miércoles, 9 de enero de 2019

¿Colombia: Entre la paz y la guerra?

Por Nelson Lombana Silva

Desde el fin de la guerra de los mil días, el país ha tenido dos períodos de cruda violencia: De 1.946 a 1.964 y, desde 1.964 hasta nuestros días. En términos sencillos y elementales, los colombianos no conocemos realmente la paz, siempre hemos vivido en las aguas pestilentes de la violencia.


 Un estudioso de la burguesía salió con la peregrina tesis de que los colombianos somos violentos por genética. Según afirma, nuestros genes determinan el temperamento y éste es agresivo, violento. Esta tesis estúpida, por no decir más, la repite el establecimiento usando los medios de comunicación y las religiones hasta imponerla como un dogma.

Es una mentira histórica para ocultar hábilmente las verdaderas causas de la violencia en Colombia. Gracias a la lucha permanente hoy se tiene una visión clara sobre el origen. Las causas son de carácter: Social, económica, política y cultural.

Colombia es un país dividido en clases sociales, cuyos intereses son totalmente contrarios. La clase rica tiene como meta ser más rica, mientras que la meta de la clase pobre es sobrevivir en condiciones infrahumanas. En el terreno económico, la burguesía se inclina por ser dueña de todo, incluyendo al obrero que es el que realmente produce. El pobre se inclina por vender o mejor regalar por un miserable salario su única mercancía con la cual cuenta: La fuerza de trabajo.

Y mientras el obrero produce, el patrón se apodera de las ganancias diariamente haciéndose más poderoso sin trabajar, mientras que el obrero constantemente está perdiendo energía, es decir, fuerza de trabajo.



Esta burguesía se apalanca en el poder usando los aparatos ideológicos y represivos con tal fuerza que el pueblo maquinalmente vota por ella y siente su tragedia como algo “natural” o “divino”. El analfabetismo político, la desunión, las creencias en seres sobrenaturales y la represión militar – paramilitar se unen todos estos fenómenos para tener al pueblo campesino e indígena como al citadino en una situación de crueldad pero de extrema sumisión y resignación.

El concepto de paz que maneja la burguesía, nada tiene que ver con el concepto de paz que tiene el pueblo. Para ella, es sinónimo de sumisión, quietud y resignación.

En el proceso de paz entre las Farc – Ep y el Estado Colombiano, lo que le preocupaba a la burguesía era que la guerrilla entregara las armas. No era más. Eso explica por qué el Estado Colombiano no ha cumplido lo pactado en este acuerdo tan importante y trascendental, que entre otras cosas, desconoce más del 90 por ciento del pueblo colombiano.

No es gratuito o accidental o casual que el Estado Colombiano no haya hecho ni siquiera el mínimo esfuerzo para que el grueso del pueblo conozca en profundidad lo acordado en la Habana y firmado en Bogotá. Eso tiene su veneno, sus negras intenciones.

En esas condiciones, le queda servido en bandeja de plata al Centro Democrático y a la burguesía en general, para seguir engañando al pueblo,  asustándolo con el fantasma de la guerrilla. Entonces, el narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, dicta cátedra sobre lo acordado en la Habana. ¿Qué imparcial u objetivo podrá ser un criminal de esta calaña al presentar su versión?

La puja entre la paz y la guerra

En relación con el proceso de paz con la Farc – Ep hay que decir que la guerrilla cumplió cabalmente desde un principio. E incluso, sigue cumpliendo milimétricamente. En cambio, el Estado no ha cumplido, ni seguramente cumplirá, pues ya cumplió su objetivo: Desarmar el Ejército del Pueblo.

Con reformitas intrascendentes pretende dar la impresión de estar cumpliendo. Y mientras monta toda esa parafernalia para engañar incautos, acelera su plan criminal contra el pueblo. Todavía hay más de 300 guerrilleros en las cárceles, el carismático comandante fariano, Simón Trinidad se sigue pudriéndo en las mazmorras de Estados Unidos, el comandante Santrich en la cárcel, prácticamente, está listo para ser extraditado, el comandante Iván Márquez, el Paisa y otros, tuvieron que resguardarse de ese guante que iba por ellos. Cerca de un centenar de ex guerrilleros han sido asesinados en completo estado de indefensión, más líderes campesinos, indígenas, obreros, sindicalistas consecuentes, etc. Es decir, como dijo en su momento el comandante Jaime Guaraca: “La guerrilla se desmovilizó, pero el Estado no y sigue matando”.

Estamos ante una verdadera orgía de sangre. Y para completar el drama, la burguesía colombiana se pone de rodillas ante Estados Unidos, quien le ordena prestar el territorio para agredir a la hermana república bolivariana de Venezuela. Son 21 bases norteamericanas en Colombia. Todo un arsenal contra los pueblos que se niegan a seguir siendo lacayos del imperialismo.

Burlando el derecho internacional, la libre autodeterminación de los pueblos y la soberanía nacional de cada país a escoger su sistema de gobierno, Estados Unidos obliga al presidentico Iván Duque Márquez, a pontificar contra Venezuela, a denigrar contra Venezuela y a decir groseramente qué debe hacer el gobierno venezolano.

La campaña va encamina a exaltar en el pueblo el seudo nacionalismo o chauvinismo. Por eso, no es casual tampoco que todos los medios masivos al unísono utilicen casi el 70 por ciento de sus emisiones noticiosas, despotricando contra la hermana república bolivariana.


Es en realidad una jugada distractora con doble interés: Por un lado, poner al pueblo analfabeto y alienado a discutir sobre el tema venezolano y por el otro lado, hacer que el pueblo colombiano se olvide de las medidas antipopulares que viene tomando el gobierno como la cascada de impuestos, lo mismo que la aberrante corrupción y el desconocimiento casi total del acuerdo de la Habana. Seguramente, ya el pueblo olvidó el tema de Odebrecht, la posición descompuesta del Fiscal General de la Nación; Néstor Humberto Martínez, el miserable aumento salarial, etc, etc, pues el tema es: Venezuela.

¿Perdió vigencia la lucha guerrillera?

En el clímax de la presión mediática se anuncia hace rato, es decir, no es nada nuevo, que la lucha guerrillera perdió vigencia, que la combinación de las formas de lucha que el pueblo ha inventado, históricamente, para resistir ha caducado. Al parecer la única forma de lucha es la electoral, pero sin garantías, sin libertad y asesinando a los cuadros más destacados. De igual manera, sin dinero y con restricciones de todo tipo. La cabeza visible de la Colombia Humana, Gustavo Petro, es víctima de un montaje para darle “muerte política”, siguiendo el mismo libreto usado por Estados Unidos, contra Zelaya, Dilma y Lula Da Silva, entre otros.

Nunca perderá vigencia una forma de lucha inventada por el pueblo. Que otra forma de lucha tome su iniciativa en un momento histórico es distinto, entre otras cosas, por la lucha es muy dinámica y el enemigo de clase que está enfrentando el pueblo es bastante poderoso y sobre todo criminal. ¿La burguesía colombiana ha desarticulado el paramilitarismo? ¿Ha desactivado la política del enemigo interno y prescindido de la escuela de las Américas?

Lo que se advierte es que hay montada toda una parafernalia para barrer el proceso de paz, que resurja la guerrilla y que se justifique la presidencia nuevamente del narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez. El plan es siniestro. Esta oligarquía le sigue apostando a la violencia como medio para seguir sostenida en el poder en Colombia.

Ante esta cruda realidad, ninguna forma de lucha perece, es indudable. El pueblo debe seguirse movilizando en torno a la paz, en torno  a la solución política, cerrando filas de unidad y de solidaridad con Venezuela, Cuba, Bolivia y demás pueblos que luchan de verdad contra el imperialismo. En esas condiciones, no puede descartar formas de lucha. 

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