domingo, 2 de noviembre de 2014

Concepción política del frente amplio por la paz, la democracia y la soberanía nacional

Por: Nelson Lombana Silva

Colombia está viviendo un momento crucial a raíz del proceso de paz que se viene desarrollando en territorio cubano entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo, (Farc – Ep) y el gobierno nacional de Santos. No en vano la mirada internacional esta puesta en este país sudamericano, especialmente la latinoamericana amén de los procesos democráticos e incluso, revolucionarios que se vienen sucediendo en esta parte del planeta con tanto ímpetu promisorio, en medio de las permanentes hostilidades del imperialismo norteamericano que lucha desesperadamente por no perder su injerencia totalmente.



En esa dinámica de cambios democráticos en el continente, la oligarquía colombiana es un obstáculo, un retroceso que impide a este pueblo heroico, trabajador y emprendedor ponerse a tono con esta dinámica política. Su espíritu belicista es un peligro para el avance de las fuerzas democráticas en América Latina y el Caribe e incluso, en el mismo país. Su criminalidad tan similar a las dictaduras militares del cono sur otrora, se expresa a diario de las más distintas formas y manifestaciones.


La historia de Colombia está ensangrentada. En realidad son muy pocos los tiempos de paz que se podrían encontrar si se mira con cientificidad la historia del país. Las guerras de independencia, la guerra de los mil días, la masacre de las bananeras en 1928, la violencia en Colombia de los 50s y ahora el agudo conflicto, son apenas ejemplos reseñados a vuelo de mariposas amarillas.


En todas estas épocas dramáticas de muerte y terror siempre han tenido una altísima responsabilidad las grandes potencias, especial España y ahora los Estados Unidos. De igual manera, una motivación central: La lucha por el poder y el dominio imperialista de una clase social sobre la otra. Es decir, la burguesía sobre el proletariado.


La burguesía ha impuesto su dictadura sobre montañas de crímenes horripilantes, estela muertes absurdas e inocentes, torturas que ni siquiera Alan Poe hubiera tenido imaginación para suponerlas. Así las cosas, la violencia ha sido un método histórico de la clase dominante para sostenerse en el poder y tener al pueblo inmovilizado en el más cerril y demencial terrorismo de Estado.


Entender el momento histórico


¿Se han vuelto buena y pacífica la burguesía colombiana y el imperialismo norteamericano, ahora que se desarrollan los diálogos de la Habana? ¿Quieren sinceramente acabar con ese reinado de violencia y sobre esas cenizas construir el reinado de la paz? ¿De la noche a la mañana se volvieron “críticos” y “autocríticos”?


El pueblo colombiano debe hacer un esfuerzo monumental por entender el momento histórico. Analizar la complejidad de esta etapa en conjunto, sin dejar una sola arista algarete o aislada en perspectiva dialéctica. Sería la única forma de comprender este momento y poder dar respuesta correcta a los interrogantes formulados aquí.


La paz está mediada por la lucha de clases. En ese entendido, la percepción de la paz para la burguesía no es la misma para el proletariado (el pueblo). La burguesía quiere la paz para seguir explotando a millones y millones de colombianos y colombianas, aumentar su poder económico y su dominio político e ideológico. El pueblo, por el contrario, tiene unas perspectivas distintas: Quiere la paz para vivir dignamente, tener trabajo digno, vivienda, educación, salud, recreación, desarrollo, bienestar, convivencia y justicia social. De alguna manera, sueña que se cumpla el ciclo biológico de que los hijos entierren a sus padres.


La concepción de paz del presidente Juan Manuel Santos Calderón no es la misma que tiene en el fondo intranquilo de sus corazones el pueblo. Santos habla de la paz como victoria militar, su tesis de paz total, se contrapone a la tesis de paz con justicia social. El presidente la interpreta como una imposición a la fuerza, una especie de paz de los vencidos o pax romana; mientras que el pueblo va entendiendo poco a poco que la paz es producto de la justicia social y la justicia social es real solo a partir de cambios estructurales en todos los campos posibles que le son inherentes al pueblo.


Frente Amplio


No es gratuito, ni accidental, ni banal que los comunistas y varias fuerzas de izquierdas e incluso, democráticas y populares, se estén planteando un Frente Amplio por la Paz, la Democracia y la Soberanía Nacional. Es una propuesta audaz de un profundo calado político que hay que moldear al calor de la movilización y la lucha de clases. Hay que profundizar la iniciativa, darle cuerpo y dinámica sin sectarismo, sin prevenciones y sin falsas expectativas.


Hay que decir de entrada que este Frente no podría ser meramente electoral, coyuntural o efímero para acariciar meramente reformitas de pacotilla. La mirada así sería demasiado miope y contraproducente a los intereses reales del pueblo. El Frente debe plantearse temas centrales, medulares, como el Poder Político en Colombia, el gobierno democrático y popular, la paz con justicia social. Hay que levantar la mirada y no seguirla teniendo sobre el piso.


La tarea no es fácil. Se trata de unir las izquierdas, sectores democráticos, progresistas, personalidades e incluso, más allá. Para eso hay que superar nuestros propios errores, el sectarismo, el grupismo y la poca visión. Aprender del pasado y asumir una posición crítica y autocrítica seria, sincera y profunda, sobre todo en la acción, en la movilización de masas. El Frente se construye en la lucha callejera, en la lucha campesina, obrera, indígena, estudiantil, en la presencia activa de la mujer asumiendo posiciones políticas con amplitud y sin miedo. El Frente no está hecho, se está haciendo y hay que ser protagonista, con responsabilidad política, con tolerancia, con amplitud y grandeza revolucionaria. En otras palabras: Con alegría y esperanza.


El Frente se comienza a construir en la vereda, en el barrio, en la universidad, en la cárcel, en todas partes. El interés no es cooptar a la otra fuerza. Por el contrario, garantizar su crecimiento y desarrollo. El Frente es un espacio donde necesariamente todos y todas debemos caber con nuestras propias dinámicas, con tolerancia, con democracia, con amplitud y, sobre todo, con conciencia de clase.

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