viernes, 27 de octubre de 2017

Como en el funeral de la mama grande

Por Nelson Lombana Silva

Recorriendo el caserío de Villa Restrepo, municipio de Ibagué (Tolima), ayer, encontré en el atrio del templete una cola gigantesca de personas de todas las edades, la mayoría llevando consigo agua en frascos y botellas. “¿Qué hay acá hoy?”, pregunté tímidamente. Una señora adentrada en años, me contestó: “Misa”.


“¿Hacer cola para entrar a misa?” Me dije asombrado y en cierta medida desilusionado. “La misa es a las 3:15 de la tarde, dijo un señor cincuentón totalmente resignado. Agregó con cierta parsimonia: “El templo es pequeño y se llena rápidamente. ¿Entiende por qué hay que hacer fila?”

A continuación del templo una serie de pequeños negocios en los cuales se vende con aspaviento agua embotellada. Haciéndome el que no sabía, le pregunto a una octogenaria que ofrece el líquido sentada en una butaca de madera. “¿Agua, para qué?” “Para ser bendecida”, me contesta con seguridad.

Hay en el parque varios niños y jovencitos esperando que se abra el templete. Los más pequeños comen golosinas, mientras que las jovencitas hablan de novios y pilatunas en voz baja. Hay en el fondo la creencia que el que peca y reza empata.

La tarde es soleada. No hay augurios de lluvia, sin embargo, la inmensa mayoría lleva consigo el paraguas. Un perro famélico recorre la fila devorando las migajas que los creyentes dejan caer al piso.

“¿Quién dice la misa?”, pregunto. “El padre Freddy Martínez”, me contesta una señora en voz baja.


Tomo varias fotos y mientras regreso a la biblioteca del Cañón del Combeima que está a una cuadra, en una esquina del parque principal, reflexiono y lo primero que viene a mi memoria son los funerales de la mama grande del escritor colombiano, Gabriel García Márquez.

Cuenta Gabito en esta obra literaria que vino mucha gente al funeral de la mama grande, al extremo que se armó un mercado público y la gente en sus tiendas y tenderetes de tafetán, ofrecían los más variados manjares de la región al público concurrente al entierro de la mujer más importante de la comarca.

El entierro se convirtió en mercado persa que sacó de pobres a unos, a otros enriqueció y a otros dejó en la pobreza espiritual más lamentable, por cuanto salió con la convicción de que hay vida sobrenatural y que a esa vida van solamente las matronas como la mama grande.

También pensé en el impacto que todavía ejerce sobre la humanidad la religiosidad comenzando el siglo XXI. “¿Qué hacen con esa agua?”, le pregunté a una señora vendedora de este producto que afortunadamente abunda en la zona, pero que sin embargo, tiene un precio de $2000,oo la botella. “Junto al agua – me dijo – está el aceite y la sal. Son los tres productos que el padre exorciza durante la misa. Él vende el aceite y nosotros vendemos el agua y la sal”.

Unos minutos después de regresar a la biblioteca, llegó una mujer cincuentona elegante en busca de un libro. “¿Aquí, dijo, prestan libros? “Sí señora sobre todo a los que están afiliados a la biblioteca”. “¿Qué debo hacer para afiliarme?” “Afiliarse, simplemente para que se haga acreedora a la llave del saber. Con esa llave usted puede solicitar libros prestados en las 1444 bibliotecas públicas que hay en el país”. “¡Qué rico!”, dijo ojeando los libros ubicados en la estantería a la entrada al pequeño salón de la biblioteca. “¿Me puede prestar este libro?”, me dijo expectante. “¿Cuál?” “Memorias de mis putas tristes de Gabriel García Márquez. Yo se lo traigo dentro de ocho días, yo vengo cada ocho días a la misa. Soy honrada. Soy contadora pública. Soy gente de bien”. “Lléveselo”, le dijo anotando su nombre, dirección y teléfono. Se llama: Zoila Esperanza Gil.

“¿Qué hay de novedad en la misa de los viernes a las 3:15 en Villa Restrepo?”, le pregunto sin rodeos. “Muchas cosas”, me dice con seguridad. “Es una misa de liberación, de sanación”. “¿Y, sí le ha servido a usted?”, le pregunto mirándole su rostro. “Hace solo tres meses que estoy viniendo y me he sentido muy bien, muy aliviada”.

Se marcha con el libro bajo el brazo con la promesa de reintegrarlo dentro de ocho días, cuando vuelva nuevamente a misa de sanación o liberación. La veo alejarse y pienso en la frase de Carlos Marx: “La religión es el opio del pueblo”. Claro, que también recuerdo la observación del maestro literato, José Antonio Vergel, quien afirma que el camarada Marx no dijo la frase así, sino: “La religión es como el opio del pueblo”.

Pienso en Cuba, en el reciente viaje que hice y memorizo que allí encontré dos templos católicos, uno en el barrio El Vedado y el otro cerca del río Almendare. Entonces considero que ese tema de la religiosidad XXI siglos después sigue enraizado todavía en la conciencia de mucho pueblo. Por lo tanto, se debe manejar con prudencia con la masa popular. Esa prudencia implica tener claro el concepto acerca del idealismo vs materialismo como lo plantea Afanasiev. 

Conozco en Ibagué, una mujer que se proclama comunista y dice sin sonrojarse que es más marxista que el mismo Marx, sin embargo, va a misa casi cada ocho días y comulga con mucha frecuencia. Incluso, movió cielo y tierra para que uno de sus hijos fuera cura.

Algunos teóricos del momento afirman que eso no es problema que haya confusiones ideológicas de esta naturaleza en el siglo XXI, que lo importante es conservar el mote de comunista. Incluso, colocan sobre la mesa la once tesis de Marx sobre Feuerbach: “No se trata de interpretar solamente el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”. Con eso afirman: “Si usted quiere creer, pues crea; si no quiere creer, pues no crea. Aquí, lo importante es unirnos creyentes y no creyentes para cambiar el régimen capitalista”.

A manera de conclusión, diría que hay que tener tino en el manejo del tema religioso con la comunidad, pero sí hay que tenerlo claro. No puedo auto engañarme, porque si lo hago, estoy engañando a mis semejantes.

Lo otro es que no es un tema poco relevante. En eso hay que estudiar la teología de la liberación o iglesia de la liberación, para lo cual no dudo en recomendar los textos de Frei Betto. Entre otros: Fidel y la religión y la Mosca Azul. No hacerlo así es seguir divagando y aparentando, lo cual es grave y a la final postura contrarrevolucionaria.

Con todo lo dicho y respetando su creencia o no creencia, sigo pensando que las religiones existirán mientras sean un negocio lucrativo. El día que dejen de ser negocio desaparecerán de la faz de la tierra. Así sea

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