Por Nelson Lombana Silva
Gracias a la solidaridad de mi familia, especialmente Gustavo y un grupo de amigos y amigas, pudimos visitar la hermosa república de Cuba del 3 al 17 de octubre de 2017, con el propósito fundamental de someternos a un tratamiento médico contra la diabetes.
La percepción que tenemos una vez cumplida la gira satisfactoriamente, es que en Cuba habrá Socialismo e Internacionalismo Proletario para rato. El proyecto Socialista se desarrolla con la participación activa del pueblo humilde que decide apartarse de toda apariencia mezquina y lisonjera propia del capitalismo. El cubano es como es. Es decir, original ciento por ciento, puro, directo y franco. Humano demasiado humano como diría Federico Nietzsche.
Entendimos perfectamente por qué el imperialismo norteamericano no pudo doblegar la dignidad de este pueblo y seguirlo explotando como lo venía haciendo hasta 1959, tal como viene sucediendo con el pueblo colombiano. Este pueblo tiene pulmones propios, sentido de soberanía e independencia.
Allí, hay conocimiento teórico y conciencia de clase. Dos elementos dialécticamente concatenados que nos permite decir que esta hermosa isla caribeña jamás volverá a ser propiedad privada del capitalismo y de los Estados Unidos. Seguirá desarrollando el Socialismo y la construcción seguramente del Comunismo con mucha creatividad y originalidad.
A las 4:30 de la mañana de la gélida Bogotá, el 3 de octubre, abordamos el Boeing HK4505, piloteado por el capitán Jaime Mauricio Uribe y la copilota, Mercedes Salazar. Compartimos la silla con Ruth Cubillos, colombiana con destino Panamá con la misión de ayudar a organizar un evento internacional de paz en este país, país que otrora fuera departamento de Colombia, pero que la clase dominante apátrida se confabuló con Estados Unidos para que se independizara y cayera en las garras imperialistas del Tío Sam, tomándose así posteriormente el canal interoceánico, objetivo central de los Estados Unidos.
Dijo que este encuentro se realizaba en el marco del proceso de paz que se viene implementando en Colombia a partir del acuerdo suscrito entre las Farc – Ep y el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, que posiblemente asistiría el gobierno colombiano y algunos ex presidentes de este país.
Ruth, me dijo, significa: “Fiel compañera”. Tiene un hijo de escasos tres meses, que se llama Abimael Josué, que significa: “Mi padre es Dios”, niño que tuvo que dejar con su madre para ella poder cumplir con esta tarea. Por ahí comenzamos a criticar al sistema capitalista. “Es inhumano que tenga que separarse un mes de su hijo de tres meses, ¿No le parece?”, le dijimos.
Nos miró con ojos taciturnos y con una débil sonrisa nos dio la razón. “No hay empleo en Colombia, por lo tanto, no puede uno botar una oportunidad como esta, claro con un gran sacrificio”, comentó por entre los dientes sin convicción, más con aire de resignación.
“¿Es la primera vez que va a Panamá?”, le preguntamos con disimulo. “No, ya he ido varia veces con este mismo fin”, nos contestó mirando las nubes abajo a través de la pequeña ventanilla del ave mecánica.
“¿Cómo es Panamá?”, Volvimos a preguntar. “Panamá está llevada por el problema social. Hay mucha pobreza, mucho desempleo, las calles están deterioradas, hay mucha inseguridad. Si nosotros estamos jodidos, este país sí que peor”, indicó frotándose suavemente sus manos entre sí.
Le entregamos el libro: “Anzoátegui al filo de la esperanza” de nuestra autoría con una sencilla dedicatoria. Al llegar al aeropuerto internacional Tacumen a las 6:50 de una mañana fresca, se despidió de mano y beso en la mejilla alejándose presurosa desapareciendo rápidamente de nuestra mirada. Era una mujer joven con sabor a pueblo.
A las 7:25 abordamos el vuelo CM 371, asiento 25C, grupo 5, al mando del capitán Ernesto Criollo, llegando al aeropuerto José Martí a las 11:25 hora cubana. No tenía clara la dirección de la clínica Cira García.
La primera grata sorpresa: Un señor alto, delgado y moreno, tenía un letrerito con mi nombre justo a la salida del túnel que da acceso al aeropuerto. Literalmente nos le abalanzamos. “Yo soy”, le dijimos efusivos. “Bienvenido a Cuba”, nos dijo con desembozo encaminándonos a la zona de migración.
“¿Cómo se llama?”, le preguntamos ansiosos. “Enrique Achón Alonso”. Los trámites son breves y cordiales. Pasamos por la casa de cambio. Son las 12:29. Todo bien organizado. No hay tumultos ni maremágnum. Ofrece Enrique llevarme la maleta, pero nos negamos. “No pesa”, le contestamos.
“Quiero conocer la sociedad cubana. Durante el recorrido le iremos preguntando muchas cosas, ¿Podemos grabar?” “Claro, no hay problemas. Puedes preguntar lo que tú quieras, este es un país libre”, nos dijo dibujando una amplia y espontánea sonrisa. En otra entrega publicaremos la entrevista.
El vehículo era una camioneta blanca a manera de ambulancia. Nos subimos al lado del chofer y grabamos el recorrido. A intervalos mirábamos la distancia. La línea fue placentera. Llegamos a la clínica Cira García, ubicada en el barrio Miramar La Playa, calle 20 No. 41 01 esquina 41. Entramos por urgencias.
Aire acondicionado. La sala es pequeña. Hay varias personas en espera. Dos niñas atienden. Son cordiales. Una de ellas revisa mi solicitud y nos indica que pasemos a la ventanilla adyacente. “Ahí paga”, nos dice.
La pagadora revisa la cuenta ya preparada sin remordimiento y levantando su mirada nos comenta la cifra que debemos pagar. Por poco quedo paralizado. La cifra que nos dice que debemos pagar es infinitamente superior a la presupuestada en el acuerdo suscrito con la doctora Perla por internet. Argumentamos sin mucha convicción mientras el corazón late aceleradamente. “Hable con la doctora Perla porque ella no ha comentado nada de algún descuento”, nos dice la funcionaria. “¿Pero, ¿cómo hago para comunicarme con ella?” “Bueno, por esta vez lo comunicaré”, nos dice. A pesar de estar atiborrada de trabajo la trabajadora conserva la calma y no renuncia a su amabilidad. Ella conversa con la doctora, cuelga y nos dice: “Debes hablar con la vice dirección, la doctora Teresa”, no le entiendo el apellido a pesar que se lo preguntamos en dos o tres oportunidades. Es un pasillo largo con muchas puertas al lado y lado. Estamos nerviosos, diríamos temerosos. Cavilamos una y otra vez casi que a velocidad de la luz.
Después de cruzar muchas puertas llegamos a su oficina. Es pequeña y nos parece incómoda. Conversa con una mujer al parecer temas relacionados con el trabajo. Nos dice que la esperemos un poco: “Ya sé su caso”. “A esperar se dijo”, nos dijimos para nuestros adentros, pero nos equivocamos. En menos de tres minutos había solución. Sale personalmente y nos dice con amabilidad: “No se preocupe. Lo primero es ubicarlo para que deje su maleta, almuerce y esté tranquilo. Bienvenido”.
Una enfermera nos acompaña hasta la habitación asignada: La 308. Es amplia, confortable, baño privado, televisor de pantalla grande, dos mesitas, caja de seguridad para el dinero, amplio ventanal, aire acondicionado, teléfono, dos asientos. Dos camas, pues tenía derecho a acompañante.
No terminamos de descargar las maletas, son dos, cuando llega el doctor Leonides Leonel Peña Pérez, especialista en medicina interna. Lo hace a la 1:52 minutos de la tarde. Se presenta, nos da la bienvenida mirando las maletas con cierto aire de seguridad. Su amabilidad brilla inmaculada en su rostro. Tiene algunas canas. “Me corresponde llevar su caso. Estoy a su entera disposición. Cualquier duda o comentario conmigo”, nos dice. “Estamos preocupados por la cuenta, no coincide con lo convenido”, le comentamos. “No te preocupes. Relájate. Si quieres dormir. ¿Ya almorzaste?”, nos dice.
Sale rápido para ordenar el almuerzo. Este no se hace esperar. Mientras comemos reflexionamos encontrando una vez más grandes diferencias entre el Capitalismo y el Socialismo. Confirmamos la tesis: En el capitalismo lo más importante es el dinero, en el socialismo el ser humano.
Pensamos para nuestros adentros: “Si estuviéramos en un país con régimen capitalista, estaríamos en la calle, con sed, seguramente con hambre, llorando soledad, pidiendo la ayuda pública para completar la suma. Estamos acá cómodamente, almorzando, cerca de la cama para descansar, rodeado de gente buena, porque este sistema es socialista y en el socialismo el ser humano es el centro, es lo más importante. No lo estamos imaginando, lo estamos viviendo y en carne propia”.
Más tarde volvió el doctor Leonides Leonel, seguramente cuando calculó que habíamos almorzado. De una manera pedagógica nos entrevistó. Le pasamos la historia clínica en físico y en cd. De alguna manera organizamos el horario. Nos explicó su plan. Incluso, nos pidió la opinión. En Cuba nada es impuesto, todo es concertado a través del argumento y del diálogo. Nos examinó. Se fue antes de las 6:45 de la tarde soleada, pues allí, comienza a oscurecer después de las siete de la noche.
Todo fue sincronizado y desarrollado dentro de un ambiente de camaradería y fraternidad. Desfilaron por nuestro cuarto médicos, especialistas, enfermeros, enfermeras, incluso, paisanos colombianos. Nunca nos sentimos solos o extraños.
Tuvimos entera libertad para movernos por La Habana y leer obras que nos obsequió el doctor Leonides, exactamente seis textos supremamente valiosos. Todos los días antes de la charla médica comentábamos el texto leído y preguntábamos las dudas que surgían. No pocas veces intercambiamos conversaciones amenas sobre la realidad histórica del pueblo cubano y latinoamericano. Incluso, se solidarizó con nosotros con 60 pesos cubanos.
Hablamos con el pueblo sobre diversos temas. Fuimos al mar cruzando el teatro Carlos Marx, antiguamente llamado Charles Chaplin, según nos comentó el doctor Leonides Leonel. “Allí leyó Fidel la carta del Che”, nos comentó. Hicimos varias entrevistas que más adelante publicaremos. Visitamos la plaza de la revolución bajo un sol espléndido a la una de la tarde, en compañía de Alexis Rodríguez Castañeda, joven que voluntariamente nos guió por este sitio tan emblemático. “Esta es la tribuna antiimperialista en Cuba”, nos dijo.
Cruzamos el edificio estudiantil. “En ese lugar estudian estudiantes de distintos países”, nos comentó Alexis. Caminamos a menudo y no tuvimos un solo susto. La gente es saludable y amena. Informa. Comunica. Critica. No come entero. Es unida y solidaria. Educada como lo soñó José Martí.
Fidel Castro Ruz está en todas partes. La gente lo ama. Al referirse a él siempre lo hace en presente. Para el conglomerado Fidel vive, está vigente. Su proyecto político continúa desarrollándose. Un joven taxista, veterinario, nos dijo: “El pueblo sabe que Fidel es Fidel y Raúl es Raúl. Incluso, el mismo Raúl lo sabe. Hace poco una comunidad afectada por el huracán Irma le hizo una protesta. En un papel escribió: “Fidel está vivo, Raúl está muerto”. ¿Por qué esta crítica? Porque no fue a visitar a esta comunidad. Fidel sí iba, se metía hasta la casa más humilde sin escoltas, hablaba con la gente, les daba ánimos y movía cielo y tierra para que se solucionara los problemas. Raúl resuelve los problemas y de hecho lo hizo allí en tiempo record, pero no fue personalmente”, dijo.
El pueblo cubano tiene claro quién es su enemigo de clase. Lo tiene perfectamente identificado. A un joven le hicimos el siguiente comentario: “Llevamos ya varios días, hemos salido a caminar a los alrededores de la clínica, un día para el mar, el otro para el río Almendare, hemos conocido varias embajadas, caminamos por la calle General Lázaro, avenida quinta y 41, etc. Y no hemos visto un solo soldado o policía”.
El muchacho escuchó atento y sonriendo contestó: “Nosotros estamos organizados por barrios, por cuadras, por calles. El que no está organizado, es finalmente organizado de alguna manera, porque la idea es estar todos organizados. Estamos preparados para defender la revolución, el país, el legado de nuestro comandante Fidel hasta con nuestra propia vida. Estamos listos a enfrentar militarmente a los Estados Unidos si es el caso”. Lo dijo con seriedad y convicción, no con petulancia o arrogancia.
“Es hermoso saber que el ideario revolucionario del comandante Fidel sigue vigente, desarrollándose y que hay un pueblo dispuesto a defenderlo hasta con su propia sangre. Compañero, hasta la victoria siempre”, le dije regresando a la clínica.
Hay monumentos por todas partes con el único propósito de no dejar morir la memoria. Entre ellos, se destaca José Martí, el apóstol de la revolución. Vimos a través de la televisión dos hechos históricos: El gran homenaje al Che y a José Manuel Céspedes, con la presencia del comandante y presidente Raúl Castro Ruz y los altos dirigentes del Partido Comunista.
La perla del caribe sigue firme como el roble. La educación es gratuita, lo mismo que la salud. Hay libertad y verdadera democracia. Hay justicia social. El socialismo se desarrolla por supuesto con contradicciones, pero siempre en la dinámica de fortalecer lo colectivo, la paz y la unidad. Son valores que se respiran allí con pureza infinita. No hay duda, hay allí socialismo e internacionalismo para rato, a pesar del desalmado y brutal bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos contra el pueblo cubano hace más de cincuenta años. Así lo percibimos en nuestra reciente gira.
Regresamos al país muy agradecido con las personas que hicieron posible el viaje. De igual manera, con la clínica Cira García, los médicos, las enfermeras, los enfermeros, las personas que nos visitaron. Volvimos a Colombia con la firme convicción de ayudar con más bríos a construir y desarrollar el Socialismo con más decisión y organización dinamizando el humanismo, el pensamiento marxista – leninista, lo mismo que grandes pensadores latinoamericanos, precisamente como Fidel, el Che, Martí, Bolívar, Sucre y muchos más. Viviremos para la revolución no de la revolución. Diremos como el Che: “Hasta la victoria siempre” o como Fidel: “Patria o muerte, venceremos”.
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