sábado, 8 de febrero de 2014

La campaña electoral es para desnudar el régimen y anunciar uno nuevo

La maquinaria santista
Por Nelson Lombana Silva


Acerca del debate electoral hay dos concepciones bien claras que hay que analizar para poder asumir una posición crítica, coherente y democrática, pensando en contribuir al desarrollo de la humanidad integralmente. Más allá de la subjetividad que implica la emotividad debe predominar la objetividad que da la razón. Y, la razón es producto o la síntesis de muchas variables que hay que someter a crudo análisis, sin dogmatismos ni sectarismos permanentemente por cuanto todo está en movimiento, es decir, cambiando constantemente.



Una forma correcta de abordar el tema es recuperando los conceptos de derecha y de izquierda, venidos a menos al presentarse la desintegración de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín, pero que el italiano Norberto Bobio rápidamente reivindicó con objetividad y realismo científico. Bueno resulta advertir que Bobio no era ningún comunista. Sin embargo, tuvo la agudeza política para advertir que las ideologías reverdecen y determinar claramente la diferenciación entre estos dos conceptos que algunos irresponsablemente quieren meter en un mismo costal afirmando que prácticamente son conceptos idénticos y que la única diferencia son los términos en sí, pero que la esencia es la misma.


El maestro Carlos Gaviria Díaz en su momento explicó de la manera más axiomática y contundente la diferencia: “La derecha propugna porque todo siga como está, mientras la izquierda propugna porque haya cambios”. Más claro no canta el gallo, solemos decir los tolimenses. ¿Cómo se refleja estos conceptos en el debate electoral? Para la derecha el debate electoral es un fin, mientras que para la izquierda es un medio. Son conceptos totalmente diferentes.


Al concebir la derecha las elecciones como un fin, el método utilizado para conquistar dicho fin resulta monstruoso, desobligante e inhumano. Se aplica el principio inescrupuloso de Nicolás Maquiavelo que sostiene que el fin justifica los medios. Entonces aparecen como “normales” una serie de prácticas corruptas. Por ejemplo: clientelismo, burocratismo, promesa, compra del voto, amenazas, tráfico de influencias, alcoholismo, comidas opíparas, publirreportajes, pautas a granel, mentira, trampa, etc, etc. La misma derecha dice en voz baja en cafetines y mentideros politiqueros: “En esta campaña está corriendo mucha plata, legal e ilegal. Pero, ese es el juego”.


En otras palabras: La derecha no convence, compra directa o indirectamente el sufragio. La razón es elemental: No tiene discurso, no tiene argumentos; solo tiene la fuerza bruta del poder, la maquinaria. Por ejemplo, ¿Qué hace por el Tolima cinco ministros en esta semana que culmina? ¿Hasta ahora se dio cuenta el presidente Santos que el agua moja? No hay que hacer grandes elucubraciones para decir que la maquinaria santista está en función de su reelección al precio que sea.


Por su parte, Uribe representante del sector latifundista o terrateniente con su eterno lenguaje guerrerista se presenta de nuevo como el “mesías” que se encabrita por las bellaquerías que comete a diario su pupilo Santos, todo con la torva estrategia de presentarse diferente y defensor del pueblo humilde y desamparado. No hay tal. La pelea es por las alturas. Santos representa el otro sector, el financiero, el que se viene desarrollando haciendo al rico más rico y al pobre más pobre. Uribe, ya dijimos, el sector latifundista. 


Es una lógica: Al desarrollarse el capitalismo, aumenta la miseria en el pueblo. Pero a su vez, se va fortaleciendo la lucha revolucionaria, se va cocinando la rebeldía y las posibilidades de un sistema distinto: El Socialismo. Al respecto dijo Carlos Marx: “Conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan este proceso de transformación, (Neoliberalismo hoy) crece la masa de la miseria, de la opresión del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación; pero crece también la rebeldía de la clase obrera, cada vez más numerosa y más disciplinada, más unida y más organizada por el mecanismo del mismo proceso capitalista de producción. El monopolio del capital se convierte en grillete del régimen de producción que ha crecido con él y bajo de él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles en su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados”.  [i]


El concepto electoral para la izquierda es diferente como ya se dijo. Es un medio, una forma de lucha que busca principalmente educar políticamente a las masas, denunciar el oprobioso régimen capitalista y anunciar con claridad el advenimiento de un sistema distinto al sistema capitalista: El sistema socialista.


Esa concepción diáfana del verdadero significado histórico del debate electoral, implica una dinámica metodológica distinta. Por eso la izquierda no ofrece dinero, ofrece ideas; no ofrece grandes comilonas, ofrece discusiones dialécticas; no ofrece puestos burocráticos y promesas irrealizables, ofrece una trinchera de unidad y de lucha popular. La razón es elemental: Solo el pueblo es capaz de liberarse de la dictadura de la burguesía. Y para el pueblo concretar ese sueño real debe politizarse, organizarse, unirse y disponerse a pelear sus derechos y no a mendigarlos.


Entonces la campaña política desde la perspectiva de la izquierda tiene un profundo énfasis en la denuncia y en la anunciación. Desde luego, cuando el candidato o la candidata tiene realmente formación política y conciencia de clase, porque como es obvio suele aparecer en la izquierda mucho oportunismo, mucho lobo disfrazado de cordero. Por sus frutos lo conoceréis dice la biblia. Y en eso, el pueblo debe ser vigilante, meticuloso y atento para evitar que le metan gato por liebre, como dice el adagio popular.


La campaña electoral no es para parecernos a la derecha y buscar cierta conciliación. Nada de eso. Es para enfrentar, confrontar, como dice la candidata presidencial por la Unión Patriótica, Aída Avella Esquivel, cuerpo a cuerpo una campaña en las condiciones más adversas como hoy está sucediendo en Colombia, donde una vez más, la izquierda no tiene ni las elementales garantías. La pelea es peleando. Así de sencillo.


La campaña electoral es para agitar el programa de los comunistas aprobado en el XXI Congreso Nacional realizado en Bogotá, de acuerdo a las condiciones concretas de cada región. Es decir, no es suficiente con repetir maquinalmente este programa, hay que interpretarlo y desarrollarlo creativamente de acuerdo a las condiciones objetivas de cada región. La izquierda no tiene por qué ser cola de vagón de la derecha. Aquí no se puede admitir propuestas light, tanto así pretender estar bien con el burgués y el proletario a la vez. Hay que entender que media la lucha de clases y ésta no es ni mecánica, ni susceptible de ser negociada. Los principios no se negocian.


Es en ese sentido que se debe entender la campaña electoral. Una batalla ideológica y política que permita educar, formar, organizar y dinamizar la lucha del pueblo en la dirección de romper las cadenas de la opresión propia del régimen y que se expresa en la explotación del hombre por el hombre, en la miseria, en el desempleo y demás vejámenes que a diario vive el pueblo.



[i] IVANOV, Nikolái. Biografía Carlos Marx. La vida, la obra y la lucha del hombre que más ha influido en la historia de la humanidad. Ediciones instituto de intercambio cultural colombo – soviético. Bogotá, Colombia. Página consultada 149.



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