jueves, 27 de noviembre de 2014

Las reflexiones que hace James Petras sobre proceso de paz en Colombia

 
Por Nelson Lombana Silva

Las sesudas y argumentadas reflexiones que hace el famoso filósofo James Petras sobre el gobierno colombiano en el marco de los diálogos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep), son para tener en cuenta y considerar permanentemente a partir del ambiguo comportamiento del presidente Santos que por un lado dice trabajar por la paz y por el otro lado, arrecia e incluso, incrementa la guerra y el armamentismo dándole todas las gabelas al militarismo más rabioso, antidemocrático y pro imperialista.




La negociación se asienta sobre diversas mentiras y falsos postulados, afirma: La primera es suponer que Colombia es una democracia y la segunda creer que el presidente Santos quiere facilitar la actividad política y social no violenta con el fin de facilitar el ingreso de la guerrilla en el sistema político.


James Petras, sustenta estas dos afirmaciones ofreciendo información estadística que demuestra la criminalidad del régimen aún después del fascista Uribe Vélez. Señala: Tres mil sindicalistas asesinados, más de 4, 5 millones de campesinos despojados de sus tierras y obligados al desplazamiento por el accionar principal del militarismo y del paramilitarismo; nueve mil presos políticos que se pudren en las cárceles en las peores condiciones humanitarias, decenas de abogados asesinados, defensores de derechos humanos, amenazas a granel, etc.


Hechos aberrantes todos sin una respuesta del gobierno para detener esa racha de crímenes, los cuales duermen el sueño de los justos en el marco terrible de la impunidad e incluso, de la indiferencia oficial. Durante 21 meses, 29 activistas de Marcha Patriótica fueron asesinados.


Dice James Petras: “Ninguno de los agresores fue detenido. Los oficiales del ejército o de la policía que habían sido previamente alertados de las amenazas de muerte no tomaron ninguna medida de precaución. Tampoco se inició ninguna investigación, ni siquiera cuando los familiares o los vecinos conocían pruebas relevantes”.


Se pregunta: “¿Tiene el gobierno capacidad para garantizar la seguridad de las guerrillas cuando, una vez desarmadas, entren en el juego político si más de cien activistas de derechos humanos recibieron amenazas de muerte tan solo en el mes de septiembre de 2014?”


Otro mal indicio que manifiesta el señor Santos y que Petras destaca es la incapacidad para desarticular los escuadrones del paramilitarismo. Estos siguen operando en función de los terratenientes, latifundistas, multinacionales y transnacionales en concordancia con el dominio imperial de los Estados Unidos y las mismas fuerzas militares.


Según la Organización de las Naciones Unidas (Onu), “55.157 colombianos, la mayoría campesinos, tuvieron que abandonar sus hogares entre enero y octubre de 2013 a causa de la guerra entre bandas de narcos y paramilitares”, señala el articulista.


Con base en este contexto que acota James Petras con increíble claridad y argumentación, llega a esta terrible conclusión: “Por lo que parece, el régimen de Santos ha adoptado una estrategia dual, combinando la represión violenta de los movimientos sociales en Colombia con un lenguaje de paz, justicia y reconciliación en la mesa de negociación de la Habana”.


Agrega: “El gobierno puede prometer muchos cambios democráticos, pero su práctica durante los dos últimos años sugiere un régimen autoritario y por encima de la ley que se conforma con mantener el statu quo”.


Dice además, que el régimen santista tiene tres objetivos estratégicos: “Desarmar a la insurgencia popular, recuperar el territorio controlado por la guerrilla y debilitar y minar los movimientos sociales populares y los grupos de derechos humanos que probablemente establecerían alianzas políticas con los insurgentes en el caso de que estos entraran a formar parte del sistema político”.


Más que el gobierno Santos, los interesados son las multinacionales y transnacionales que quieren un territorio despejado sin obstáculos para robarse los recursos naturales y tomar posesión del preciado líquido llamado: Agua, con toda la biodiversidad que goza nuestro país. Es el sueño dorado que acaricia Estados Unidos.


Así las cosas, James Petras presenta cuatro hipótesis sobre la estrategia de guerra y paz del señor presidente Juan Manuel Santos Calderón:


La primera es poco creíble y él mismo lo sostiene así y es que “el régimen está dividido, con un sector a favor de la paz y otro opuesto a ella”. ¿Quién puede creer que Santos es el bueno y Uribe es el malo, por ejemplo?


La segunda sostiene que “el régimen mantiene activamente la violencia contra los movimientos sociales para reforzar su posición en la mesa de negociaciones, buscando conseguir un acuerdo más favorable”. Esta hipótesis refuerza la posición dual de Santos, según Petras, de hablar de paz y guerra a la vez contra el pueblo.


La tercera, “el régimen mantiene un acuerdo tácito con el antiguo presidente Álvaro Uribe, acusado de estar detrás de los escuadrones de la muerte”. Se confirmaría la unidad militar – paramilitar con terratenientes, narcotraficantes y empresarios. Santos y Uribe son caras de una misma moneda. La diferencia sería mínima e insustancial.


La cuarta, “Si el objetivo de Santos en las negociaciones es conseguir desarmar a la guerrilla e incorporarla al sistema electoral, sin abordar profundas reformas estructurales socioeconómicas, necesita debilitar a los movimientos populares de la sociedad civil”. Según James Petras es la más verosímil.


El argumento es el siguiente: “El presidente Santos es capaz de prometer a las Farc todo tipo de “reformas democráticas” y está deseoso de rubricar cualquier acuerdo contra el narcotráfico y, si me apuran, hasta el “desarrollo agrario”. Pero lo que no está dispuesto a aceptar es a una masa de campesinos organizados en movimientos y luchando activamente por el cambio de tenencia de la tierra y la recuperación de sus granjas y reclamando millones de hectáreas cedida a grandes consorcios mineros extranjeros”.


Agrega: “Santos no “desmovilizará” a los grupos paramilitares porque son instrumentos de los grandes terratenientes y protegen las cesiones del Estado a las grandes compañías mineras”.


Concluye el articulista afirmando que el gobierno nacional no ha cumplido las mínimas condiciones necesarias para implementar alguno de los cinco puntos que hacen parte de la agenda y del acuerdo. En síntesis: No muestra el régimen santista la mínima pista que permita decir que hay voluntad política para llevar a la práctica lo acordado en la mesa de diálogo.


Con todas las observaciones planteadas por el filósofo y escritor James Petras, califica los diálogos de paz de “imprescindible para poner fin al baño de sangre y crear las bases para una transición a la democracia”. Es como un llamado a mirar este proceso con esperanza, activa participación popular, pero con sumo realismo de que esta oligarquía le apuesta descaradamente a una “paz sin reformas”, mientras el pueblo añora una paz con cambios estructurales reales y efectivos. Es el pulso por definir a través de la movilización popular, campesina e indígena.

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