oligarquía. Su criminalidad y sus múltiples artilugios para engañar al pueblo. Mientras ataca a un país hermano que tanto ha colaborado con Colombia, dramas como las niñas indiecitas se multiplican a lo largo y ancho del país. El pueblo debe dejar de mirar este grotesco espectáculo con indiferencia o con simple pesar, debe generar indignación y necesidad de unidad y organización por la base para tumbar este criminal sistema y construir uno con verdadero rostro humano. El pueblo tiene que generar un cambio estructural y de fondo, no importa que Estados Unidos se ponga bravo o la oligarquía colombiana. Hay que hallar una verdadera definición de Democracia y de Libertad. ¡Manos a la obra!

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