viernes, 5 de febrero de 2016

Plan Colombia, plan imperialista

Por Nelson Lombana Silva


Sumisos y obedientes estuvieron, el presidente Juan Manuel Santos y el ex presidente Andrés Pastrana Arango, a la convocatoria ordenada por el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Fue claro el objetivo de dicha convocatoria: Los Estados Unidos ratifica su dominio imperial sobre Colombia. “Lo fuimos en la guerra, ahora lo seremos en la paz”, dijo el señor Obama.



Pobre anuncio hizo el presidente imperialista: 450 millones de dólares anuales para la paz. Contrasta con más de 10 mil millones para la guerra, cuando al decir de muchos expertos la paz es más costosa que la guerra. Se constituye en una burla más que los medios masivos maquillan convirtiendo el hecho en algo “histórico” y “singular”.


La otra infamia y expresión clara de dominio imperialista es la supuesta “celebración de los 15 años del plan Colombia”. Es un adefesio llamar a celebrar un plan cuyo presupuesto de muertes fue proyectada en un millón. Un plan que fue concebido y escrito en inglés, un plan contrainsurgente, distante de la estratagema de combatir supuestamente el narcotráfico.


Hacerle creer al pueblo colombiano y a la comunidad internacional que fue exitoso, cuando realmente fue un rotundo fracaso. Era como el monstruo Goliat contra el pequeño David. No pudo el gobierno nacional con semejante apoyo derrotar a la insurgencia armada y la vocación de lucha del pueblo colombiano, a pesar de las dantescas escenas de crímenes horripilantes, la danza de dólares y la represión militarista.


¿Para qué sirvió el Plan Colombia? Para la implementación de los desastrosos Tratados de Libre Comercio, TLC, para los Estados Unidos hundir las garras imperialistas en Colombia y colocarla plataforma para amenazar hermanos país, entre ellos, nuestros vecinos. Eso significa las siete bases norteamericanas en Colombia. Sirvió para articular el narcotráfico a favor de los Estados Unidos. ¿Qué hizo este país para contrarrestar el consumo? Nada. Sirvió para hacer un pool de medios de comunicación del orden nacional e internacional para hacer el triste papel alienante. Sirvió para difundir sectas y religiones con el fin de atontar masivamente. Sirvió también para abrirle fronteras a las multinacionales y transnacionales. ¿Qué hacen – por ejemplo – los batallones de alta montaña? Proteger a estas para que se roben nuestras riquezas.


Decir, entonces, que el plan Colombia debe ser motivo de festejo es sin lugar a dudas una postura neocolonialista de los Estados Unidos hacia Colombia, gracias a la pusilánime clase dirigente nacional, que como dijo Gaitán tiene la metralla homicida para el nacional y una rodilla en tierra ante el oro americano.


Hay que condenar este monstruoso plan, rechazarlo y exigir soberanía nacional, dignidad y patriotismo inspirados todos en el respeto a la libre autodeterminación de los pueblos y el pensamiento bolivariano. No más plan Colombia, no más dependencia imperialista.







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